Un encuentro inesperado
El día comenzó como cualquier otro. Keila se despertó con los rayos del sol acariciando su piel, pero el calor no bastaba para disipar la melancolía que la había acompañado en las últimas semanas. Se estiró en la cama y suspiró. Había avanzado mucho en su proceso de sanación, pero algunas mañanas todavía traían consigo un vacío inexplicable.
Se sentó al borde de la cama y miró su celular. Su lista de tareas incluía una sola cosa: comprar bombillos para su abuelo. Un encargo simple, pero suficiente para sacarla de casa y mantener su mente ocupada.
Antes de salir, tomó su libro de autoayuda y leyó algunas páginas.
"No te aferres a lo que te hirió. Permítete nuevas experiencias."
Se quedó pensando en esas palabras mientras cerraba el libro. ¿Nuevas experiencias? No estaba segura de quererlas, pero al menos haría el intento de seguir adelante.
Aún le costaba imaginarse a sí misma en algo distinto. Durante mucho tiempo, su mundo había girado en torno a su relación pasada y luego a su proceso de recuperación. La idea de algo nuevo, diferente, la asustaba tanto como la intrigaba.
Sacudió la cabeza. No era momento para pensar en eso. Solo iría al supermercado, compraría los bombillos y regresaría a casa. Nada más.
Pero a veces, las cosas no salen como uno espera.
El lugar estaba casi vacío, algo común a esa hora del día. El aire dentro del supermercado tenía ese aroma familiar a pan recién horneado y productos de limpieza. Keila caminó por los pasillos distraída, con la mente divagando entre pensamientos sin rumbo, cuando sintió una mirada sobre ella.
Levantó la vista, confundida.
A lo lejos, un chico le sonreía.
No era una sonrisa cualquiera. No era de esas miradas fugaces que se cruzan sin más en un lugar público. Era una sonrisa cálida, tranquila, como si la conociera de antes.
Keila frunció el ceño. Pero era la primera vez que lo veía.
Un ligero escalofrío le recorrió la espalda, pero no de miedo. Era más bien esa sensación extraña que se tiene cuando algo fuera de lo común está ocurriendo.
Desvió la mirada y siguió caminando. No estaba acostumbrada a recibir atención de esa manera, y mucho menos de un desconocido. Su primer impulso fue ignorarlo y concentrarse en su tarea.
Sin embargo, conforme avanzaba entre los pasillos, no podía evitar preguntarse: ¿Por qué la miraba así?
Intentó no darle importancia. Después de todo, a veces las personas simplemente son amables.
Pero había algo en su expresión que la desconcertaba.
Tras unos minutos sin encontrar los bombillos, se acercó a la cajera.
—Disculpa, ¿dónde están los bombillos?
—Al fondo, junto a los jabones —respondió la mujer con una sonrisa.
Keila agradeció y se dirigió hacia allí.
Mientras caminaba, sintió de nuevo la misma mirada sobre ella. El chico aún la observaba.
Su corazón latió un poco más rápido. No por nerviosismo, sino por una alerta instintiva. ¿Por qué la miraba tanto?
Al llegar a la sección de bombillos, extendió la mano con calma para tomar uno, intentando concentrarse en su tarea. El frío del empaque de cartón contra sus dedos la ancló al presente.
Respiró hondo.
Tal vez solo era su imaginación.
Con el bombillo en la mano, se dirigió a la caja para pagar.
Sin embargo, justo cuando llegó a la fila, sintió un movimiento a su lado. Giró ligeramente la cabeza y, para su sorpresa, el chico estaba allí, parado a una distancia prudente.
¿Coincidencia?
Keila apretó los labios y fingió no notarlo. Seguro era casualidad.
La cajera, notando la escena, arqueó una ceja y, con curiosidad, le preguntó al chico:
—Oye, ¿qué haces aquí parado si no vas a comprar nada?
