Un esbozo de sonrisa apareció en el rostro de Adriano al ver a Vanessa marcharse. Su forma de ser era como era una brisa refrescante. Era atrevida y no parecía tenerle miedo a nada.
El edificio donde entró no parecía el lugar donde viviría la hija de Filippo Giordano. Dado su posición económica hubiera esperado un edificio en el centro de la ciudad o al menos uno más lujoso. Pero no sabía porque le sorprendía, ese lugar concordaba más con todo lo que había aprendido sobre ella en los últimos días. Ella estaba luchando por escapar del control de su padre, seguro también había rechazado cualquier ayuda por parte de él.
Encendió el auto y se marchó. En el viaje hasta su departamento recordó lo sucedido en el restaurante y una risa se le escapó.
Adriano se había reunido allí con Amanda. Su empresa acababa de cerrar un negocio muy importante con la empresa de la que ella era representante y él la había invitado a cenar. Había visto a Vanessa en cuanto ella había entrado al restaurante, no era fácil de pasar desapercibida. Ella se había sentado lejos y Adriano dejó de prestarle atención.
Después de pagar la cuenta, Amanda lo había invitado a ir a tomar unas copas, invitación que él había declinado con cortesía. Estaban por abandonar el lugar cuando al ver por última vez a la mesa donde estaba Vanessa la encontró molesta mirando a un hombre que debía haber llegado después de ella. De inmediato se había disculpado con Amanda y se había despedido de ella, antes de acercarse a la mesa donde estaba la alborotadora.
Aunque se la hacía divertida la idea de ver a Vanessa destrozar al hombre que la acompañaba, se apiadó de él. Estaba seguro que si no habría intervenido cuando lo hizo, Vanessa habría acabado con el hombre. No sabía exactamente lo que él había dicho para enfurecerla, pero debía haber sido algo muy grave porque el brillo de molestia en sus ojos no le había pasado desapercibido. No podría decir lo mismo del hombre que había parecido indiferente.
Cuando había estado cerca, pudo ver quién era el acompañante de Vanessa y, aunque le tomó unos segundos, lo reconoció. Se trataba de Enrico. Por un segundo había pensado que ese era el hombre perfecto para Vanessa, era obvio que era de linaje y buena posición; pero descartó la idea tan pronto como apareció. Si fuera así, él no tendría que haberse acercado para salvarlo de la mujer que estaba dispuesta a decirle algunas verdades nada agradables.
Adriano llegó a su departamento apenas quince minutos después. Estaba entrando a su dormitorio cuando su celular sonó. Lo sacó de su bolsillo y miró el identificador. El número que se mostraba en la pantalla era desconocido. Estuvo a punto de dejarlo sonar, pero por algún motivo al final decidió contestar.
—Adriano Morelli, ¿con quién hablo? —contestó aflojándose la corbata.
—Hola, Adriano, soy Vanessa.
—¿Cómo conseguiste mi número? —preguntó extrañado.
—Hice mi tarea —dijo ella y a Adriano se le ocurrió que tal vez podía habérselo preguntado a Bianca, pero conociendo lo reservada que era Vanessa esa era la opción menos posible—. Como sea, solo llamaba para agradecerte por lo de hoy.
—No lo hice por ti, solo trataba de evitar que mataras a Enrico —dijo serio.
Vanessa soltó una carcajada y eso causo una sensación desconocida en él. Su humor le resultó contagioso y se encontró sonriendo.
—Entonces gracias por evitar que sume asesinato a mi lista de delitos.
—De nada.
—Buenas noches, Adriano.
Antes de que pudiera responder algo ella ya había colgado.
Algo le dijo que no sería la última vez que ella llamaría y solo por eso guardó su número, no porque pensara en llamarla en algún momento.
Terminó de desvestirse y después de una ducha se echó a la cama. La primera imagen que vino a su mente fue la de Vanessa con el vestido de ese día. Intentó pensar en otra cosa y después de algunos minutos intentándolo sin éxito, se dio por vencido.
