Libi llevaba cinco minutos mirando su guardarropas tan bien provisto, sin hacer movimiento. —¿Ya hiciste tus maletas? —preguntó Irum, que iba y venía por todos lados. Su energía parecía inagotable. —No. No me has dicho a dónde vamos, no sé qué tipo de ropa llevar. —Lleva de todo un poco —respondió él y le dio un beso en la sien. —¿Para el fin de semana? —Una semana —corrigió Irum. —No podemos dejar a Canela sola durante una semana. Desde que volviera de la clínica, Libi no se separaba de Canela, hasta había vuelto a dormir con ella. La cargaba durante el día entero y la cachorra dormía sobre sus piernas cuando se sentaba a la mesa. —Irum, no podemos —dijo en tono suplicante. —Bien, la llevaremos. Termina pronto de empacar. Libi guardó de todo un poco y llamó a Lucy. «Intenta despejarte. Llámame en cuanto llegues». La llamaría pronto, pensó Libi hasta que vio que el auto que Braulio conducía llegaba al aeropuerto. —¡¿Vamos a viajar en avión?! ¡¿A dónde planeas ir?!
Los días que siguieron los utilizaron en visitar las restantes atracciones turísticas de Francia, ninguna que Libi lograra inmortalizar en su memoria, por mucho que lo intentaba. Ella era la peor compañera de viaje, pero Irum resultaba incansable, admirable en su entereza y no renunciaba a su afán de sacarla de su trance, aunque tuviera que ir jalándola por todo el país.Para el regreso necesitarían maletas extra, pues visitando las grandes casas de moda, con diseñadores de renombre mundial, Libi había multiplicado las prendas de su guardarropa. Ella simplemente asentía a lo que Irum ofrecía, así intentaba hacerlo feliz. Para el quinto día, las energías de Irum ya iban en retirada y se relajó en la tina antes de la cena. Por teléfono, Alejandro lo mantenía al tanto de lo que ocurría en casa.—Si todo sigue bien con el proyecto, se estima que finalizaremos seis meses antes de lo previsto.—Eso es estupendo, digno de tu eficiencia —lo felicitó Irum.—En la cárcel, Iván Salas se involu
Con toda la paciencia de su aletargada conciencia y lejos de querer provocar una confrontación en la que tenía todas las de perder, Libi fue a sentarse frente a Irum. Se esforzó en hacer contacto visual con él, conectar con sus sentimientos, que seguían teniendo eco en ella. Esperaba tenerlo en él también. —Irum, tener un hijo es una decisión que nos compete a ambos —explicó con calma, como si le enseñara a sumar uno más uno. —No —declaró Irum, enfático—. Tú no me preguntaste si quería ser padre y de un día para otro me enteré de que lo sería. Me hice a la idea de que habría un integrante más en nuestra familia, le hice un lugar en mi vida, en mis planes a futuro y no vas a dejarme a medias. —Pero Irum... No puedo, es muy pronto...—Es el momento perfecto, justo donde nos quedamos estancados. Te embarazaré y esta vez todo estará bien porque no voy a dejar que nadie te lastime.Para él no era un deseo, sino una certeza absoluta, eso vio Libi en sus ojos oscuros, la convicción de que
«Existe un lugar donde tú y yo todavía podemos ser felices. Está lejos del ruido y del caos. Es una casa pequeña, pero llena de luz y cerca del cielo. En la puerta tiene un candado, que es para proteger nuestro amor de la codicia del exterior. Aquí crecerán nuestros sueños, no los confundas con pesadillas».«Tal vez no puedas salir sola, pero yo estaré contigo en todo momento, seré tu protector, tu sombra». «Aquí nadie podrá quitarnos nada de lo que construyamos. Quizás te parezca una cárcel, pero simplemente es nuestro hogar para siempre». «¿Por qué querrías irte de aquí?...»—¿Por qué querrías irte de aquí, Libi? Aquella no era la pregunta en la que Libi pensaba. ¿Cómo irse de allí? Eso era lo correcto. ¿Cómo irse de allí si ni siquiera sabía dónde estaba? ¿Acaso seguían en Francia? ¿Habían regresado a casa? Sin perder la calma, que era todo lo que tenía, buscó entre sus pertenencias, ordenadas pulcramente en el armario. Sus ropas estaban allí, no así sus tacones. Tampoco esta
