ALEX
—¡Voy a llamar a la policia! Saca tu culo de mi casa.
Estoy a nada de entrometerme cuando un vaso vuela tan deprisa por los aires que se estrella contra la pared haciéndose añicos. Miro a mi madre y después a la mujer más joven, podría ser mi novia antes que la de mi padre. Al final me hundo en el sofá subiéndole el volumen al partido de fútbol. Por lo menos Denver no está aquí, para cuando él llega la casa parece de lo más normal. Nuestra madre se ha duchado y no huele a alcohol y nuestro padre se ha quitado los rastros de haber traído (de nuevo) a su amante a casa.
Se deja caer en el sofá a mi lado, trae la misma cara de alelao que siempre lleva cuando está con su noviecita.
—La hermana mayor de Mary es una pasada. —No me parece que sea capaz de decir eso de la chica que yo veía por los pasillos del instituto—. Y te odia un huevo.
No me sorprende.
—¿Has ido a hablar de mi o qué?
—Que va, tu nombre debe de estar prohibido en esa casa —aunque bromea yo estoy seguro de tiene parte de razón—. No pero es una tía guay, en serio. Mary me ha contado que le ha encontrado un alijo de hierba en la maleta. Y es guapa.
Yo jamás habría asociado el apelativo "guapa" a esa tía sabiendo quién era, no antes. Pero sí, estaba guapa, follable diría yo. Aunque su nueva apariencia física no ha sido de mucho porque ha huido como un conejillo a la primera de cambio. Que si me soy sincero tampoco sé para qué he ido yo, para arruinarme el día, supongo.
—No sé lo que intentas, pero corta el rollo.
Se ríe, es feliz y eso me gusta y me da envidia.
—No intento nada. ¿Cómo han estado las cosas por aquí?
—Normales. ¿Por qué no me dijiste que tu novia era la hermana de esa chica?
—Porque Mary pensó que era mejor no decírtelo, creo que sólo le caes bien cuando nos haces de taxi.
Entendible.
—Tampoco la culpo, fui un cabrón con su hermana —admito.
Soy muy consciente de lo hijo de puta que fui durante el instituto. Tenía amistades de m****a, una novia que me hacía más mal que bien y una actitud de chulo engreído que no me ha llevado a ninguna parte, ni a la universidad.
—No te martirices —me apoya la mano en el hombro y quiero burlarle de que un chaval de quince años use esa palabra—. Ahora eres un buen tío, si te conociera Maya quizás te perdonaría.
—No lo creo —. Estoy arrepentido, realmente arrepentido, pocas veces he pedido perdón tan sincero—. No es como si me lo mereciera.
Ni yo mismo me perdonaba. Había sido un completo gilipollas, un niñato. Me culpo de muchas cosas que ahora me pesan a los hombros.
Denver vuelve a apretarme el hombro, no tiene ni la mitad de fuerza que yo tenía a su edad. Es un crío. Es mi hermano pequeño. Es el único que mantiene esta casa un poco más cálida.
—Yo no te culpo de nada de lo que me pasó, lo sabes ¿verdad?
Lo sé, pero yo sí lo hago.
Estiro el brazo sobre sus hombros, le rodeo el cuello y con la otra mano le froto la cabeza hasta que eche humo. Se revuelve tanto que me da en los huevos y hacemos una tregua para que pueda recuperar el aire.
—Joder.
—De todas formas no es cómo si los usaras mucho —se burla.
—¿Qué sabrás tú, niño?
Los tacones de nuestra madre hacen eco al bajar las escaleras, la miro sobre el respaldo del sofá y después al reloj. Son las once de la noche, ¿es necesario que siga llevando tacones? Sé que sí, lleva así toda la vida porque en esta familia hay que estar "pulcro" a todas horas, a primera de la mañana y a última de la noche. Será porque si se escoña por las escaleras por beber tanto vino la ambulancia tendrá que verla guapa.
—Chicos subid a la cama, es tarde.
Me empujo del sofá y subo con Denver las escaleras. Nuestro padre nos aborda saliendo de su despacho y nos sonríe como si nos quisiera, a veces dudo que lo haga pero en contraposición, yo tampoco creo que le quiera. Le revuelve el pelo a Denver y a mi me da unos toques en la espalda.
—Estos son mis chicos. ¿Qué tal con tu novia?
Denver se encoge de hombros.
—Guay, como siempre.
Denver se queda en la segunda planta, dónde está su habitación al final del pasillo; yo subo más escaleras hasta el altillo que con unas pocas remodelaciones y capas de pintura transformé hace años en mi habitación. Aquí arriba me molestan menos y me concentro mejor.