Tenía que reconocer Vanessa lo intrigaba bastante, siempre había sido así, pero ahora la sensación de querer conocerla más, se había incrementado. Era solo curiosidad y seguro pasaría en cuanto pusiera un poco de distancia.
Al día siguiente se despertó incluso antes de que su alarma sonara. Era sábado, pero solía trabajar desde casa hasta medio día. Estaba por encerrarse en su despacho cuando el sonido del ascensor se detuvo en su piso.
Primero pensó que alguien se había equivocado de piso, pero luego temió lo peor y cuando las puertas se abrieron entendió que su miedo no era en vano.
Sus padres estaban allí. Al parecer ya era hora de otras de sus visitas sorpresas.
Se preguntó si alguno de sus hermanos había estado al tanto y no le habían dicho nada a propósito. No le sorprendería ni un poco, todos tenían un gusto insano por verlo sufrir. Antes de que Leonardo encontrara a Natalia todavía podía contar con él, pero ahora estaba solo.
Cómo habían logrado convencer al portero de darles su nueva clave de acceso era un misterio para él. Aunque era obvio que nada detenía a sus padres, en especial a su madre. Además, no es como si él hubiera informado que sus padres no tenían permitido entrar, y no porque le preocupara ser un mal hijo, tenía más que ver con el hecho que su madre no lo perdonaría por ello nunca. Nadie quería ver a la dulce Carmine molesta.
—Padres, que alegría tenerlos aquí —dijo. Esperaba que sus ojos no se vieran como las de un animal antes de ser atropellado.
Su madre caminó a paso rápido hacia él y Adriano se inclinó para recibir su abrazo. Después de separarse de ella, se acercó a su padre y también lo abrazó.
No le gustaba que metieran sus narices en su vida privada, pero los quería y siempre era un placer cuando venían a verlo. Sería tan bueno si solo se tomaran la molestia de avisarle, eso al menos lo prepararía mentalmente para enfrentarse a un día de preguntas vergonzosas.
—¿A qué hora llegaron? —preguntó.
—Nuestro vuelo aterrizó hace media hora.
—Debieron avisarme para ir a recogerlos al aeropuerto. Deben estar cansados después de su vuelo porque no descansan un rato —ofreció sabiendo de ante mano la respuesta que recibiría.
—Descansaremos cuando ya no estemos en esta vida, además no es como si hubiéramos volado medio mundo. —Su madre le habló como si él aún fuera un niño pequeño.
Su padre lo miraba desde detrás de su madre con una sonrisa divertida.
—Cariño, ¿por qué no vamos a desayunar? —sugirió su padre y él lo miró agradecido—. Seguro tu hijo solo tomó una taza de café —Su agradecimiento despareció apenas su padre terminó de hablar.
Debió de suponerlo. Su padre solo estaba de un lado, y ese era el de su madre. Eso debió resultar molesto, pero eso solo reafirmaba su admiración por él.
Su madre miró su esposo sobre el hombro y por un segundo compartieron una mirada que tantas otras veces había visto. Su matrimonio seguía igual de fuerte como él lo recordaba desde niño.
—Vendrás con nosotros —dijo su madre regresando su atención a Adriano.
—Sí, señora. —No es como si tuviera otra opción.
Adriano tomó la pequeña maleta de la mano de su padre y la llevó hasta una de la habitación de invitados. Luego fue a la suya para coger su billetera y celular.
En cuanto regresó a la sala, sus padres se levantaron y juntos subieron al ascensor. Bajaron hasta el estacionamiento y Adrianolos llevó al lugar de siempre.
Al bajar del auto, Adriano pensó en lo cerca que quedaba el restaurante del lugar donde vivía Vanessa. No le vendría mal su compañía en ese momento. Ella se llevaba muy bien con sus padres y seguro alejaría la atención de su madre sobre él.
Sacudió la cabeza. No sabía de donde había venido ese pensamiento.
Apenas habían ordenado su desayuno cuando su madre le hizo la pregunta que sabía que en algún momento llegaría.
