«Existe un lugar donde tú y yo todavía podemos ser felices. Está lejos del ruido y del caos. Es una casa pequeña, pero llena de luz y cerca del cielo. En la puerta tiene un candado, que es para proteger nuestro amor de la codicia del exterior. Aquí crecerán nuestros sueños, no los confundas con pesadillas».«Tal vez no puedas salir sola, pero yo estaré contigo en todo momento, seré tu protector, tu sombra». «Aquí nadie podrá quitarnos nada de lo que construyamos. Quizás te parezca una cárcel, pero simplemente es nuestro hogar para siempre». «¿Por qué querrías irte de aquí?...»—¿Por qué querrías irte de aquí, Libi? Aquella no era la pregunta en la que Libi pensaba. ¿Cómo irse de allí? Eso era lo correcto. ¿Cómo irse de allí si ni siquiera sabía dónde estaba? ¿Acaso seguían en Francia? ¿Habían regresado a casa? Sin perder la calma, que era todo lo que tenía, buscó entre sus pertenencias, ordenadas pulcramente en el armario. Sus ropas estaban allí, no así sus tacones. Tampoco esta
Cansada de tanto golpear la puerta tras la que se hallaba encerrada, Libi se durmió. En la sala, Irum también dormía luego de haberse inyectado sus analgésicos. Los usaba cada vez con más frecuencia, pero se volvían ineficaces, su cuerpo adolorido se acostumbraba rápidamente a ellos.Él abrió la puerta de la habitación por la mañana, el desayuno de Libi la esperaba en la cocina. Había preparado las tostadas él mismo y planeaba que prepararan juntos el almuerzo, con Libi despierta por las noches se volvía difícil recibir la comida que les traían lista. —¡Te volviste completamente loco! —llegó gritando Libi, enardecida.—Buenos días.—¡Se acabó, Irum! ¡Mi paciencia se acabó! ¡Sácame de aquí ahora!—Tu desayuno se enfriará.De un manotazo, Libi mandó a volar el desayuno. Las tostadas rebotaron contra la encimera y acabaron bajo el mesón. Irum apenas y parpadeó. Siguió comiendo cuando Libi corrió a la sala y poco después armó un estruendoso caos. Irum le había abierto la puerta de la ha
Temblando, con el sudor enfriándose en su piel y sobre un charco de vómito en el baño del primer piso se despertó Irum. A sus analgésicos había añadido unas píldoras nuevas, milagrosas, lo mantenían entero después de sacudirlo un poco, pero aliviaban los dolores con efectividad, que era lo importante. Molió la mitad de una y la puso en el desayuno de Libi, ella también merecía sentir el magnífico alivio que causaban. La huelga de hambre no le duró mucho a Libi y se lo comió todo, incluyendo la pastilla. Estuvo con náuseas y vómitos durante todo el día y ciertamente no se sintió mejor, pero al menos consiguió que Irum no se le acercara. Él ya no volvió a darle de sus píldoras mágicas, podían hacerle daño al bebé. Tenía la sospecha de que ahora sí lo había logrado, era una intuición. Para estar seguros y como seguían en los días fértiles, buscó a Libi en cuanto pudo mantenerse de pie y ella medianamente consciente. Libi por fin había entendido que resistirse y luchar era una inútil p
—¡Lituania! ¡¿Qué hace Libi en Lituania!? —se preguntaba Lucy, al borde de un ataque de histeria.Hacía apenas unos días habían intercambiado mensajes y su amiga estaba actualmente en Italia. Y ahora alguien de la policía de Lituania la contactaba para decirle que Libertad Arenquette estaba allí, sin documentos, y necesitaba ayuda. —¡Ella estaba visitando al puto David y recorriendo la jodida capilla Sixtina! ¡¿Por qué mierd4 está en Lituania?! ¡¿Quién me escribía en su lugar?!—Tranquila, Lucy. Lo descubriremos tarde o temprano.—¡No me digas que me tranquilice, K porque me vuelvo loca! —fue a darle patadas a un sillón.Su teléfono sonó y por la prisa de contestar casi se le cayó.—¡Frank! ¡Dime que me tienes buenas noticias porque estoy en mi límite!... Sí... Sí... Oh, es grandioso, Frank, eres el puto amo. Te mereces la mejor mamada de la vida y con gusto te la daría si mi novio no estuviera escuchando. Gracias, estamos en contacto. —Fue a sentarse junto a K luego de dar un suspir