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—¿Qué tal esa reunión de ayer? —Su sonrisita me repatea a estas horas de la mañana—. Tienes una cara de mala hostia...
—Fue de puta pena.
—Te lo dije. Te perdiste la fiesta de anoche llena de universitarias cachondas.
Finch es un toca pelotas de manual pero es un buen tío. Me ha dado trabajo en el taller de coches de su padre así que le debo una.
—No me interesan.
Se ríe y levanta la cabeza sobre el capó de la furgoneta. El piercing del labio le destella y cuando me jode como ahora me gustaría tirarle de él hasta sellarle la bocaza.
—Empiezo a pensar que eres marica, tío. ¿Hace cuánto que no mojas?
Me limpio las manos con un trapo que ya está sucio.
—Gracias por preocuparte por mi polla pero lo tengo controlado.
La parte trasera del taller es amplia, no trabajamos muchos por lo que Finch y yo casi siempre tenemos la música puesta. Escucho muy malamente el tintineo de la campana que cuelga de la puerta trasera de la recepción. Miro y veo como el padre de Fich agita la mano así que al final me limpio las manos en los pantalones del trabajo.
—Hay una chica que necesita ayuda —dice susurrando y hace un gesto tan sutil a sus espaldas que casi ni lo pillo—. Atiéndela, tengo al teléfono al proveedor de gomas.
En cuanto se aparta y la veo creo que me voy a caer de espaldas. Atravieso la recepción y la campana de la puerta trasera vuelve a tintinear al cerrarse. Ahora ya no lleva una pegatina que diga su nombre pero jamás voy a volver a olvidar su nombre. Maya está a punto de irse cuando me ve pero al final se queda tras el mostrador.
—Hola —digo.
Sacude la cabeza. Sigue mirándome y me siento estudiando. Tiene los ojos castaños y grandes, tiene algo raro que no recordaba de ella.
—¿Trabajas aquí? —no me lo pregunta a la defensiva como si fuera a pedir que le atienda otro. Finch no es bueno en el cara a cara con clientes, por eso su padre lo mantiene atrás—. Tengo un problema con mi coche.
—¿La chatarra de ayer?
Se le juntas las cejas y la cara se le afina más cuando se muerde los carrillos por dentro. Mira a través de las ventanas de la recepción hacia fuera. Su perfil es muy femenino, con una nariz respingona y fina, se nota que lleva gafas porque tiene dos pequeñas marcas junto al puente. La veo tan rara que notará cómo la estoy mirando jugando a ver las diferencias de su yo del presente con la niña del pasado.
—Me pondría a la defensiva pero sí, es una chatarra. ¿Trabajas aquí de verdad?
—No puedo trabajar de mentira. —Empujo la tabla de madera hacia arriba para salir del mostrador, ella da un paso atrás desconfiada—. Enséñame qué le pasa al coche.
Salimos de la recepción y veo su chatarra aparcada, me parece un milagro que siga pudiendo circular este trasto. Si le doy una patada seguro que se le cae la matrícula. Cuando yo voy a la derecha ella a la izquiera y se pone del otro lado del coche lejos de mi. << Sí, seguro que así me perdona >>
—¿Qué le pasa? —repito.
Se cruza de brazos y se quita algunos pelos que se le han salido de la coleta tras las orejas. Suspira.
—Cuando conduzco muchas horas seguidas empieza a hacer ruidos raros, como... ya sabes << prrrrr >> No lo sé muy raros, como si fuera a explotar. He venido conduciendo hasta aquí con ese sonidito.
Le pido que lo arranque y sí, su coche suena a pura m****a. De milagro creo que llega a conducirlo a la parte trasera del taller. Ya le he preparado los papeles para cuando vuelve. Al inclinarse para rellenarlos puedo oler su perfume a fresas, algo infantil pero efectivo si quiere oler así de bien.
—¿Cuánto será?
¿Por qué no la he visto en todos estos años? ¿Por qué ella no le ha hecho de taxi a Denver y su hermana? ¿Por qué Denver no la conocía?
—No te preocupes, lo miraré y...
—No quiero que me hagas ningún favor.
—Te lo debo.
Levanta la mirada de los papeles, pensativa. Entrecierra los ojos.
—Vale sí, me lo debes. Avísame cuándo esté listo.
Tengo la imperiosa necesidad de volver a disculparme, las palabras me arrancan del corazón haciéndome daño y me tiran de la lengua.
—Lo sigo sintiendo mucho. Fui un gilipollas contigo.
Creo que se debate en si apuñalarme con el bolígrafo o no.
—Por lo menos lo sabes.
Pero sigo necesitando quitarme el peso de encima porque cuando recuerdo como fui, solo puedo odiarme.
