Adriano invitó a Vanessa a sentarse en uno de los lugares disponibles, luego se apoyó sobre su escritorio y la observó en silencio. Esperó que ella le explicara mejor que es lo que hacía allí porque él no tenía ni la mínima idea. No eran amigos, ni nada parecido.
Su presencia en su oficina realmente lo había tomado por sorpresa y ya nada casi lo sorprendía. Aunque Vanessa era amiga de su cuñada, rara vez habían hablado. Se habían encontrado en más de una ocasión, pero solo debido a que Bianca la invitaba a muchos eventos familiares. Incluso cuando ambos habían sido parte de las bodas de los gemelos apenas y habían cruzado palabra. Ella parecía una “mariposa social”, pero a su lado siempre se mantenía reservada y podía hasta decir que lo evitaba.
La miró con atención mientras ella se animaba a hablar. Vanessa tenía los cabellos más negros que había visto y eso que los suyos también eran del mismo color, tenía la tez clara casi como si nunca hubiera visto un poco de sol, sus ojos eran de color cafés y su rostro era ovalado. Era hermosa, de eso no cabía duda y tal vez si no fuera alguien cercana a su familia habría pensado en tener algo con ella, pero sabía que había límites que eran mejor no cruzar.
—Disculpa que me presentara sin aviso —musitó Vanessa después de algunos segundos sin decir nada.
Ella no parecía para nada intimidada ni por su presencia, ni por el hecho de que él había permanecido de pie. La admiró por ello, la mayoría de personas solían actuar con temor a su alrededor. Esa, al parecer, no era la clase de persona que era Vanessa.
—No te preocupes —le restó importancia—. Tengo algunos minutos libres.
—Vine a proponerte algo —dijo ella—. Se trata de un negocio.
De repente una sonrisa confiada apareció en el rostro de Vanessa y Adriano desvió su mirada hasta su boca. Sus labios llamaron su atención, parecían perfectos para ser besados.
Devolvió su mirada a sus ojos antes de que ella se diera cuenta y mantuvo su expresión estoica.
—No sabía que estabas en busca de un trabajo —dijo—. ¿Matteo está al tanto?
—¿Qué? —Ella pareció confundida por un segundo antes de sacudir la cabeza—. No, no estoy buscando un trabajo. Me va muy bien en la empresa de tu cuñado como para pensar en irme en algún momento y sé que ellos no me despedirían.
La seguridad de Vanessa era sorprendente, aunque con toda la experiencia y capacidad que tenía, bien se lo podía permitir. Su currículo hablaba por sí solo, en el medio se sabía lo capaz que era ella y ni siquiera había necesitado usar de su apellido para llegar a donde estaba. A Adriano no le molestaría tenerla como parte de su equipo, pero jamás le jugaría sucio a Matteo.
—¿Entonces de que se trata? —preguntó ocultando su curiosidad.
—Cásate conmigo.
La propuesta salió de la nada y Adriano estuvo a punto de mirar a los costados buscando la cámara escondida. Conociendo a los gemelos, se podía tratar de una de sus bromas. Si era así, tenía que aplaudirles por el ingenio, se estaban superando.
Esperó ver una sonrisa en el rostro de Vanessa y cuando eso no pasó, esperó por algún indicio de vergüenza, pero ella solo lo miraba expectante. Entonces se dio cuenta de que ella hablaba muy en serio.
—Creo que al menos deberíamos salir en un par de citas antes de hablar de matrimonio —dijo conteniendo las ganas de reírse, nunca se le había hecho tan difícil, por lo general era alguien serio—. Aunque me siento halagado, me temo que deberé rechazar su oferta.
—Lo siento, eso no salió bien. Déjame explicarte.
—Es la primera vez en mucho tiempo que alguien aparte de mis hermanos me divierte. Así que adelante, aunque no creo que lo que digas me haga cambiar de opinión.
Vanessa se sentó aún más recta, parecía demasiada tensa. Adriano no tendría ningún problema en ayudarla a relajarse un poco. Algunas ideas se formaron en su mente y…
Se regañó no era el momento ni el lugar para dejar que sus pensamientos se volvieran lascivos.