—¿Estás saliendo con alguien? —Su madre parecía esperanzada.
Miró a su padre a ver si él lo ayudaba esta vez, pero él parecía concentrado en su menú… como si no hubiera ordenado ya. Aunque bien que tenía una oreja parada escuchando todo.
—Señores Morelli —dijo una voz alegre, eso captó la atención de su madre y Adriano casi dio un suspiro de alivio. Miró a la dueña de la voz sabiendo incluso antes de verla que se trataba de Vanessa. Era casi como si la hubiera invocado con el pensamiento—. ¿Qué sorpresa verlos aquí? No sabía que estaban en la ciudad.
Sus padres se pusieron de pie para saludar a Vanessa. Ambos la abrazaron, parecían contentos de verla.
Adriano fue el último en ponerse de pie para saludarla.
—¿Qué haces? —preguntó en un susurro antes de besarla en la mejilla.
—Devolviéndote el favor —musitó ella sin perder su sonrisa.
—¿Por qué no nos acompañas? —invitó su madre.
—Si a Adriano no le molesta, no quisiera interrumpir en una reunión familiar.
—No, a él no le molesta ¿verdad, cariño? —su madre lo retó con la mirada a decir lo contrario.
Por primera vez no se sentía obligado a aceptar. Vanessa era como un salvavidas que no pensaba desaprovechar.
—Para nada —dijo serio.
—A veces me preguntó si eres tú quien decidió quedar soltero o las mujeres huyen espantadas al conocer tu carácter —musitó su madre.
Vanessa tosió, pero Adriano se dio cuenta de que solo estaba ocultando una risa.
Era curioso como, de no ver a Adriano más que en contadas ocasiones, ahora parecían encontrarse en todo lugar al que iba. Era como si tan solo tuviera que pensar en él y, “puff”, él aparecería.Cuando lo había visto, sentado en una de las mesas de su lugar favorito, había creído que estaba teniendo una alucinación. Pero al ver que sus padres lo acompañaban estuvo segura que no se trataba de ninguna imagen creada por su cerebro. Lo cual fue un alivio, porque bastaba con pensar en él más de lo que había hecho en el pasado.Bianca le había hablado en más de una ocasión de las visitas sorpresas que sus hijos le hacían a sus hijos, en especial a Adriano y asumió que está se trataba de una de esas.Vanessa los observó mientras esperaba que le trajeran su orden. Adriano no notó su presencia y eso le permiti&oacut
Vanessa tomó un respiro profundo antes de llamar a la puerta principal de la mansión de su padre. Esperaba tanto el día en que ya no tuviera que volver allí y tenía la confianza en que ese día no estaba tan lejos.Todavía no había solucionado el asunto de su matrimonio, pero estaba gastando cada momento libre del día en pensar su siguiente movimiento, más temprano que tarde encontraría una manera. No era de las que se detenían a pensar de por vida, solo lo necesario antes de actuar.Fiorenza, la estoica ama de llaves, o vieja rapiña como la llamaba su hermana, le abrió la puerta y la saludó con su usual asentimiento de cabeza.La valoración de su hermana no estaba para nada incorrecta. La mujer parecía cerca de cumplir un siglo de vida y siempre parecía estar a la caza de algo.—¿Has estado practicando en tu sonrisa? &
Adriano podía sentir la tensión en la mesa después de su llegada, pero actuó como si no lo sintiera. Había estado en circunstancias peores y había salido vivo.Todavía no entendía que hacía allí y por más que se lo siguiera preguntando no iba a hallar una respuesta que lo convenciera.Durante la mañana había recordado más de una vez lo poco emocionada que se había visto Vanessa por la reunión con su familia y, en un arrebato repentino, había llamado a su familia para avisar que no llegaría. Después se había puesto en contacto con Vanessa para averiguar si ya estaba en casa de su padre. Ella se lo había confirmado incluso antes de que preguntara.Sin pensarlo demasiado, algo que se le estaba haciendo costumbre durante los últimos días, había conducido hasta la casa de Filippo Giordano. Dar con la d
Vanessa observó a Adriano mientras este mantenía su concentración en la pista. Él parecía tan tranquilo, no parecía para nada como alguien que acababa de decirle que se casarían dentro de algunas horas.—Olvidé preguntarte ¿tienes tu pasaporte contigo? De no ser así debemos tomar un desvió para ir a tu departamento a buscarlo.—¿Por qué no casarnos aquí? —preguntó en lugar de responderle.—Los trámites burocráticos toman bastante tiempo y tu padre se las arreglará para impedirlo si se entera de nuestros planes, lo cual de hecho hará.—Leonardo logró que todo estuviera listo en dos semanas.—Eso es lo que todos creen, en realidad planificó la boda un poco antes de pedirle matrimonio a Natalia.Vanessa se quedó en silencio ante esa información.
