La Huella del DesencuentroNoviembre llegó frío y melancólico, como si el destino decidiera intervenir en la historia de Keila y David.La noche anterior aún pesaba en su mente. El rugido de aquella moto alejándose en la distancia había sido apenas un detalle fugaz, pero algo en su interior le decía que no debía pasarlo por alto.Había algo en ese sonido que la inquietaba.Tal vez era la hora. Tal vez era el momento exacto en que ocurrió. O tal vez... era otra cosa.Y esa inquietud no desapareció al despertar.Un día, mientras el aire helado la acompañaba al supermercado, una silueta en movimiento captó su atención.No estaba segura de por qué, pero algo en la forma en que se movía le resultó extrañamente familiar.El chico pasó frente a ella justo cuando estaba a punto de cruzar la calle y se detuvo un instante más de lo habitual.Keila sintió un escalofrío recorrerle la espalda.Aunque la distancia, el sol y sus gafas dificultaban distinguir su rostro, hubo algo en él que la hizo co
Las sombras de una historia sin finalDiciembre había llegado con su aire fresco y festivo, llenando las calles de luces y colores. Las fachadas de las casas brillaban con luces titilantes, y el aroma a canela y pan recién horneado flotaba en el ambiente.Las risas de los niños resonaban entre las calles, sus voces emocionadas por la llegada de la Navidad. El aire, aún tibio al atardecer, se volvía más fresco a medida que la noche avanzaba, trayendo consigo el aroma de la cena que se cocinaba en las casas. No había escaparates llenos de regalos ni luces deslumbrantes como en la ciudad, pero en cada hogar se sentía la expectativa de las fiestasPero dentro de Keila, algo no terminaba de encajar.A medida que la noche se instalaba, una brisa fría rozó su piel, pero no fue eso lo que la estremeció. Era otra clase de frío, uno que nacía desde dentro, como si algo invisible la envolviera. Un peso en el pecho que no lograba sacudirse, una sensación de espera que no terminaba. Como si aún es
La carta de despedida de KeilaPOV Keila…La noche era tranquila. Afuera, las luces de Navidad parpadeaban en las calles, pero en mi interior todo estaba en calma. No había ansiedad, ni preguntas sin respuesta. Solo una certeza: esta historia debía cerrarseY entonces, mientras volvía de la casa de mi abuela, lo vi de nuevo. El chico fugaz.Como tantas veces antes, pasó frente a mi casa. Pero esta vez, la oscuridad de la noche me impidió reconocerlo como en otras ocasiones.No intenté averiguar quién era. No importaba.Algo dentro de mí sabía que, después de esta noche, ya no volvería a buscarlo.Mientras entraba en mi habitación, me detuve por un momento frente a la ventana. Afuera, el mundo seguía su ritmo: risas lejanas, luces parpadeantes, la brisa suave que agi
Silencios y despedidas invisiblesEsta historia nació de esa sensación de estar tan cerca de algo, tan cerca de una posibilidad que casi puedes tocarla, pero que, por alguna razón, nunca se materializa. Es como ese chico que ves de lejos, en la cuadra de al lado, que pasa junto a ti, tan presente y, al mismo tiempo, tan ajeno. ¿Fue amor? ¿O quizá solo una obsesión? La conexión entre Keila y David parecía única, pero siempre se movió en el filo entre la realidad, el misterio y lo imaginario, entre lo vivido y lo que solo existió en la mente; una conexión que nunca supo exactamente cómo comenzó, pero que, por alguna razón, jamás encontró su destino.David era un torbellino de emociones envuelto en una sonrisa encantadora. Alto, de complexión atlética, con una confianza natural que hacía que cualquiera girara la cabeza para mirarlo. Su cabello castaño oscuro, siempre un poco desordenado, enmarcaba unos ojos profundos, hipnotizantes, de esos que parecen mirar más allá de la piel, como si