Él sonrió con naturalidad. Su voz era firme y segura, sin rastros de nerviosismo.
—Oye, pero si estoy derecho.
Keila parpadeó, sorprendida.
La forma en que lo dijo, con tanta seguridad y picardía, la descolocó.
No parecía alguien que buscara llamar la atención. Simplemente fluía con la situación, como si fuera lo más natural del mundo.
¿Le estaba coqueteando?
Sintió un leve calor subirle a las mejillas, pero lo ocultó mirando hacia otro lado.
Su instinto le decía que debía mirarlo y devolverle la sonrisa, pero la timidez la paralizó.
Pagó rápidamente, tomó los bombillos y salió del supermercado sin mirar atrás.
Afuera, el aire fresco la recibió con una bocanada de alivio. Su corazón aún latía con fuerza.
No entendía por qué, pero la actitud del chico la había desconcertado.
Lo que no sabía era que, a la mañana siguiente, seguiría pensando en él.
Esa noche, Keila intentó convencerse de que todo había sido una tontería.
Un momento insignificante.
Sin embargo, al despertar, su mente regresó al instante en que el chico la miró.
"¿Me estaba coqueteando?" pensó. ¿O solo fue mi imaginación?
Intentó ignorar la idea, pero no pudo.
Por primera vez en mucho tiempo, un pensamiento ajeno a su pasado ocupaba su mente.
Decidió escribirle a Lucía.
—Ayer pasó algo raro —tecleó.
—¿Qué cosa? —respondió su amiga casi al instante.
—Un chico me sonrió en el súper y… no sé, me pareció extraño.
—¡Keila, eso fue un coqueteo! —escribió Lucía con emojis de sorpresa—. Me alegra verte interesada en alguien después de todo lo que pasaste.
Keila leyó el mensaje en silencio. ¿Interesada?
No. No podía ser.
Recordó la última vez que dejó que alguien la ilusionara.
Las promesas vacías. Las esperas sin respuestas.
El dolor de sentirse poco importante para alguien.
No quería volver a pasar por eso.
Y aun así…
Una pequeña chispa encendió algo dentro de ella.
Mientras se vestía, las palabras de Lucía seguían resonando en su mente.
Tal vez su amiga tenía razón. Tal vez este encuentro no había sido tan insignificante como quería creer.
¿Y si realmente había sido un coqueteo?
¿Y si el universo le estaba dando una señal de que estaba lista para algo nuevo?
Pero Keila no quería ilusionarse.
Se conocía demasiado bien.
Sabía que solía imaginar historias en su cabeza con cada chico que le mostraba un poco de interés.
Y sin embargo, la forma en que él la miró… había sido diferente.
Esa mañana, mientras preparaba café, su mente iba y venía entre recuerdos y posibilidades.
Lucía no dejaba de insistir.
—Tal vez lo encuentres de nuevo en el supermercado —le escribió—. O podrías salir y cruzarte con él otra vez.
Keila no respondió de inmediato. No quería parecer ansiosa. Ni siquiera estaba segura de querer encontrarlo otra vez.
Pero algo dentro de ella no podía evitar pensarlo.
Por primera vez en mucho tiempo, la idea de conocer a alguien nuevo no le resultaba aterradora.
Tal vez, después de todo, sí estaba lista para seguir adelante.
Con este inesperado encuentro, Keila se encuentra ante una nueva y emocionante posibilidad en su vida amorosa. ¿Será este el inicio de una historia inesperada? ¿O simplemente un momento pasajero en su proceso de sanación? Acompáñala en el próximo capítulo mientras navega entre la incertidumbre y la esperanza, explorando lo que significa abrir su corazón de nuevo.
