Início / Romance / Amor en la cuadra de al lado: Escritos y recuerdos / Capítulo 4: El inicio inesperado de algo nuevo
Capítulo 4: El inicio inesperado de algo nuevo

Un encuentro inesperado

El día comenzó como cualquier otro. Keila se despertó con los rayos del sol acariciando su piel, pero el calor no bastaba para disipar la melancolía que la había acompañado en las últimas semanas. Se estiró en la cama y suspiró. Había avanzado mucho en su proceso de sanación, pero algunas mañanas todavía traían consigo un vacío inexplicable.

Se sentó al borde de la cama y miró su celular. Su lista de tareas incluía una sola cosa: comprar bombillos para su abuelo. Un encargo simple, pero suficiente para sacarla de casa y mantener su mente ocupada.

Antes de salir, tomó su libro de autoayuda y leyó algunas páginas.

"No te aferres a lo que te hirió. Permítete nuevas experiencias."

Se quedó pensando en esas palabras mientras cerraba el libro. ¿Nuevas experiencias? No estaba segura de quererlas, pero al menos haría el intento de seguir adelante.

Aún le costaba imaginarse a sí misma en algo distinto. Durante mucho tiempo, su mundo había girado en torno a su relación pasada y luego a su proceso de recuperación. La idea de algo nuevo, diferente, la asustaba tanto como la intrigaba.

Sacudió la cabeza. No era momento para pensar en eso. Solo iría al supermercado, compraría los bombillos y regresaría a casa. Nada más.

Pero a veces, las cosas no salen como uno espera.

El lugar estaba casi vacío, algo común a esa hora del día. El aire dentro del supermercado tenía ese aroma familiar a pan recién horneado y productos de limpieza. Keila caminó por los pasillos distraída, con la mente divagando entre pensamientos sin rumbo, cuando sintió una mirada sobre ella.

Levantó la vista, confundida.

A lo lejos, un chico le sonreía.

No era una sonrisa cualquiera. No era de esas miradas fugaces que se cruzan sin más en un lugar público. Era una sonrisa cálida, tranquila, como si la conociera de antes.

Keila frunció el ceño. Pero era la primera vez que lo veía.

Un ligero escalofrío le recorrió la espalda, pero no de miedo. Era más bien esa sensación extraña que se tiene cuando algo fuera de lo común está ocurriendo.

Desvió la mirada y siguió caminando. No estaba acostumbrada a recibir atención de esa manera, y mucho menos de un desconocido. Su primer impulso fue ignorarlo y concentrarse en su tarea.

Sin embargo, conforme avanzaba entre los pasillos, no podía evitar preguntarse: ¿Por qué la miraba así?

Intentó no darle importancia. Después de todo, a veces las personas simplemente son amables.

Pero había algo en su expresión que la desconcertaba.

Tras unos minutos sin encontrar los bombillos, se acercó a la cajera.

—Disculpa, ¿dónde están los bombillos?

—Al fondo, junto a los jabones —respondió la mujer con una sonrisa.

Keila agradeció y se dirigió hacia allí.

Mientras caminaba, sintió de nuevo la misma mirada sobre ella. El chico aún la observaba.

Su corazón latió un poco más rápido. No por nerviosismo, sino por una alerta instintiva. ¿Por qué la miraba tanto?

Al llegar a la sección de bombillos, extendió la mano con calma para tomar uno, intentando concentrarse en su tarea. El frío del empaque de cartón contra sus dedos la ancló al presente.

Respiró hondo.

Tal vez solo era su imaginación.

Con el bombillo en la mano, se dirigió a la caja para pagar.

Sin embargo, justo cuando llegó a la fila, sintió un movimiento a su lado. Giró ligeramente la cabeza y, para su sorpresa, el chico estaba allí, parado a una distancia prudente.

¿Coincidencia?

Keila apretó los labios y fingió no notarlo. Seguro era casualidad.

