MAYALe quito la camiseta, no sé dónde cae y tampoco me importa. Tengo la cabeza hecha un lío. Alex me rodea con sus brazos, los notó fuertes sujetándome sobre él mientras nos restregamos como animales. Siento el calor de sus manos deslizarse desde mi culo hasta el enganche de mi sujetador. Lo pellizca y me lo saco a tirones del cuerpo como el resto de la ropa. Alex tiene las manos grandes, me abarcan casi los pechos enteros para llevárselos a la boca. Yo solo puedo revolcarme de placer aquí, sentada sobre él, sintiendo como el calor me recorre desde la punta de los pies hasta las mejillas. Su lengua rodea mis pezones de uno a uno, me devora mientras le desabrocho los pantalones. Está tan duro que lo escucho jadear cuando le rozo.Todo va demasiado rápido.Sus labios vuelven a mi boca y solo dejamos de besarnos para quitarnos el resto de ropa. Tengo un par de segundos para pensar cuando se estira por la cama para llegar a la mesilla de noche y sacar un preservativo. Sin embargo no pie
MAYA—¿Has visto la hora que es? —refunfuña Maya metiéndose de copiloto—. Mamá me va a regañar.—Mamá lleva dormida horas. ¿No viene Denver?—No, a él le dejan mucho más tiempo. —Me mira raro porque pocas veces me muerdo las uñas—. Hueles a haber fumado.Arranco, por la posibilidad de que Alex venga ahora mismo a buscar a su hermano.—¿Y su mochila?—Se la daré mañana, cuando sea. ¿Has fumado?—Ya sabes que lo hago. Sé que has hurgado en mi maleta.—Solo te he cogido una camiseta. No es que te has esforzado mucho por ocultarla.—No se lo digas a mamá.Sé que Mary no se lo dirá porque no le importa mucho lo que hago. Aunque no es en lo que pienso ni lo que más me preocupa el resto del fin de semana.---En lo que llega el domingo por la mañana recibo unos cuantos mensajes de Alex queriendo hablar conmigo que yo no respondo. Para el sábado por la noche ya no insiste y el recuento de mensajes suman cuatro. Lo paso todo por alto. El domingo por la mañana cojo el coche rezando porque no me
LEXCuando me despierto es tarde, pero eso no importa porque no es cómo si le importara a nadie. Cuando arrastro los pies a la cocina Denver tiene la cabeza metida en un bol de cereales de colores y en su teléfono porque será mejor que intentar establecer una conversación con la rubia que hay sentada a dos sillas de distancia.—Buenos días, Alex.—Hola, Gloria.Gloria es más mi madre que mi propia madre. Lleva trabajando en esta casa desde que nací porque claramente iban a necesitar a alguien que me cuidara. Hoy en día Gloria hace otras tareas: cocina, limpia, y aguanta las borracheras de mi madre.Me siento en la silla frente a Denver y Gloria deja un plato con gofres en mis narices. Todavía no le ha puesto nada delante a la tía rubia y la entiendo. Empujo el plato hacia ella.—Para ti —digo. No tengo hambre, he dormido como la mierda y no voy a desperdiciar algo que ha hecho Gloria.—Gracias.La he visto pocas veces caminar por los pasillos en sus idas y venidas. Es jodidamente guap
MAYA—Bah, pasa de él. ¿Se te olvida lo que te hizo? —me aconseja Anna agarrando rebanadas de pizza de la cafetería como si la vida le fuera en ello.No me puedo creer que anoche me dedicara a cotillearlo en redes y soltar > por ahí. Mirando lo mejor es que por lo menos no comenté nada.—Ahora solo puedo pensar en la mala idea que fue beber tanto anoche. Y mi madre ya me está insistiendo para saber a que hora voy a llegar.Las dos nos arrastramos a una mesa vacía que no es difícil de encontrar. La gente ya lleva días saliendo del campus para ir a pasar las vacaciones en familia. Hoy quedamos los últimos.—Y yo tengo que coger un vuelo, me va a dar algo.Llevo a Anna en el aeropuerto antes de emprender camino. Para cuando llego al cartel de: OREGÓN 5km, ya ha pasado la hora de comer. Voy más lento. Aquí ha nevado y era lo que me faltaba, por lo menos Mary me ha dicho que ha quitado la nieve de la entrada y puedo dejar el coche encajado.Hago el intento de buscar las llaves