—Mi padre es Filippo Giordano. —Vanessa se quedó en silencio un rato como si esperara alguna reacción por su parte. No iba a obtener nada, sabía muy bien quien era el padre de Vanessa y lo poderoso que era él.
Adriano sabía mucho más de mucho más de ella de lo que creía. Hace un poco más de un año, al investigar a la competencia, se había topado con el nombre de Vanessa. Había sido una sorpresa descubrir de quién era hija, pero ya lo había superado.
>>No pienso agobiarte con mis problemas familiares —continuó Vanessa—. Lo único que necesitas saber es que mi padre siempre ha manejado mi vida y estoy cansada de ello. Entonces es donde entras tú, él está empeñado en casarme con algún tonto al que pueda controlar, así que decidí hacerme cargo.
Adriano nunca hubiera pensado que la seguridad en una mujer podría resultar tan sexy.
—¿Por qué yo? —preguntó con una sonrisa divertida.
—Gracias a tus conexiones con los De Luca escapas de la influencia de mi padre. El maneja a casi toda las personas que lo rodean, excepto a ellos y debido a tu sociedad con Matteo, tú también estás excluido. —Vanessa había investigado muy bien antes de acudir a él, aunque la información que manejaba no era un secreto para nadie.
Su orgullo casi se sintió herido por los motivos por los que ella lo había considerado “apto”. Pero sentirse así no habría tenido sentido cuando no estaba para nada interesado en la propuesta de Vanessa.
—¿Porque simplemente no te opones a su voluntad? —preguntó con desinterés.
Vanessa se tensó y por sus ojos pasó el primer atisbo de vulnerabilidad, pero ella se recuperó con rapidez.
—Ya sabes, solo una niña mimada que no está dispuesta a renunciar a la fortuna de la familia.
Ella estaba mintiendo. Podía apostarlo sin duda.
No se habría dado cuenta, ella era muy buena haciéndolo, pero Adriano era mucho mejor leyendo a las personas. Además lo que acababa de decir no coincidía con su perfil. Alguien que se había esforzado por llegar a donde estaba y por no depender de nadie, seguro que en lo menos que estaba interesada era en heredar la fortuna de su controlador padre.
—¿No te crees que si te casas con alguien que él no haya elegido pasará exactamente eso?
—No —dijo ella con seguridad sin dar más explicaciones.
—¿Y qué ganó yo? —Adriano no podía creer que acaba de preguntar eso. Se dijo que era simple curiosidad.
—Sabes la influencia de mi apellido en el medio, te podría abrir más puertas. Mi padre, aunque tiene demasiados defectos, prefiere guardar las apariencias y jamás se iría en contra de su familia.
Era muy cierto que al estar casado con Vanessa muchas puertas le serían abiertas, pero Adriano no estaba interesado en utilizar a una mujer para lograr avanzar, incluso si está parecía dispuesta a dejarlo hacerlo. Había llegado muy lejos y tenía millones a costa de puro trabajo y esfuerzo.
Miró su reloj y luego de regresó a Vanessa.
—Fue un gusto charlar contigo, deberíamos repetirlo alguna vez —dijo como si hablará con algún otro socio de negocios—. Lamento tener que despedirte, pero tengo una reunión importante en breve. Gracias por considerarme para el puesto. —Sonrió de lado al terminar de hablar.
—¿Estás rechazándome? —preguntó ella como si no pudiera creérselo. Tal vez había creído que ante la mención de su apellido el saltaría a la oportunidad. Eso decía mucho de lo poco que lo conocía.
—¿Es eso lo que parece? ¿No? —Esta vez se mantuvo serio, lo menos que quería era herir a Vanessa, todavía se verían en alguna celebración, en especial con tantos niños en la familia.
—Pero…
—Te dije que era muy poco probable que cambiara de opinión —Se enderezó y le extendió la mano a Vanessa, ella la tomó incluso cuando su mente parecía lejos de allí. Adriano ignoró la sensación que sintió al tocarla—. Hasta otra oportunidad.
