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ALEX

Cuando mi padre y Farah vuelven, el verano está terminando y no hacen las cosas fáciles. Si bien mi madre ya no bebe tanto y parece más cuerda, el convivir de nuevo es jodido. Siempre la pillo mirando mal a Farah, tratándola mal y discute (como siempre) con mi padre a todas horas.

—¿Podéis parar? —gruño.

Son un dolor de pelotas.

—¿Ves? —le reprocha y mi padre ni me mira—. Les haces mal a nuestros hijos. ¿Por qué diablos has metido aquí a esa niña? ¡Te ves ridículo! ¡Por favor!

—¿Que yo les hago mal? —Ya se ha metido al trapo—. Tú te abriste de piernas primero y empezaste con esto de ir borracha por toda la casa. Eso sí que es ridículo.

Cojo un vaso de agua y me voy. Llevan discutiendo desde que he llegado del taller y tengo tan pocas ganas de soportarlos como Denver, que por eso ni ha llegado a casa. Ya no me necesita.

Cierro la puerta de mi habitación con el pie y me echo en el asiento de cuero porque Farah está sentada al borde de mi cama. No es que hablemos mucho. A veces fuma
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