Terminadas las clases, Libi dejó la universidad y entró al tren subterráneo. No había vuelto a usar su auto ni ningún otro. Temía que al dar la vuelta en una esquina apareciera frente a ella la silueta de Irum como la fatídica noche en que todo comenzó. La repentina sensación de ser observada la invadió y buscó de dónde venía entre la multitud, esperando, con el corazón agitado, verlo de pronto tan cerca de ella. La espalda de un hombre de traje contra su rostro y el impulso de salir corriendo la hicieron chocar torpemente con todos a su alrededor. No era Irum, observó a lo lejos, pero no se tranquilizó.Con la frente perlada de sudor volvió a la superficie, aunque viviera eternamente en las tinieblas, perseguida por un fantasma. Así era cada día, una batalla. Tres meses en la clínica, cinco en total desde que regresara de Lituania y la escasez en sus avances la angustiaba. Se sentía como una enferma desahuciada, la paranoia la asfixiaba. Si Irum de pronto regresaba y quería encontr
—Canela —avisó la recepcionista, con una amable sonrisa.Lucy entró primero a la consulta veterinaria, Rafael la saludó de un beso en la mejilla y se quedó mirando a Canela hasta que vio a Libi. Una sonrisa nerviosa apareció en su rostro, gratamente sorprendido por la repentina visita. —Ya decía yo que a esta señorita la conocía, espero que no esté enferma. ¿Cómo estás, Libi?—Bien, las dos estamos bien. Canela vino por su vacuna.A Libi él la saludó de mano, manteniendo una prudente distancia que Lucy notó de inmediato. Él respetaba su espacio personal y era cauteloso. Un hombre observador y atento. —Vamos a revisarla para ver que todo esté en orden —empezó a palparle el vientre—. ¿Ustedes son hermanas? Se parecen mucho.Libi y Lucy rieron. No podían ser más diferentes, una era rubia y alocada y la otra una pelirroja apagada al borde del suicidio, como el día y la noche. —¿En qué nos parecemos? —le preguntó Lucy.Si se le ocurría decir que las dos eran guapas, Canela se quedaría s
En los ratos en que no había clientes en la tienda, Libi hacía sus deberes de la universidad, así optimizaba al máximo el uso de su tiempo. Junto a la caja registradora escribía un reporte sobre las vanguardias del arte que debía entregar en tres días. La campanilla sobre la puerta le indicó la llegada de un cliente. Grande fue su sorpresa al ver llegar a Rafael. No iba a reclamarle, así mismo se había aparecido ella en su consulta gracias a la insistencia de Lucy. Al menos ella le había hablado de su trabajo y él no lo había averiguado como un acosador. La acosadora estaba siendo ella. —Hola, Libi, es una bonita tienda.—Qué sorpresa, Rafael. ¿Qué te trae por acá? —Necesito comprar un regalo para una amiga que está de cumpleaños y no soy muy bueno para esas cosas. Pensé que podrías recomendarme algo, me salvarías la vida porque estoy escaso de tiempo. —Háblame de tu amiga, ¿qué le gusta hacer?—Abrir personas, es cirujana. Libi se frotó el mentón, pensativa. —¿Y le gustan las a
Libi rio a carcajadas al llegar a una casa que era idéntica a la que aparecía en el set de bordado que había comprado Rafael. Las probabilidades de acabar descuartizada en la zanja disminuían a medida que sus palabras se confirmaban. De momento, mentiroso no era. La amiga también existía, se llamaba Claudia y era efectivamente cirujana. También le presentaron a Jorge, el marido abogado y ya sólo le faltaba conocer a la bestial anaconda traga perros.—Su piel es muy fría —Libi la tocaba apenas con la punta de los dedos y se sobresaltaba a cada movimiento del animal, pero estaba fascinada.Los animales, en especial los exóticos, captaban particularmente su atención. —No pueden regular su temperatura corporal, ésta cambia con la del ambiente, por eso necesitan de las placas calefactoras —le explicó Rafael, que sostenía a la pitón para que Libi la inspeccionara. Mariana, así se llamaba la pitón, asomaba la lengua, en completa calma. —¿Y qué come, además de mascotas ajenas?—Ratones vi
