3

ALEX

—¡Voy a llamar a la policia! Saca tu culo de mi casa.

Estoy a nada de entrometerme cuando un vaso vuela tan deprisa por los aires que se estrella contra la pared haciéndose añicos. Miro a mi madre y después a la mujer más joven, podría ser mi novia antes que la de mi padre. Al final me hundo en el sofá subiéndole el volumen al partido de fútbol. Por lo menos Denver no está aquí, para cuando él llega la casa parece de lo más normal. Nuestra madre se ha duchado y no huele a alcohol y nuestro padre se ha quitado los rastros de haber traído (de nuevo) a su amante a casa.

Se deja caer en el sofá a mi lado, trae la misma cara de alelao que siempre lleva cuando está con su noviecita.

—La hermana mayor de Mary es una pasada. —No me parece que sea capaz de decir eso de la chica que yo veía por los pasillos del instituto—. Y te odia un huevo.

No me sorprende.

—¿Has ido a hablar de mi o qué?

—Que va, tu nombre debe de estar prohibido en esa casa —aunque bromea yo estoy seguro de tiene parte de razón—. No pero es una tía guay, en serio. Mary me ha contado que le ha encontrado un alijo de hierba en la maleta. Y es guapa.

Yo jamás habría asociado el apelativo "guapa" a esa tía sabiendo quién era, no antes. Pero sí, estaba guapa, follable diría yo. Aunque su nueva apariencia física no ha sido de mucho porque ha huido como un conejillo a la primera de cambio. Que si me soy sincero tampoco sé para qué he ido yo, para arruinarme el día, supongo.

—No sé lo que intentas, pero corta el rollo.

Se ríe, es feliz y eso me gusta y me da envidia.

—No intento nada. ¿Cómo han estado las cosas por aquí?

—Normales. ¿Por qué no me dijiste que tu novia era la hermana de esa chica?

—Porque Mary pensó que era mejor no decírtelo, creo que sólo le caes bien cuando nos haces de taxi.

Entendible.

—Tampoco la culpo, fui un cabrón con su hermana —admito.

Soy muy consciente de lo hijo de puta que fui durante el instituto. Tenía amistades de m****a, una novia que me hacía más mal que bien y una actitud de chulo engreído que no me ha llevado a ninguna parte, ni a la universidad.

—No te martirices —me apoya la mano en el hombro y quiero burlarle de que un chaval de quince años use esa palabra—. Ahora eres un buen tío, si te conociera Maya quizás te perdonaría.

—No lo creo —. Estoy arrepentido, realmente arrepentido, pocas veces he pedido perdón tan sincero—. No es como si me lo mereciera.

Ni yo mismo me perdonaba. Había sido un completo gilipollas, un niñato. Me culpo de muchas cosas que ahora me pesan a los hombros.

Denver vuelve a apretarme el hombro, no tiene ni la mitad de fuerza que yo tenía a su edad. Es un crío. Es mi hermano pequeño. Es el único que mantiene esta casa un poco más cálida.

—Yo no te culpo de nada de lo que me pasó, lo sabes ¿verdad?

Lo sé, pero yo sí lo hago.

Estiro el brazo sobre sus hombros, le rodeo el cuello y con la otra mano le froto la cabeza hasta que eche humo. Se revuelve tanto que me da en los huevos y hacemos una tregua para que pueda recuperar el aire.

—Joder.

—De todas formas no es cómo si los usaras mucho —se burla.

—¿Qué sabrás tú, niño?

Los tacones de nuestra madre hacen eco al bajar las escaleras, la miro sobre el respaldo del sofá y después al reloj. Son las once de la noche, ¿es necesario que siga llevando tacones? Sé que sí, lleva así toda la vida porque en esta familia hay que estar "pulcro" a todas horas, a primera de la mañana y a última de la noche. Será porque si se escoña por las escaleras por beber tanto vino la ambulancia tendrá que verla guapa.

—Chicos subid a la cama, es tarde.

Me empujo del sofá y subo con Denver las escaleras. Nuestro padre nos aborda saliendo de su despacho y nos sonríe como si nos quisiera, a veces dudo que lo haga pero en contraposición, yo tampoco creo que le quiera. Le revuelve el pelo a Denver y a mi me da unos toques en la espalda.

—Estos son mis chicos. ¿Qué tal con tu novia?

Denver se encoge de hombros.

—Guay, como siempre.

Denver se queda en la segunda planta, dónde está su habitación al final del pasillo; yo subo más escaleras hasta el altillo que con unas pocas remodelaciones y capas de pintura transformé hace años en mi habitación. Aquí arriba me molestan menos y me concentro mejor.

---

—¿Qué tal esa reunión de ayer? —Su sonrisita me repatea a estas horas de la mañana—. Tienes una cara de mala hostia...

—Fue de puta pena.

—Te lo dije. Te perdiste la fiesta de anoche llena de universitarias cachondas.

