Vanessa miró a su hermano y su pecho se llenó de afecto. Aunque habían tenido un inicio no muy agradable, las cosas estaban mejorando. Una semana trabajando para Leonardo y Valentino, se habían convertido en dos por sugerencia de ellos. Según lo que dijeron, era bueno para Paolo y su carácter. Patrañas. Ellos solo querían divertirse un poco más. Su hermano no había puesto quejas, pero era probable que hubiera estado bajo amenaza. No le sorprendería para nada tratándose de los gemelos.
Sin embargo, debía admitir que Paolo era una persona totalmente diferente a la persona que había conocido hace un poco más de tres semanas atrás. Todavía parecía sentirse receloso de formar parte del circo al que ellos llamaban familia, pero al menos su carácter había mejorado bastante y no había vuelto a mostrarse grosero con nadie.
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—¿No entiendo porque debo cubrirme los ojos? —preguntó Adriano arreglándoselas para caminar sin ver nada mientras su muy embarazada cuñada lo llevaba a través de los pasillos de la casa. —Porque no puedes ver a la novia usando su vestido, es de mala suerte —explicó Bianca. —Eso no tiene sentido, ya vi el vestido en nuestro primer… —Shhh, estamos cerca y si ella te oye, todo puede ponerse peor. —¿A qué te refieres? —preguntó preocupado y se paró de golpe—. ¿Qué está pasando? El silencio que siguió a su pregunta lo preocupo y casi se retiró la venda para salir corriendo en busca de Vanessa. Pero aún no sabía lo que sucedía, y dos embarazadas molestas con él, sonaba como un problema, así que optó por esperar que su cuñada se animara a hablar. —Vanessa tuvo una crisis y nada de lo hacemos o decimos logra que deje de llorar. —Debiste empezar por allí —dijo caminando de prisa olvidando por completo la privación de su vista. Te
La boda pasó más rápido de lo esperado. Los llantos de tristeza habían sido remplazados por llantos de felicidad cuando los declararon marido y mujer. Adriano limpió sus mejillas antes de besarla y se sintió como la mujer más feliz del mundo. Y lo era.Durante toda la noche su esposo no le quitó la vista de encima y aprovechó para besarla en cada oportunidad que podía. El momento de las palabras fue el más divertido y también el más emotivo. Sus cuñados no desaprovecharon la oportunidad para fastidiarlos y sus hermanos la hicieron soltar algunas lágrimas. Disfruto del baile con su esposo y rio cuando él se negó a que alguien más bailara con ella, aunque al final tuvo que ceder.A la medianoche ambos se despidieron de sus invitados y se subieron a su auto para marcharse a su luna de miel, dejando a todos atrás mientras les aplaudían
Adriano observó la expresión de Vanessa mientras miraba la habitación donde pasarían su luna de miel. Cuando había planeado que viajaran a Las Vegas, había estado seguro de que era allí donde quería pasar su luna de miel. Estaban empezando una nueva etapa en su historia y que mejor lugar que aquel para hacerlo.Vanessa lo miró con una sonrisa que hizo que su corazón latiera acelerado. Solo esa mujer podía volverlo en un adolescente impresionable con un solo gesto. Ella se acercó a él y envolvió sus brazos detrás de su nuca.—Siempre haces que las cosas sean más que perfectas. Incluso conseguiste nuestra misma habitación —dijo ella y se puso de punillas ofreciéndole sus labios. No dudo en inclinarse para terminar de cerrar el espacio que los separaba.Nunca tenía suficiente del sabor de sus labios. La besó con sua
Adriano salió acelerado de la sala de reuniones dejando a todos estupefactos, apenas fue consciente de que le dijo a su secretaria que se disculpara en su nombre, pero que era la hora. Era bueno que las mujeres tuvieran un sexto sentido porque ella no necesito más explicación, solo asintió y le dio sus felicitaciones… o al menos eso creyó escuchar mientras el ascensor se cerraba. Leyó el mensaje que su cuñado le había enviado unos minutos atrás. >, decía el mensaje. Los últimos días había estado trabajando desde casa para estar cerca de su esposa. La doctora les había dicho que su hija nacería cualquiera de esos días y él no había querido apartarse de Vanessa; pero, justo ese día, había tenido una reunión imposible de cancelar. Su esposa había insistido en que nada podía pasar en las horas que estaría fuera. Bueno, ella se había equivocado. Movió sus manos y miró el reloj. El ascensor parecía estarse tardando una eter
