ALEXNo sé a dónde nos va a llevar esto, pero cuando la dejo en su casa por la mañana hablamos de volver a vernos pronto. Se baja de mi coche y sus zapatillas van dejando marcas en la nieve que tienen amontonada en la entrada. Se inclina un poco para meter la llave en la cerradura y los ojos se me van. La boca todavía me sabe a ella y quiero enviarle un mensaje cuando llego a casa.Me lo cruzo de sopetón en la entrada. Me echa un vistazo: camiseta arrugada por estar toda la noche por ahí tirada y vaqueros que de milagro no me arranqué anoche de lo mucho que me dolía la polla. Eso por fuera porque si viera la marcas de uñas y cómo el cuerpo todavía me arde...—Feliz Navidad, hijo.Sospecho. Últimamente no me echa tanto en cara ser un perdedor.—Feliz Navidad —musito así como lo veo irse.Es muy pronto, son solo las ocho, Maya quería que la dejara pronto en casa. No es hora de que esté bien vestido y repeinado como un gilipollas.Me parece ridículo que esté pillado por una tía treinta a
MAYAEl día es bastante aburrido si estoy sola. Bueno, está Mary pero desde que se ha despertado no saca la cabeza de su nuevo teléfono. La veo deambular, seguramente hablando con Denver, y casi se cae encima del árbol de Navidad. Levanto mi teléfono, nada de Alex y los dedos me tiemblan intentando escribir. No quiero molestarle, sé que está trabajando. Odio creer que pueda mirar el teléfono y pensar: > ¡Dios! ¿Por qué es tan difícil?Cuando me suena el teléfono me lanzo a cogerlo con tantas ganas que hasta Mary me mira raro. Solo es Anna.—Hola.—Alégrate un poco de hablar con tu mejor amiga.Me levanto del sofá, cruje como las escaleras cuando las subo.—¿Cómo haces para que las cosas te den tan igual?Se ríe, sabe por dónde voy.—A ti también te dan igual.—Eso en Seattle, aquí es todo mucho más diferente. He quedado con él hoy, otra vez.—¡Cuidado con los embarazos!Me hace reír. Sin embargo ella no tiene respuestas a mis comeduras de cabeza, pero me entretiene lo
MAYALas piernas todavía me tiemblan cuando me siento a su lado. ¿Vamos a repetirlo? Quiero repetirlo.Alex echa la cabeza por el borde del jacuzzi y me mira.—¿Estás bien?Estoy de maravilla.—Increíble —admito y le hago sonreír—. ¿Y tú?—De la hostia.Ahora él me hace sonreír. Eso por no hablar de que no me siento incómoda esta vez. Puede que sea porque las brubujas del jacuzzi me tapan hasta por encima del pecho o porque Alex solo me mira a los ojos pese a que yo no soy capaz de aguantarle la mirada más de un par de segundos.—Te está sonando el móvil —digo, pasando por alto que el mío también ha sonado hace poco.—No me importa.Suspiro y me echo contra el borde frío de mármol. Veo fuera del baño como nuestra ropa está echa un desastre en el suelo, como la cama o como el desastre que sea que hemos formado entre los dos.—¿En qué piensas? —me pregunta. Él solo se responde como si yo fuera un libro abierto—. En que esto es raro de cojones porque fui un hijo de puta contigo.Giro la
ALEX—¿Ya te ha dejado la niñata? —Son las diez de la noche y ya está borracha. Ha estado a punto de tirarse el vino por encima dos veces—. Demasiado joven para ti. Ya le has dado de nuestro dinero y se ha servido lo que quería.Lo mejor que puede hacer es pasar de responder, pero entra al trapo como cada día.—Bebe más a ver si así dejo de entenderte.Es la última noche del año y ya no espero que finjan nada. La cena se queda fría a medida que discuten. Me quitan el hambre si es que en algún momento lo he tenido. Empujo el plato y me levanto. Están tan enzarzados en discutir que el único que me mira es Denver, cuando sale a buscarme ya llevo medio porro consumido.—¡Eres un asqueroso! ¡Mira lo que le has hecho a esta familia!—¡Será porque solo sabes beber y meterte socios entre las piernas! ¡Que no te aguanto!Denver abre la puerta corredera, chirría un poco por la nieve que se ha quedado atascada en los raíles.—Está nevando, ¿qué haces aquí fuera?Me dan ganas de responderle mal.
