CXVIII Partes sucias

Libi rio a carcajadas al llegar a una casa que era idéntica a la que aparecía en el set de bordado que había comprado Rafael. Las probabilidades de acabar descuartizada en la zanja disminuían a medida que sus palabras se confirmaban. De momento, mentiroso no era.

La amiga también existía, se llamaba Claudia y era efectivamente cirujana. También le presentaron a Jorge, el marido abogado y ya sólo le faltaba conocer a la bestial anaconda traga perros.

—Su piel es muy fría —Libi la tocaba apenas con la punta de los dedos y se sobresaltaba a cada movimiento del animal, pero estaba fascinada.

Los animales, en especial los exóticos, captaban particularmente su atención.

—No pueden regular su temperatura corporal, ésta cambia con la del ambiente, por eso necesitan de las placas calefactoras —le explicó Rafael, que sostenía a la pitón para que Libi la inspeccionara.

Mariana, así se llamaba la pitón, asomaba la lengua, en completa calma.

—¿Y qué come, además de mascotas ajenas?

—Ratones vi
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