Vanessa estaba en el patio de atrás de su casa vigilando a su hija mientras ella jugaba. Apenas había cumplido un año y medio, pero ya parecía querer conquistar el mundo. Había empezado por las personas de esa casa, sus principales súbditos eran Adriano y Paolo, aunque Elaide tampoco podía escapar a sus encantos. —Papi —dijo la pequeña traviesa rebotando sobre sus piernas y alzando los brazos hacia adelante. Miró sobre sus hombros y se encontró con su esposo. Casi actuó como su hija al verlo. —Hola, tú. —Hola, cariño —dijo él llegando hasta su lado e inclinándose para besarla en los labios con la misma ferocidad que siempre. Su amor por el otro y la pasión que compartían no había disminuido ni un poco, por el contrario, cada día crecía más. Después de separarse él caminó hasta su hija, que seguía igual de emocionada, y la alzó en el aire sacándole una carcajada. —Mi princesa —musitó él y la besó por todo su rostro. Su corazón s
Vanessa cuadró los hombros y respiró profundo antes de tocar la puerta del despacho de Adriano. Le había costado mucho tomar valor para ir a verlo, pero estaba en un punto donde las medidas desesperadas ya no lo parecían tanto. —Adelante —indicó Adriano. Él ya la estaba esperando porque su secretaria la había anunciado antes de dejarla pasar. Era una suerte que él la estuviera recibiendo incluso sin una cita previa. No eran tan cercanos después de todo, apenas y habían cruzado unas cuantas palabras en las contadas ocasiones en las que se habían encontrado. Abrió la puerta y entró con paso firme. Ocultó su nerviosismo detrás de una sonrisa despreocupada. Era buena fingiendo después de tantos años haciéndolo. Adriano se levantó de su sillón de oficina apenas la vio y rodeó su escritorio para acercarse a ella. —Vanessa, es un placer verte —dijo él con una sonrisa de cortesía que apenas y llegó a sus ojos—. ¿Qué te trae por aquí? —preguntó
Adriano invitó a Vanessa a sentarse en uno de los lugares disponibles, luego se apoyó sobre su escritorio y la observó en silencio. Esperó que ella le explicara mejor que es lo que hacía allí porque él no tenía ni la mínima idea. No eran amigos, ni nada parecido.Su presencia en su oficina realmente lo había tomado por sorpresa y ya nada casi lo sorprendía. Aunque Vanessa era amiga de su cuñada, rara vez habían hablado. Se habían encontrado en más de una ocasión, pero solo debido a que Bianca la invitaba a muchos eventos familiares. Incluso cuando ambos habían sido parte de las bodas de los gemelos apenas y habían cruzado palabra. Ella parecía una “mariposa social”, pero a su lado siempre se mantenía reservada y podía hasta decir que lo evitaba.La miró con atención mientras ella se animaba a hablar
Adriano salió dejándola parada en medio de su despacho. Una sensación de ahogo se instaló en su pecho.Nada había ido como lo había esperado… aunque si lo pensaba mejor, claro que lo había hecho. En ninguno de los escenarios posibles había creído que Adriano aceptaría su loca propuesta, él era demasiado racional como para eso. Pero Vanessa se había negado a aceptarlo y lo había intentado.Si no estuviera tan desesperada, habría encontrado otra alternativa. Pero el reloj estaba corriendo y cada segundo que pasaba era un segundo que su padre utilizaba para buscar al “marido perfecto”.Vanessa casi sonrió al pensar en que su padre y ella estaban en una carrera, solo acababan de rechazarla y con eso había sido descalificada antes de llegar a la meta. Su padre, por otro lado, tendría una lista interminable de nombres y ninguno de ellos la rechazaría.Estaba perdida. Adriano era su primera opción… y la única. Él reunía todos los requisitos que necesitaba.