Entre recuerdos y promesas
Aunque parezca increíble, esta historia comenzó con un adiós. El 18 de enero, en el cumpleaños de su hermano, Keila puso fin a su relación a distancia con su casi novio. Él había afectado profundamente su estabilidad emocional y física. Con el apoyo de sus amigas y su madre, intentó seguir adelante, deseando borrar cada recuerdo. Pero por más que lo intentara, el dolor seguía ahí, oculto en las sombras de su mente, recordándole que algunas heridas tardan en cerrar.
En ese momento, vivía en la gran ciudad con su padre, enfocada en reconstruirse. La universidad le trajo buenas noticias: había obtenido buenas calificaciones en sus últimos exámenes del semestre. Ese logro le devolvió algo de confianza. Empezó a sentirse más ligera, como si, poco a poco, la versión de sí misma que había perdido estuviera regresando. Sin embargo, había noches en las que el pasado la acechaba. La soledad tenía una forma cruel de traer de vuelta los recuerdos, haciéndola revivir cada palabra, cada promesa rota.
Lo peor era que lo recordaba en los momentos más inesperados. Un aroma, una canción, una frase escuchada al azar... Todo parecía abrir una puerta que creía cerrada. Más de una vez se sorprendió revisando antiguos mensajes, buscando respuestas. Su mente divagaba entre la nostalgia y la frustración. ¿En qué momento todo se había desmoronado?
Una noche, mientras estaba acostada, no pudo evitar recordar la primera vez que hablaron. Era solo un mensaje en FaceNet. Algo simple, casi insignificante, pero suficiente para que iniciaran una conversación que se extendió por meses. Recordó cómo se quedaban despiertos hasta tarde, compartiendo sus sueños, sus miedos, sus risas. Recordó la emoción de sus primeras llamadas, el latido acelerado en su pecho cuando veía su nombre aparecer en la pantalla.
Pero los recuerdos felices siempre venían acompañados de los dolorosos. También recordó los días en que él desaparecía sin explicación, las respuestas frías después de noches enteras de hablar con cariño. Las dudas, la incertidumbre, el desgaste emocional. Había más lágrimas que sonrisas en su historia.
Su amiga Lucía siempre estaba allí, apoyándola sin juzgar. En una de sus conversaciones, Keila suspiró y admitió:
—A veces creo que ya lo superé… y luego, de la nada, aparece en mi cabeza otra vez.
Lucía la miró con comprensión.
—Es normal, Kei. No se olvida de la noche a la mañana. Pero lo importante es que sigas adelante.
—Lo intento. De verdad lo intento. Pero hay días en los que… no sé, siento que nunca voy a poder olvidarlo del todo.
Lucía le tomó la mano con suavidad.
—Tal vez no se trata de olvidar, sino de aprender a vivir con ello sin que duela.
Las palabras de su amiga resonaron en su mente por días.
Quince días después, sintiéndose más fuerte y segura, hizo algo impulsivo. Tomó su teléfono, abrió sus redes sociales y, sin pensarlo demasiado, desbloqueó a su ex en FaceNet, TikTok y ChatLine. Apenas lo hizo, sintió una mezcla extraña de emociones. Liberación. Miedo. Ansiedad. Como si con ese simple gesto le estuviera dando permiso para volver a su vida, aunque solo fuera en pequeñas dosis virtuales.
Al principio, intentó convencerse de que no significaba nada. Pero los días pasaron, y poco a poco, sintió que algo en ella cambiaba. Volvía a disfrutar de las cosas que le gustaban, hablaba más, reía con sus amigas, y la tristeza parecía desvanecerse. Sin embargo, en los momentos de soledad, cuando las risas quedaban atrás y las noches se volvían silenciosas, un vacío inexplicable la invadía. ¿Era nostalgia? ¿O miedo a volver a caer?
La ilusión de control se rompió cuando él apareció de nuevo. No le habló, pero empezó a dar likes a sus publicaciones en TikTok. Eran señales pequeñas, pero lo suficientemente poderosas como para hacerla dudar.
—¿Qué significa esto? —le preguntó a Lucía, mostrando la pantalla de su teléfono.
—Nada. No significa nada. —Lucía le sostuvo la mirada—. Solo quiere hacerte pensar en él.
Keila quería creerle, pero cada notificación la sacudía como una descarga eléctrica. Se preguntaba si él también pensaba en ella o si solo era un juego más.
Hubo un momento en el que casi le escribió. Sus dedos se quedaron suspendidos sobre el teclado. Una sola palabra, un solo mensaje, y todo podría empezar otra vez. Pero, en el último segundo, bloqueó el teléfono y respiró hondo. No. No esta vez.
Poco después, tuvo que regresar a su pequeño pueblo para unas citas médicas. Durante el largo viaje en autobús, apoyó la frente en la ventanilla y dejó que sus pensamientos fluyeran con el paisaje. Se dio cuenta de algo: había avanzado más de lo que creía. Ya no lloraba por él. Ya no sentía que su vida giraba en torno a su recuerdo.
Y sin embargo, algo dentro de ella seguía esperando respuestas.
