Vanessa Giordano solo quiere escapar del férreo control de su padre y de sus planes para ella, sin importar lo que tenga que hacer para lograrlo. Así que recurre a Adriano con un plan en mente, esperando que eso sea suficiente para obtener la libertad que nunca tuvo. Adriano Morelli, el mayor de todos sus hermanos y el último en permanecer soltero, debe estar demasiado aburrido como para ceder a los locos planes de Vanessa porque no encuentra otra explicación posible. Es mejor pensar que solo es cuestión de negocios... hasta que ya no lo sea.
Leer másVanessa estaba en el patio de atrás de su casa vigilando a su hija mientras ella jugaba. Apenas había cumplido un año y medio, pero ya parecía querer conquistar el mundo. Había empezado por las personas de esa casa, sus principales súbditos eran Adriano y Paolo, aunque Elaide tampoco podía escapar a sus encantos. —Papi —dijo la pequeña traviesa rebotando sobre sus piernas y alzando los brazos hacia adelante. Miró sobre sus hombros y se encontró con su esposo. Casi actuó como su hija al verlo. —Hola, tú. —Hola, cariño —dijo él llegando hasta su lado e inclinándose para besarla en los labios con la misma ferocidad que siempre. Su amor por el otro y la pasión que compartían no había disminuido ni un poco, por el contrario, cada día crecía más. Después de separarse él caminó hasta su hija, que seguía igual de emocionada, y la alzó en el aire sacándole una carcajada. —Mi princesa —musitó él y la besó por todo su rostro. Su corazón s
Adriano salió acelerado de la sala de reuniones dejando a todos estupefactos, apenas fue consciente de que le dijo a su secretaria que se disculpara en su nombre, pero que era la hora. Era bueno que las mujeres tuvieran un sexto sentido porque ella no necesito más explicación, solo asintió y le dio sus felicitaciones… o al menos eso creyó escuchar mientras el ascensor se cerraba. Leyó el mensaje que su cuñado le había enviado unos minutos atrás. >, decía el mensaje. Los últimos días había estado trabajando desde casa para estar cerca de su esposa. La doctora les había dicho que su hija nacería cualquiera de esos días y él no había querido apartarse de Vanessa; pero, justo ese día, había tenido una reunión imposible de cancelar. Su esposa había insistido en que nada podía pasar en las horas que estaría fuera. Bueno, ella se había equivocado. Movió sus manos y miró el reloj. El ascensor parecía estarse tardando una eter
Adriano observó la expresión de Vanessa mientras miraba la habitación donde pasarían su luna de miel. Cuando había planeado que viajaran a Las Vegas, había estado seguro de que era allí donde quería pasar su luna de miel. Estaban empezando una nueva etapa en su historia y que mejor lugar que aquel para hacerlo.Vanessa lo miró con una sonrisa que hizo que su corazón latiera acelerado. Solo esa mujer podía volverlo en un adolescente impresionable con un solo gesto. Ella se acercó a él y envolvió sus brazos detrás de su nuca.—Siempre haces que las cosas sean más que perfectas. Incluso conseguiste nuestra misma habitación —dijo ella y se puso de punillas ofreciéndole sus labios. No dudo en inclinarse para terminar de cerrar el espacio que los separaba.Nunca tenía suficiente del sabor de sus labios. La besó con sua
La boda pasó más rápido de lo esperado. Los llantos de tristeza habían sido remplazados por llantos de felicidad cuando los declararon marido y mujer. Adriano limpió sus mejillas antes de besarla y se sintió como la mujer más feliz del mundo. Y lo era.Durante toda la noche su esposo no le quitó la vista de encima y aprovechó para besarla en cada oportunidad que podía. El momento de las palabras fue el más divertido y también el más emotivo. Sus cuñados no desaprovecharon la oportunidad para fastidiarlos y sus hermanos la hicieron soltar algunas lágrimas. Disfruto del baile con su esposo y rio cuando él se negó a que alguien más bailara con ella, aunque al final tuvo que ceder.A la medianoche ambos se despidieron de sus invitados y se subieron a su auto para marcharse a su luna de miel, dejando a todos atrás mientras les aplaudían
