Libi miraba con mucha atención un cuadro que colgaba en el muro del restaurante al que la había llevado Irum a almorzar. Un lugar muy diferente del bar al que lo había llevado ella, tan corriente y poco refinado. Al menos la atención era mejor que en el restaurante vandalizado. —Esta vez tendremos un almuerzo como se debe. Nuestra meta será no acabar en la cárcel —dijo Irum y esperó que Libi riera. Ella seguía con la mirada perdida en el muro. Ni el apetitoso aroma de los filetes que les habían servido la había sacado de su trance reflexivo. Imaginó Irum que, como estudiante de arte, tendría frecuentemente esos momentos de apreciación artística en que se abstraía y volcaba su conciencia hacia sí misma. No se atrevió a interrumpirla.A pocos metros de ellos, una pareja no le sacaba a Irum los ojos de encima. «¡Sí, el poderoso Irum Klosse está en silla de ruedas, publíquenlo en el periódico!», eso quería decirles, pero se contuvo. La meta era no acabar en la cárcel.—¿Te gustó mucho
Introspectivo, como lo estaría una estatua cansada de ver el interminable correr de los días, Irum escuchaba cada palabra de Alejandro, que una vez más llegaba sin que lo llamara.Prometía el abogado perseguir penalmente a los agresores y conseguir sanciones ejemplificadoras, para que nadie volviera a patear en el suelo al poderoso hombre al que él había pateado primero.—¿Estarán en la cárcel? —preguntó Irum.—Son un montón de jóvenes idealistas, con más pasión que sentido común. Buscaré trabajo comunitario y me encargaré de que la ejecución reciba la misma atención mediática que el ataque.—¿Crees que es lo mejor?—Definitivamente. Eres la víctima y no podemos permitir que, en ánimos de buscar una revancha, te conviertas en el victimario.No, él no era la víctima.—Entonces lo dejaré en tus manos. Ganaste, ya no tengo energías para lidiar con esto, estoy cansado. Encárgate de todo.La expresión de Alejandro se iluminó y estuvo a punto de esbozar una sonrisa.—Esto es lo que he estad
En ocasiones, Libi se despertaba minutos antes de que sonara la alarma y se quedaba esperándola. En esos breves instantes en que se desperezaba su conciencia, ella pensaba en lo que sería su día. «¿Qué razones tengo para salir de la cama?»«¿Qué motivos tengo para vivir?»Las respuestas surgían una tras otra como las cartas en una baraja: «el arte, que es tu pasión, formar tu propia familia, ser feliz».Hub0 momentos, breves como suspiros, en que sintió que conseguía tocar cada una de esas razones, pero tarde o temprano se derrumbaban como lo harían las cartas en un castillo. En esta ocasión, los pensamientos de Libi mientras esperaba la alarma fueron muy diferentes. Admirando a Irum, todavía dormido, se preguntaba qué estaría soñando. Su expresión, siempre seria y cargada de preocupación, ahora mostraba un relajo envidiable. Un esbozo de sonrisa la hizo sonreír también y se apresuró a apagar la alarma. Nadie interrumpiría el sueño de Irum, que lo hacía tan feliz.Dejó la cama en c
Pese a las advertencias de Lucy, Libi buscó el video. Prestó atención a cada insulto que los manifestantes le decían mientras la atacaban. Nada fue tan terrible como el rostro de Irum deformado por una ira brutal mezclada con amarga impotencia. Entendió así el enojo que él sintió cuando se enteró tardíamente de lo ocurrido con Iván. —No leas los comentarios —le dijo Lucy. Libi empezó a leerlos. ¡La descueraban viva! Lo más suave que le decían era «put4 chup4pollas». —Al menos con la cara llena de pintura no se nota que soy yo. —Necesitas una limpieza, algo tienes que atraes a hombres problemáticos. ¿Por qué no me dijiste lo que estaba pasando con el hijo de put0 de Iván? —Quería resolverlo por mi cuenta. —¿Cómo? ¿Aguantando en silencio sus abusos? Lo que hizo es un delito y debe pagar. No fuiste la primera en denunciarlo, Libi, fuiste la cuarta. Cuatro mujeres sufriendo por su culpa y en la hermosa empresa de mi familia. Deseará no haber nacido, ya verás, deseará cortarse la
