Un encuentro inesperado
En un día aparentemente ordinario para Keila, en el que nada fuera de lo común parecía estar por suceder, ocurrió lo inesperado. ¿Qué fue?, se preguntarán ustedes. Muchos ya imaginarán que se encontró con David, pero mejor empecemos desde el principio...
Después de leer unas páginas de "Basta de amores de m****a", como solía hacer en las tardes, Keila decidió ir al supermercado. Su abuelo le había pedido que comprara unos bombillos, y aunque la tarea parecía sencilla, se sentía extraña, como si una nube gris cubriera su ánimo. Al despertar, los rayos del sol filtrándose por la ventana la sorprendieron, dándole un ligero calor en la piel. Sin embargo, ese calor no era suficiente para disipar la nube de melancolía que la había acompañado en las últimas semanas. Se estiró en la cama, tratando de sacudir la pesadez que sentía en su pecho.
Entró al supermercado con un aire de desánimo, sin entender del todo por qué se sentía así últimamente. Todo a su alrededor parecía vibrar con vida, pero ella se sentía distante, como un espectador en su propia existencia. Mientras caminaba entre los pasillos, notó a un chico a lo lejos que le sonreía. Era una sonrisa cálida, casi deslumbrante, pero en su estado actual, no le prestó mucha atención. Continuó su búsqueda, recorriendo los pasillos con la mente un tanto ausente. Al no encontrar los bombillos, se acercó a la cajera, quien, con una sonrisa amable, le indicó que estaban al fondo, junto a los jabones. "Ah, claro", pensó Keila, sintiéndose un poco tonta por no haberlo visto antes.
Mientras se dirigía al fondo del supermercado, el chico seguía mirándola. Keila, sin embargo, se sintió un poco incómoda, ya que no estaba acostumbrada a recibir atención de esa manera. En el pueblo donde vive con su madre, a menudo recibía miradas por su físico, y aunque eso no era algo completamente nuevo, la sensación de ser observada la hacía sentir vulnerable. Cuando finalmente llegó a la sección de bombillos, el chico se acercó un poco más.
Al llegar a la caja, con los bombillos en la mano, se percató de que el chico que tanto le sonreía estaba justo detrás de ella. Sin embargo, ella asumió que también iba a comprar algo y decidió ignorarlo. A medida que él se aproximaba, Keila dio un paso al costado, evitando el contacto visual. En ese momento, la cajera, sorprendida por su comportamiento, le preguntó al chico: "Oye, ¿qué haces aquí parado si no vas a comprar nada?"
A lo que él respondió con una sonrisa: "Oye, pero si estoy derecho". La respuesta la sorprendió un poco, y aunque su instinto le decía que debía mirar hacia atrás y sonreírle, no pudo. La timidez la invadió. Pagó rápidamente, tomó sus bombillos, agradeció a la cajera y se marchó.
Afuera, el aire fresco la envolvió, pero la actitud del chico seguía dando vueltas en su mente. Fue un poco extraño para ella, pero no le dio demasiada importancia. El día transcurrió con normalidad: entregó los bombillos a su abuelo, cenó, vio una película y se fue a dormir. Sin embargo, a la mañana siguiente, al despertar, recordó la actitud del chico y se preguntó si realmente le había estado coqueteando. "No puede ser", pensó. "Quizás fue solo mi imaginación".
Decidió escribirle a su amiga Lucía para contarle lo sucedido, expresando su incertidumbre. Lucía, entusiasta y siempre lista para darle ánimo, le respondió: "¡Keila, eso fue un coqueteo! Me alegra verte interesada en alguien, después de todo lo que has pasado". Sus palabras despertaron algo dentro de Keila, una chispa que había permanecido apagada tras los desagradables episodios con su ex. Mientras se vestía, la imagen de su exnovio se le apareció en la mente, recordándole momentos felices que rápidamente se tornaron amargos. "No quiero volver a pasar por eso", se dijo a sí misma.
Aun así, Keila no terminaba de creerse que algo así pudiera pasarle de nuevo. Pensaba que tal vez era solo una ilusión, un producto de su mente que buscaba aferrarse a cualquier indicio de afecto. Se conocía a sí misma, sabía que solía ilusionarse fácilmente con cualquier chico que le sonriera o le dirigiera la palabra. Sin embargo, había algo en la forma en que el chico la miró que la hizo dudar.
Esa mañana, mientras se preparaba para el día, su mente no dejaba de divagar. Recordaba cada detalle del encuentro en el supermercado: la sonrisa del chico, la forma en que parecía disfrutar de su compañía, aunque fuera brevemente. Se preguntó si debía haber hecho algo diferente, si podría haber dicho algo para continuar la conversación. La idea de que quizás, solo quizás, había alguien nuevo en su vida comenzaba a parecerle emocionante, aunque la parte más cautelosa de ella la advertía. ¿Qué pasaría si las cosas no salieran bien?
Mientras tanto, su amiga Lucía no dejaba de insistir. Le enviaba mensajes llenos de ánimo, dándole ideas sobre cómo podría volver a ver al chico. "Tal vez lo encuentres de nuevo en el supermercado. O podrías salir y él podría estar en el mismo lugar", le sugería. Cada mensaje de Lucía hacía que su corazón latiera un poco más rápido, pero al mismo tiempo, la idea de dar un paso al frente le parecía abrumadora.
