XV

Me entretengo al pasar los dedos por la rugosidad de la tapa de mi agenda. Ya sus páginas me gritan la edad que tiene y todo el conocimiento, quizá perdido en otro lado, que almacena con total felicidad, como si ese hecho fuese suficiente para hacerse el tonto con la situación que le rodea. Decido pasar las yemas por las hojas escritas, donde se siente cada trazado y cada letra con más tinta de lo normal. Una sonrisa trémula se me escapa. Cuando papá me la dio con la poca lucidez que alcanzaba a agarrar, me otorgó una mueca simpática y tan solo se acostó… A la mañana siguiente ya no era el mismo.

Suspiro.

«Es mejor dejar de torturarte, ¿sabes? Vuelve a la monotonía de antes, es lo mejor».

Elevo el mentón. Mi interés es atraído por el frasco con una pequeña pizca de sal en su interior. Revoloteo las pestañas y me decido. Es hor

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