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GianMis manos temblaban y no podía dejar de mirar el reloj. Alba me había informado que hablaría con Cristel para por fin aclarar las cosas, pero ya había pasado demasiado tiempo y ella no me llamaba para que la recogiera. Mamá no me dejó merodear por los alrededores; prácticamente me corrió. Me dijo que no tenía derecho a interrumpir aquella conversación, que tenía que darles privacidad. Al final, solo accedí porque confiaba en Alba y sabía que ella no quería nada con Cristel. Aunque tenía una sensación extraña —esa que siempre me invadía cuando Alba se acercaba a ella—, me ahogaba. Mis celos estaban destrozándome por completo, literalmente hacían arder mi estómago. Tal vez tuviese alguna úlcera, pero nunca me daba el tiempo de revisarlo, ya que al poco tiempo se calmaba. Lo hacía cuando Alba estaba de vuelta en mis brazos. Traté de volver a concentrarme en los datos que debía memorizar para mi reunión, pero al final no pude más y terminé llamando a Alba. —Hola —respondió co
Alba Gian estaba cayendo más fácilmente de lo que creía. Se tragaba sin dudar mis palabras de amor, así como yo llegué a tragarme las suyas alguna vez.El sentimiento de satisfacción era aún más fuerte que el de la pena. Aun así, no dejaba de dolerme hacerlo; todavía conservaba un poco de corazón después de todo. Antes de entrar a casa, le advertí a Gian que tanto Gabrielle como papá pensaban que seguía embarazada. Él me miró con dolor, pero accedió a no desmentirlo. En el fondo, me parecía muy cruel que papá y su mujer fueran parte de mis mentiras. Además, ninguno de los dos estaría de acuerdo con ello, y los comprendía; a primera vista, era algo horrible lo que hacía.Pero si tenía que convertirme en monstruo para proteger a mi bebé, lo haría. También saciaría mi sed de venganza; de eso no podía librarme. No podría vivir en paz si no les daba su merecido, si no los dañaba a tal punto que se lo pensaran dos veces antes de volver a jugar con otra persona.La cena transcurrió de ma
AlbaDespués de reír con Cristel, me tocó hacerlo con José mientras me dirigía de regreso a la librería. A mi nueva jefa le había dicho que saldría a almorzar con mi padre, y como ya se lo había comentado a Gian, dudaba mucho que le reportara mis movimientos.—Esos dos estúpidos lo creen todo —le conté entre risas—. Me aman, por eso cayeron tan fácil. Menos mal que esa secretaria no dirá nada; mi exsuegra me ayudó a callarla, la sobornó.—Me das mucho miedo, Alba, pero me encanta lo que estás haciendo —celebró—. Aun así, ten cuidado, cariño, tu embarazo sigue avanzando.—Lo sé —suspiré—. Pero esta venganza será rápida y limpia.—Debes conseguir que Gian te pida matrimonio, y no ha ocurrido.—Ocurrirá, José, tengo a ese hombre comiendo de mi mano —aseguré.Me sabía muy mal burlarme de Gian, pero era la única manera de disimular mi inmenso dolor.—Bien, bien, bien, ¿y cuándo quieres que Oliver entre en acción?—Oliver es un plan B, por si las cosas no salen bien o no me quiere pedir mat
Alba —Alba, pareces nerviosa, ¿sucede algo? —me preguntó Gabrielle mientras desayunábamos a solas—. ¿No irás a trabajar? —Decidí tomarme un tiempo —contesté—. Ya sabes, el embarazo. —Oh, pues me parece muy bien —dijo entusiasmada. —De todos modos, saldré por allí de vez en cuando. También seguiré aportando a casa, ¿qué les parece?—Cariño, no te preocupes por eso. Además, Gian pronto te va a proponer matrimonio.—¿Tú crees? —fingí entusiasmo, aunque se me aceleró el corazón de todos modos. Pensar en Gian proponiéndome matrimonio era algo que mi yo de hace unas semanas y mi yo actual deseaban, pero por diferentes motivos.Mientras que una parte de mí quería pasar el resto de su vida al lado de ese hombre, yo quería que me lo pidiera y así usarlo como él me usó a mí para sus asquerosidades. Me daba mucho asco pensar que Gian le reportaba todo a Cristel y que mantuvieran una relación entre ellos, pero procuraba no recordarlo para no rendirme.Lo que ellos creían que hacían conmigo
