27.

Gian

«Me vuelves loca, necesito tu cuerpo, a ti».

«Gian, yo tampoco puedo vivir sin que me toques.»

Las palabras de Alba eran imposibles de sacar de mi mente y me tenían duro casi todo el tiempo. Cada vez me costaba más disimular que la necesitaba como a una maldita droga. No tenerla cerca me ponía de los nervios, tembloroso, y me hacía imaginar que se acostaba con Cristel.

Mi estómago ardía de rabia cada vez que recordaba aquello; el pecho se me oprimía y me faltaba el aliento. Ya no podía esperar más; Alba tenía que estar conmigo, sentada en mis piernas siempre, siendo mía.

—Señor Lefebvre, necesito pasar —dijo Louisa desde afuera.

—Adelante —contesté con el tono más amable que pude.

Louisa pasó y, en sus manos, tenía una revista, lo cual ya me imaginaba qué era.

—No nos informó sobre esto. —Alzó la revista y lo primero que vi fue mi cara en la portada—. Sus socios están desconcertados por su actitud.

—¿Y por qué? Hablé desde la perspectiva de un vinicultor, no como
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