CXI Sacrificios

Temblando, con el sudor enfriándose en su piel y sobre un charco de vómito en el baño del primer piso se despertó Irum. A sus analgésicos había añadido unas píldoras nuevas, milagrosas, lo mantenían entero después de sacudirlo un poco, pero aliviaban los dolores con efectividad, que era lo importante.

Molió la mitad de una y la puso en el desayuno de Libi, ella también merecía sentir el magnífico alivio que causaban. La huelga de hambre no le duró mucho a Libi y se lo comió todo, incluyendo la pastilla. Estuvo con náuseas y vómitos durante todo el día y ciertamente no se sintió mejor, pero al menos consiguió que Irum no se le acercara.

Él ya no volvió a darle de sus píldoras mágicas, podían hacerle daño al bebé. Tenía la sospecha de que ahora sí lo había logrado, era una intuición. Para estar seguros y como seguían en los días fértiles, buscó a Libi en cuanto pudo mantenerse de pie y ella medianamente consciente.

Libi por fin había entendido que resistirse y luchar era una inútil p
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