Maya, una joven universitaria con una vida tranquila y ordenada, se ve obligada a enfrentar su pasado cuando recibe una invitación para asistir a una reunión de antiguos alumnos de su instituto. Aunque al principio duda en aceptar, finalmente decide ir en busca de cerrar viejas heridas y recuerdos dolorosos. Al llegar al evento, Maya se encuentra con caras familiares y viejas amistades que la transportan de inmediato a su adolescencia. Sin embargo, entre la multitud, divisa a alguien que preferiría no volver a ver: Alex, el chico que le hizo la vida imposible durante aquellos años de instituto. El reencuentro con Alex despierta en Maya una mezcla de emociones. Por un lado, remueve antiguos resentimientos y heridas mal cicatrizadas, pero por otro, también le permite reflexionar sobre el pasado y sobre cómo ha cambiado desde entonces. De que Alex también ha cambiado y que tal vez no fue tan malo como lo recordaba.
Leer másMAYASi me hubieran advertido del dolor y el postparto, me habría pensado mejor esto de tener hijos. Sin embargo, es algo que merece la pena cuando veo a nuestro pequeño Eden apilando cubos de madera en su alfombra de juegos. O cuando se ríe tan agudo que llena toda la casa para lo grande que es. Incluso cuando corretea y siento que se me va a salir el corazón por la boca del miedo, entonces también merece la pena.—¡Papá! —chilla—. ¡Papa!Alex dice que con esa voz de pito no le extraña que haga llorar a Lucy, la hija de dos años Finch y Anna.—Creo que ahí viene —no he terminado de decirlo cuando mi hijo ya se agazapa tras la encimera.Se lleva las manos a la boca como todo niño revoltoso intentando guardar silencio. Siendo hijo mío y de Alex, no sé muy bien qué mezcla esperaba. Eden es tranquilo, risueño, un celoso de su padre cuando me besa. Alex dice que es un niño de mamá y voy a disfrutarlo todo lo que pueda.Alex aparece por el marco de la cocina descamisado y con los pantalones
ALEXHa merecido la pena cuando veo a Maya sonriendo como lo hace. Está tan feliz que se ha olvidado de que esta mañana ha estado a punto de llorar por los nervios. Aunque luego ha vuelto a llorar delante del cura y cuando la he besado sus labios estaban salados.Está siendo un gran día.—No te lo vas a creer —me viene diciendo.Sus tacones blancos, limpios a más no poder, se hunden un poco en el césped del lugar de ceremonias. Viene acelerada, arremangándose un poco la falda blanca del vestido para no tropezarse. El vestido le flipa, lleva hablando de lo bonito que es casi medio año, dudó cuando se quedó embarazada y esperaba tener que hacerle arreglos. Todo está cómo a ella le gusta, bonito y decorado con simpleza. Pero cuando sonríe ella es lo más bonito que existe hoy.—Sorpréndeme.A la mínima que puedo le echo las manos encima. La tela satinada de su vestido me resbala entre los dedos.—La novia de tu padre se está enrollando con Jeff debajo de la escalera.—No jodas.Asiente co
MAYAPara cuando Mary (por fin) se decide a volar del nido, me llama diciendo que nuestra madre parecía más aliviada que otra cosa. Denver lleva un par de años esperando a que se decida a mudarse con él, Mary lo ha atrasado porque le daba pena dejar sola a mamá.—Es que tienes veintidós años, Mary. Ya molestabas en casa. Sabes que mamá tiene sus líos, ¿verdad?—No digas que tiene sus líos —lloriquea, escucho a Denver reírse por detrás—. Es que me da cosa... Sigue sola en casa, ¿y si le pasa algo?—¿Pero qué le va a pasar? Eres una paranoica.—¿Crees que tiene novio?—¿Por qué no vas y se lo preguntas? Vives a veinte minutos de ella.—Porque igual te lo ha contado a ti.¿A mi? Llevo semanas retraída con miles de cosas más.—Que va. Te voy a colgar, Mary, tengo mucho que hacer.Tengo demasiado que hacer. Pensaba que las wedding planner se encargaban de quitarme a mi el trabajo y resulta que en todo este año de preparativos he asistido a unas once pruebas de vestido, veintemil pruebas de
MAYAAnna me ayudó a comprar el vestido. Teniendo en cuenta a la familia de Alex, he elegido uno que parece más caro y formal de lo que usaría. Las navidades pasadas cuando mi familia y Denver subieron a vernos a Seattle, cené en vaqueros y un jersey rojo.Me muevo el anillo en el dedo, nerviosa, y no dejo de pasarme las manos por la falda plisada del vestido rojo. Alex estira su mano a las mías para reconfortarme. No me suelta hasta que el taxi nos deja delante del restaurante. Creo que somos los últimos en llegar a la reserva.—Tranquila —me dice cuando nos encontramos fuera del taxi—. Es sólo una cena.Pero es una cena familiar. Sus padres no me conocen.Alex entrelaza nuestros dedos. Se acerca mi mano a los labios. Me animo a entrar, por fin. Alex me lleva de la mano entre las mesas elegantes y refinadas. Hasta no hace mucho yo todavía no pisaba este tipo de restaurantes por iniciativa propia. Ahora, de vez en cuando, Alex y yo nos vestimos bien y tenemos citas cenando en buenos si
