Un San Valentín agridulce
El Día de San Valentín, celebrado por muchos como el día del amor y las parejas, no traía precisamente buenos recuerdos para Keila. En lugar de flores y cartas románticas, este día estaba marcado por la constante invasión de videos en TikTok que mostraban a parejas felices, disfrutando de momentos que parecían sacados de un cuento de hadas. Ella, en cambio, no era la protagonista de su propio cuento, sino solo una espectadora silenciosa. Cada uno de esos videos le recordaba los "hubiera" que nunca se materializaron con su ex, el "susodicho", quien no perdía la oportunidad de hacer acto de presencia con likes en su perfil, justo en una fecha tan sensible.
Estos gestos insignificantes despertaban en ella preguntas que parecían no tener sentido fuera de su propio mundo: ¿Acaso él también la extrañaba? ¿Por qué seguía pendiente de ella? Aunque sabía que no debería importarle, cada "like" hacía tambalear su proceso de sanación, recordándole lo que ya no tenía. En ese momento, se sintió atrapada entre el deseo de seguir adelante y la tentación de aferrarse a un pasado que la consumía.
Para otros, incluso para su amiga Andrea, podría parecer una tontería que Keila siguiera pensando en él, después de haber avanzado tanto. Había pasado días tranquilos con su padre, había retomado proyectos y se había enfocado en sí misma. Sin embargo, el corazón tiene su propio ritmo para sanar, y el proceso de Keila resultaba más largo y doloroso de lo que esperaba. A veces, se encontraba frente al espejo de su habitación, cuestionando su valor, mientras se decía que merecía algo mejor. Pero la realidad de los recuerdos y la nostalgia se interponían en sus pensamientos. Constantemente se preguntaba: ¿Por qué seguía aferrada a alguien que no merecía esos sentimientos? ¿Por qué permitía que un simple "like" en una red social afectara tanto su ánimo? ¿Por qué le daba tanto poder a una relación que ya no existía? Estas preguntas la acosaban cada día, transformando sus pensamientos en un laberinto del que parecía no poder escapar.
A pesar de todo, Keila se mantenía firme en su promesa de no buscarlo. Sabía que caer en la tentación de revisar sus redes o enviarle un mensaje solo retrasaría su proceso de sanación. Recordaba las palabras de su madre: "Un corazón roto puede tardar seis meses en empezar a sanar." Para Keila, ni siquiera había pasado un mes. Aunque le desesperaba la lentitud del proceso, anhelaba con todas sus fuerzas dejar atrás esa sombra de dolor que seguía oscureciendo su corazón.
A medida que avanzaba el día, Keila intentó distraerse. Tenía una cita médica que había pospuesto varias veces y, decidida a ser responsable, se preparó para salir. En la sala de espera, observó a otras personas, muchas de ellas acompañadas por seres queridos que parecían compartir risas y confidencias. Eso le recordó la soledad que a veces sentía, especialmente en días como este. Sin embargo, se enfocó en su objetivo: cuidar su salud y darle la importancia que merecía.
Después de la consulta, regresó a casa y ayudó a su madre con los quehaceres mientras escuchaban sus canciones preferidas. Junto a su madre y su abuela, prepararon el almuerzo, compartiendo risas y anécdotas que les recordaron la fortaleza de su apoyo familiar. De alguna forma, Keila necesitaba rodearse de personas que la hicieran reír y le recordaran la alegría de tener una familia unida, ya que sus amigas, que siempre estaban con ella, se encontraban lejos por diversos compromisos.
Más tarde, se sentó frente a su celular en su perfil de TikTok y decidió grabar algunos videos para subir a sus redes sociales. Era una manera de trabajar en su autoestima, de proyectar una imagen positiva, aunque en el fondo sintiera una lucha constante. En esos momentos, al verse en la cámara, trataba de convencerse de que estaba bien, de que podía seguir adelante. "Sonríe, Keila. Esto es solo un capítulo en tu vida", se decía a sí misma, mientras sus labios se curvaban en una sonrisa que no siempre llegaba a sus ojos.
El día avanzó y, aunque no podía evitar recordar a su ex, comenzó a encontrar consuelo en los pequeños momentos. Mientras chateaba con sus amigas, ellas le compartían imágenes e historias para subirle el ánimo y brindarle su amistad. "Cada experiencia nos enseña algo, Keila. No dejes que el dolor te defina. Aprende de él y sigue adelante", le decían con una mirada comprensiva.
Esa noche, mientras se preparaba para dormir, reflexionó sobre lo que había vivido durante el día. A pesar de las dificultades, se dio cuenta de que había dado pasos pequeños pero significativos hacia su sanación. Aunque el "susodicho" seguía presente en su mente, ella estaba empezando a reconocer que su felicidad no dependía de él. Pensó en los momentos felices que había compartido con su familia y en cómo, a pesar de las adversidades, siempre había una luz que iluminaba su camino.
