Adriano salió dejándola parada en medio de su despacho. Una sensación de ahogo se instaló en su pecho.
Nada había ido como lo había esperado… aunque si lo pensaba mejor, claro que lo había hecho. En ninguno de los escenarios posibles había creído que Adriano aceptaría su loca propuesta, él era demasiado racional como para eso. Pero Vanessa se había negado a aceptarlo y lo había intentado.
Si no estuviera tan desesperada, habría encontrado otra alternativa. Pero el reloj estaba corriendo y cada segundo que pasaba era un segundo que su padre utilizaba para buscar al “marido perfecto”.
Vanessa casi sonrió al pensar en que su padre y ella estaban en una carrera, solo acababan de rechazarla y con eso había sido descalificada antes de llegar a la meta. Su padre, por otro lado, tendría una lista interminable de nombres y ninguno de ellos la rechazaría.
Estaba perdida. Adriano era su primera opción… y la única. Él reunía todos los requisitos que necesitaba. Era alguien con el poder y dinero para no dejarse intimidar por su padre. No estaba interesado en relaciones amorosas. Y lo más importante, no era una basura de persona.
Vanessa no lo conocía mucho, pero gracias a todo lo bueno que Bianca decía de él, no sería raro que lo nominaran “persona del año”. Según su amiga era leal, digno de confianza y divertido. Ella tenía que discrepar en lo último, porque no había visto sonreír a Adriano más que en contadas ocasiones, pero sobre las otras cualidades confiaba en su amiga.
Tal vez no debería haberle arrojado su “propuesta” de golpe, quizás primero debió explicarle sus razones, pero Vanessa era de las personas que le gustaba andarse sin rodeos. Era así como había logrado muchas cosas. En un mundo donde las mujeres eran menospreciadas solo por serlo, era mejor siempre mostrar fortaleza. Además, era gracias a su propuesta que había mantenido el interés de Adriano y el motivo por el cual él la había escuchado al final, de lo contrario probablemente tan solo la habría despedido en cuanto hubiera comenzado a hablar sobre su padre controlador.
No es que eso importara en ese momento. El ser perfecto del que su amiga hablaba, acababa de marcharse tirando por el suelo sus planes.
Soltó un suspiro, lo único bueno es que nadie nunca sabría lo que había pasado. Sabía que Adriano jamás divulgaría lo que ella le había pedido y Vanessa no tenía ganas de compartirlo nunca con nadie.
Un pensamiento se adueñó de ella. Sin la ayuda de Adriano solo le quedaba ceder a los caprichos de su padre.
—Jamás —dijo de repente en voz alta.
A lo largo de su vida su padre había tenido demasiado poder en su vida. Eso tenía que acabar en algún momento y aunque todavía no podía enfrentarse a él del todo sin que eso no tuviera consecuencias para ella y en especial para su hermana. Todavía podía hacer algo, solo tenía que descubrir qué.
Encontraría una solución como siempre lo había hecho. No era la primera vez que se topaba con un obstáculo y nunca había dejado que eso la detuviera. Pero mientras decidía su siguiente movimiento, solo le tocaba jugar el juego de su padre.
Miró su reloj y vio que faltaba media hora para su cita.
Se recompuso y colocó una sonrisa desinteresada en su rostro como si todo en su vida marchara muy bien. Luego salió de la oficina y se marchó del lugar.
Llegó al restaurante donde se tenía que encontrar con su padre con cinco minutos de antelación y ordenó algo para comer sin molestarse en esperar. Su padre era de los hombres que llegaba temprano cuando se trataba de negocios, pero si era por su familia, él podía nunca aparecer. Tenía que regresar al trabajo por la tarde y no pensaba morirse de hambre a causa de las prioridades de su progenitor.
Estaba comenzando a comer, cuando su padre por fin llegó.
Vanessa miró de su reloj al rostro del gran Filippo solo por irritarlo. No era necesario mencionar que su relación no era la mejor del mundo.
