La renovación y la liberación
Los días pasaban, y Keila se encontraba en medio de una etapa crucial: la de liberarse por completo del "susodicho". Pero, como bien sabía, no sería tan sencillo. Los recuerdos que compartían seguían acechándola, presentes en cada rincón de su habitación. Aunque su cuarto no era grande, cada detalle parecía recordarle las promesas incumplidas y las ilusiones rotas atrapadas entre esas cuatro paredes. Determinada a dejar atrás ese capítulo de su vida, decidió remodelar su espacio, buscando deshacerse de los rastros de un pasado que había sido su refugio, pero que él había utilizado para distanciarse de ella.
Comenzó por deshacerse de las cosas que le recordaban a él: fotos, videos y pequeños objetos que, en su momento, le habían parecido significativos. Al principio, se sintió abrumada, como si cada objeto representara una carga emocional que debía soltar. Pero luego, con cada recuerdo que sacaba de su vida, sentía que era un peso menos que se quitaba de su corazón.
En su proceso de sanación, Keila tomó una decisión que marcó un antes y un después: empezó a leer el libro "Basta de amores de m****a". Cada página le ofrecía una nueva perspectiva, haciéndole ver que tal vez había idealizado al "susodicho" más de lo que quería admitir. Las palabras de su madre resonaban con fuerza en su mente: esa relación abierta y a distancia, la cual él insistió en tener, no era lo que ella deseaba. Para Keila, el noviazgo tenía un significado profundo, mientras que para él parecía ser algo superficial y temporal. Esa diferencia, por ingenuidad o esperanza, la llevó a aceptar una relación que en su corazón sabía que no era lo que realmente quería. En solo dos meses, esa relación la hizo cuestionarse si alguna vez hubo amor verdadero de su parte o si él solo la había usado cuando le convenía.
A medida que avanzaba en la lectura, cada capítulo la empoderaba más. Las historias de otras mujeres, sus luchas y victorias, resonaban en su propia experiencia. Empezó a entender que no estaba sola en su dolor, que muchas habían recorrido el mismo camino. Aprendió a identificar los patrones tóxicos que había tolerado y, poco a poco, se dio cuenta de que merecía algo mejor. Con cada página, su autoestima se elevaba y sus dudas comenzaban a desvanecerse. A veces, se sorprendía a sí misma sonriendo al leer frases que la inspiraban, palabras que parecían hablarle directamente al corazón.
Los días se convertían en semanas, y Keila comenzó a implementar pequeños cambios en su rutina diaria. Se despertaba más temprano, se preparaba con más cuidado y decidía llevar una actitud positiva. Cada mañana, se miraba en el espejo y se decía: "Hoy voy a ser la mejor versión de mí misma". Se tomó selfies para subir su autoestima, que había bajado poco a poco debido a la relación a distancia. Gran parte de la interacción con él era a través del celular, y ambos se veían todos los días por videollamada, algo que la hacía sentir conectada pero también le recordaba la distancia entre ellos. Keila comenzó a organizarse el cabello con trenzas y coletas, sintiéndose renovada con cada pequeño cambio en su apariencia. Ahora, disfrutaba de cada pequeño detalle que podía hacer por ella misma, elevando poco a poco su amor propio.
El simple acto de cuidar su apariencia le brindaba una sensación de empoderamiento. Cada trenza que hacía, cada selfie que tomaba, representaba un paso hacia adelante en su viaje de autodescubrimiento. Se dio cuenta de que estos rituales no eran solo vanidad; eran formas de honrar su ser y su valor. A medida que pasaban los días, Keila comenzó a notar un cambio en su reflejo. La tristeza que alguna vez había oscurecido sus ojos ahora comenzaba a ser reemplazada por un brillo renovado, una chispa que hablaba de su creciente determinación.
Keila también comenzó a escribir un libro; estos relatos que ahora ustedes están leyendo la ayudaron a dejar atrás poco a poco su oscuro pasado. Al plasmar sus sentimientos en Word, descubrió que cada palabra era como un ladrillo que levantaba una pared entre ella y el dolor. A menudo se sentaba en su rincón favorito, un escritorio cerca de la ventana, con una taza de café entre las manos y su laptop abierta frente a ella. Mientras las palabras fluían, sentía que liberaba un peso que había llevado demasiado tiempo. A veces, se detenía a leer lo que había escrito y una sonrisa se dibujaba en su rostro al darse cuenta de lo lejos que había llegado.
