Un San Valentín agridulce
El Día de San Valentín siempre había sido un recordatorio incómodo para Keila. No porque tuviera algo en contra del amor, sino porque los recuerdos que traía consigo estaban cargados de promesas incumplidas y expectativas rotas. Este año no era la excepción.
Despertó temprano, con la sensación de que algo en el aire pesaba más de lo normal. Miró su teléfono y, sin querer, lo primero que vio fueron las publicaciones de sus amigas celebrando la fecha. Flores, chocolates, cartas… todo un despliegue de amor en redes sociales. Suspiró y dejó el celular a un lado. No quería empezar el día sintiéndose así.
Se levantó de la cama y se dirigió a la cocina, donde su madre ya estaba preparando café.
—¿Dormiste bien? —preguntó su madre, dándole una taza caliente.
—Más o menos —respondió Keila, removiendo el líquido con la cucharilla—. Es San Valentín.
Su madre sonrió con ternura.
—Es solo un día más, hija. No dejes que te afecte.
Keila asintió, pero en el fondo sabía que no era tan fácil.
Después del desayuno, intentó distraerse ayudando con las tareas de la casa. Limpió su habitación, organizó su escritorio y hasta desempolvó unas viejas cajas llenas de recuerdos de la infancia. Encontró fotos, cartas y pequeños objetos que la hicieron sonreír. Por un momento, se sintió bien.
Pero la paz duró poco.
A media mañana, cuando tomó su teléfono para revisar mensajes, vio la notificación que menos quería ver:
"El susodicho ha dado like a tu video en TikTok."
El corazón le dio un vuelco.
Su mente se dividió en dos. Una parte de ella quería ignorarlo, hacer como si no le importara. Pero la otra… la otra no podía evitar preguntarse: ¿Por qué lo hacía? ¿Era casualidad? ¿Un intento de llamar su atención?
Antes de darse cuenta, ya estaba abriendo el perfil de su ex. Su foto seguía ahí, igual que siempre, como si el tiempo no hubiera pasado. Revisó sus publicaciones, buscando alguna pista, algún indicio de que él también la recordaba.
Sus dedos temblaron sobre la pantalla. Me prometí a mí misma que no haría esto. Pero una parte de ella no podía evitarlo.
Tomó el teléfono y llamó a Lucía.
—No hagas eso, Keila —dijo su amiga antes de que pudiera explicar lo que había hecho—. No te sirve de nada.
—Lo sé, pero… ¿por qué justo hoy?
—Porque sabe que te hará pensar en él. Y funcionó.
Keila suspiró, frustrada consigo misma.
—Tal vez aún le importo.
Lucía se quedó en silencio unos segundos antes de responder con firmeza:
—O tal vez solo quiere asegurarse de que sigas ahí, enganchada a su recuerdo. Y pensar que hace unos días estabas tan tranquila… No dejes que él vuelva a meterse en tu cabeza.
Las palabras de su amiga la hicieron reflexionar. Tal vez tenía razón. Quizás no se trataba de amor ni de arrepentimiento. Tal vez solo era ego.
Para evitar seguir dándole vueltas al asunto, decidió concentrarse en algo más importante: su cita médica. La había pospuesto demasiadas veces y sabía que no podía seguir evitándola.
Su madre la acompañó, insistiendo en que no tenía por qué ir sola. Keila no dijo nada, pero en el fondo agradeció su compañía.
El camino al consultorio fue tranquilo. Su madre intentó mantener la conversación ligera, hablándole sobre cosas cotidianas del pueblo, sobre la vecina que había adoptado un gato callejero o sobre la tienda nueva que habían abierto en la plaza.
—No quiero que te preocupes demasiado —dijo su madre cuando llegaron—. Todo estará bien.
Keila le sonrió con un gesto cansado.
—Lo sé.
En la sala de espera, observó a otras personas, muchas de ellas acompañadas por seres queridos que parecían compartir risas y confidencias. Eso le recordó la soledad que a veces sentía, especialmente en días como este. Pero en lugar de dejarse llevar por la nostalgia, respiró hondo y se recordó a sí misma que ella también estaba aprendiendo a cuidarse, aunque fuera sola.
Después de la consulta, su madre le pasó un brazo por los hombros.
—Ya está, ¿ves? No era tan malo.
Keila asintió. Había enfrentado algo que llevaba tiempo posponiendo. Aunque no parecía gran cosa, para ella era una pequeña victoria.
Cuando regresaron a casa, su madre encendió la radio y tarareó una canción mientras preparaban el almuerzo juntas. Keila sintió un calor familiar en el pecho. Sabía que en el fondo su madre entendía por lo que estaba pasando, aunque no lo dijera en voz alta.
Más tarde, cuando se quedó sola en su habitación, tomó su teléfono y abrió la galería de fotos.
Ahí estaban. Las pruebas de un amor que nunca fue lo que esperaba. Mensajes llenos de promesas vacías, capturas de conversaciones que alguna vez le hicieron sonreír.