Adriano comenzó a caminar hacia la puerta. No había nada más que decir o eso es lo que él creía.
—Espera…
Se detuvo a medio camino al escuchar la súplica en su voz. Ella era alguien que no parecía suplicar y sin embargo allí estaba, haciéndolo. Pese a ser considerado como un hombre frío, todavía tenía humanidad.
La miró sobre el hombro dándole la oportunidad de escucharla aunque la decisión estaba tomada.
Vanessa estaba de pie mirando en su dirección. Vio un atisbo de vulnerabilidad en su mirada, pero ni siquiera eso lo iba a convencer de que ceder a lo que le había propuesto. Era una locura sin importar los motivos.
—Tranquila, encontrarás otro candidato —musitó cuando ella no terminó lo que iba a decir.
Se giró y terminó de salir de su oficina. Procuró olvidarse de lo que acababa de suceder. No tenía mucho sentido darle demasiadas vueltas al asunto.
Adriano salió dejándola parada en medio de su despacho. Una sensación de ahogo se instaló en su pecho.Nada había ido como lo había esperado… aunque si lo pensaba mejor, claro que lo había hecho. En ninguno de los escenarios posibles había creído que Adriano aceptaría su loca propuesta, él era demasiado racional como para eso. Pero Vanessa se había negado a aceptarlo y lo había intentado.Si no estuviera tan desesperada, habría encontrado otra alternativa. Pero el reloj estaba corriendo y cada segundo que pasaba era un segundo que su padre utilizaba para buscar al “marido perfecto”.Vanessa casi sonrió al pensar en que su padre y ella estaban en una carrera, solo acababan de rechazarla y con eso había sido descalificada antes de llegar a la meta. Su padre, por otro lado, tendría una lista interminable de nombres y ninguno de ellos la rechazaría.Estaba perdida. Adriano era su primera opción… y la única. Él reunía todos los requisitos que necesitaba.
Adriano no volvió a pensar en Vanessa hasta después de su reunión. Una sonrisa se coló entre sus labios al pensar en la pelinegra y su loca propuesta. Al llegar de regreso a su oficina casi esperó verla allí todavía, aunque había pasado una hora y eso era imposible. Durante todo el día sus pensamientos volvieron a Vanessa más veces de las que le gustaría admitir y en una ocasión llegó a pensar que hubiera pasado si habría aceptado casarse con ella. Incluso al pensarlo soltó una carcajada. No estaba dispuesto a renunciar a su soltería, su vida estaba muy bien tal y como estaba. Una mujer siempre lo cambiaba todo. Si le quedaba alguna duda, solo tenía que mirar a sus hermanos. Ambos habían pasado de ser unos completos rebeldes a actuar de acuerdo a los deseos de sus esposas. No es que eso le resultara desagradable, por el contrario le gustaba ver a sus hermanos felices, solo que no era para él. Tal vez algún día las cosas cambiarían, pero no es como si es
Vanessa soltó un bostezó. Estaba cansada, había sido un día ajetreado en la oficina y apenas podía mantener los ojos abiertos, lo menos que quería hacer era ir a una cita. Pero no le quedó más remedio que arreglarse para su encuentro con Enrico. Tenía que hacerlo para comprarse más tiempo mientras descubría una salida.Se alistó rápido, no se maquilló demasiado y eligió un vestido sencillo, pero bonito. Si no se equivocaba con la clase de persona que era Enrico, el seguro se sentiría ofendido al verla. Seguro él lo tomaría como una falta de respeto.Al salir de su pequeño departamento tomó un taxi que la llevó hasta el elegante restaurante donde se reuniría con Enrico. En la recepción dio su nombre y la llevaron hasta una de las mesas. Él todavía no había llegado, aunque no pudo importarle