Después de soltar aquella bomba, K continuó con la masacre. —Y la historia se vuelve más turbia aún. Actualmente Josefa Inostroza trabaja como sirvienta en casa de Klosse. Es como si él le hubiera dado alas para luego cortárselas. No me extrañaría que todo se tratara de una historia de amor enfermizo, llena de dominación, locura y extravagancia. Cosas de gente rica. Libi se atoró con su jugo y empezó a toser. —Lo que no entiendo es qué tiene que ver todo esto con ustedes dos.—Libi es novia de Klosse —le contó Lucy.—¡¿Qué?! Entonces la pelirroja del video eras tú, nunca me lo habría imaginado.—Gracias por investigar todo esto K, me has dado mucho en qué pensar. No sé cómo podría agradecértelo.—Cuidándote. Por lo demás, Lucy se encargará de pagarme.Las miraditas de complicidad que ellos compartieron le dieron a entender a Libi que empezaba a sobrar. Se despidió y los dejó a solas para que cerraran el sucio trato que tenían entre manos.—¿Estás ansioso, bomboncito?—¿Bromeas? Ano
Con el rostro bañado en lágrimas y presa de un convulso llanto, Libi dio dos pasos y cayó de rodillas sobre el piso.—Libi, ¿qué te pasó? —le preguntó Irum. Ella no pudo hablar, parecía luchar por respirar. Pese a lo mucho que había deseado estar lo más lejos posible del par de embusteros no había podido ni subirse al auto.—Libi, amor...Libi rechazó el toque de Irum. Se aferraba el pecho con la desesperación de tener allí dentro una bomba de tiempo en vez de corazón. —Le está dando un infarto. ¡Hay que llamar una ambulancia! —gritó Irum.Pepa se agachó junto a ella. Le cogió las muñecas y aunque Libi tironeo, logró cruzarle los brazos sobre el pecho.—Respire, Libi, respire. Todo está bien.Todo estaba terriblemente mal y ella era una mentirosa, Libi quería gritárselo en la cara aunque gastara en ello su último aliento. —Eso, muy bien, siga así. Inhale, exhale, usted tiene el control.Otra mentira más, Pepa era una embustera de lo peor. Cuando Libi se hub0 calmado lo suficiente,
Lucy, convertida en una fiera iracunda, se abalanzó sobre Irum en pos de despedazarlo. —¡Hijo de perro, infeliz!Las puntas de sus dedos alcanzaron a rozarle la mejilla en un intento de bofetada.—¡No, Lucy! —Libi la sostuvo y empezaron un forcejeo. —¡Suéltame, que lo mato!—¡Él no hizo nada! —¡No lo defiendas! —exigió Lucy—. ¡No te atrevas a defenderlo! —estiró un brazo por entre los de Libi y jaló del cabello de Irum hasta hacerlo gritar.—¡Suficiente! —exclamó Irum—. Yo no la he tocado. Pregúntale a quién fue a visitar a la cárcel.Lucy dejó de luchar.—Ya me harté de todo esto, devuélveme el teléfono —exigió Irum.Libi le devolvió el aparato que le había quitado y él se marchó. Su partida no trajo consigo al silencio.—Dime que no fuiste a ver al infeliz de Damien. ¡Dime que no fue él quien te pegó! —gritó Lucy.—Él me llamó.Los gruñidos de Lucy fueron los de una bestia furiosa y le dio al sillón las patadas necesarias para desahogarse. —¡¿Por qué?! Es que de verdad no te ent
María Conchita fue quien recibió a Libi y la guio hacia la terraza. Irum bebía un té, con su rostro más pálido de lo habitual protegido bajo un quitasol. —¿Recordaste que tenías una conversación pendiente conmigo también?Libi asintió y se sentó frente a él. No le quitaba la vista de los huesudos dedos con que cogía la taza.—Me equivoqué al ir a visitar a Damien, ya no tengo nada pendiente con él.—No estoy tan seguro. Siempre será un fantasma entre nosotros porque no lo has superado y francamente no estoy en condiciones de lidiar con algo así.—Sólo quise darle la oportunidad de hablar, nada más, ya no siento nada por él. Y así como estuve dispuesta a escucharlo a él, vine para escucharte a ti, Irum. —¿Y qué quieres que te diga? Ya fui lo suficientemente claro en que me hartaste. Tú y tus demonios me están matando lentamente. Libi apretó los puños, no quería que su voz flaqueara. Debía permanecer allí sentada hasta que dijera todo lo que tenía que decir, no se guardaría nada. —D