—Creí que ya no vendrías —musitó con diversión mientras se levantaba para saludarlo.
—No empieces —dijo él con voz cortante cerca de su oído. Dios no quisiera que alguien escuchara alguna riña familiar.
Ante los ojos del mundo, eran la familia perfecta. Tantas veces había tratado de hacerlo quedar mal, pero nunca llegaba muy lejos. Conocía muy bien las consecuencias y, aunque ya no temía por ella, todavía tenía que cuidar de su hermana.
Filippo era cualquier cosa menos un padre modelo y no le importaba tener que utilizar a alguna de sus hijas para lograr su objetivo.
—¿Por qué me citaste? —preguntó cambiando de tema.
Su padre, en lugar de responder, alzó la mano y llamó al camarero. Cuando este llegó, le ordenó el especial del día y por fin puso su atención en ella.
—Quería saber si pensaste sobre mi sugerencia de casarte.
Vanessa ocultó una risa irónica detrás de una tos.
Filippo jamás sugería nada. Él solo sabía dar órdenes y esperar que el resto obedeciera.
Se llevó un poco de comida a la boca solo para no decir lo que tenía en mente. Su padre pareció irritado por su actitud. Algo usual cuando se trataba de ella, él nunca estaba contento con nada de lo que hiciera.
—Estuve pensando en ello y tienes razón. No es correcto que siga soltera, eso arruina nuestra imagen y le da un mal ejemplo a mi hermana —dijo cada palabra que él quería escuchar, incluso cuando un sabor amargo se instaló en su boca.
Filippo sonrió satisfecho.
En ese momento llegó el camarero con su orden y él comenzó a comer.
Vanessa se concentró en su propia comida, aunque esta le pareció insípida hizo su mejor esfuerzo por continuar comiéndola. Este no era el peor almuerzo que había tenido junto a él.
—Iré a ver a mi hermana el fin de semana —anunció con firmeza. Si su padre notaba un poco de vacilación en su voz, creería que le estaba pidiendo permiso y se lo negaría.
—Solo si el viernes te reúnes con un joven que quiere conocerte —impuso su padre. Era obvio que el tema no estaba a discusión.
Vanessa luchó con las ganas de hiperventilar. Se recordó que ya no era una niña indefensa.
—¿Tan pronto? —preguntó mostrando una calma que no sentía.
—Creí que estabas de acuerdo conmigo con lo del matrimonio —musitó él sin dejar de comer.
Vanessa se rindió con su comida e hizo el plato a medio comer a un lado. Su padre ni siquiera pestañeó ante ese hecho.
—Y lo estoy, pero sabes que trabajo y no puedo pedir permiso otra vez en apenas dos días.
—Ese insignificante trabajo tuyo, al menos estoy seguro que lo dejarás apenas te cases. Ningún marido que se precie permitiría que su esposa trabaje. —Los conceptos arcaicos de su padre tenían poco que ver con el hecho de una mujer debía ser cuidada y más con el hecho de que para él las mujeres eran seres inferiores—. No te preocupes, se verán en la noche, seguro que hasta tu puedes arreglártelas para asistir decente.
Vanessa asintió de acuerdo y se mantuvo en silencio mientras su padre le hablaba de Enrico, su cita del viernes. Era hijo de los socios de su padre y un prodigio en los negocios. Ni siquiera lo conocía y tenía la certeza de que sería un idiota prepotente.
No era de las que prejuzgaban, pero para que su padre tuviera algo bueno que decir sobre él, era muy probable que se pareciera a todos aquellos con los que Filippo acostumbraba rodearse.
Después de casi media hora, el almuerzo por fin llegó a su fin y Vanessa luchó contra el suspiro de alivio que quería salir de su boca.
Su padre se encargó de pagar la cuenta y ella no puso resistencia, había momentos en los que el orgullo salía sobrando. Estaban en uno de los restaurantes más caros de la zona y ella no se podía permitir gastar en algo tan vano. Vanessa había dejado de recibir dinero de su padre porque esa era solo otra manera para ejercer control sobre ella y estaba ahorrando todo cuanto ganaba. Iba a necesitar cada centavo en cuanto pudiera llevarse a su hermana con ella.