La confirmación del encuentroEl encuentro de Keila con aquel chico resultó ser real, y unos días más tarde, el destino se encargó de confirmarlo. Aunque para cualquier otra persona podría haber sido evidente desde el principio, ella necesitaba estar segura de que no era solo una fantasía de su mente. Las dudas y el anhelo se entrelazaban en su interior como una melodía persistente, imposible de ignorar.Todo ocurrió cuando, al ir a comprar algunas cosas para su abuelo, volvió a encontrarse con él. Esta vez, no se trató de una mirada fugaz ni de una sonrisa pasajera. Él se le acercó, la observó con calma y le dedicó una sonrisa que irradiaba calidez, una de esas que pueden iluminar hasta el día más gris.Por un instante, el mundo a su alrededor pareció desvanecerse. En el aire flotaba una tensión sutil, una sensación de reconocimiento, como si en ese breve cruce de miradas hubiera algo más de lo que ambos estaban dispuestos a admitir. Keila sintió que sus pensamientos se detenían, com
Palabras y eventos confusosLos días pasaron y el interés de Keila por el chico del supermercado, seguía creciendo. Cada vez que cruzaba la puerta del lugar, su corazón latía con más fuerza. No solo por la compra que necesitaba hacer, sino también por el deseo de volver a verlo.Aunque su amiga Lucía, con quien hablaba constantemente a la distancia, le había dado muchos ánimos, Keila aún sentía una mezcla de emoción y temor. Las palabras de Lucía retumbaban en su cabeza:"¡Hazlo, Keila, hazlo!"Pero cada vez que pensaba en acercarse a él, algo en su pecho se encogía.Lucía insistía en que, al menos, le pidiera su nombre. Pero Keila no podía evitar sentirse nerviosa y avergonzada, especialmente porque él parecía estar ocupado en su trabajo. La idea de conocerlo la inquietaba, pero a la vez la emocionaba.Cada vez que sus miradas se cruzaban, Keila sentía que había una conexión especial, como si pudieran comunicarse sin palabras. Además, tenía la sensación de que él la reconocía de algún
Miedos cuestionablesEl encuentro con el chico en el supermercado había sido breve, pero su impacto seguía resonando en ella. No era solo la emoción de haberle hablado, sino el miedo que le había quedado en el pecho. Un miedo que no tenía que ver con él, sino con lo que significaba abrirse a alguien nuevo.Cada vez que intentaba imaginar un futuro con alguien más, los fantasmas del pasado volvían con más fuerza. Su ex también había empezado así: con una sonrisa amable, con encuentros casuales que parecían promesas de algo más. Y en aquel entonces, Keila había bajado la guardia sin imaginar lo que vendría después.¿Cómo saber si esta vez sería diferente?Ansiaba conocer el nombre y el número del chico misterioso, sanar y finalmente dejar atrás el dolor que su ex le había causado. Sin embargo, el tiempo no parecía estar de su lado.Un mes y medio… ¿Era realmente suficiente para curar las heridas del pasado? O tal vez, sin darse cuenta, ya se había enamorado de alguien que nunca fue suyo
Entre ilusiones y silenciosDespués de casi un mes sin verlo, Keila se encontraba atrapada en una encrucijada emocional. Había algo en David, algo que la atraía y la desconcertaba al mismo tiempo. Sus expectativas y miedos alimentaban la ilusión de que podría haber algo más entre ellos, aunque solo lo había visto un par de veces. Las pocas interacciones que tuvieron en el supermercado habían dejado una huella en ella. Algo en la forma en que la miraba, en la manera en que sus caminos se cruzaban por azar, parecía sugerir una conexión que ella no podía explicar. Pero la duda la invadía. ¿Realmente existía algo entre ellos o solo era producto de su imaginación?La verdad era que Keila había tenido mucho tiempo para pensar en él. La imagen de David, de su manera tan peculiar de mirarla y de su comportamiento tan tranquilo, se había colado en su mente y no la dejaba en paz. Pensaba en él incluso cuando intentaba concentrarse en otras cosas, como sus estudios o sus proyectos personales. Es