MAYAEs de noche, creo que por eso estoy aquí. No tiene nada que ver con que quiera verlo realmente y volver a estar a gusto a su lado. Para nada. Es mejor zanjar las cosas.Llegamos al mirador de la ciudad. Hoy que no llueve todo es más bonito. Pero es Navidad, hay un coche aparcado a unos metros con una pareja enrollándose.—¿Traes para fumar? —me pregunta.Me rebusco en los bolsillos del abrigo, sabía que terminaríamos fumando.—¿Este es tu mejor plan para la noche de Noche Buena?—Parece que del tuyo también. —Uh, está enfadado—. Perdón, es que...—No importa.Sacude la cabeza dándole caña al mechero que no se enciende. Aparte de enfadado, está estresado, ansioso o algo así.—No quiero ser un gilipollas pero la noche ha sido una mierda.No creo que sea un gilipollas.—¿Quieres hablarlo?Pero sacude la cabeza y soltando el humo se lleva las manos a revolverse el pelo.—En realidad solo quería verte. —Cuando me mira se me olvida cómo respirar—. Fue una pasada estar contigo aquella n
ALEXNo sé a dónde nos va a llevar esto, pero cuando la dejo en su casa por la mañana hablamos de volver a vernos pronto. Se baja de mi coche y sus zapatillas van dejando marcas en la nieve que tienen amontonada en la entrada. Se inclina un poco para meter la llave en la cerradura y los ojos se me van. La boca todavía me sabe a ella y quiero enviarle un mensaje cuando llego a casa.Me lo cruzo de sopetón en la entrada. Me echa un vistazo: camiseta arrugada por estar toda la noche por ahí tirada y vaqueros que de milagro no me arranqué anoche de lo mucho que me dolía la polla. Eso por fuera porque si viera la marcas de uñas y cómo el cuerpo todavía me arde...—Feliz Navidad, hijo.Sospecho. Últimamente no me echa tanto en cara ser un perdedor.—Feliz Navidad —musito así como lo veo irse.Es muy pronto, son solo las ocho, Maya quería que la dejara pronto en casa. No es hora de que esté bien vestido y repeinado como un gilipollas.Me parece ridículo que esté pillado por una tía treinta a
MAYAEl día es bastante aburrido si estoy sola. Bueno, está Mary pero desde que se ha despertado no saca la cabeza de su nuevo teléfono. La veo deambular, seguramente hablando con Denver, y casi se cae encima del árbol de Navidad. Levanto mi teléfono, nada de Alex y los dedos me tiemblan intentando escribir. No quiero molestarle, sé que está trabajando. Odio creer que pueda mirar el teléfono y pensar: > ¡Dios! ¿Por qué es tan difícil?Cuando me suena el teléfono me lanzo a cogerlo con tantas ganas que hasta Mary me mira raro. Solo es Anna.—Hola.—Alégrate un poco de hablar con tu mejor amiga.Me levanto del sofá, cruje como las escaleras cuando las subo.—¿Cómo haces para que las cosas te den tan igual?Se ríe, sabe por dónde voy.—A ti también te dan igual.—Eso en Seattle, aquí es todo mucho más diferente. He quedado con él hoy, otra vez.—¡Cuidado con los embarazos!Me hace reír. Sin embargo ella no tiene respuestas a mis comeduras de cabeza, pero me entretiene lo
MAYALas piernas todavía me tiemblan cuando me siento a su lado. ¿Vamos a repetirlo? Quiero repetirlo.Alex echa la cabeza por el borde del jacuzzi y me mira.—¿Estás bien?Estoy de maravilla.—Increíble —admito y le hago sonreír—. ¿Y tú?—De la hostia.Ahora él me hace sonreír. Eso por no hablar de que no me siento incómoda esta vez. Puede que sea porque las brubujas del jacuzzi me tapan hasta por encima del pecho o porque Alex solo me mira a los ojos pese a que yo no soy capaz de aguantarle la mirada más de un par de segundos.—Te está sonando el móvil —digo, pasando por alto que el mío también ha sonado hace poco.—No me importa.Suspiro y me echo contra el borde frío de mármol. Veo fuera del baño como nuestra ropa está echa un desastre en el suelo, como la cama o como el desastre que sea que hemos formado entre los dos.—¿En qué piensas? —me pregunta. Él solo se responde como si yo fuera un libro abierto—. En que esto es raro de cojones porque fui un hijo de puta contigo.Giro la