MAYACuando dejo a Denver y Mary en la fiesta de sus amigos, reviso el teléfono por si me ha vuelto a escribir.Alex: yo tambnSigue siendo su escueto mensaje de hace un par de minutos.No me gusta conducir esta noche, la carretera está llena de borrachos e inconscientes celebrando, pero ya que. Le he dicho a mi madre que estaría de vuelta nada más los dejara en la fiesta adolescente; sin embargo es cosa de girar el volante en un par de calles para llegar al campus. No tengo ningún plan. Dejo el coche en doble fila y me quedo unos momentos dentro, pocos, pero dan para que una pareja se siente en el maletero del coche. Todo está lleno de gente, de tanta que no caben ni en la fraternidad. No voy a ser capaz de encontrarlo, ni de coña.Le escribo un mensaje rápido a mi madre, igual ya está dormida. Respiro. ¡Vamos Maya! Menuda tontería, ya estoy temblando cuando llego al umbral de la puerta. Me repito que no estoy aquí por otra cosa que no sea ver a Alex.—Quítate del medio —me empuja un
ALEX¿Pero cómo no me va a gustar? ¿Sabe acaso lo sexy que es dejando que la folle dónde quiera? Aunque no tengo muy claro si esta noche tengo yo todas las de dominar. Y me la suda. Puede hacerme lo que quiera, que viendo su espalda desnuda a través del espejo y cómo menea las caderas contra mi polla, me doy por servido.Quiero mantener el placer que me recorre por dentro. Difícil si me centro en lo estrecha que está y el gusto que me da deslizarme dentro de ella. He perdido la cuenta de cuantos polvos hemos echado en esta última semana, pero no los suficientes como para saciarme.Los dedos de Maya me tiran del pelo y llevan mi boca a su piel. Me sueltan cuando rodeo su pezón con mis dientes solo para taparse la boca y camuflar sus gemidos. Le aparto la mano y la devuelvo a mi cuero cabelludo. Me entiende enseguida.—Quiero escuchar lo mucho que te gusta. —Cada vez que gime la polla me palpita y es lo más excitante que me ha pasado jamás. Cuando abre la boca y gime, me meto tan dentro
MAYANo sé a dónde nos va a llevar esto. Sea como sea hoy ya estoy aquí y Alex me gusta tanto que no quiero pensar en otra cosa que no sea en pasármelo bien con él. Mañana tendré mucho tiempo de organizarme en el camino de vuelta a Seattle.Para evitar que los pensamientos se me arremolinen me llevo la botella a los labios. El whisky me quema la garganta; me recuerda a las mini-botellas que Anna y yo compramos para poder pasar alcohol a las discotecas.—Ah... Mira, —Alex señala al resto de chicos que no conozco, todos me parecen que sonríen demasiado sinceros como para ser malos—. Jeff y Dylan. Otros dos capullos.Otros dos capullos a los que te acostumbras, pienso.Levanto la mano. No quiero parecer borracha.—Hola —saludo.No se me da bien socializar. No sé hacer amigos. Sin embargo, los amigos de Alex me dan una sensación de ser de lo más simpáticos. Me encuentro riéndome con ellos cuando Jeff discute con Finch porque le ha manchado su camisa de renos nueva.—Es fea de cojones, te
ALEX—¿Podemos hablar de lo que pasó ayer?Subo el volumen de la música y no levanto la cabeza del libro. No quiero hablar con Denver. Ni con él ni con nadie. Si he llegado y me he encerrado aquí es por algo.—Fuera.—Alex...—He dicho que fuera, Denver, no me jodas ahora.No me hace ni puto caso. Cierra la puerta y se hunde en el puff de cuero que tengo echado a un lado de la máquina recreativa. Decido ignorarlo y seguir a lo mío.—No has bajado a comer. ¿No quieres ver a mamá?Ver a mi madre me la suda. Me la he encontrado cuando he llegado y ha sido como si nada. No me extraña que no se acuerde de lo que pasó.—¿O es por Maya? ¿Porque se ha ido y no vuelve hasta dentro de meses?Joder. Le falta darme una patada en las pelotas para terminar de joderme el día. Ya sé que Maya no está, que esta tarde no la veré. Estoy evitando pensar en ello porque me hace sentir tan raro que no sé cómo controlarlo. Odio no controlar las cosas. Maya es la primera tía que me gusta tanto como para no que