—Este color quedaría muy bien en los muros de la sala —dijo Lucy, ataviada con un overall. Trabajaban en convertir el departamento de Libi en un hogar acogedor y hermoso. La entristecía que se mudara de su casa, pero era un paso importante a lograr en su independencia. Pintura nueva, decoración, muebles y estuvo listo en unas semanas. Lucy insistió en que hicieran una fiesta para inaugurarlo y de paso celebar el progreso en su terapia. Libi aceptó encantada. También aceptó invitar a Rafael cono ella le sugirió. —K, no debiste molestarte. Esto es demasiado. —No es nada del otro mundo, sólo son algunas cosas viejas que tenía por ahí. Ahora podrás unirte a nosotros cuando juguemos en línea. Como regalo, él le había instalado un computador gamer sensacional. ¿Cosas viejas? Todo parecía recién sacado de la caja, notó ella. —Para K es viejo si ya se lanzó un modelo posterior —le explicó Lucy—. Lleva meses insistiendo que renueve mi teléfono. A veces puede ser realmente agotador. —El
Auto nuevo. Nuevo entre comillas porque Libi lo había conseguido usado y a muy buen precio. Estaba lista para volver al volante y hundir el pie en el acelerador hasta el fondo si se volvía necesario. Conduciendo, luego del impacto inicial y la sensación de una inminente crisis de pánico, se sintió de maravilla. La dueña de su propia vida, lista para decidir a dónde guiar sus pasos y decidida a que nadie volviera a quitarle aquella facultad, esa era Libi. Condujo a la universidad y al trabajo. Conduciría hasta para ir de compras a la vuelta de la esquina de lo emocionada que estaba. —Pronto empezará la época navideña y debemos renovar el stock. Contrataré refuerzos, así que no te preocupes —le dijo su jefe. En cuestión de días la tienda estaría llena a rebosar y debían prepararse. El hombre se quedó atendiendo la tienda con ella durante una hora. Se sintió inquieta al quedarse sola, pero algo de música la ayudó. Cuando faltaban cinco minutos para las ocho, el horario de cierre, u
Libi despertó en su cama y, durante el tiempo que su vista tardó en distinguir el color del cielo, pensó que seguía en la casa luminosa de Lituania.El amargor en su boca la hizo toser, tenía el estómago revuelto, apretado. Estaba desnuda.Saber cómo había llegado a la cama o en qué momento se había quitado la ropa perdió prioridad al ver las marcas que convertían su cuerpo en un campo de batalla. Abrasiones en los brazos, rasguños en el vientre, moretones en las piernas.Había sangre salpicada en la sábana justo donde estaba sentada.Su respiración cada vez más agitada la mareó. Todo se puso negro y fue aclarándose a manchones mientras intentaba mantener la calma. Se había dormido en la mesa, eso recordaba ella. Rafael iba a despedirse de Canela... ¡Iba a irse!Estaban progresando. Lento. Tal vez demasiado lento, pero avanzaban. Ella había empezado a entregarse y lo haría mucho más, tal vez en la siguiente cita... Tal vez si no le hubiera dado tanto sueño. Los tobillos se le dobla
Irum no había dicho palabra sobre sus días en Lituania y lo ocurrido allí seguía estando en el terreno de la especulación para Alejandro, que sólo contaba con el testimonio de Libi. No tenía motivos para dudar de ella, conocía a Irum bastante bien. Conocía a su padre y lo que él engendraba. —Josefa sigue internada. Los médicos dicen que ha progresado bastante, pero la última palabra la tendrás tú, ella saldrá sólo cuando tú la autorices. Por ahora Josefa seguiría en cautiverio, esa era la voluntad que Irum le expresó a Alejandro. —El proyecto de renovación urbana avanza según lo estipulado y como lo iniciamos al margen de empresas Klosse, no se verá afectado en lo más mínimo por el desmantelamiento de ésta. Irum deseaba empezar de nuevo y, para eso, igual que para erigir un edificio, lo primero que debía hacerse era despejar el terreno, limpiándolo de cualquier estorbo o irregularidad. Y para alguien que había planeado vivir en un lugar remoto, alejado de toda civilización, empr