Tras una ducha, Libi se metió a la cama. La piel quemada por el sol se le desprendía por todas partes. Era como una serpiente, que cambiaba de piel para crecer. Ella también crecía.Como no tenía sueño, tomó el libro que tenía en su velador. Nunca antes había leído uno de autoayuda, pero ante su desesperada situación, estaba probando de todo, hasta aromaterapia. La habitación olía a lavanda y sándalo, esencias ideales para reducir la ansiedad... Y el miedo.A la una de la mañana la pesadez en sus ojos fue suficiente para apagar la luz. El hipnótico vaivén de las ramas de un árbol, cuya sombra se colaba por la ventana y proyectaba en el muro, fue suficiente para que sus ojos comenzaran a cerrarse. Ya no quería tomar somníferos. Un ruido en la ventana acabó con su frágil sueño. La sombra del árbol seguía en su muro, pero ya no estaba sola, a su lado había aparecido la sombra de un hombre. Libi contuvo el aliento, paralizada. No era capaz de voltearse hacia la ventana y ver que allí est
A lenguetazos Canela limpiaba las lágrimas que a Libi siempre se le escapaban al verla. Era la cachorra el único vestigio de una felicidad que se hizo humo, pero que existió brevemente. Era la prueba concreta de hasta donde podía llegar Irum para mantenerla bajo su control.—¿Cómo se ha portado?—De maravillas —contestó Lucy—, Canela es una señorita bien portada y educada. Sabe muchos trucos.«Su papá le enseñó bien», pensó Libi y más abundantes fueron sus lágrimas.—El único problema es que me confirmó lo que ya me temía. ¡Mi bombonito es alérgico a los perros! A ese hombre le faltó tocar pasto en su infancia. —¿Entonces tener a Canela te está trayendo problemas con él?—Para nada, casi nunca tiene tiempo de visitarme, pero la llevé a su casa para que la conociera porque todos merecen tener una Canelita tan bonita en su vida. Cochita pechocha —la acarició hasta hacerla revolcarse. Al día siguiente de que Libi regresara de Lituania, ambas habían ido por la cachorra a casa de Irum. M
Terminadas las clases, Libi dejó la universidad y entró al tren subterráneo. No había vuelto a usar su auto ni ningún otro. Temía que al dar la vuelta en una esquina apareciera frente a ella la silueta de Irum como la fatídica noche en que todo comenzó. La repentina sensación de ser observada la invadió y buscó de dónde venía entre la multitud, esperando, con el corazón agitado, verlo de pronto tan cerca de ella. La espalda de un hombre de traje contra su rostro y el impulso de salir corriendo la hicieron chocar torpemente con todos a su alrededor. No era Irum, observó a lo lejos, pero no se tranquilizó.Con la frente perlada de sudor volvió a la superficie, aunque viviera eternamente en las tinieblas, perseguida por un fantasma. Así era cada día, una batalla. Tres meses en la clínica, cinco en total desde que regresara de Lituania y la escasez en sus avances la angustiaba. Se sentía como una enferma desahuciada, la paranoia la asfixiaba. Si Irum de pronto regresaba y quería encontr
—Canela —avisó la recepcionista, con una amable sonrisa.Lucy entró primero a la consulta veterinaria, Rafael la saludó de un beso en la mejilla y se quedó mirando a Canela hasta que vio a Libi. Una sonrisa nerviosa apareció en su rostro, gratamente sorprendido por la repentina visita. —Ya decía yo que a esta señorita la conocía, espero que no esté enferma. ¿Cómo estás, Libi?—Bien, las dos estamos bien. Canela vino por su vacuna.A Libi él la saludó de mano, manteniendo una prudente distancia que Lucy notó de inmediato. Él respetaba su espacio personal y era cauteloso. Un hombre observador y atento. —Vamos a revisarla para ver que todo esté en orden —empezó a palparle el vientre—. ¿Ustedes son hermanas? Se parecen mucho.Libi y Lucy rieron. No podían ser más diferentes, una era rubia y alocada y la otra una pelirroja apagada al borde del suicidio, como el día y la noche. —¿En qué nos parecemos? —le preguntó Lucy.Si se le ocurría decir que las dos eran guapas, Canela se quedaría s