Tras una ducha, Libi se metió a la cama. La piel quemada por el sol se le desprendía por todas partes. Era como una serpiente, que cambiaba de piel para crecer. Ella también crecía.Como no tenía sueño, tomó el libro que tenía en su velador. Nunca antes había leído uno de autoayuda, pero ante su desesperada situación, estaba probando de todo, hasta aromaterapia. La habitación olía a lavanda y sándalo, esencias ideales para reducir la ansiedad... Y el miedo.A la una de la mañana la pesadez en sus ojos fue suficiente para apagar la luz. El hipnótico vaivén de las ramas de un árbol, cuya sombra se colaba por la ventana y proyectaba en el muro, fue suficiente para que sus ojos comenzaran a cerrarse. Ya no quería tomar somníferos. Un ruido en la ventana acabó con su frágil sueño. La sombra del árbol seguía en su muro, pero ya no estaba sola, a su lado había aparecido la sombra de un hombre. Libi contuvo el aliento, paralizada. No era capaz de voltearse hacia la ventana y ver que allí est
A lenguetazos Canela limpiaba las lágrimas que a Libi siempre se le escapaban al verla. Era la cachorra el único vestigio de una felicidad que se hizo humo, pero que existió brevemente. Era la prueba concreta de hasta donde podía llegar Irum para mantenerla bajo su control.—¿Cómo se ha portado?—De maravillas —contestó Lucy—, Canela es una señorita bien portada y educada. Sabe muchos trucos.«Su papá le enseñó bien», pensó Libi y más abundantes fueron sus lágrimas.—El único problema es que me confirmó lo que ya me temía. ¡Mi bombonito es alérgico a los perros! A ese hombre le faltó tocar pasto en su infancia. —¿Entonces tener a Canela te está trayendo problemas con él?—Para nada, casi nunca tiene tiempo de visitarme, pero la llevé a su casa para que la conociera porque todos merecen tener una Canelita tan bonita en su vida. Cochita pechocha —la acarició hasta hacerla revolcarse. Al día siguiente de que Libi regresara de Lituania, ambas habían ido por la cachorra a casa de Irum. M
Terminadas las clases, Libi dejó la universidad y entró al tren subterráneo. No había vuelto a usar su auto ni ningún otro. Temía que al dar la vuelta en una esquina apareciera frente a ella la silueta de Irum como la fatídica noche en que todo comenzó. La repentina sensación de ser observada la invadió y buscó de dónde venía entre la multitud, esperando, con el corazón agitado, verlo de pronto tan cerca de ella. La espalda de un hombre de traje contra su rostro y el impulso de salir corriendo la hicieron chocar torpemente con todos a su alrededor. No era Irum, observó a lo lejos, pero no se tranquilizó.Con la frente perlada de sudor volvió a la superficie, aunque viviera eternamente en las tinieblas, perseguida por un fantasma. Así era cada día, una batalla. Tres meses en la clínica, cinco en total desde que regresara de Lituania y la escasez en sus avances la angustiaba. Se sentía como una enferma desahuciada, la paranoia la asfixiaba. Si Irum de pronto regresaba y quería encontr
—Canela —avisó la recepcionista, con una amable sonrisa.Lucy entró primero a la consulta veterinaria, Rafael la saludó de un beso en la mejilla y se quedó mirando a Canela hasta que vio a Libi. Una sonrisa nerviosa apareció en su rostro, gratamente sorprendido por la repentina visita. —Ya decía yo que a esta señorita la conocía, espero que no esté enferma. ¿Cómo estás, Libi?—Bien, las dos estamos bien. Canela vino por su vacuna.A Libi él la saludó de mano, manteniendo una prudente distancia que Lucy notó de inmediato. Él respetaba su espacio personal y era cauteloso. Un hombre observador y atento. —Vamos a revisarla para ver que todo esté en orden —empezó a palparle el vientre—. ¿Ustedes son hermanas? Se parecen mucho.Libi y Lucy rieron. No podían ser más diferentes, una era rubia y alocada y la otra una pelirroja apagada al borde del suicidio, como el día y la noche. —¿En qué nos parecemos? —le preguntó Lucy.Si se le ocurría decir que las dos eran guapas, Canela se quedaría s