Finch es un toca pelotas de manual pero es un buen tío. Me ha dado trabajo en el taller de coches de su padre así que le debo una.

—No me interesan.

Se ríe y levanta la cabeza sobre el capó de la furgoneta. El piercing del labio le destella y cuando me jode como ahora me gustaría tirarle de él hasta sellarle la bocaza.

—Empiezo a pensar que eres marica, tío. ¿Hace cuánto que no mojas?

Me limpio las manos con un trapo que ya está sucio.

—Gracias por preocuparte por mi polla pero lo tengo controlado.

La parte trasera del taller es amplia, no trabajamos muchos por lo que Finch y yo casi siempre tenemos la música puesta. Escucho muy malamente el tintineo de la campana que cuelga de la puerta trasera de la recepción. Miro y veo como el padre de Fich agita la mano así que al final me limpio las manos en los pantalones del trabajo.

—Hay una chica que necesita ayuda —dice susurrando y hace un gesto tan sutil a sus espaldas que casi ni lo pillo—. Atiéndela, tengo al teléfono al proveedor de gomas.

En cuanto se aparta y la veo creo que me voy a caer de espaldas. Atravieso la recepción y la campana de la puerta trasera vuelve a tintinear al cerrarse. Ahora ya no lleva una pegatina que diga su nombre pero jamás voy a volver a olvidar su nombre. Maya está a punto de irse cuando me ve pero al final se queda tras el mostrador.

—Hola —digo.

Sacude la cabeza. Sigue mirándome y me siento estudiando. Tiene los ojos castaños y grandes, tiene algo raro que no recordaba de ella.

—¿Trabajas aquí? —no me lo pregunta a la defensiva como si fuera a pedir que le atienda otro. Finch no es bueno en el cara a cara con clientes, por eso su padre lo mantiene atrás—. Tengo un problema con mi coche.

—¿La chatarra de ayer?

Se le juntas las cejas y la cara se le afina más cuando se muerde los carrillos por dentro. Mira a través de las ventanas de la recepción hacia fuera. Su perfil es muy femenino, con una nariz respingona y fina, se nota que lleva gafas porque tiene dos pequeñas marcas junto al puente. La veo tan rara que notará cómo la estoy mirando jugando a ver las diferencias de su yo del presente con la niña del pasado.

—Me pondría a la defensiva pero sí, es una chatarra. ¿Trabajas aquí de verdad?

—No puedo trabajar de mentira. —Empujo la tabla de madera hacia arriba para salir del mostrador, ella da un paso atrás desconfiada—. Enséñame qué le pasa al coche.

Salimos de la recepción y veo su chatarra aparcada, me parece un milagro que siga pudiendo circular este trasto. Si le doy una patada seguro que se le cae la matrícula. Cuando yo voy a la derecha ella a la izquiera y se pone del otro lado del coche lejos de mi. << Sí, seguro que así me perdona >>

—¿Qué le pasa? —repito.

Se cruza de brazos y se quita algunos pelos que se le han salido de la coleta tras las orejas. Suspira.

—Cuando conduzco muchas horas seguidas empieza a hacer ruidos raros, como... ya sabes << prrrrr >> No lo sé muy raros, como si fuera a explotar. He venido conduciendo hasta aquí con ese sonidito.

Le pido que lo arranque y sí, su coche suena a pura m****a. De milagro creo que llega a conducirlo a la parte trasera del taller. Ya le he preparado los papeles para cuando vuelve. Al inclinarse para rellenarlos puedo oler su perfume a fresas, algo infantil pero efectivo si quiere oler así de bien.

—¿Cuánto será?

¿Por qué no la he visto en todos estos años? ¿Por qué ella no le ha hecho de taxi a Denver y su hermana? ¿Por qué Denver no la conocía?

—No te preocupes, lo miraré y...

—No quiero que me hagas ningún favor.

—Te lo debo.

Levanta la mirada de los papeles, pensativa. Entrecierra los ojos.

—Vale sí, me lo debes. Avísame cuándo esté listo.

Tengo la imperiosa necesidad de volver a disculparme, las palabras me arrancan del corazón haciéndome daño y me tiran de la lengua.

—Lo sigo sintiendo mucho. Fui un gilipollas contigo.

Creo que se debate en si apuñalarme con el bolígrafo o no.

—Por lo menos lo sabes.

Pero sigo necesitando quitarme el peso de encima porque cuando recuerdo como fui, solo puedo odiarme.

—¿Podemos vernos y hablar en otro momento?

Ya está de espaldas a punto de irse, tiene la mano enganchada al pomo redondo y sus uñas largas con una manicura perfecta se ciernen con sutileza. Gira la cabeza lo justo para que yo vea de nuevo su perfil. Durante un segundo solo es una tía que ha venido por ayuda y a la que podría follarme sin cuidado.

—Como te dije ayer: no tengo nada que hablar contigo.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo