XL Uno y sus circunstancias

Libi miraba con mucha atención un cuadro que colgaba en el muro del restaurante al que la había llevado Irum a almorzar. Un lugar muy diferente del bar al que lo había llevado ella, tan corriente y poco refinado. Al menos la atención era mejor que en el restaurante vandalizado.

—Esta vez tendremos un almuerzo como se debe. Nuestra meta será no acabar en la cárcel —dijo Irum y esperó que Libi riera.

Ella seguía con la mirada perdida en el muro. Ni el apetitoso aroma de los filetes que les habían servido la había sacado de su trance reflexivo. Imaginó Irum que, como estudiante de arte, tendría frecuentemente esos momentos de apreciación artística en que se abstraía y volcaba su conciencia hacia sí misma. No se atrevió a interrumpirla.

A pocos metros de ellos, una pareja no le sacaba a Irum los ojos de encima.

«¡Sí, el poderoso Irum Klosse está en silla de ruedas, publíquenlo en el periódico!», eso quería decirles, pero se contuvo. La meta era no acabar en la cárcel.

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