Una enfermedad extraña asoló a la tierra y redujo la población casi al setenta por ciento. Las potencias, alarmadas, decidieron hacer todo lo posible para contener la infección, pero todo fue en vano, pues las personas enfermas mutaron a seres extraños con una rabia incontenible y una sed de sangre devastadora. Sin saber qué más hacer, decidieron utilizar dicha enfermedad a su favor y experimentar con sus niños huérfanos, generando así más caos a su paso. Después de tanta destrucción, el mundo se redujo a los escombros y la humanidad a la pesadumbre. En ella aún resiste la esperanza, pero a medida que pasa el tiempo parece desintegrarse. Con recelo y temor, Sam decide dejar su puesto y se sumerge en la traición. Casi moribundo, es salvado por una persona que resiste en la soledad. Ambos, con una amistad reciente, se sumergen en misterios más profundos y descubren a su paso verdades amargas que los llevará a decir si en verdad vale la pena seguir de pie o dejarse devorar por los esperpentos que los acechan en las penumbras. Tendrán que decidir o dejarse llevar por la muerte. ACLARACIÓN: Esta novela la escribí hace mucho y la dejé a mitad de camino. Como la retomé, notarán muchos cambios de narración en ciertos capítulos. Lamento si hallan errores de cualquier tipo.
Leer másSegunda parteUna cálida luz acaricia mi rostro y me insta a abrir los ojos. Me incorporo como puedo y, con esfuerzo, me dedico a mirar mi alrededor. Reconozco las paredes de un azul claro desgastado. Mi mirada esta vez se centra en mis manos, que están vendadas. La tela blanquecina está manchada por la sangre seca. Pestañeo y vuelvo a observar el techo. La bombilla parpadea y parece intensificar su luz. Suspiro.«¿Cuándo seremos libres?».Aprieto las manos contra mis muslos y apoyo el lateral de la cabeza en la gélida pared a mi derecha.—Quiet. —Los ojos verdes me buscan al otro lado de la habitación, los siento—. ¡Quiet!Vuelvo en sí y lo miro.—¿Qué ocurre, Peace?Alza la mano y me revela el yeso.—No soporté esta vez. —Presiona los labios—. E
Los huérfanos o jóvenes que no encontraron a sus familias han sido acogidos por la milicia con el fin de entrenarlos para reducir el crecimiento exorbitante de aquellas criaturas que parecen representar el último paso de la humanidad.No solo serán entrenados, también serán sometidos a experimentaciones en donde se intentará unir el ADN de aquellas criaturas con sus instrucciones genéticas, de este modo podrán combatir contra ellos, ser más fuertes y poder brindar una protección adecuada. Todos los jóvenes informados al respecto toman la decisión por voluntad propio. El que no desee participar en estos experimentos, será entrenado como un militar común.Según los científicos que están a cargo, es muy posible que la unión de ambas estructuras genéticas sea posible, pero el riesgo será muy alto.
Reviso el estuche y paseo los dedos por el rígido cuero que lo cubre. Lo abro con un suspiro y resoplo al hallar en su interior un fusil de francotirador sobre una tela rojiza y vieja. El resoplido no es de indignación, es de dolor al saber que lo utilicé en antaño, que lo desarmé y limpié con Peace al tanto de todo lo que hacía para regañarme cuando era necesario e instruirme en cada parte que desmontaba. Las lágrimas vuelven a ser desbordadas. Esto es lo que obtengo cuando le asesiné bajo su voluntad, y es un regalo amargo. ¿Ya nada me ata a él? No, me equivoqué. Esto lo hace, me encadena más a las memorias donde su figura está involucrada. Esta es su forma de decirme que su recuerdo no se irá de mi cabeza hasta que logre renunciar a este rifle. Es una Barrett M82, un fusil de francotirador de alta potencia. Es semiautomático. Se suele utilizar para incluso traspasar el blindaje de un tanque, por ello también es acuñado como la perfección antimateri
Me recibe con sus orbes fijos en mis rasgos. Me dejo caer de rodillas frente a él y le regalo esa sonrisa que solía darle cada vez que cometía un error. Se sienta en sus patas traseras y eleva sus brazos. No me toca, solo intenta hacerlo. Lo obligo a que sus ásperas palmas se paseen por mis mejillas en ese gesto que hacía cuando se despedía de mí en mi niñez. Comprende por fin. Se separa con un resoplido y, por último, berrea con fuerza.Cierro los ojos.No quiero ver su tristeza y ese resquicio de padre que aún conserva.Golpea sus puños contra la tierra, da vueltas en su eje y tira piedras para reflejar su ira. Se calma después de destrozar lo que halla a su paso y me ve afligido. En el reflejo de sus pupilas veo al hombre que me crio con tanta paciencia, con tanta devoción…Pongo mi mano con los dedos extendidos a la altura de mi corazón.Son