Mientras miraba por la ventana, pensó en lo que podría ser abrir su corazón de nuevo. "Quizás, solo quizás, esta vez podría ser diferente", reflexionó, sintiendo una mezcla de esperanza y temor. La idea de una nueva conexión, de alguien que pudiera entenderla y apoyarla en su proceso de sanación, era tentadora, pero también aterradora. Sin embargo, había algo en el aire, una promesa de cambio que no podía ignorar.
Y ustedes, ¿qué piensan? ¿Fue todo producto de un sueño? ¿O quizás este pequeño suceso sí fue real para Keila?...
Continuará...
Con este inesperado encuentro, Keila se encuentra ante una nueva y emocionante posibilidad en su vida amorosa. ¿Será este el inicio de una historia de amor inesperada? ¿O simplemente un breve pero significativo momento en su camino hacia la sanación y el crecimiento personal? Acompáñala en el próximo capítulo mientras explora esta nueva atracción y las emociones que despierta en su corazón, navegando entre la incertidumbre y la esperanza en busca de la verdadera felicidad.
La confirmación del encuentroEl encuentro de Keila resultó ser real y se confirmó unos días más tarde. Aunque para los lectores ya era evidente, era necesario que ella tuviera otra oportunidad para estar segura de que todo lo que había vivido no había sido una ilusión o un sueño, como temía. Las dudas y el anhelo se entrelazaban en su mente como una melodía persistente.Todo comenzó cuando, mientras iba a comprar unas cosas para su abuelo, volvió a encontrarse con el chico del supermercado. Esta vez, él se le acercó, la miró y le sonrió. Su sonrisa era cálida y genuina, como un rayo de sol que rompía la nube gris que a veces la envolvía. En ese momento, hubo un cruce de miradas que parecía significativo, haciendo que el resto del mundo pareciera desvanecerse. Las palabras no eran necesarias; sus ojos hablaban un lenguaje propio que Keila no podía ignorar. Era como si el universo entero se hubiera alineado para permitir ese instante, suspendido en el tiempo.Keila se dio cuenta de que
Entre recuerdos y promesasAunque parezca increíble, esta historia comenzó con un adiós. El 18 de enero, día del cumpleaños de su hermano, Keila terminó su relación a distancia con su casi novio, quien había dañado profundamente su estabilidad emocional y física. Con el apoyo de sus amigas y su madre, intentó seguir adelante, deseando borrar todos los recuerdos que había construido junto a él. Sin embargo, llevaba consigo la oscura sombra del dolor en su corazón, una herida que, a pesar de todos los esfuerzos por ocultarla, seguía doliendo en silencio.En ese momento, vivía en la ciudad con su padre, luchando por recuperarse y continuar con sus planes y sueños. Parecía que las cosas estaban mejorando tras recibir buenas noticias sobre su carrera; la universidad le había otorgado buenas calificaciones en sus últimos exámenes del semestre. Ese logro le devolvió un poco de la confianza que había perdido. Poco a poco, esos éxitos y el tiempo compartido con otras personas la ayudaron a olv
Un San Valentín agridulceEl Día de San Valentín, celebrado por muchos como el día del amor y las parejas, no traía precisamente buenos recuerdos para Keila. En lugar de flores y cartas románticas, este día estaba marcado por la constante invasión de videos en TikTok que mostraban a parejas felices, disfrutando de momentos que parecían sacados de un cuento de hadas. Ella, en cambio, no era la protagonista de su propio cuento, sino solo una espectadora silenciosa. Cada uno de esos videos le recordaba los "hubiera" que nunca se materializaron con su ex, el "susodicho", quien no perdía la oportunidad de hacer acto de presencia con likes en su perfil, justo en una fecha tan sensible.Estos gestos insignificantes despertaban en ella preguntas que parecían no tener sentido fuera de su propio mundo: ¿Acaso él también la extrañaba? ¿Por qué seguía pendiente de ella? Aunque sabía que no debería importarle, cada "like" hacía tambalear su proceso de sanación, recordándole lo que ya no tenía. En
La renovación y la liberaciónLos días pasaban, y Keila se encontraba en medio de una etapa crucial: la de liberarse por completo del "susodicho". Pero, como bien sabía, no sería tan sencillo. Los recuerdos que compartían seguían acechándola, presentes en cada rincón de su habitación. Aunque su cuarto no era grande, cada detalle parecía recordarle las promesas incumplidas y las ilusiones rotas atrapadas entre esas cuatro paredes. Determinada a dejar atrás ese capítulo de su vida, decidió remodelar su espacio, buscando deshacerse de los rastros de un pasado que había sido su refugio, pero que él había utilizado para distanciarse de ella.Comenzó por deshacerse de las cosas que le recordaban a él: fotos, videos y pequeños objetos que, en su momento, le habían parecido significativos. Al principio, se sintió abrumada, como si cada objeto representara una carga emocional que debía soltar. Pero luego, con cada recuerdo que sacaba de su vida, sentía que era un peso menos que se quitaba de s