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AlbaMi padre no se enteró de lo acontecido dentro del hotel. Para cuando salí, yo ya estaba serena y le mentí, diciéndole que todos habíamos conversado, que Cristel se dio por vencida. Pero nada más lejos de la puta realidad.La verdad era que algo dentro de mí se había encendido, un espíritu vengativo que no sabía que poseía, pero que me daba muchas ganas de utilizar. Los lastimaría sin contemplaciones, jugaría con su amor, su confianza y su intimidad, tal y como ellos hicieron conmigo. Mi plan debía desarrollarse poco a poco, pero a grandes rasgos sabía lo que tenía que hacer.Me arreglé lo más hermosa que pude para la cita que tendría con Gian, quien me había invitado a cenar. Mis ganas de ir eran nulas; ya no me daba emoción verlo, sino mucho asco. De pronto, todo mi amor por él se había ido muy al fondo de mi corazón, y lo invadía el odio y la rabia. Sabía que dentro de mí todavía lo deseaba y temblaba de amor por él, pero aquello no me vencería.—Te ves hermosa, amor —me dijo
CristelMi cuerpo se balanceaba una y otra vez mientras miraba a la nada y dejaba que el agua me cayera sobre el cuerpo. Si dejaba de abrazarme a mis piernas, iba a romperme.La única persona que podía lograr que me recuperara era mi Alba, pero ella se había enamorado de Gian. —Te odio, te odio, Gian, te odio, me traicionaste, maldito hijo de puta —sollocé.Maldecía la hora en que accedí a volver a realizar ese juego morboso. Debí prever que Alba sentía debilidad por los hombres, que en cualquier momento podía dejarme por él, pero... ¿cómo putas iba a imaginar que Gian quería a Alba? Él nunca se había enamorado de nadie, no demostraba sentimientos por ninguna mujer, solo por mamá y por mí.¿Cómo pude dejar que mi ansiedad volviera a ganarme? Me habría perdido de deliciosos orgasmos con semejantes visiones, pero aún tendría el amor de Alba. Ahora ella estaba entre los brazos de él, disfrutando del amor que nació entre ambos. —Alba, Alba, Alba —gimoteé. La extrañaba demasiado; lleva
GianMis manos temblaban y no podía dejar de mirar el reloj. Alba me había informado que hablaría con Cristel para por fin aclarar las cosas, pero ya había pasado demasiado tiempo y ella no me llamaba para que la recogiera. Mamá no me dejó merodear por los alrededores; prácticamente me corrió. Me dijo que no tenía derecho a interrumpir aquella conversación, que tenía que darles privacidad. Al final, solo accedí porque confiaba en Alba y sabía que ella no quería nada con Cristel. Aunque tenía una sensación extraña —esa que siempre me invadía cuando Alba se acercaba a ella—, me ahogaba. Mis celos estaban destrozándome por completo, literalmente hacían arder mi estómago. Tal vez tuviese alguna úlcera, pero nunca me daba el tiempo de revisarlo, ya que al poco tiempo se calmaba. Lo hacía cuando Alba estaba de vuelta en mis brazos. Traté de volver a concentrarme en los datos que debía memorizar para mi reunión, pero al final no pude más y terminé llamando a Alba. —Hola —respondió co
Alba Gian estaba cayendo más fácilmente de lo que creía. Se tragaba sin dudar mis palabras de amor, así como yo llegué a tragarme las suyas alguna vez.El sentimiento de satisfacción era aún más fuerte que el de la pena. Aun así, no dejaba de dolerme hacerlo; todavía conservaba un poco de corazón después de todo. Antes de entrar a casa, le advertí a Gian que tanto Gabrielle como papá pensaban que seguía embarazada. Él me miró con dolor, pero accedió a no desmentirlo. En el fondo, me parecía muy cruel que papá y su mujer fueran parte de mis mentiras. Además, ninguno de los dos estaría de acuerdo con ello, y los comprendía; a primera vista, era algo horrible lo que hacía.Pero si tenía que convertirme en monstruo para proteger a mi bebé, lo haría. También saciaría mi sed de venganza; de eso no podía librarme. No podría vivir en paz si no les daba su merecido, si no los dañaba a tal punto que se lo pensaran dos veces antes de volver a jugar con otra persona.La cena transcurrió de ma