Su dedo se deslizó por la pantalla con indecisión. ¿De verdad quiero hacer esto?
Respiró hondo.
Sí.
Una foto menos. Un recuerdo menos. Un peso menos.
Y así, una por una, las borró todas.
Con cada imagen que desaparecía, sentía que algo dentro de ella se liberaba. No era solo borrar fotos. Era borrar expectativas, ilusiones, cadenas invisibles que la ataban a alguien que ya no era parte de su vida.
Cuando terminó, dejó el teléfono a un lado y cerró los ojos. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que podía respirar con más facilidad.
Cuando regresó a la cocina, su madre la miró con curiosidad.
—Te ves más tranquila —comentó mientras preparaban la cena juntas.
Keila sonrió, sintiendo que, por primera vez en mucho tiempo, su madre tenía razón.
Esa noche, mientras se acomodaba en la cama, recibió un mensaje inesperado de Lucía.
Lucía: "Orgullosa de ti. No dejes que nada ni nadie arruine tu paz."
Keila sonrió y apagó el teléfono.
Aún le quedaba un largo camino por recorrer, pero esa noche, después de mucho tiempo, sintió que estaba avanzando. Mientras se acomodaba en la cama, comprendió que este era solo el comienzo. Todavía quedaban más cosas por dejar atrás, más heridas por sanar. Pero, al fin, se sentía realmente lista para hacerlo.
Continuara…
Keila ha dado un paso importante al dejar atrás los recuerdos de su relación pasada, pero el camino hacia la sanación aún no ha terminado. Ahora, deberá enfrentarse a un nuevo desafío: reconstruirse a sí misma y encontrar su propio rumbo.
En el próximo capítulo, descubrirá que sanar no es solo soltar el pasado, sino también redescubrir quién es y qué quiere para su futuro. ¿Estará lista para dar ese siguiente paso?
La renovación y la liberaciónLos días pasaban, y Keila se encontraba en medio de una etapa crucial: la de liberarse por completo del "susodicho". Pero, como bien sabía, no sería tan sencillo. Los recuerdos que compartían seguían acechándola, presentes en cada rincón de su habitación. Aunque su cuarto no era grande, cada detalle parecía recordarle las promesas incumplidas y las ilusiones rotas atrapadas entre esas cuatro paredes. Determinada a dejar atrás ese capítulo de su vida, decidió remodelar su espacio, buscando deshacerse de los rastros de un pasado que había sido su refugio, pero que él había utilizado para distanciarse de ella.Comenzó por deshacerse de las cosas que le recordaban a él: fotos, videos y pequeños objetos que, en su momento, le habían parecido significativos. Al principio, se sintió abrumada, como si cada objeto representara una carga emocional que debía soltar. Pero luego, con cada recuerdo que sacaba de su vida, sentía que era un peso menos que se quitaba de su
Un encuentro inesperadoEl día comenzó como cualquier otro. Keila se despertó con los rayos del sol acariciando su piel, pero el calor no bastaba para disipar la melancolía que la había acompañado en las últimas semanas. Se estiró en la cama y suspiró. Había avanzado mucho en su proceso de sanación, pero algunas mañanas todavía traían consigo un vacío inexplicable.Se sentó al borde de la cama y miró su celular. Su lista de tareas incluía una sola cosa: comprar bombillos para su abuelo. Un encargo simple, pero suficiente para sacarla de casa y mantener su mente ocupada.Antes de salir, tomó su libro de autoayuda y leyó algunas páginas."No te aferres a lo que te hirió. Permítete nuevas experiencias."Se quedó pensando en esas palabras mientras cerraba el libro. ¿Nuevas experiencias? No estaba segura de quererlas, pero al menos haría el intento de seguir adelante.Aún le costaba imaginarse a sí misma en algo distinto. Durante mucho tiempo, su mundo había girado en torno a su relación pa
La confirmación del encuentroEl encuentro de Keila con aquel chico resultó ser real, y unos días más tarde, el destino se encargó de confirmarlo. Aunque para cualquier otra persona podría haber sido evidente desde el principio, ella necesitaba estar segura de que no era solo una fantasía de su mente. Las dudas y el anhelo se entrelazaban en su interior como una melodía persistente, imposible de ignorar.Todo ocurrió cuando, al ir a comprar algunas cosas para su abuelo, volvió a encontrarse con él. Esta vez, no se trató de una mirada fugaz ni de una sonrisa pasajera. Él se le acercó, la observó con calma y le dedicó una sonrisa que irradiaba calidez, una de esas que pueden iluminar hasta el día más gris.Por un instante, el mundo a su alrededor pareció desvanecerse. En el aire flotaba una tensión sutil, una sensación de reconocimiento, como si en ese breve cruce de miradas hubiera algo más de lo que ambos estaban dispuestos a admitir. Keila sintió que sus pensamientos se detenían, com
