XCIII Luna de miel

Despertar y sentirse tan cansada como al dormirse era señal de que todo iba terriblemente mal y así estaba Libi. Irum no la había acompañado en la cama y no supo qué pensar al respecto. En el velador encontró de regreso sus ansiolíticos y unos somníferos diferentes a los suyos.

Volvió a encontrarse con Irum en el comedor, la esperaba para desayunar.

—¿Cómo te sientes hoy, Libi?

—Confundida. Y hambrienta. ¿No dormiste conmigo?

—Seguiré en la habitación del segundo piso hasta que vuelvas a sentirte cómoda con mi cercanía, no quiero transgredir tus límites. Cuando quieras que durmamos juntos, sólo dilo y allí estaré.

Muy racional y amable de su parte. Casi hacía parecer que ella estaba allí por voluntad propia, pensó Libi.

—Mas tarde podríamos hacer algo que te guste —ofreció Irum, dispuesto a hacer tiempo en su agenda para ella—. Ir a pasear con Canela al parque, comer fuera, nadar en la piscina.

—No sé nadar.

—Yo podría enseñarte. El nado es un excelente ejercicio de fortalecimient
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