Al llegar al pueblo, una sensación extraña la invadió. Su madre la recibió con amor, y el entorno familiar le dio cierta paz. Pero, al mismo tiempo, sintió que una parte de ella se había quedado en la ciudad. Como si aún no estuviera lista para enfrentar lo que venía.
La casa olía igual que siempre: a café recién hecho y a la colonia de su madre. Las fotos en la pared seguían en el mismo lugar, congelando momentos felices de su infancia. Por un instante, se sintió segura. Aquí nada dolía tanto. Aquí, al menos por un rato, podía ser solo Keila, sin los fantasmas del pasado persiguiéndola.
Se prometió no volver a buscarlo en redes. Había borrado sus mensajes, decidido que esa era la última vez que lo desbloqueaba. Pero en lo más profundo de su ser, sabía que el corazón a veces actúa por su cuenta, ajeno a la razón.
Además, existía otra posibilidad que la inquietaba: si alguna vez se lo encontraba en persona, ¿cómo reaccionaría? ¿Sería capaz de demostrarle que había avanzado o, al verlo, todos los muros que construyó para protegerse se derrumbarían en un instante?
Mientras se instalaba en su habitación, rodeada de recuerdos de infancia, supo que el verdadero desafío apenas comenzaba. Sin embargo, sabía que algunos días serían más difíciles que otros. Y uno de esos días estaba a la vuelta de la esquina.
¿Podría cerrar este capítulo sin enfrentarlo de nuevo?
La incertidumbre la envolvía, como una tormenta silenciosa que aún no había estallado.
Continuará...
Keila ha regresado a su pueblo con la esperanza de dejar atrás el pasado, pero pronto se dará cuenta de que olvidar no es tan sencillo. A medida que los recuerdos resurgen y las redes sociales le juegan en contra, la tentación de mirar atrás se hace más fuerte.
Con el Día de San Valentín acercándose, viejas heridas amenazan con abrirse. Pero esta vez, ¿será capaz de mantenerse firme y no repetir la historia?
Un San Valentín agridulceEl Día de San Valentín siempre había sido un recordatorio incómodo para Keila. No porque tuviera algo en contra del amor, sino porque los recuerdos que traía consigo estaban cargados de promesas incumplidas y expectativas rotas. Este año no era la excepción.Despertó temprano, con la sensación de que algo en el aire pesaba más de lo normal. Miró su teléfono y, sin querer, lo primero que vio fueron las publicaciones de sus amigas celebrando la fecha. Flores, chocolates, cartas… todo un despliegue de amor en redes sociales. Suspiró y dejó el celular a un lado. No quería empezar el día sintiéndose así.Se levantó de la cama y se dirigió a la cocina, donde su madre ya estaba preparando café.—¿Dormiste bien? —preguntó su madre, dándole una taza caliente.—Más o menos —respondió Keila, removiendo el líquido con la cucharilla—. Es San Valentín.Su madre sonrió con ternura.—Es solo un día más, hija. No dejes que te afecte.Keila asintió, pero en el fondo sabía que n
La renovación y la liberaciónLos días pasaban, y Keila se encontraba en medio de una etapa crucial: la de liberarse por completo del "susodicho". Pero, como bien sabía, no sería tan sencillo. Los recuerdos que compartían seguían acechándola, presentes en cada rincón de su habitación. Aunque su cuarto no era grande, cada detalle parecía recordarle las promesas incumplidas y las ilusiones rotas atrapadas entre esas cuatro paredes. Determinada a dejar atrás ese capítulo de su vida, decidió remodelar su espacio, buscando deshacerse de los rastros de un pasado que había sido su refugio, pero que él había utilizado para distanciarse de ella.Comenzó por deshacerse de las cosas que le recordaban a él: fotos, videos y pequeños objetos que, en su momento, le habían parecido significativos. Al principio, se sintió abrumada, como si cada objeto representara una carga emocional que debía soltar. Pero luego, con cada recuerdo que sacaba de su vida, sentía que era un peso menos que se quitaba de su
Un encuentro inesperadoEl día comenzó como cualquier otro. Keila se despertó con los rayos del sol acariciando su piel, pero el calor no bastaba para disipar la melancolía que la había acompañado en las últimas semanas. Se estiró en la cama y suspiró. Había avanzado mucho en su proceso de sanación, pero algunas mañanas todavía traían consigo un vacío inexplicable.Se sentó al borde de la cama y miró su celular. Su lista de tareas incluía una sola cosa: comprar bombillos para su abuelo. Un encargo simple, pero suficiente para sacarla de casa y mantener su mente ocupada.Antes de salir, tomó su libro de autoayuda y leyó algunas páginas."No te aferres a lo que te hirió. Permítete nuevas experiencias."Se quedó pensando en esas palabras mientras cerraba el libro. ¿Nuevas experiencias? No estaba segura de quererlas, pero al menos haría el intento de seguir adelante.Aún le costaba imaginarse a sí misma en algo distinto. Durante mucho tiempo, su mundo había girado en torno a su relación pa