Palabras y eventos confusosLos días pasaron y el interés de Keila por el chico del supermercado, seguía creciendo. Cada vez que cruzaba la puerta del lugar, su corazón latía con más fuerza. No solo por la compra que necesitaba hacer, sino también por el deseo de volver a verlo.Aunque su amiga Lucía, con quien hablaba constantemente a la distancia, le había dado muchos ánimos, Keila aún sentía una mezcla de emoción y temor. Las palabras de Lucía retumbaban en su cabeza:"¡Hazlo, Keila, hazlo!"Pero cada vez que pensaba en acercarse a él, algo en su pecho se encogía.Lucía insistía en que, al menos, le pidiera su nombre. Pero Keila no podía evitar sentirse nerviosa y avergonzada, especialmente porque él parecía estar ocupado en su trabajo. La idea de conocerlo la inquietaba, pero a la vez la emocionaba.Cada vez que sus miradas se cruzaban, Keila sentía que había una conexión especial, como si pudieran comunicarse sin palabras. Además, tenía la sensación de que él la reconocía de algún
Miedos cuestionablesEl encuentro con el chico en el supermercado había sido breve, pero su impacto seguía resonando en ella. No era solo la emoción de haberle hablado, sino el miedo que le había quedado en el pecho. Un miedo que no tenía que ver con él, sino con lo que significaba abrirse a alguien nuevo.Cada vez que intentaba imaginar un futuro con alguien más, los fantasmas del pasado volvían con más fuerza. Su ex también había empezado así: con una sonrisa amable, con encuentros casuales que parecían promesas de algo más. Y en aquel entonces, Keila había bajado la guardia sin imaginar lo que vendría después.¿Cómo saber si esta vez sería diferente?Ansiaba conocer el nombre y el número del chico misterioso, sanar y finalmente dejar atrás el dolor que su ex le había causado. Sin embargo, el tiempo no parecía estar de su lado.Un mes y medio… ¿Era realmente suficiente para curar las heridas del pasado? O tal vez, sin darse cuenta, ya se había enamorado de alguien que nunca fue suyo
Entre ilusiones y silenciosDespués de casi un mes sin verlo, Keila se encontraba atrapada en una encrucijada emocional. Había algo en David, algo que la atraía y la desconcertaba al mismo tiempo. Sus expectativas y miedos alimentaban la ilusión de que podría haber algo más entre ellos, aunque solo lo había visto un par de veces. Las pocas interacciones que tuvieron en el supermercado habían dejado una huella en ella. Algo en la forma en que la miraba, en la manera en que sus caminos se cruzaban por azar, parecía sugerir una conexión que ella no podía explicar. Pero la duda la invadía. ¿Realmente existía algo entre ellos o solo era producto de su imaginación?La verdad era que Keila había tenido mucho tiempo para pensar en él. La imagen de David, de su manera tan peculiar de mirarla y de su comportamiento tan tranquilo, se había colado en su mente y no la dejaba en paz. Pensaba en él incluso cuando intentaba concentrarse en otras cosas, como sus estudios o sus proyectos personales. Es
Entre dudas y decisionesA pesar de que Keila trató de convencer a sí misma de que debía dejar de pensar en David, algo dentro de ella aún sentía la necesidad de entenderlo. De aclarar, aunque fuera por su propio bienestar, lo que había sucedido entre ellos. Y fue así como, tras varios días de reflexiones, Sol la convenció de que fueran al supermercado a comprar un yogur para el bebé de Sol, Iván. Keila sabía que no podía evitar la tentación de ir, aunque el simple hecho de pisar ese lugar revivía todas las emociones que había intentado dejar atrás.El supermercado parecía mucho más grande de lo que recordaba, pero lo que realmente le pesaba era la incertidumbre de si lo volvería a ver. Al caminar hacia la parte de atrás, donde se encontraban las neveras, Keila no podía dejar de mirar hacia los pasillos, esperando, aunque en el fondo sabía que no debía esperar nada. De pronto, ahí estaba. David. Estaba organizando productos en los estantes, como si nada estuviera ocurriendo a su alrede
El eco de lo no dicho y el peso del tiempo entre ellos.El tiempo pasó sin que Keila y David volvieran a dirigirse la palabra. Si alguna vez se cruzaban en el supermercado, él ni siquiera la miraba. Siempre parecía ocupado con su teléfono o con su trabajo, como si ella no existiera. Keila, por su parte, había optado por la misma estrategia. Si lo veía en la calle, desviaba la mirada y caminaba en dirección opuesta. Era irónico cómo, después de tanta incertidumbre y preguntas sin respuesta, ambos habían decidido actuar como si nunca se hubieran conocido. La distancia entre ellos parecía crecer con cada día que pasaba, pero, en el fondo, Keila no podía evitar preguntarse si algo más habría quedado de todo lo que compartieron.Los días transcurrieron sin grandes sobresaltos, hasta que comenzaron las obras en el pueblo. Las calles estaban