Adriano estaba mirando el documento que tenía en la pantalla de su laptop tratando de enfocarse en lo que estaba escrito allí, pero su atención se desviaba constantemente a la mujer sentada a su lado. Se supone que debía estar adelantando algo de trabajo; sin embargo, apenas había leído las primeras líneas antes de que sus pensamientos tomaran otro rumbo.El trabajo nunca le había parecido tan aburrido como en ese momento. No podía encontrar la usual emoción al pensar en los millones que ganaría con el siguiente contrato, no se podía decir lo mismo del trato que acababa de cerrar con Vanessa. En su mente comenzaba a idear maneras de hacerla ceder.En el mismo momento en el que ella había dicho que no habría nada de sexo en su matrimonio, era como si le habría puesto un reto que estaba más que dispuesto a superar. Pero no era de los hombres que tomaban a
—Idiota —repitió Vanessa por tercera o quizás cuarta vez. Ya no tenía tanta certeza de si se lo decía a Adriano o a ella misma.No podía entender como había cedido con tanta facilidad a su beso, pero apenas él la había tocado y sus pensamientos coherentes habían desparecido.Había salido con un par de chicos antes, uno de ellos era el tipo con el que había perdido su virginidad, pero ninguno de los dos le había hecho sentir ni la mitad de pasión que Adriano con solo un beso. Eso no podía significar nada bueno, si perdía control con tanta facilidad cada vez que él la tocara, estaría metida en un grave lío.Se acarició los labios con una mano, todavía podía sentirlos arder por el contacto.Miró la cama y su mente recordó como había despertado esa mañana cerca de Adriano, el
—Se ve muy hermosa —la halagó Alice.—Gracias.—¿Está lista? —preguntó la amable mujer.Para nada, quiso responder, pero en su lugar solo asintió.>>Por aquí —Alice le abrió la otra puerta que había en el lugar.La puerta los llevó directo a lo que se suponía debía de ser el lugar donde se llevaría a cabo la boda.La mujer tomó la delantera y dio el aviso, entonces una música suave empezó a sonar por toda la habitación.Se cuadró de hombros y apagó cualquier duda que aun existiera en su mente antes de empezar a caminar por el corto pasillo. Adriano la esperaba parado al final.Al llegar a su lado el colocó su mano con la palma arriba y ella colocó su mano encima.—Estás hermosa —comentó él y notó
—Adriano, por favor —susurró Vanessa sobre sus labios cuando dejaron de besarse.Ella llamando su nombre casi logró que perdiera el control, pero la primera vez que tomara a Vanessa, ella estaría consciente.No la había emborrachado para llevársela a la cama, su idea había sido ayudarla a relajarse y al final lo había logrado. De hecho él también se había relajado. Vanessa lo divertía bastante y provocaba diferentes emociones en él.—Es hora de dormir, alborotadora —musitó antes de depositarla sobre la cama.Vanessa apenas mantuvo los ojos abiertos unos segundos más antes de quedarse por fin dormida.Adriano se debatió entre dejarla vestida o no, al final se inclinó por lo segundo. El vestido no se veía como algo cómodo para dormir y porque no podía aprovechar para observarla.Casi se ri