CXIV Antes de tiempo

A lenguetazos Canela limpiaba las lágrimas que a Libi siempre se le escapaban al verla. Era la cachorra el único vestigio de una felicidad que se hizo humo, pero que existió brevemente. Era la prueba concreta de hasta donde podía llegar Irum para mantenerla bajo su control.

—¿Cómo se ha portado?

—De maravillas —contestó Lucy—, Canela es una señorita bien portada y educada. Sabe muchos trucos.

«Su papá le enseñó bien», pensó Libi y más abundantes fueron sus lágrimas.

—El único problema es que me confirmó lo que ya me temía. ¡Mi bombonito es alérgico a los perros! A ese hombre le faltó tocar pasto en su infancia.

—¿Entonces tener a Canela te está trayendo problemas con él?

—Para nada, casi nunca tiene tiempo de visitarme, pero la llevé a su casa para que la conociera porque todos merecen tener una Canelita tan bonita en su vida. Cochita pechocha —la acarició hasta hacerla revolcarse.

Al día siguiente de que Libi regresara de Lituania, ambas habían ido por la cachorra a casa de Irum. M
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