Entre dudas y decisionesA pesar de que Keila trató de convencer a sí misma de que debía dejar de pensar en David, algo dentro de ella aún sentía la necesidad de entenderlo. De aclarar, aunque fuera por su propio bienestar, lo que había sucedido entre ellos. Y fue así como, tras varios días de reflexiones, Sol la convenció de que fueran al supermercado a comprar un yogur para el bebé de Sol, Iván. Keila sabía que no podía evitar la tentación de ir, aunque el simple hecho de pisar ese lugar revivía todas las emociones que había intentado dejar atrás.El supermercado parecía mucho más grande de lo que recordaba, pero lo que realmente le pesaba era la incertidumbre de si lo volvería a ver. Al caminar hacia la parte de atrás, donde se encontraban las neveras, Keila no podía dejar de mirar hacia los pasillos, esperando, aunque en el fondo sabía que no debía esperar nada. De pronto, ahí estaba. David. Estaba organizando productos en los estantes, como si nada estuviera ocurriendo a su alrede
El eco de lo no dicho y el peso del tiempo entre ellos.El tiempo pasó sin que Keila y David volvieran a dirigirse la palabra. Si alguna vez se cruzaban en el supermercado, él ni siquiera la miraba. Siempre parecía ocupado con su teléfono o con su trabajo, como si ella no existiera. Keila, por su parte, había optado por la misma estrategia. Si lo veía en la calle, desviaba la mirada y caminaba en dirección opuesta. Era irónico cómo, después de tanta incertidumbre y preguntas sin respuesta, ambos habían decidido actuar como si nunca se hubieran conocido. La distancia entre ellos parecía crecer con cada día que pasaba, pero, en el fondo, Keila no podía evitar preguntarse si algo más habría quedado de todo lo que compartieron.Los días transcurrieron sin grandes sobresaltos, hasta que comenzaron las obras en el pueblo. Las calles estaban
Conexiones IncomprensiblesEra una mañana nublada cuando Keila salió con Iván en brazos hacia la verdulería. El pequeño bebé de Sol se había convertido en su compañero habitual, y su presencia le traía una extraña calma. Se aseguró de cubrirlo bien con una manta, pues la brisa fresca de la mañana comenzaba a sentirse más intensa.Para llegar a la verdulería, tuvo que cruzar un pasillo improvisado entre carpas y estructuras a medio construir. La construcción en el pueblo había convertido las calles en un laberinto de polvo y escombros, y cruzar por allí le resultaba sofocante. No le gustaba esa sensación de encierro, la luz tenue filtrándose entre los plásticos, el sonido amortiguado de la gente al otro lado. El olor a cemento fresco y tierra removida se mezclaba con el leve hedor a humedad de los plásticos que cubrían las carpas. Cada paso que daba levantaba una pequeña nube de polvo que se pegaba a su ropa y dejaba un sabor seco en su boca.El túnel se sentía asfixiante, con la luz d
Palabras InquietasPor la tarde, después del inesperado encuentro de la mañana, Keila volvió al supermercado como de costumbre para comprar algunos productos para su abuelo.Intentó convencerse de que ya no pensaba en lo ocurrido.Pero lo hacía.La imagen de David, de pie en aquel pasillo improvisado, con su maldita sonrisa tranquila, se repetía en su cabeza como un eco molesto. Había sido la misma expresión de otras veces, la misma que solía desarmarla cuando aún significaban algo el uno para el otro. Pero ahora, después de meses de distancia, ¿qué pretendía? ¿Por qué mirarla así?No quería analizarlo. No quería sentir nada.Se obligó a centrarse en la lista de compras, repasándola mentalmente mientras tomaba una canasta al entrar. El aire acondicionado del supermercado la recibió con una ráfaga helada que le erizó la piel. Se concentró en sus pasos, en el sonido de las ruedas de los carritos al deslizarse por el piso pulido, en la música de fondo que sonaba como un eco lejano.Pero