La cajera, notando la escena, arqueó una ceja y, con curiosidad, le preguntó al chico:

—Oye, ¿qué haces aquí parado si no vas a comprar nada?

Él sonrió con naturalidad. Su voz era firme y segura, sin rastros de nerviosismo.

—Oye, pero si estoy derecho.

Keila parpadeó, sorprendida.

La forma en que lo dijo, con tanta seguridad y picardía, la descolocó.

No parecía alguien que buscara llamar la atención. Simplemente fluía con la situación, como si fuera lo más natural del mundo.

¿Le estaba coqueteando?

Sintió un leve calor subirle a las mejillas, pero lo ocultó mirando hacia otro lado.

Su instinto le decía que debía mirarlo y devolverle la sonrisa, pero la timidez la paralizó.

Pagó rápidamente, tomó los bombillos y salió del supermercado sin mirar atrás.

Afuera, el aire fresco la recibió con una bocanada de alivio. Su corazón aún latía con fuerza.

No entendía por qué, pero la actitud del chico la había desconcertado.

Lo que no sabía era que, a la mañana siguiente, seguiría pensando en él.

Esa noche, Keila intentó convencerse de que todo había sido una tontería.

Un momento insignificante.

Sin embargo, al despertar, su mente regresó al instante en que el chico la miró.

"¿Me estaba coqueteando?" pensó. ¿O solo fue mi imaginación?

Intentó ignorar la idea, pero no pudo.

Por primera vez en mucho tiempo, un pensamiento ajeno a su pasado ocupaba su mente.

Decidió escribirle a Lucía.

—Ayer pasó algo raro —tecleó.

—¿Qué cosa? —respondió su amiga casi al instante.

—Un chico me sonrió en el súper y… no sé, me pareció extraño.

—¡Keila, eso fue un coqueteo! —escribió Lucía con emojis de sorpresa—. Me alegra verte interesada en alguien después de todo lo que pasaste.

Keila leyó el mensaje en silencio. ¿Interesada?

No. No podía ser.

Recordó la última vez que dejó que alguien la ilusionara.

Las promesas vacías. Las esperas sin respuestas.

El dolor de sentirse poco importante para alguien.

No quería volver a pasar por eso.

Y aun así…

Una pequeña chispa encendió algo dentro de ella.

Mientras se vestía, las palabras de Lucía seguían resonando en su mente.

Tal vez su amiga tenía razón. Tal vez este encuentro no había sido tan insignificante como quería creer.

¿Y si realmente había sido un coqueteo?

¿Y si el universo le estaba dando una señal de que estaba lista para algo nuevo?

Pero Keila no quería ilusionarse.

Se conocía demasiado bien.

Sabía que solía imaginar historias en su cabeza con cada chico que le mostraba un poco de interés.

Y sin embargo, la forma en que él la miró… había sido diferente.

Esa mañana, mientras preparaba café, su mente iba y venía entre recuerdos y posibilidades.

Lucía no dejaba de insistir.

—Tal vez lo encuentres de nuevo en el supermercado —le escribió—. O podrías salir y cruzarte con él otra vez.

Keila no respondió de inmediato. No quería parecer ansiosa. Ni siquiera estaba segura de querer encontrarlo otra vez.

Pero algo dentro de ella no podía evitar pensarlo.

Por primera vez en mucho tiempo, la idea de conocer a alguien nuevo no le resultaba aterradora.

Tal vez, después de todo, sí estaba lista para seguir adelante.

Continuará…

Con este inesperado encuentro, Keila se encuentra ante una nueva y emocionante posibilidad en su vida amorosa. ¿Será este el inicio de una historia inesperada? ¿O simplemente un momento pasajero en su proceso de sanación? Acompáñala en el próximo capítulo mientras navega entre la incertidumbre y la esperanza, explorando lo que significa abrir su corazón de nuevo.

Continue lendo no Buenovela
Digitalize o código para baixar o App

Capítulos relacionados

Último capítulo

Digitalize o código para ler no App