La confirmación del encuentroEl encuentro de Keila con aquel chico resultó ser real, y unos días más tarde, el destino se encargó de confirmarlo. Aunque para cualquier otra persona podría haber sido evidente desde el principio, ella necesitaba estar segura de que no era solo una fantasía de su mente. Las dudas y el anhelo se entrelazaban en su interior como una melodía persistente, imposible de ignorar.Todo ocurrió cuando, al ir a comprar algunas cosas para su abuelo, volvió a encontrarse con él. Esta vez, no se trató de una mirada fugaz ni de una sonrisa pasajera. Él se le acercó, la observó con calma y le dedicó una sonrisa que irradiaba calidez, una de esas que pueden iluminar hasta el día más gris.Por un instante, el mundo a su alrededor pareció desvanecerse. En el aire flotaba una tensión sutil, una sensación de reconocimiento, como si en ese breve cruce de miradas hubiera algo más de lo que ambos estaban dispuestos a admitir. Keila sintió que sus pensamientos se detenían, com
Palabras y eventos confusosLos días pasaron y el interés de Keila por el chico del supermercado, seguía creciendo. Cada vez que cruzaba la puerta del lugar, su corazón latía con más fuerza. No solo por la compra que necesitaba hacer, sino también por el deseo de volver a verlo.Aunque su amiga Lucía, con quien hablaba constantemente a la distancia, le había dado muchos ánimos, Keila aún sentía una mezcla de emoción y temor. Las palabras de Lucía retumbaban en su cabeza:"¡Hazlo, Keila, hazlo!"Pero cada vez que pensaba en acercarse a él, algo en su pecho se encogía.Lucía insistía en que, al menos, le pidiera su nombre. Pero Keila no podía evitar sentirse nerviosa y avergonzada, especialmente porque él parecía estar ocupado en su trabajo. La idea de conocerlo la inquietaba, pero a la vez la emocionaba.Cada vez que sus miradas se cruzaban, Keila sentía que había una conexión especial, como si pudieran comunicarse sin palabras. Además, tenía la sensación de que él la reconocía de algún
Miedos cuestionablesEl encuentro con el chico en el supermercado había sido breve, pero su impacto seguía resonando en ella. No era solo la emoción de haberle hablado, sino el miedo que le había quedado en el pecho. Un miedo que no tenía que ver con él, sino con lo que significaba abrirse a alguien nuevo.Cada vez que intentaba imaginar un futuro con alguien más, los fantasmas del pasado volvían con más fuerza. Su ex también había empezado así: con una sonrisa amable, con encuentros casuales que parecían promesas de algo más. Y en aquel entonces, Keila había bajado la guardia sin imaginar lo que vendría después.¿Cómo saber si esta vez sería diferente?Ansiaba conocer el nombre y el número del chico misterioso, sanar y finalmente dejar atrás el dolor que su ex le había causado. Sin embargo, el tiempo no parecía estar de su lado.Un mes y medio… ¿Era realmente suficiente para curar las heridas del pasado? O tal vez, sin darse cuenta, ya se había enamorado de alguien que nunca fue suyo
Entre ilusiones y silenciosDespués de casi un mes sin verlo, Keila se encontraba atrapada en una encrucijada emocional. Había algo en David, algo que la atraía y la desconcertaba al mismo tiempo. Sus expectativas y miedos alimentaban la ilusión de que podría haber algo más entre ellos, aunque solo lo había visto un par de veces. Las pocas interacciones que tuvieron en el supermercado habían dejado una huella en ella. Algo en la forma en que la miraba, en la manera en que sus caminos se cruzaban por azar, parecía sugerir una conexión que ella no podía explicar. Pero la duda la invadía. ¿Realmente existía algo entre ellos o solo era producto de su imaginación?La verdad era que Keila había tenido mucho tiempo para pensar en él. La imagen de David, de su manera tan peculiar de mirarla y de su comportamiento tan tranquilo, se había colado en su mente y no la dejaba en paz. Pensaba en él incluso cuando intentaba concentrarse en otras cosas, como sus estudios o sus proyectos personales. Es
Entre dudas y decisionesA pesar de que Keila trató de convencer a sí misma de que debía dejar de pensar en David, algo dentro de ella aún sentía la necesidad de entenderlo. De aclarar, aunque fuera por su propio bienestar, lo que había sucedido entre ellos. Y fue así como, tras varios días de reflexiones, Sol la convenció de que fueran al supermercado a comprar un yogur para el bebé de Sol, Iván. Keila sabía que no podía evitar la tentación de ir, aunque el simple hecho de pisar ese lugar revivía todas las emociones que había intentado dejar atrás.El supermercado parecía mucho más grande de lo que recordaba, pero lo que realmente le pesaba era la incertidumbre de si lo volvería a ver. Al caminar hacia la parte de atrás, donde se encontraban las neveras, Keila no podía dejar de mirar hacia los pasillos, esperando, aunque en el fondo sabía que no debía esperar nada. De pronto, ahí estaba. David. Estaba organizando productos en los estantes, como si nada estuviera ocurriendo a su alrede