Las historias de su vida comenzaban a cobrar sentido. Al escribir sobre su experiencia con el "susodicho", pudo poner en perspectiva lo que había vivido y las decisiones que había tomado. Se dio cuenta de que había aprendido lecciones valiosas que la ayudarían en el futuro. Escribir se convirtió en su terapia, y cada página era un paso hacia la liberación. También encontró consuelo en compartir sus relatos con amigas, quienes la animaron a continuar. Los comentarios y el apoyo que recibió la motivaron a seguir explorando sus sentimientos y experiencias a través de la escritura.
En las noches, a menudo se encontraba reflexionando sobre su vida. Miraba por la ventana y contemplaba las estrellas, cada una de ellas representando un sueño que aún podía alcanzar. Se dio cuenta de que, aunque había pasado por momentos difíciles, cada dificultad le había enseñado algo importante sobre sí misma. Había descubierto su fortaleza, su capacidad para enfrentar el dolor y salir adelante.
Continuará...
Después de liberarse de las sombras del pasado y empezar a reconstruir su vida, Keila se encuentra en un momento de nuevos comienzos y oportunidades. En el próximo capítulo, una sorpresa inesperada la espera: conocerá a alguien nuevo, alguien que llega sin previo aviso a su vida, rompiendo sus rutinas y sus dudas. ¿Será esta persona el inicio de algo especial? ¿O traerá consigo nuevos desafíos y lecciones? Acompáñala en el próximo capítulo mientras se aventura en este encuentro inesperado, abriéndose poco a poco a la posibilidad de un amor renovado, más fuerte y genuino.
Un encuentro inesperadoEl día comenzó como cualquier otro. Keila se despertó con los rayos del sol acariciando su piel, pero el calor no bastaba para disipar la melancolía que la había acompañado en las últimas semanas. Se estiró en la cama y suspiró. Había avanzado mucho en su proceso de sanación, pero algunas mañanas todavía traían consigo un vacío inexplicable.Se sentó al borde de la cama y miró su celular. Su lista de tareas incluía una sola cosa: comprar bombillos para su abuelo. Un encargo simple, pero suficiente para sacarla de casa y mantener su mente ocupada.Antes de salir, tomó su libro de autoayuda y leyó algunas páginas."No te aferres a lo que te hirió. Permítete nuevas experiencias."Se quedó pensando en esas palabras mientras cerraba el libro. ¿Nuevas experiencias? No estaba segura de quererlas, pero al menos haría el intento de seguir adelante.Aún le costaba imaginarse a sí misma en algo distinto. Durante mucho tiempo, su mundo había girado en torno a su relación pa
La confirmación del encuentroEl encuentro de Keila con aquel chico resultó ser real, y unos días más tarde, el destino se encargó de confirmarlo. Aunque para cualquier otra persona podría haber sido evidente desde el principio, ella necesitaba estar segura de que no era solo una fantasía de su mente. Las dudas y el anhelo se entrelazaban en su interior como una melodía persistente, imposible de ignorar.Todo ocurrió cuando, al ir a comprar algunas cosas para su abuelo, volvió a encontrarse con él. Esta vez, no se trató de una mirada fugaz ni de una sonrisa pasajera. Él se le acercó, la observó con calma y le dedicó una sonrisa que irradiaba calidez, una de esas que pueden iluminar hasta el día más gris.Por un instante, el mundo a su alrededor pareció desvanecerse. En el aire flotaba una tensión sutil, una sensación de reconocimiento, como si en ese breve cruce de miradas hubiera algo más de lo que ambos estaban dispuestos a admitir. Keila sintió que sus pensamientos se detenían, com
Palabras y eventos confusosLos días pasaron y el interés de Keila por el chico del supermercado, seguía creciendo. Cada vez que cruzaba la puerta del lugar, su corazón latía con más fuerza. No solo por la compra que necesitaba hacer, sino también por el deseo de volver a verlo.Aunque su amiga Lucía, con quien hablaba constantemente a la distancia, le había dado muchos ánimos, Keila aún sentía una mezcla de emoción y temor. Las palabras de Lucía retumbaban en su cabeza:"¡Hazlo, Keila, hazlo!"Pero cada vez que pensaba en acercarse a él, algo en su pecho se encogía.Lucía insistía en que, al menos, le pidiera su nombre. Pero Keila no podía evitar sentirse nerviosa y avergonzada, especialmente porque él parecía estar ocupado en su trabajo. La idea de conocerlo la inquietaba, pero a la vez la emocionaba.Cada vez que sus miradas se cruzaban, Keila sentía que había una conexión especial, como si pudieran comunicarse sin palabras. Además, tenía la sensación de que él la reconocía de algún