«Reprimo un sollozo al verificar su pulso. Nada, se ha ido. Me apoyo contra su pecho sin soltarlo. Mi estómago se revuelve al alzar la vista y pasearla por el lugar lleno de cadáveres que alguna vez fueron mis amigos. Me muerdo el interior de la mejilla, estabilizo los movimientos erráticos de mis hombros y lo observo.Aprieta los puños al darse media vuelta.—No es tu culpa ni la mía. Nos esperaban y nos hicieron una emboscada. La milicia ni siquiera fue capaz de reconocer el terreno antes de enviarnos.Le cierro los párpados a mi camarada caído y no dejo de llorar.—Me iré —espeto.Se gira con el rostro pálido.—¿Qué? No puedes hacerlo…Se calla cuando nuestros ojos se entrelazan.—Me iré».Aprieto la insignia en mi palma mientras Sam está distraído.Parpadeo y la vue
Me limpio la cortadura que me hice para escapar de los esperpentos. Una mueca prevalece en mi cara mientras paso el retazo de tela por la herida semiabierta, pues hice un intento de coserla. Mis dotes de primeros auxilios cuando los hago en mí no son tan buenos. Me vendo con cuidado a la vez que reviso las contusiones a lo largo de mi abdomen. Sam hace lo mismo con sus heridas ya sin puntos, los cuales quité hace un par de horas. La herida de bala ha dejado una profunda cicatriz. Se puede ver de lejos.Enfoco la vista en el crepitar de la madera. Sé que en algún momento dado esta relación casi romántica tendrá que llegar a su fin, que este lugar tendrá que desvanecerse y que cada uno se irá por su lado. Él será arrastrado por los militantes o, en consecuencia, decidirá dejarme atrás para cuidarme. Mientras tanto, yo buscaré un nuevo sitio donde quedarme y quizá tambi&eacut
Contemplo la danza de las hojas al caerse de sus ramas. Es como si me dijeran que es hora de marcharme de este lugar, pero lo veo improbable si deseo estar cerca de mi padre. Solo será hora de irse cuando él me olvide del todo o suceda alguna calamidad.Sé que los militantes podrán venir en cualquier momento mientras durmamos o estemos cocinando algo. Es bien sabido que no se quedarán sin las ganas de torturar a su alto mando que les dio la espalda. Él cometió una traición que no merece ser perdonada, según entendí.Los militantes son un grupo subversivo que quiere mandar los despojos de gobierno que dejó el país y no les importa cómo con tal de cumplir sus expectativas. Esto te deja en claro que matar para llegar a su fin es como si pisotearan a una cucaracha o se deshicieran del polvo en sus ropas. Es así de simple.Me abrazo para no sobrecogerme con tantas emocio
Me entretengo al pasar los dedos por la rugosidad de la tapa de mi agenda. Ya sus páginas me gritan la edad que tiene y todo el conocimiento, quizá perdido en otro lado, que almacena con total felicidad, como si ese hecho fuese suficiente para hacerse el tonto con la situación que le rodea. Decido pasar las yemas por las hojas escritas, donde se siente cada trazado y cada letra con más tinta de lo normal. Una sonrisa trémula se me escapa. Cuando papá me la dio con la poca lucidez que alcanzaba a agarrar, me otorgó una mueca simpática y tan solo se acostó… A la mañana siguiente ya no era el mismo.Suspiro.«Es mejor dejar de torturarte, ¿sabes? Vuelve a la monotonía de antes, es lo mejor».Elevo el mentón. Mi interés es atraído por el frasco con una pequeña pizca de sal en su interior. Revoloteo las pestañas y me decido. Es hor
Sam se encarga de extender la rejilla para que no quede con ondulaciones a la hora de ponerla. Entretanto, martilleo unos clavos en alargados troncos que servirán para sostener nuestras próximas vallas. Me entretengo con el golpear del martillo, de esta forma ignoro el dolor en mi antebrazo, en mis costillas, mandíbula y abdomen.El castaño durmió abrazado a mí toda la noche, un gesto que agradezco muchísimo, pues esto ahuyentó pesadillas y frágiles memorias. La desazón amainó, mi cordura lideró mi mente y las demás emociones se quedaron quietas, presas a reaccionar de forma indebida.—Quiet —lo observo; se quita el polvo de sus pantalones y deja en paz la rejilla—, lo militantes en cualquier momento volverán. Te tengo una sugerencia. Verás, es bueno poner una valla, sí, que no te quepa duda. Sin embargo, pueden verla de lejos y sabrá