—¿Podemos vernos y hablar en otro momento?
Ya está de espaldas a punto de irse, tiene la mano enganchada al pomo redondo y sus uñas largas con una manicura perfecta se ciernen con sutileza. Gira la cabeza lo justo para que yo vea de nuevo su perfil. Durante un segundo solo es una tía que ha venido por ayuda y a la que podría follarme sin cuidado.
—Como te dije ayer: no tengo nada que hablar contigo.
MAYA—¿Y así es cómo vas a superar tu pasado? —la risa de Anna es casi contagiosa si no se riera de mi—. Quiero decir, que vas a estar allí sólo una semana, habla con el chico y te quedas a gusto insultándolo. No lo puedes esquivar. Tu hermana se está besuqueando con su hermano.Arrugo la nariz.—Estoy tranquila.—Si, porque he visto que te has llevado las maría. ¡Ni para dos porros me has dejado!—La iba a necesitar.No fumo en exceso, pero me viene bien para relajarme. Anna fumaba habitualmente cuando empezamos a compartir habitación el primer año de universidad y es un hábito que ahora compartimos. Durante ese año me sirvió para pensar menos, relajarme y no ir temblando por el campus esperando que me empujaran.—¡Maya! —.Tiro el cigarro al suelo y sacudo el humo antes de que mi madre salga al jardín. Hace tanto frío que no sé cómo no sospecha de lo que hago aquí fuera—. Tengo al abogado al teléfono, quiere hablar contigo.Cuelgo a Anna y me rocío con el pequeño bote de colonia que
ALEXLa idea de ni siquiera acordarme de la mitad de cosas que ha dicho me hace sentir raro gran parte del día.—Suéltalo.Levanto la cabeza de mi cerveza.—¿Qué?Finch se ríe y no es por las tres cervezas que lleva. Esta rutina de venir al bar después del trabajo es tan habitual que ni cinco cervezas del tirón nos afectan como deberían.—Estás empanado, ni siquiera has mirado a Jane, ¿has visto el escote que trae hoy? Te ha puesto las tetas en la cara y nada. ¿Qué te pasa? Llevas días raro.Considero a Finch mi mejor amigo, se toma las cosas serias enserio y las tonterías a broma. Y que Jane me ponga las tetas en la cara es una mala broma. Tuvimos lo que tuvimos en el instituto y durante el siguiente año ya sólo follábamos, nada de salidas ni de que viniera a cenar a casa. Dejamos de ser populares que era lo único que teníamos en común.—Ya lo sé, tío. Es que...—¿Es por esa tía a la que le vas a arreglar el coche gratis?—Sí.—¿Y es porque piensas en tu hermano?—En parte, sí.Yo es
MAYAComo puedo saco el teléfono de mi bolso. Las cosas dentro están un poco mojadas pero gracias a Dios he metido mis papeles en una carpeta de plástico. Intento encender el móvil. Nada. Rebusco el mechero.—¿Te importa?Sacude la cabeza de lado a lado. Él está seco, sé que ha ido a recoger a Mary y Denver del instituto y por la hora que es seguramente venga de dejarlos en casa.Me mira, es de noche pero las luces de las farolas en la calle le alumbran la cara y le forman sombras de cansancio. Desde que he llegado, cada vez que lo veo me recuerda a un Goldern Retriever más que al perro de raza peligrosa que era antes. Y no sé si me he subido en su coche por eso, o porque llevaba quince minutos en una parada de autobús sin batería en el móvil y con el ánimo por los suelos. Hoy ha sido el primer día en mucho tiempo que recuerdo a mi padre tan vivo haciendo algo tan contradictorio a como firmar papeles de una herencia por su muerte.—¿Quieres hablar de tu día de mierda? —me pregunta.—¿
ALEX—Joder, pues está buena que te cagas. —Finch sabe bien lo que dice—. Raro me parece que no te la estés intentando follar.—Lo intenté en la reunión de antiguos alumnos de la semana pasada. Me mandó muy a la mierda.Se descojona y vuelve a meter la cabeza en el motor de la furgoneta.—Te ha perdonado que era lo que querías, ¿no?Sí, y he dormido extrañamente bien. Compartir un rato con ella me sentó bien. Me perdonó. Es un gran desquite, como si respirara mejor ahora.—Sí. Aunque no sé, tío, es raro.—¿En qué sentido?—En el sentido de que quiero follarla.Vuelve a reírse pero a mi eso no me soluciona nada. Hasta para pedirle perdón ha sido raro. Ha sido como pedírselo a una persona que ya no existe. Esta chica, Maya, no es la Bellotas a la que miraba por encima del hombro.—Yo también, así que no es raro.Resoplo. Sigo trabajando. Durante un rato que vuelve a llover nos cogemos un descanso sentados en unas pilas de cajas y ruedas desgastadas que son para tirar. Tengo un mensaje d