MAYAPara cuando el espectáculo termina, Alex deja de acariciarme la espalda. Está raro, muy raro. No sé si tiene que ver con el hecho de que mañana cogemos un vuelo a Oregón para celebrar Navidad con nuestras familias juntas.Levanto las cejas esperando que se mueva. ¿Nos vamos a pasar la noche aquí de pie junto al árbol de navidad?Parpadea. Levanta la mano y me acaricia la mejilla. No tiene ni idea de lo tranquila que estoy a su lado.Me da un beso. Escueto para lo que nos gusta.—Te quiero —dice.Con el corazón revuelto como una adolescente me alzo de puntillas a sus labios.—Te quiero.Es cuando planta algo entre los dos. La boca se me cae al suelo. Las gafas me resbalan por la nariz con dramatismo desenfocándome la vista, o podrían ser las lágrimas. Debe de pensar que arrodillarse es demasiado cursi hasta para él.—Quiero que te cases conmigo. —Enseguida se corrige—. ¿Quieres casarte conmigo? Perdón, es que estoy nervioso de cojones.Intento ordenar mis propios pensamientos. Las
MAYAUn año.Ha pasado un año desde que Alex empezó a trabajar con su padre.Dos años desde que nos reencontramos en aquella reunión de antiguos alumnos.Hoy por fin planto nuestra foto enmarcada en la estantería de nuestra habitación.Estamos de alquiler y esto me basta. Llevo deseando vivir con Alex desde hace mucho tiempo, imaginándonos haciendo la compra juntos y decidiendo si comprar cortinas grises o blancas. Dice que esto es temporal. Que cuando nos acostumbremos comprará una casa tan o más grande que la de sus padres y que allí viviremos y formaremos una familia.—¿Quieres cenar pizza? —Su voz resuena sin eco. Por suerte el piso estaba amueblado y solo tendremos que preocuparnos de comprar unas cortinas y algunas cosa de cocina. No tenemos microondas.—Vale —digo y salgo de la habitación.Nunca hemos convivido como tal. Llevamos dos años viéndonos escasamente los fines de semana y algunos días de más en descansos del trabajo. Sin embargo, en las cinco horas que llevamos aquí h
ALEXCuando mi padre y Farah vuelven, el verano está terminando y no hacen las cosas fáciles. Si bien mi madre ya no bebe tanto y parece más cuerda, el convivir de nuevo es jodido. Siempre la pillo mirando mal a Farah, tratándola mal y discute (como siempre) con mi padre a todas horas.—¿Podéis parar? —gruño.Son un dolor de pelotas.—¿Ves? —le reprocha y mi padre ni me mira—. Les haces mal a nuestros hijos. ¿Por qué diablos has metido aquí a esa niña? ¡Te ves ridículo! ¡Por favor!—¿Que yo les hago mal? —Ya se ha metido al trapo—. Tú te abriste de piernas primero y empezaste con esto de ir borracha por toda la casa. Eso sí que es ridículo.Cojo un vaso de agua y me voy. Llevan discutiendo desde que he llegado del taller y tengo tan pocas ganas de soportarlos como Denver, que por eso ni ha llegado a casa. Ya no me necesita.Cierro la puerta de mi habitación con el pie y me echo en el asiento de cuero porque Farah está sentada al borde de mi cama. No es que hablemos mucho. A veces fuma
MAYAAlex tira del freno de mano delante de casa de mi madre. Me quita el cinturón y le miro dudosa.—¿Quieres entrar? —Sabrá que es tan mala idea que no espero que me responda de verdad.Mi madre tampoco es que quiera darle otra oportunidad así que lo mejor es que se quede en el coche.—Te espero aquí —dice.Asiento. Bajo del coche y voy corriendo a por mi maleta de mano. Mi madre está haciendo la cena, huele delicioso cuando me aborda en la entrada. Seguro que ya ha visto a Alex en su coche. Como imagino que va a enfadarse o a hablar mal de Alex, le doy un rápido beso en la mejilla y me dispongo a irme.—Estoy haciendo la cena.—Ya, huele muy bien.—Dile que pase. —Ante el hecho de que igual me hago la tonta o la que no ha escuchado bien, repite—: Que venga a cenar. Tu hermana y Denver no vendrán y así podemos hablar los tres a solas.¿Hablar? Dios, lo último que quiero es que le lea el historial a Alex.—Llevas meses diciendo que no quieres hacer esto —replico.Se encoge de hombros
MAYAAlex cumple su palabra y casi todos los fines de semana me visita. A veces solo puede venir los domingos, llega por la mañana y se va por la noche. No me importa porque se esfuerza por nosotros y eso lo significa todo para mi. Estoy intentando costearme un viaje exprés también, pero los vuelos de un día para otro resultan insufriblemente caros.Hasta que pueda sorprenderle, estoy muy al tanto de todo lo que pasa en Oregón. Alex me actualiza todos los días aunque sean cosas que ya sé por Mary. Me cuenta que Denver se ha sacado el permiso de conducir y que su padre le ha regalado un coche. Me cuenta que no va a poder venir porque se va de pesca con sus amigos y me manda unas fotos horrorosas de peces horrorosos. Me cuenta que su madre parece que va mejor y Denver ha pasado un tiempo con ella. Me cuenta que su padre y su novia se han ido de vacaciones de verano. Me cuenta que por eso su madre ha vuelto a casa unas semanas. Me cuenta que con el verano ya ha usado la piscina de su cas