Cansada de tanto golpear la puerta tras la que se hallaba encerrada, Libi se durmió. En la sala, Irum también dormía luego de haberse inyectado sus analgésicos. Los usaba cada vez con más frecuencia, pero se volvían ineficaces, su cuerpo adolorido se acostumbraba rápidamente a ellos.Él abrió la puerta de la habitación por la mañana, el desayuno de Libi la esperaba en la cocina. Había preparado las tostadas él mismo y planeaba que prepararan juntos el almuerzo, con Libi despierta por las noches se volvía difícil recibir la comida que les traían lista. —¡Te volviste completamente loco! —llegó gritando Libi, enardecida.—Buenos días.—¡Se acabó, Irum! ¡Mi paciencia se acabó! ¡Sácame de aquí ahora!—Tu desayuno se enfriará.De un manotazo, Libi mandó a volar el desayuno. Las tostadas rebotaron contra la encimera y acabaron bajo el mesón. Irum apenas y parpadeó. Siguió comiendo cuando Libi corrió a la sala y poco después armó un estruendoso caos. Irum le había abierto la puerta de la ha
Temblando, con el sudor enfriándose en su piel y sobre un charco de vómito en el baño del primer piso se despertó Irum. A sus analgésicos había añadido unas píldoras nuevas, milagrosas, lo mantenían entero después de sacudirlo un poco, pero aliviaban los dolores con efectividad, que era lo importante. Molió la mitad de una y la puso en el desayuno de Libi, ella también merecía sentir el magnífico alivio que causaban. La huelga de hambre no le duró mucho a Libi y se lo comió todo, incluyendo la pastilla. Estuvo con náuseas y vómitos durante todo el día y ciertamente no se sintió mejor, pero al menos consiguió que Irum no se le acercara. Él ya no volvió a darle de sus píldoras mágicas, podían hacerle daño al bebé. Tenía la sospecha de que ahora sí lo había logrado, era una intuición. Para estar seguros y como seguían en los días fértiles, buscó a Libi en cuanto pudo mantenerse de pie y ella medianamente consciente. Libi por fin había entendido que resistirse y luchar era una inútil p
—¡Lituania! ¡¿Qué hace Libi en Lituania!? —se preguntaba Lucy, al borde de un ataque de histeria.Hacía apenas unos días habían intercambiado mensajes y su amiga estaba actualmente en Italia. Y ahora alguien de la policía de Lituania la contactaba para decirle que Libertad Arenquette estaba allí, sin documentos, y necesitaba ayuda. —¡Ella estaba visitando al puto David y recorriendo la jodida capilla Sixtina! ¡¿Por qué mierd4 está en Lituania?! ¡¿Quién me escribía en su lugar?!—Tranquila, Lucy. Lo descubriremos tarde o temprano.—¡No me digas que me tranquilice, K porque me vuelvo loca! —fue a darle patadas a un sillón.Su teléfono sonó y por la prisa de contestar casi se le cayó.—¡Frank! ¡Dime que me tienes buenas noticias porque estoy en mi límite!... Sí... Sí... Oh, es grandioso, Frank, eres el puto amo. Te mereces la mejor mamada de la vida y con gusto te la daría si mi novio no estuviera escuchando. Gracias, estamos en contacto. —Fue a sentarse junto a K luego de dar un suspir
Tras una ducha, Libi se metió a la cama. La piel quemada por el sol se le desprendía por todas partes. Era como una serpiente, que cambiaba de piel para crecer. Ella también crecía.Como no tenía sueño, tomó el libro que tenía en su velador. Nunca antes había leído uno de autoayuda, pero ante su desesperada situación, estaba probando de todo, hasta aromaterapia. La habitación olía a lavanda y sándalo, esencias ideales para reducir la ansiedad... Y el miedo.A la una de la mañana la pesadez en sus ojos fue suficiente para apagar la luz. El hipnótico vaivén de las ramas de un árbol, cuya sombra se colaba por la ventana y proyectaba en el muro, fue suficiente para que sus ojos comenzaran a cerrarse. Ya no quería tomar somníferos. Un ruido en la ventana acabó con su frágil sueño. La sombra del árbol seguía en su muro, pero ya no estaba sola, a su lado había aparecido la sombra de un hombre. Libi contuvo el aliento, paralizada. No era capaz de voltearse hacia la ventana y ver que allí est