Con el corazón aún un poco pesado, pero más ligero que antes, Keila se sintió lista para enfrentar lo que viniera. Aunque el "susodicho" seguía presente en su mente, ella era más fuerte que sus recuerdos. Se prometió que seguiría adelante, aunque cada día trajera su propio conjunto de desafíos. La vida era un camino lleno de altibajos, pero estaba dispuesta a recorrerlo, una sonrisa a la vez.
Mientras se acomodaba en la cama, sintió una sensación de calma. Aunque el Día de San Valentín había sido complicado, también había sido una oportunidad para reafirmar su compromiso consigo misma. No sería fácil, pero estaba decidida a encontrar la felicidad y el amor, comenzando por el amor propio.
Continuará...
El Día de San Valentín y las redes sociales han traído viejos recuerdos a la mente de Keila, pero ella sigue adelante, decidida a mantener su promesa. Día a día se acerca más a dejar atrás el dolor y a construir un futuro mejor. Acompáñala en el próximo capítulo, mientras enfrenta nuevos desafíos y busca la fuerza para seguir adelante. ¿Qué giros inesperados le deparará el destino en su camino hacia la sanación y el crecimiento personal?
La renovación y la liberaciónLos días pasaban, y Keila se encontraba en medio de una etapa crucial: la de liberarse por completo del "susodicho". Pero, como bien sabía, no sería tan sencillo. Los recuerdos que compartían seguían acechándola, presentes en cada rincón de su habitación. Aunque su cuarto no era grande, cada detalle parecía recordarle las promesas incumplidas y las ilusiones rotas atrapadas entre esas cuatro paredes. Determinada a dejar atrás ese capítulo de su vida, decidió remodelar su espacio, buscando deshacerse de los rastros de un pasado que había sido su refugio, pero que él había utilizado para distanciarse de ella.Comenzó por deshacerse de las cosas que le recordaban a él: fotos, videos y pequeños objetos que, en su momento, le habían parecido significativos. Al principio, se sintió abrumada, como si cada objeto representara una carga emocional que debía soltar. Pero luego, con cada recuerdo que sacaba de su vida, sentía que era un peso menos que se quitaba de s
Un encuentro inesperadoEn un día aparentemente ordinario para Keila, en el que nada fuera de lo común parecía estar por suceder, ocurrió lo inesperado. ¿Qué fue?, se preguntarán ustedes. Muchos ya imaginarán que se encontró con David, pero mejor empecemos desde el principio...Después de leer unas páginas de "Basta de amores de mierda", como solía hacer en las tardes, Keila decidió ir al supermercado. Su abuelo le había pedido que comprara unos bombillos, y aunque la tarea parecía sencilla, se sentía extraña, como si una nube gris cubriera su ánimo. Al despertar, los rayos del sol filtrándose por la ventana la sorprendieron, dándole un ligero calor en la piel. Sin embargo, ese calor no era suficiente para disipar la nube de melancolía que la había acompañado en las últimas semanas. Se estiró en la cama, tratando de sacudir la pesadez que sentía en su pecho.Entró al supermercado con un aire de desánimo, sin entender del todo por qué se sentía así últimamente. Todo a su alrededor pare
La confirmación del encuentroEl encuentro de Keila resultó ser real y se confirmó unos días más tarde. Aunque para los lectores ya era evidente, era necesario que ella tuviera otra oportunidad para estar segura de que todo lo que había vivido no había sido una ilusión o un sueño, como temía. Las dudas y el anhelo se entrelazaban en su mente como una melodía persistente.Todo comenzó cuando, mientras iba a comprar unas cosas para su abuelo, volvió a encontrarse con el chico del supermercado. Esta vez, él se le acercó, la miró y le sonrió. Su sonrisa era cálida y genuina, como un rayo de sol que rompía la nube gris que a veces la envolvía. En ese momento, hubo un cruce de miradas que parecía significativo, haciendo que el resto del mundo pareciera desvanecerse. Las palabras no eran necesarias; sus ojos hablaban un lenguaje propio que Keila no podía ignorar. Era como si el universo entero se hubiera alineado para permitir ese instante, suspendido en el tiempo.Keila se dio cuenta de que
Entre recuerdos y promesasAunque parezca increíble, esta historia comenzó con un adiós. El 18 de enero, día del cumpleaños de su hermano, Keila terminó su relación a distancia con su casi novio, quien había dañado profundamente su estabilidad emocional y física. Con el apoyo de sus amigas y su madre, intentó seguir adelante, deseando borrar todos los recuerdos que había construido junto a él. Sin embargo, llevaba consigo la oscura sombra del dolor en su corazón, una herida que, a pesar de todos los esfuerzos por ocultarla, seguía doliendo en silencio.En ese momento, vivía en la ciudad con su padre, luchando por recuperarse y continuar con sus planes y sueños. Parecía que las cosas estaban mejorando tras recibir buenas noticias sobre su carrera; la universidad le había otorgado buenas calificaciones en sus últimos exámenes del semestre. Ese logro le devolvió un poco de la confianza que había perdido. Poco a poco, esos éxitos y el tiempo compartido con otras personas la ayudaron a olv