Entre recuerdos y promesasAunque parezca increíble, esta historia comenzó con un adiós. El 18 de enero, en el cumpleaños de su hermano, Keila puso fin a su relación a distancia con su casi novio. Él había afectado profundamente su estabilidad emocional y física. Con el apoyo de sus amigas y su madre, intentó seguir adelante, deseando borrar cada recuerdo. Pero por más que lo intentara, el dolor seguía ahí, oculto en las sombras de su mente, recordándole que algunas heridas tardan en cerrar.En ese momento, vivía en la gran ciudad con su padre, enfocada en reconstruirse. La universidad le trajo buenas noticias: había obtenido buenas calificaciones en sus últimos exámenes del semestre. Ese logro le devolvió algo de confianza. Empezó a sentirse más ligera, como si, poco a poco, la versión de sí misma que había perdido estuviera regresando. Sin embargo, había noches en las que el pasado la acechaba. La soledad tenía una forma cruel de traer de vuelta los recuerdos, haciéndola revivir cada
Un San Valentín agridulceEl Día de San Valentín siempre había sido un recordatorio incómodo para Keila. No porque tuviera algo en contra del amor, sino porque los recuerdos que traía consigo estaban cargados de promesas incumplidas y expectativas rotas. Este año no era la excepción.Despertó temprano, con la sensación de que algo en el aire pesaba más de lo normal. Miró su teléfono y, sin querer, lo primero que vio fueron las publicaciones de sus amigas celebrando la fecha. Flores, chocolates, cartas… todo un despliegue de amor en redes sociales. Suspiró y dejó el celular a un lado. No quería empezar el día sintiéndose así.Se levantó de la cama y se dirigió a la cocina, donde su madre ya estaba preparando café.—¿Dormiste bien? —preguntó su madre, dándole una taza caliente.—Más o menos —respondió Keila, removiendo el líquido con la cucharilla—. Es San Valentín.Su madre sonrió con ternura.—Es solo un día más, hija. No dejes que te afecte.Keila asintió, pero en el fondo sabía que n
La renovación y la liberaciónCuando despertó aquella mañana, supo que ya no quería ser la misma. Había borrado las fotos de su ex, pero aún quedaban muchas más cosas de las que debía despedirse. Aunque su cuarto no era grande, cada rincón parecía recordarle las promesas incumplidas y las ilusiones rotas atrapadas entre esas cuatro paredes.Suspiró. Tal vez era hora de cambiar más cosas.Se levantó con determinación y comenzó a examinar su habitación con una mirada crítica. Sabía que su proceso de sanación no solo dependía de lo que sentía por dentro, sino también de lo que la rodeaba. Si quería cerrar ese capítulo de su vida, debía empezar por su propio espacio.Lo primero que hizo fue reunir todo lo que le recordaba al "susodicho": fotos, videos, pequeños objetos que en su momento le parecieron significativos. Al principio, se sintió abrumada, como si cada cosa representara una carga emocional difícil de soltar. Pero con cada objeto que sacaba, la sensación de alivio crecía.Una caja
Un encuentro inesperadoEl día comenzó como cualquier otro. Keila se despertó con los rayos del sol acariciando su piel, pero el calor no bastaba para disipar la melancolía que la había acompañado en las últimas semanas. Se estiró en la cama y suspiró. Había avanzado mucho en su proceso de sanación, pero algunas mañanas todavía traían consigo un vacío inexplicable.Se sentó al borde de la cama y miró su celular. Su lista de tareas incluía una sola cosa: comprar bombillos para su abuelo. Un encargo simple, pero suficiente para sacarla de casa y mantener su mente ocupada.Antes de salir, tomó su libro de autoayuda y leyó algunas páginas."No te aferres a lo que te hirió. Permítete nuevas experiencias."Se quedó pensando en esas palabras mientras cerraba el libro. ¿Nuevas experiencias? No estaba segura de quererlas, pero al menos haría el intento de seguir adelante.Aún le costaba imaginarse a sí misma en algo distinto. Durante mucho tiempo, su mundo había girado en torno a su relación pa