Miedos cuestionablesEl encuentro con el chico en el supermercado había sido breve, pero su impacto seguía resonando en ella. No era solo la emoción de haberle hablado, sino el miedo que le había quedado en el pecho. Un miedo que no tenía que ver con él, sino con lo que significaba abrirse a alguien nuevo.Cada vez que intentaba imaginar un futuro con alguien más, los fantasmas del pasado volvían con más fuerza. Su ex también había empezado así: con una sonrisa amable, con encuentros casuales que parecían promesas de algo más. Y en aquel entonces, Keila había bajado la guardia sin imaginar lo que vendría después.¿Cómo saber si esta vez sería diferente?Ansiaba conocer el nombre y el número del chico misterioso, sanar y finalmente dejar atrás el dolor que su ex le había causado. Sin embargo, el tiempo no parecía estar de su lado.Un mes y medio… ¿Era realmente suficiente para curar las heridas del pasado? O tal vez, sin darse cuenta, ya se había enamorado de alguien que nunca fue suyo
Entre ilusiones y silenciosDespués de casi un mes sin verlo, Keila se encontraba atrapada en una encrucijada emocional. Había algo en David, algo que la atraía y la desconcertaba al mismo tiempo. Sus expectativas y miedos alimentaban la ilusión de que podría haber algo más entre ellos, aunque solo lo había visto un par de veces. Las pocas interacciones que tuvieron en el supermercado habían dejado una huella en ella. Algo en la forma en que la miraba, en la manera en que sus caminos se cruzaban por azar, parecía sugerir una conexión que ella no podía explicar. Pero la duda la invadía. ¿Realmente existía algo entre ellos o solo era producto de su imaginación?La verdad era que Keila había tenido mucho tiempo para pensar en él. La imagen de David, de su manera tan peculiar de mirarla y de su comportamiento tan tranquilo, se había colado en su mente y no la dejaba en paz. Pensaba en él incluso cuando intentaba concentrarse en otras cosas, como sus estudios o sus proyectos personales. Es
Entre dudas y decisionesA pesar de que Keila trató de convencer a sí misma de que debía dejar de pensar en David, algo dentro de ella aún sentía la necesidad de entenderlo. De aclarar, aunque fuera por su propio bienestar, lo que había sucedido entre ellos. Y fue así como, tras varios días de reflexiones, Sol la convenció de que fueran al supermercado a comprar un yogur para el bebé de Sol, Iván. Keila sabía que no podía evitar la tentación de ir, aunque el simple hecho de pisar ese lugar revivía todas las emociones que había intentado dejar atrás.El supermercado parecía mucho más grande de lo que recordaba, pero lo que realmente le pesaba era la incertidumbre de si lo volvería a ver. Al caminar hacia la parte de atrás, donde se encontraban las neveras, Keila no podía dejar de mirar hacia los pasillos, esperando, aunque en el fondo sabía que no debía esperar nada. De pronto, ahí estaba. David. Estaba organizando productos en los estantes, como si nada estuviera ocurriendo a su alrede
El eco de lo no dicho y el peso del tiempo entre ellos.El tiempo pasó sin que Keila y David volvieran a dirigirse la palabra. Si alguna vez se cruzaban en el supermercado, él ni siquiera la miraba. Siempre parecía ocupado con su teléfono o con su trabajo, como si ella no existiera. Keila, por su parte, había optado por la misma estrategia. Si lo veía en la calle, desviaba la mirada y caminaba en dirección opuesta. Era irónico cómo, después de tanta incertidumbre y preguntas sin respuesta, ambos habían decidido actuar como si nunca se hubieran conocido. La distancia entre ellos parecía crecer con cada día que pasaba, pero, en el fondo, Keila no podía evitar preguntarse si algo más habría quedado de todo lo que compartieron.Los días transcurrieron sin grandes sobresaltos, hasta que comenzaron las obras en el pueblo. Las calles estaban
Conexiones IncomprensiblesEra una mañana nublada cuando Keila salió con Iván en brazos hacia la verdulería. El pequeño bebé de Sol se había convertido en su compañero habitual, y su presencia le traía una extraña calma. Se aseguró de cubrirlo bien con una manta, pues la brisa fresca de la mañana comenzaba a sentirse más intensa.Para llegar a la verdulería, tuvo que cruzar un pasillo improvisado entre carpas y estructuras a medio construir. La construcción en el pueblo había convertido las calles en un laberinto de polvo y escombros, y cruzar por allí le resultaba sofocante. No le gustaba esa sensación de encierro, la luz tenue filtrándose entre los plásticos, el sonido amortiguado de la gente al otro lado. El olor a cemento fresco y tierra removida se mezclaba con el leve hedor a humedad de los plásticos que cubrían las carpas. Cada paso que daba levantaba una pequeña nube de polvo que se pegaba a su ropa y dejaba un sabor seco en su boca.El túnel se sentía asfixiante, con la luz d