—Como siempre fue un placer verte, padre —dijo poniéndose de pie. Su padre la imitó y ella se acercó a él para besarlo en la mejilla.
—No te olvides de tu cita del viernes —le recordó él.
—No lo haré.
Filippo asintió y se dio la vuelta antes de marcharse primero. Él había conseguido lo que quería, como siempre y ahora no consideraba necesario quedarse un segundo más.
Lo que su padre no sabía, es que ella tenía sus propios planes. Solo había accedido para mantenerlo tranquilo y fuera del camino.
Si antes había estado a punto de rendirse, ahora sus ganas de luchar se habían renovado. Encontraría la manera de convencer a Adriano. No conocía a otro hombre al cual acudir sin el temor de caer en las manos de alguien como su padre.
Salió del restaurante poco después de su padre con una decisión tomada.
Adriano no volvió a pensar en Vanessa hasta después de su reunión. Una sonrisa se coló entre sus labios al pensar en la pelinegra y su loca propuesta. Al llegar de regreso a su oficina casi esperó verla allí todavía, aunque había pasado una hora y eso era imposible. Durante todo el día sus pensamientos volvieron a Vanessa más veces de las que le gustaría admitir y en una ocasión llegó a pensar que hubiera pasado si habría aceptado casarse con ella. Incluso al pensarlo soltó una carcajada. No estaba dispuesto a renunciar a su soltería, su vida estaba muy bien tal y como estaba. Una mujer siempre lo cambiaba todo. Si le quedaba alguna duda, solo tenía que mirar a sus hermanos. Ambos habían pasado de ser unos completos rebeldes a actuar de acuerdo a los deseos de sus esposas. No es que eso le resultara desagradable, por el contrario le gustaba ver a sus hermanos felices, solo que no era para él. Tal vez algún día las cosas cambiarían, pero no es como si es
Vanessa soltó un bostezó. Estaba cansada, había sido un día ajetreado en la oficina y apenas podía mantener los ojos abiertos, lo menos que quería hacer era ir a una cita. Pero no le quedó más remedio que arreglarse para su encuentro con Enrico. Tenía que hacerlo para comprarse más tiempo mientras descubría una salida.Se alistó rápido, no se maquilló demasiado y eligió un vestido sencillo, pero bonito. Si no se equivocaba con la clase de persona que era Enrico, el seguro se sentiría ofendido al verla. Seguro él lo tomaría como una falta de respeto.Al salir de su pequeño departamento tomó un taxi que la llevó hasta el elegante restaurante donde se reuniría con Enrico. En la recepción dio su nombre y la llevaron hasta una de las mesas. Él todavía no había llegado, aunque no pudo importarle
Un esbozo de sonrisa apareció en el rostro de Adriano al ver a Vanessa marcharse. Su forma de ser era como era una brisa refrescante. Era atrevida y no parecía tenerle miedo a nada.El edificio donde entró no parecía el lugar donde viviría la hija de Filippo Giordano. Dado su posición económica hubiera esperado un edificio en el centro de la ciudad o al menos uno más lujoso. Pero no sabía porque le sorprendía, ese lugar concordaba más con todo lo que había aprendido sobre ella en los últimos días. Ella estaba luchando por escapar del control de su padre, seguro también había rechazado cualquier ayuda por parte de él.Encendió el auto y se marchó. En el viaje hasta su departamento recordó lo sucedido en el restaurante y una risa se le escapó.Adriano se había reunido allí con Amanda. Su empresa acababa de cerrar un negocio muy importante con la empresa de la que ella era representante y él la había invitado a cenar. Había visto a Vanessa en cuanto ella había entr