AlbaDespués de reír con Cristel, me tocó hacerlo con José mientras me dirigía de regreso a la librería. A mi nueva jefa le había dicho que saldría a almorzar con mi padre, y como ya se lo había comentado a Gian, dudaba mucho que le reportara mis movimientos.—Esos dos estúpidos lo creen todo —le conté entre risas—. Me aman, por eso cayeron tan fácil. Menos mal que esa secretaria no dirá nada; mi exsuegra me ayudó a callarla, la sobornó.—Me das mucho miedo, Alba, pero me encanta lo que estás haciendo —celebró—. Aun así, ten cuidado, cariño, tu embarazo sigue avanzando.—Lo sé —suspiré—. Pero esta venganza será rápida y limpia.—Debes conseguir que Gian te pida matrimonio, y no ha ocurrido.—Ocurrirá, José, tengo a ese hombre comiendo de mi mano —aseguré.Me sabía muy mal burlarme de Gian, pero era la única manera de disimular mi inmenso dolor.—Bien, bien, bien, ¿y cuándo quieres que Oliver entre en acción?—Oliver es un plan B, por si las cosas no salen bien o no me quiere pedir mat
Alba —Alba, pareces nerviosa, ¿sucede algo? —me preguntó Gabrielle mientras desayunábamos a solas—. ¿No irás a trabajar? —Decidí tomarme un tiempo —contesté—. Ya sabes, el embarazo. —Oh, pues me parece muy bien —dijo entusiasmada. —De todos modos, saldré por allí de vez en cuando. También seguiré aportando a casa, ¿qué les parece?—Cariño, no te preocupes por eso. Además, Gian pronto te va a proponer matrimonio.—¿Tú crees? —fingí entusiasmo, aunque se me aceleró el corazón de todos modos. Pensar en Gian proponiéndome matrimonio era algo que mi yo de hace unas semanas y mi yo actual deseaban, pero por diferentes motivos.Mientras que una parte de mí quería pasar el resto de su vida al lado de ese hombre, yo quería que me lo pidiera y así usarlo como él me usó a mí para sus asquerosidades. Me daba mucho asco pensar que Gian le reportaba todo a Cristel y que mantuvieran una relación entre ellos, pero procuraba no recordarlo para no rendirme.Lo que ellos creían que hacían conmigo
AlbaHice una mueca al no estar del todo conforme con mi atuendo. Nada me parecía lo suficientemente equilibrado para ir a conocer al hermano de mi novia. Era la primera vez que una de mis parejas me llevaba a conocer a su familia y, para mi mala suerte, tenía que ser un hombre poderoso, dueño de cadenas de hoteles, restaurantes y demás.Mi novia también era dueña de muchas de esas cosas, pero el mando y la administración la tenía él, lo que no le importaba a Cristel, que solo se dedicaba a vivir la vida a su antojo y a no causar demasiado revuelo.Suspiré y lancé mi vestido hacia la cama. Cristel no tardaría nada en pasar por mí y me regañaría por mi poco glamuroso atuendo. La amaba y mucho, pero me fastidiaba su obsesión con lucir perfecta todo el tiempo. Y era por eso por lo que llevaba esta presión encima de verme bien.Nunca había sido especialmente fan de la moda, sino más bien de la comodidad. Tampoco llegaba al grado de verme como una vagabunda, pero sí que lo parecía al lado
AlbaAún no me acostumbraba del todo a este edificio. Cristel me había regalado el departamento por mi cumpleaños y, aun así, no se venía aún a vivir conmigo. Ella decía que quería esperar, y en mí guardaba la esperanza de que quisiera casarse conmigo.Muchas veces fantaseaba con nuestra boda, pero en otras ocasiones tenía pensamientos intensivos y se colaba un hombre a la ecuación. Yo era bisexual, pero con más tendencia a gustar de hombres hasta que llegó Cris a mi vida.Antes de ella, yo no me planteaba el matrimonio con una mujer; añoraba mi vestido blanco y a mi esposo de negro. Fui una tonta por pensar que los hombres eran mi camino, estuve en el sitio equivocado.Las dos nos subimos al auto y charlamos sobre cosas triviales durante el camino, lo típico. Mi nerviosismo me dio tregua cuando Cristel me dijo que lo importante éramos nosotras, que su hermano no debía opinar.Y le creía. Cristel siempre me ponía por encima de todos.Finalmente, llegamos al restaurante, el cual no era