—¿No entiendo porque debo cubrirme los ojos? —preguntó Adriano arreglándoselas para caminar sin ver nada mientras su muy embarazada cuñada lo llevaba a través de los pasillos de la casa. —Porque no puedes ver a la novia usando su vestido, es de mala suerte —explicó Bianca. —Eso no tiene sentido, ya vi el vestido en nuestro primer… —Shhh, estamos cerca y si ella te oye, todo puede ponerse peor. —¿A qué te refieres? —preguntó preocupado y se paró de golpe—. ¿Qué está pasando? El silencio que siguió a su pregunta lo preocupo y casi se retiró la venda para salir corriendo en busca de Vanessa. Pero aún no sabía lo que sucedía, y dos embarazadas molestas con él, sonaba como un problema, así que optó por esperar que su cuñada se animara a hablar. —Vanessa tuvo una crisis y nada de lo hacemos o decimos logra que deje de llorar. —Debiste empezar por allí —dijo caminando de prisa olvidando por completo la privación de su vista. Te
Vanessa miró a su hermano y su pecho se llenó de afecto. Aunque habían tenido un inicio no muy agradable, las cosas estaban mejorando. Una semana trabajando para Leonardo y Valentino, se habían convertido en dos por sugerencia de ellos. Según lo que dijeron, era bueno para Paolo y su carácter. Patrañas. Ellos solo querían divertirse un poco más. Su hermano no había puesto quejas, pero era probable que hubiera estado bajo amenaza. No le sorprendería para nada tratándose de los gemelos.Sin embargo, debía admitir que Paolo era una persona totalmente diferente a la persona que había conocido hace un poco más de tres semanas atrás. Todavía parecía sentirse receloso de formar parte del circo al que ellos llamaban familia, pero al menos su carácter había mejorado bastante y no había vuelto a mostrarse grosero con nadie.—&iq
Cuando Paolo se presentó en su empresa, incluso antes de la hora acordada, Adriano se encontró sonriendo. Eso decía mucho de él como persona, era una pena que eso no haría desaparecer su castigo. Se aseguró de mostrarse serio cuando él atravesó las puertas.—Buenos días, Adriano —saludó él con seriedad.—Señor. En horarios de trabajo soy Señor Morelli para ti —dijo, él lo fulminó con la mirada, pero se limitó a asentir con la cabeza. No iba a negar que la estaba pasando bien—. Toma asiento, por favor. Estoy esperando a alguien. Adriano enfocó su vista en su computadora y se puso a trabajar mientras de rato en rato miraba de reojo a su cuñado. Él tenía una mueca de aburrimiento y evaluaba todo el lugar.Su puerta se abrió de repente, ni siquiera tenía que mirar para sa
Las cosas no iban mal... aunque tampoco se podía decir que estuvieran yendo bien; estaban más en un punto intermedio. Adriano no iba a negar que había estado un poco nervioso, en especial por cómo reaccionaría Paolo al conocer a Elaide; había estado preparado para sacarlo a patadas de su casa si hacía algún comentario ofensivo dirigido hacia ella. La hermana de Vanessa era como una hija para él y no iba a permitir que nadie, ni siquiera su propio hermano, le hiciera daño. Pero él se había mostrado educado.Vanessa había tenido la idea de que hicieran una comida al aire libre y junto a Elaide y Anna se habían encargado de preparar la ensalada y el postre; mientras que a él y a Paolo los había empujado al exterior para que se encargaran de asar la carne en la parrilla. Para ser más preciso, ella había empujado a Paolo. Adriano había estado al tant
Elaide llegó último a la mesa, los saludó y acomodó su silla de ruedas en su lugar de siempre. Ella era independiente en tantos aspectos, pero eso no impedía que siempre estuviera al pendiente de lo que hacía.Elaide tenía una sonrisa resplandeciente y ese era suficiente indicativo para deducir como le había ido la noche anterior. En todos esos meses viviendo juntos, la había visto relajarse y comportarse cada vez más como la joven que era.—¿La pasaste bien anoche? —preguntó.No habían podido hablar durante el desayuno porque Elaide había seguido durmiendo para ese momento. Su hermana no se había levantado hasta hace poco y no era de extrañar teniendo en cuenta que la noche anterior había llegado de madrugada. Esa mañana, cuando Vanessa le había ofrecido llevarle algo de comer, ella había rechazado diciendo que