Era curioso como, de no ver a Adriano más que en contadas ocasiones, ahora parecían encontrarse en todo lugar al que iba. Era como si tan solo tuviera que pensar en él y, “puff”, él aparecería.Cuando lo había visto, sentado en una de las mesas de su lugar favorito, había creído que estaba teniendo una alucinación. Pero al ver que sus padres lo acompañaban estuvo segura que no se trataba de ninguna imagen creada por su cerebro. Lo cual fue un alivio, porque bastaba con pensar en él más de lo que había hecho en el pasado.Bianca le había hablado en más de una ocasión de las visitas sorpresas que sus hijos le hacían a sus hijos, en especial a Adriano y asumió que está se trataba de una de esas.Vanessa los observó mientras esperaba que le trajeran su orden. Adriano no notó su presencia y eso le permiti&oacut
Vanessa tomó un respiro profundo antes de llamar a la puerta principal de la mansión de su padre. Esperaba tanto el día en que ya no tuviera que volver allí y tenía la confianza en que ese día no estaba tan lejos.Todavía no había solucionado el asunto de su matrimonio, pero estaba gastando cada momento libre del día en pensar su siguiente movimiento, más temprano que tarde encontraría una manera. No era de las que se detenían a pensar de por vida, solo lo necesario antes de actuar.Fiorenza, la estoica ama de llaves, o vieja rapiña como la llamaba su hermana, le abrió la puerta y la saludó con su usual asentimiento de cabeza.La valoración de su hermana no estaba para nada incorrecta. La mujer parecía cerca de cumplir un siglo de vida y siempre parecía estar a la caza de algo.—¿Has estado practicando en tu sonrisa? &
Adriano podía sentir la tensión en la mesa después de su llegada, pero actuó como si no lo sintiera. Había estado en circunstancias peores y había salido vivo.Todavía no entendía que hacía allí y por más que se lo siguiera preguntando no iba a hallar una respuesta que lo convenciera.Durante la mañana había recordado más de una vez lo poco emocionada que se había visto Vanessa por la reunión con su familia y, en un arrebato repentino, había llamado a su familia para avisar que no llegaría. Después se había puesto en contacto con Vanessa para averiguar si ya estaba en casa de su padre. Ella se lo había confirmado incluso antes de que preguntara.Sin pensarlo demasiado, algo que se le estaba haciendo costumbre durante los últimos días, había conducido hasta la casa de Filippo Giordano. Dar con la d
Vanessa observó a Adriano mientras este mantenía su concentración en la pista. Él parecía tan tranquilo, no parecía para nada como alguien que acababa de decirle que se casarían dentro de algunas horas.—Olvidé preguntarte ¿tienes tu pasaporte contigo? De no ser así debemos tomar un desvió para ir a tu departamento a buscarlo.—¿Por qué no casarnos aquí? —preguntó en lugar de responderle.—Los trámites burocráticos toman bastante tiempo y tu padre se las arreglará para impedirlo si se entera de nuestros planes, lo cual de hecho hará.—Leonardo logró que todo estuviera listo en dos semanas.—Eso es lo que todos creen, en realidad planificó la boda un poco antes de pedirle matrimonio a Natalia.Vanessa se quedó en silencio ante esa información.
Adriano estaba mirando el documento que tenía en la pantalla de su laptop tratando de enfocarse en lo que estaba escrito allí, pero su atención se desviaba constantemente a la mujer sentada a su lado. Se supone que debía estar adelantando algo de trabajo; sin embargo, apenas había leído las primeras líneas antes de que sus pensamientos tomaran otro rumbo.El trabajo nunca le había parecido tan aburrido como en ese momento. No podía encontrar la usual emoción al pensar en los millones que ganaría con el siguiente contrato, no se podía decir lo mismo del trato que acababa de cerrar con Vanessa. En su mente comenzaba a idear maneras de hacerla ceder.En el mismo momento en el que ella había dicho que no habría nada de sexo en su matrimonio, era como si le habría puesto un reto que estaba más que dispuesto a superar. Pero no era de los hombres que tomaban a