AlbaHice una mueca al no estar del todo conforme con mi atuendo. Nada me parecía lo suficientemente equilibrado para ir a conocer al hermano de mi novia. Era la primera vez que una de mis parejas me llevaba a conocer a su familia y, para mi mala suerte, tenía que ser un hombre poderoso, dueño de cadenas de hoteles, restaurantes y demás.Mi novia también era dueña de muchas de esas cosas, pero el mando y la administración la tenía él, lo que no le importaba a Cristel, que solo se dedicaba a vivir la vida a su antojo y a no causar demasiado revuelo.Suspiré y lancé mi vestido hacia la cama. Cristel no tardaría nada en pasar por mí y me regañaría por mi poco glamuroso atuendo. La amaba y mucho, pero me fastidiaba su obsesión con lucir perfecta todo el tiempo. Y era por eso por lo que llevaba esta presión encima de verme bien.Nunca había sido especialmente fan de la moda, sino más bien de la comodidad. Tampoco llegaba al grado de verme como una vagabunda, pero sí que lo parecía al lado
AlbaAún no me acostumbraba del todo a este edificio. Cristel me había regalado el departamento por mi cumpleaños y, aun así, no se venía aún a vivir conmigo. Ella decía que quería esperar, y en mí guardaba la esperanza de que quisiera casarse conmigo.Muchas veces fantaseaba con nuestra boda, pero en otras ocasiones tenía pensamientos intensivos y se colaba un hombre a la ecuación. Yo era bisexual, pero con más tendencia a gustar de hombres hasta que llegó Cris a mi vida.Antes de ella, yo no me planteaba el matrimonio con una mujer; añoraba mi vestido blanco y a mi esposo de negro. Fui una tonta por pensar que los hombres eran mi camino, estuve en el sitio equivocado.Las dos nos subimos al auto y charlamos sobre cosas triviales durante el camino, lo típico. Mi nerviosismo me dio tregua cuando Cristel me dijo que lo importante éramos nosotras, que su hermano no debía opinar.Y le creía. Cristel siempre me ponía por encima de todos.Finalmente, llegamos al restaurante, el cual no era
Alba—Amor, te presento a Gian, mi hermano —dijo Cristel, sacándome de mis libidinosos pensamientos. —Es un gusto conocerte por fin, Alba —contestó él con una voz tan gruesa, sensual y seductora que pensé que me desmayaría. Gian me sujetó por la mano derecha y la alzó para besarla, ocasionando que mi respiración se detuviera. No entendía qué diablos era lo que me estaba sucediendo, pero desde luego no podía permitir que se descontrolara. Yo amaba a mi novia, tenía claro que ningún hombre volvería a hacerme caer en sus redes por más que me atrajera.«Maldita sea, ¿por qué no soy lesbiana como Cristel?».Mi chica era lesbiana, no sentía ninguna clase de atracción por los hombres, pero yo sí, y eso ahora me parecía un defecto. —Lo mismo digo, señor Lefebvre —respondí, retirando la mano para alejarme de ese fuego tentador y del cosquilleo insano que me causaba. Echar por la borda mi relación no estaba en mis planes. Aquel señor Lefebvre, lo hizo sonreír. —Llámame por mi nombre, por f
Alba —Eres una mujer auténtica —dijo Gian de manera encantadora mientras se volvía a sentar. Mi intención era solo responder con gracias y monosílabos, pero...—Me encantas más de lo que pensé. Su mano de nuevo se posó en mi pierna, pero esta vez lo observé furiosa.—¿A qué juegas, Gian? —siseé—. Estoy con tu hermana y nos acabamos de conocer. —¿Y? Eso no impide que me gustes —contestó con descaro y siguió subiendo la mano.—Suéltame —exigí con la respiración agitada—. Voy a gritar. Pero no hizo caso a mi amenaza y siguió con aquellas caricias que me tenían prendida. —Cuéntame, Alba, ¿te gusta el sexo con ella? —indagó con un tono bajo y ronco. Yo me mordí los labios, presa de la adrenalina y la excitación. Mi novia estaba a unos cuantos metros y tenía a su hermano tocándome con descaro. A pesar de mi enojo, no me aparté, quería que siguiera. —Mucho —farfullé. —Se nota, estás radiante —sonrió—. Pero creo que yo podría ser mejor. —N-No... Gian subió más su mano y dejó de mir