XCVII Otro accidente
La mujer se sorprendió de ver al niño en su puerta. Irum Klosse, el hijito de papá, demasiado rico y engreído como para poner un pie por allí. Se decepcionó al mirar en todas direcciones y confirmar que estaba solo.

—Él se fue y dudo que le importes. Nadie le importa realmente, salvo él mismo. Tú tampoco me importas, pero tu hijo sí —le dijo el niño.

La mujer sonrió con burla y se llevó la botella de vino que cargaba a la boca. Tenía los labios teñidos de tanto beber. No eran ni siquiera las diez de la mañana.

—¿Te importa? Si es así dale el dinero que su padre no le da. Es su derecho.

—Estoy dispuesto a ocuparme de su educación y manutención para que nada le falte —aseguró el niño, que no debía tener más de trece años.

Su seriedad y madurez lo hacían parecer mucho mayor, un viejo enano y precoz.

—Entonces vamos soltando el billete. Por culpa de tu padre no he podido encontrar trabajo y lo que el crío consigue en la calle no alcanza para nada.

Irum, que seguía de pie, le dio u
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