XLII ¿A qué sabes tú?

En ocasiones, Libi se despertaba minutos antes de que sonara la alarma y se quedaba esperándola. En esos breves instantes en que se desperezaba su conciencia, ella pensaba en lo que sería su día.

«¿Qué razones tengo para salir de la cama?»

«¿Qué motivos tengo para vivir?»

Las respuestas surgían una tras otra como las cartas en una baraja: «el arte, que es tu pasión, formar tu propia familia, ser feliz».

Hub0 momentos, breves como suspiros, en que sintió que conseguía tocar cada una de esas razones, pero tarde o temprano se derrumbaban como lo harían las cartas en un castillo.

En esta ocasión, los pensamientos de Libi mientras esperaba la alarma fueron muy diferentes. Admirando a Irum, todavía dormido, se preguntaba qué estaría soñando. Su expresión, siempre seria y cargada de preocupación, ahora mostraba un relajo envidiable.

Un esbozo de sonrisa la hizo sonreír también y se apresuró a apagar la alarma. Nadie interrumpiría el sueño de Irum, que lo hacía tan feliz.

Dejó la cama en c
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