En los ratos en que no había clientes en la tienda, Libi hacía sus deberes de la universidad, así optimizaba al máximo el uso de su tiempo. Junto a la caja registradora escribía un reporte sobre las vanguardias del arte que debía entregar en tres días. La campanilla sobre la puerta le indicó la llegada de un cliente. Grande fue su sorpresa al ver llegar a Rafael. No iba a reclamarle, así mismo se había aparecido ella en su consulta gracias a la insistencia de Lucy. Al menos ella le había hablado de su trabajo y él no lo había averiguado como un acosador. La acosadora estaba siendo ella. —Hola, Libi, es una bonita tienda.—Qué sorpresa, Rafael. ¿Qué te trae por acá? —Necesito comprar un regalo para una amiga que está de cumpleaños y no soy muy bueno para esas cosas. Pensé que podrías recomendarme algo, me salvarías la vida porque estoy escaso de tiempo. —Háblame de tu amiga, ¿qué le gusta hacer?—Abrir personas, es cirujana. Libi se frotó el mentón, pensativa. —¿Y le gustan las a
Libi rio a carcajadas al llegar a una casa que era idéntica a la que aparecía en el set de bordado que había comprado Rafael. Las probabilidades de acabar descuartizada en la zanja disminuían a medida que sus palabras se confirmaban. De momento, mentiroso no era. La amiga también existía, se llamaba Claudia y era efectivamente cirujana. También le presentaron a Jorge, el marido abogado y ya sólo le faltaba conocer a la bestial anaconda traga perros.—Su piel es muy fría —Libi la tocaba apenas con la punta de los dedos y se sobresaltaba a cada movimiento del animal, pero estaba fascinada.Los animales, en especial los exóticos, captaban particularmente su atención. —No pueden regular su temperatura corporal, ésta cambia con la del ambiente, por eso necesitan de las placas calefactoras —le explicó Rafael, que sostenía a la pitón para que Libi la inspeccionara. Mariana, así se llamaba la pitón, asomaba la lengua, en completa calma. —¿Y qué come, además de mascotas ajenas?—Ratones vi
—Este color quedaría muy bien en los muros de la sala —dijo Lucy, ataviada con un overall. Trabajaban en convertir el departamento de Libi en un hogar acogedor y hermoso. La entristecía que se mudara de su casa, pero era un paso importante a lograr en su independencia. Pintura nueva, decoración, muebles y estuvo listo en unas semanas. Lucy insistió en que hicieran una fiesta para inaugurarlo y de paso celebar el progreso en su terapia. Libi aceptó encantada. También aceptó invitar a Rafael cono ella le sugirió. —K, no debiste molestarte. Esto es demasiado. —No es nada del otro mundo, sólo son algunas cosas viejas que tenía por ahí. Ahora podrás unirte a nosotros cuando juguemos en línea. Como regalo, él le había instalado un computador gamer sensacional. ¿Cosas viejas? Todo parecía recién sacado de la caja, notó ella. —Para K es viejo si ya se lanzó un modelo posterior —le explicó Lucy—. Lleva meses insistiendo que renueve mi teléfono. A veces puede ser realmente agotador. —El
Auto nuevo. Nuevo entre comillas porque Libi lo había conseguido usado y a muy buen precio. Estaba lista para volver al volante y hundir el pie en el acelerador hasta el fondo si se volvía necesario. Conduciendo, luego del impacto inicial y la sensación de una inminente crisis de pánico, se sintió de maravilla. La dueña de su propia vida, lista para decidir a dónde guiar sus pasos y decidida a que nadie volviera a quitarle aquella facultad, esa era Libi. Condujo a la universidad y al trabajo. Conduciría hasta para ir de compras a la vuelta de la esquina de lo emocionada que estaba. —Pronto empezará la época navideña y debemos renovar el stock. Contrataré refuerzos, así que no te preocupes —le dijo su jefe. En cuestión de días la tienda estaría llena a rebosar y debían prepararse. El hombre se quedó atendiendo la tienda con ella durante una hora. Se sintió inquieta al quedarse sola, pero algo de música la ayudó. Cuando faltaban cinco minutos para las ocho, el horario de cierre, u