Vanessa estaba en el patio de atrás de su casa vigilando a su hija mientras ella jugaba. Apenas había cumplido un año y medio, pero ya parecía querer conquistar el mundo. Había empezado por las personas de esa casa, sus principales súbditos eran Adriano y Paolo, aunque Elaide tampoco podía escapar a sus encantos. —Papi —dijo la pequeña traviesa rebotando sobre sus piernas y alzando los brazos hacia adelante. Miró sobre sus hombros y se encontró con su esposo. Casi actuó como su hija al verlo. —Hola, tú. —Hola, cariño —dijo él llegando hasta su lado e inclinándose para besarla en los labios con la misma ferocidad que siempre. Su amor por el otro y la pasión que compartían no había disminuido ni un poco, por el contrario, cada día crecía más. Después de separarse él caminó hasta su hija, que seguía igual de emocionada, y la alzó en el aire sacándole una carcajada. —Mi princesa —musitó él y la besó por todo su rostro. Su corazón s
Vanessa cuadró los hombros y respiró profundo antes de tocar la puerta del despacho de Adriano. Le había costado mucho tomar valor para ir a verlo, pero estaba en un punto donde las medidas desesperadas ya no lo parecían tanto. —Adelante —indicó Adriano. Él ya la estaba esperando porque su secretaria la había anunciado antes de dejarla pasar. Era una suerte que él la estuviera recibiendo incluso sin una cita previa. No eran tan cercanos después de todo, apenas y habían cruzado unas cuantas palabras en las contadas ocasiones en las que se habían encontrado. Abrió la puerta y entró con paso firme. Ocultó su nerviosismo detrás de una sonrisa despreocupada. Era buena fingiendo después de tantos años haciéndolo. Adriano se levantó de su sillón de oficina apenas la vio y rodeó su escritorio para acercarse a ella. —Vanessa, es un placer verte —dijo él con una sonrisa de cortesía que apenas y llegó a sus ojos—. ¿Qué te trae por aquí? —preguntó
Adriano invitó a Vanessa a sentarse en uno de los lugares disponibles, luego se apoyó sobre su escritorio y la observó en silencio. Esperó que ella le explicara mejor que es lo que hacía allí porque él no tenía ni la mínima idea. No eran amigos, ni nada parecido.Su presencia en su oficina realmente lo había tomado por sorpresa y ya nada casi lo sorprendía. Aunque Vanessa era amiga de su cuñada, rara vez habían hablado. Se habían encontrado en más de una ocasión, pero solo debido a que Bianca la invitaba a muchos eventos familiares. Incluso cuando ambos habían sido parte de las bodas de los gemelos apenas y habían cruzado palabra. Ella parecía una “mariposa social”, pero a su lado siempre se mantenía reservada y podía hasta decir que lo evitaba.La miró con atención mientras ella se animaba a hablar
Adriano salió dejándola parada en medio de su despacho. Una sensación de ahogo se instaló en su pecho.Nada había ido como lo había esperado… aunque si lo pensaba mejor, claro que lo había hecho. En ninguno de los escenarios posibles había creído que Adriano aceptaría su loca propuesta, él era demasiado racional como para eso. Pero Vanessa se había negado a aceptarlo y lo había intentado.Si no estuviera tan desesperada, habría encontrado otra alternativa. Pero el reloj estaba corriendo y cada segundo que pasaba era un segundo que su padre utilizaba para buscar al “marido perfecto”.Vanessa casi sonrió al pensar en que su padre y ella estaban en una carrera, solo acababan de rechazarla y con eso había sido descalificada antes de llegar a la meta. Su padre, por otro lado, tendría una lista interminable de nombres y ninguno de ellos la rechazaría.Estaba perdida. Adriano era su primera opción… y la única. Él reunía todos los requisitos que necesitaba.
Adriano no volvió a pensar en Vanessa hasta después de su reunión. Una sonrisa se coló entre sus labios al pensar en la pelinegra y su loca propuesta. Al llegar de regreso a su oficina casi esperó verla allí todavía, aunque había pasado una hora y eso era imposible. Durante todo el día sus pensamientos volvieron a Vanessa más veces de las que le gustaría admitir y en una ocasión llegó a pensar que hubiera pasado si habría aceptado casarse con ella. Incluso al pensarlo soltó una carcajada. No estaba dispuesto a renunciar a su soltería, su vida estaba muy bien tal y como estaba. Una mujer siempre lo cambiaba todo. Si le quedaba alguna duda, solo tenía que mirar a sus hermanos. Ambos habían pasado de ser unos completos rebeldes a actuar de acuerdo a los deseos de sus esposas. No es que eso le resultara desagradable, por el contrario le gustaba ver a sus hermanos felices, solo que no era para él. Tal vez algún día las cosas cambiarían, pero no es como si es
Vanessa soltó un bostezó. Estaba cansada, había sido un día ajetreado en la oficina y apenas podía mantener los ojos abiertos, lo menos que quería hacer era ir a una cita. Pero no le quedó más remedio que arreglarse para su encuentro con Enrico. Tenía que hacerlo para comprarse más tiempo mientras descubría una salida.Se alistó rápido, no se maquilló demasiado y eligió un vestido sencillo, pero bonito. Si no se equivocaba con la clase de persona que era Enrico, el seguro se sentiría ofendido al verla. Seguro él lo tomaría como una falta de respeto.Al salir de su pequeño departamento tomó un taxi que la llevó hasta el elegante restaurante donde se reuniría con Enrico. En la recepción dio su nombre y la llevaron hasta una de las mesas. Él todavía no había llegado, aunque no pudo importarle
Un esbozo de sonrisa apareció en el rostro de Adriano al ver a Vanessa marcharse. Su forma de ser era como era una brisa refrescante. Era atrevida y no parecía tenerle miedo a nada.El edificio donde entró no parecía el lugar donde viviría la hija de Filippo Giordano. Dado su posición económica hubiera esperado un edificio en el centro de la ciudad o al menos uno más lujoso. Pero no sabía porque le sorprendía, ese lugar concordaba más con todo lo que había aprendido sobre ella en los últimos días. Ella estaba luchando por escapar del control de su padre, seguro también había rechazado cualquier ayuda por parte de él.Encendió el auto y se marchó. En el viaje hasta su departamento recordó lo sucedido en el restaurante y una risa se le escapó.Adriano se había reunido allí con Amanda. Su empresa acababa de cerrar un negocio muy importante con la empresa de la que ella era representante y él la había invitado a cenar. Había visto a Vanessa en cuanto ella había entr
Era curioso como, de no ver a Adriano más que en contadas ocasiones, ahora parecían encontrarse en todo lugar al que iba. Era como si tan solo tuviera que pensar en él y, “puff”, él aparecería.Cuando lo había visto, sentado en una de las mesas de su lugar favorito, había creído que estaba teniendo una alucinación. Pero al ver que sus padres lo acompañaban estuvo segura que no se trataba de ninguna imagen creada por su cerebro. Lo cual fue un alivio, porque bastaba con pensar en él más de lo que había hecho en el pasado.Bianca le había hablado en más de una ocasión de las visitas sorpresas que sus hijos le hacían a sus hijos, en especial a Adriano y asumió que está se trataba de una de esas.Vanessa los observó mientras esperaba que le trajeran su orden. Adriano no notó su presencia y eso le permiti&oacut