Un esbozo de sonrisa apareció en el rostro de Adriano al ver a Vanessa marcharse. Su forma de ser era como era una brisa refrescante. Era atrevida y no parecía tenerle miedo a nada.El edificio donde entró no parecía el lugar donde viviría la hija de Filippo Giordano. Dado su posición económica hubiera esperado un edificio en el centro de la ciudad o al menos uno más lujoso. Pero no sabía porque le sorprendía, ese lugar concordaba más con todo lo que había aprendido sobre ella en los últimos días. Ella estaba luchando por escapar del control de su padre, seguro también había rechazado cualquier ayuda por parte de él.Encendió el auto y se marchó. En el viaje hasta su departamento recordó lo sucedido en el restaurante y una risa se le escapó.Adriano se había reunido allí con Amanda. Su empresa acababa de cerrar un negocio muy importante con la empresa de la que ella era representante y él la había invitado a cenar. Había visto a Vanessa en cuanto ella había entr
Era curioso como, de no ver a Adriano más que en contadas ocasiones, ahora parecían encontrarse en todo lugar al que iba. Era como si tan solo tuviera que pensar en él y, “puff”, él aparecería.Cuando lo había visto, sentado en una de las mesas de su lugar favorito, había creído que estaba teniendo una alucinación. Pero al ver que sus padres lo acompañaban estuvo segura que no se trataba de ninguna imagen creada por su cerebro. Lo cual fue un alivio, porque bastaba con pensar en él más de lo que había hecho en el pasado.Bianca le había hablado en más de una ocasión de las visitas sorpresas que sus hijos le hacían a sus hijos, en especial a Adriano y asumió que está se trataba de una de esas.Vanessa los observó mientras esperaba que le trajeran su orden. Adriano no notó su presencia y eso le permiti&oacut
Vanessa tomó un respiro profundo antes de llamar a la puerta principal de la mansión de su padre. Esperaba tanto el día en que ya no tuviera que volver allí y tenía la confianza en que ese día no estaba tan lejos.Todavía no había solucionado el asunto de su matrimonio, pero estaba gastando cada momento libre del día en pensar su siguiente movimiento, más temprano que tarde encontraría una manera. No era de las que se detenían a pensar de por vida, solo lo necesario antes de actuar.Fiorenza, la estoica ama de llaves, o vieja rapiña como la llamaba su hermana, le abrió la puerta y la saludó con su usual asentimiento de cabeza.La valoración de su hermana no estaba para nada incorrecta. La mujer parecía cerca de cumplir un siglo de vida y siempre parecía estar a la caza de algo.—¿Has estado practicando en tu sonrisa? &
Adriano podía sentir la tensión en la mesa después de su llegada, pero actuó como si no lo sintiera. Había estado en circunstancias peores y había salido vivo.Todavía no entendía que hacía allí y por más que se lo siguiera preguntando no iba a hallar una respuesta que lo convenciera.Durante la mañana había recordado más de una vez lo poco emocionada que se había visto Vanessa por la reunión con su familia y, en un arrebato repentino, había llamado a su familia para avisar que no llegaría. Después se había puesto en contacto con Vanessa para averiguar si ya estaba en casa de su padre. Ella se lo había confirmado incluso antes de que preguntara.Sin pensarlo demasiado, algo que se le estaba haciendo costumbre durante los últimos días, había conducido hasta la casa de Filippo Giordano. Dar con la d
Vanessa observó a Adriano mientras este mantenía su concentración en la pista. Él parecía tan tranquilo, no parecía para nada como alguien que acababa de decirle que se casarían dentro de algunas horas.—Olvidé preguntarte ¿tienes tu pasaporte contigo? De no ser así debemos tomar un desvió para ir a tu departamento a buscarlo.—¿Por qué no casarnos aquí? —preguntó en lugar de responderle.—Los trámites burocráticos toman bastante tiempo y tu padre se las arreglará para impedirlo si se entera de nuestros planes, lo cual de hecho hará.—Leonardo logró que todo estuviera listo en dos semanas.—Eso es lo que todos creen, en realidad planificó la boda un poco antes de pedirle matrimonio a Natalia.Vanessa se quedó en silencio ante esa información.