MAYADecir que estar aquí entre adolescentes no me tiene algo inquieta sería mentir. Me siento como si viviera una experiencia que ya no me pertenece. Voy a partidos de fútbol de la universidad con Anna y me lo paso bien, pero aquí no tengo amigos y luego voy a tener que llevar a la parejita a una fiesta. Mi madre le ha dado permiso a Mary hasta la una así que supongo que me tocará estar despierta hasta esa hora para recogerla. No es que tenga otro plan mejor.—¡Ahí está! —grita. Para mi sorpresa no ha traído una pancarta que diga: "Te quiero Denver"—. ¡Vamos Denver!Me río porque se la ve divertida dando brincos. Temo que de la emoción se caiga por la barandilla. Estoy tentada a sujetarla por el abrigo, sin embargo, cuando estiro la mano alguien me roza. Giro la cabeza y Alex se está colocando en la grada de atrás. Está tan alto que sus ojos dan con los míos mientras se rebusca en los bolsillos. ¿Qué hace aquí? ¿Suele acompañar a Mary y ella no me lo ha dicho? No, es una estupidez, e
ALEXEstá acojonada y no necesito que siga clavándome las uñas en la mano para saberlo. Se le ve en la cara. Mira todo como si fuera su primera vez en una fiesta; me pregunto si es así. La llevo a través de la gente, apartando borrachos y la escucho mascullar cada vez que alguien la pisa o se choca con ella. Intenta tirar de mi para ir hacia el camello de Antón cuando lo pasamos por delante, yo no la suelto. Subo las escaleras y empujo la puerta de la última habitación. Me la conozco muy bien, diría que casi todos los fines de semana me encuentro en este cuarto, en esta cama, con una chica diferente.—¿Por qué me traes aquí?Cuando la miro ya no tengo su mano en la mía y ha cogido distancia. Ya veo que me ha perdonado pero no mucho.—Vamos a fumar. Es a lo que has venido, ¿no?Si yo camino hacia el lado derecho de la cama, ella va por el izquierdo. La habitación no tiene mucho que admirar así que vuelve a mirarme. Abro el cajón de la mesilla de noche, es dónde siempre encuentro la hie
MAYALe quito la camiseta, no sé dónde cae y tampoco me importa. Tengo la cabeza hecha un lío. Alex me rodea con sus brazos, los notó fuertes sujetándome sobre él mientras nos restregamos como animales. Siento el calor de sus manos deslizarse desde mi culo hasta el enganche de mi sujetador. Lo pellizca y me lo saco a tirones del cuerpo como el resto de la ropa. Alex tiene las manos grandes, me abarcan casi los pechos enteros para llevárselos a la boca. Yo solo puedo revolcarme de placer aquí, sentada sobre él, sintiendo como el calor me recorre desde la punta de los pies hasta las mejillas. Su lengua rodea mis pezones de uno a uno, me devora mientras le desabrocho los pantalones. Está tan duro que lo escucho jadear cuando le rozo.Todo va demasiado rápido.Sus labios vuelven a mi boca y solo dejamos de besarnos para quitarnos el resto de ropa. Tengo un par de segundos para pensar cuando se estira por la cama para llegar a la mesilla de noche y sacar un preservativo. Sin embargo no pie
MAYA—¿Has visto la hora que es? —refunfuña Maya metiéndose de copiloto—. Mamá me va a regañar.—Mamá lleva dormida horas. ¿No viene Denver?—No, a él le dejan mucho más tiempo. —Me mira raro porque pocas veces me muerdo las uñas—. Hueles a haber fumado.Arranco, por la posibilidad de que Alex venga ahora mismo a buscar a su hermano.—¿Y su mochila?—Se la daré mañana, cuando sea. ¿Has fumado?—Ya sabes que lo hago. Sé que has hurgado en mi maleta.—Solo te he cogido una camiseta. No es que te has esforzado mucho por ocultarla.—No se lo digas a mamá.Sé que Mary no se lo dirá porque no le importa mucho lo que hago. Aunque no es en lo que pienso ni lo que más me preocupa el resto del fin de semana.---En lo que llega el domingo por la mañana recibo unos cuantos mensajes de Alex queriendo hablar conmigo que yo no respondo. Para el sábado por la noche ya no insiste y el recuento de mensajes suman cuatro. Lo paso todo por alto. El domingo por la mañana cojo el coche rezando porque no me