El distanciamiento que nadie vio venir.Desde aquel día en el supermercado, cuando David la vio con José, algo había cambiado. Keila no podía señalar el momento exacto en que todo empezó a sentirse diferente, pero lo supo desde la forma en que él bajó la mirada después de sonreírle. Tal vez no era nada, o tal vez era el comienzo de esa distancia silenciosa que ahora los separaba sin explicación.Después de todo, su relación con David siempre había sido extraña: miradas prolongadas, silencios incómodos y momentos que parecían significar algo, solo para desmoronarse en segundos.Pero esta vez era diferente.Las coincidencias entre ellos empezaron a desaparecer. Si antes lo veía en el supermercado o en la calle sin buscarlo, ahora esos encuentros simplemente dejaron de ocurrir.Llegó el cumpleaños del pueblo, la celebración más esperada del año.Las calles estaban llenas de luces de colores, banderines colgaban entre los postes y el aire tenía ese aroma inconfundible de comida callejera
El chico fugazLas semanas pasaron en un extraño silencio. Keila había dejado de buscar a David con la mirada cada vez que salía a la calle, aunque en el fondo esperaba encontrarlo por casualidad, como solía pasar antes. Pero no. El destino ya no jugaba a cruzarlos.Por momentos, pensaba que tal vez era mejor así. Si él había decidido desaparecer, ¿para qué seguir pensando en él? Pero había algo inquietante en esa ausencia, como si una pieza faltara en su vida cotidiana. La última vez que escribió en su agenda, las palabras quedaron inconclusas. No sabía qué más decir sobre David porque ya no había más que decir.Su mamá notó su distracción. Su abuela también. Pero Keila no quería hablar de ello. Así que, cuando llegó la oportunidad de viajar con José y su familia a la casa de su abuela, la aceptó sin dudar. Necesitaba un cambio de aire.El fin de semana en la casa de su abuela, con la celebración del cumpleaños de su mamá, fue un respiro inesperado. Risas, juegos y momentos familiare
La Huella del DesencuentroNoviembre llegó frío y melancólico, como si el destino decidiera intervenir en la historia de Keila y David.La noche anterior aún pesaba en su mente. El rugido de aquella moto alejándose en la distancia había sido apenas un detalle fugaz, pero algo en su interior le decía que no debía pasarlo por alto.Había algo en ese sonido que la inquietaba.Tal vez era la hora. Tal vez era el momento exacto en que ocurrió. O tal vez... era otra cosa.Y esa inquietud no desapareció al despertar.Un día, mientras el aire helado la acompañaba al supermercado, una silueta en movimiento captó su atención.No estaba segura de por qué, pero algo en la forma en que se movía le resultó extrañamente familiar.El chico pasó frente a ella justo cuando estaba a punto de cruzar la calle y se detuvo un instante más de lo habitual.Keila sintió un escalofrío recorrerle la espalda.Aunque la distancia, el sol y sus gafas dificultaban distinguir su rostro, hubo algo en él que la hizo co
Las sombras de una historia sin finalDiciembre había llegado con su aire fresco y festivo, llenando las calles de luces y colores. Las fachadas de las casas brillaban con luces titilantes, y el aroma a canela y pan recién horneado flotaba en el ambiente.Las risas de los niños resonaban entre las calles, sus voces emocionadas por la llegada de la Navidad. El aire, aún tibio al atardecer, se volvía más fresco a medida que la noche avanzaba, trayendo consigo el aroma de la cena que se cocinaba en las casas. No había escaparates llenos de regalos ni luces deslumbrantes como en la ciudad, pero en cada hogar se sentía la expectativa de las fiestasPero dentro de Keila, algo no terminaba de encajar.A medida que la noche se instalaba, una brisa fría rozó su piel, pero no fue eso lo que la estremeció. Era otra clase de frío, uno que nacía desde dentro, como si algo invisible la envolviera. Un peso en el pecho que no lograba sacudirse, una sensación de espera que no terminaba. Como si aún es
La carta de despedida de KeilaPOV Keila…La noche era tranquila. Afuera, las luces de Navidad parpadeaban en las calles, pero en mi interior todo estaba en calma. No había ansiedad, ni preguntas sin respuesta. Solo una certeza: esta historia debía cerrarseY entonces, mientras volvía de la casa de mi abuela, lo vi de nuevo. El chico fugaz.Como tantas veces antes, pasó frente a mi casa. Pero esta vez, la oscuridad de la noche me impidió reconocerlo como en otras ocasiones.No intenté averiguar quién era. No importaba.Algo dentro de mí sabía que, después de esta noche, ya no volvería a buscarlo.Mientras entraba en mi habitación, me detuve por un momento frente a la ventana. Afuera, el mundo seguía su ritmo: risas lejanas, luces parpadeantes, la brisa suave que agi
Silencios y despedidas invisiblesEsta historia nació de esa sensación de estar tan cerca de algo, tan cerca de una posibilidad que casi puedes tocarla, pero que, por alguna razón, nunca se materializa. Es como ese chico que ves de lejos, en la cuadra de al lado, que pasa junto a ti, tan presente y, al mismo tiempo, tan ajeno. ¿Fue amor? ¿O quizá solo una obsesión? La conexión entre Keila y David parecía única, pero siempre se movió en el filo entre la realidad, el misterio y lo imaginario, entre lo vivido y lo que solo existió en la mente; una conexión que nunca supo exactamente cómo comenzó, pero que, por alguna razón, jamás encontró su destino.David era un torbellino de emociones envuelto en una sonrisa encantadora. Alto, de complexión atlética, con una confianza natural que hacía que cualquiera girara la cabeza para mirarlo. Su cabello castaño oscuro, siempre un poco desordenado, enmarcaba unos ojos profundos, hipnotizantes, de esos que parecen mirar más allá de la piel, como si
Entre recuerdos y promesasAunque parezca increíble, esta historia comenzó con un adiós. El 18 de enero, en el cumpleaños de su hermano, Keila puso fin a su relación a distancia con su casi novio. Él había afectado profundamente su estabilidad emocional y física. Con el apoyo de sus amigas y su madre, intentó seguir adelante, deseando borrar cada recuerdo. Pero por más que lo intentara, el dolor seguía ahí, oculto en las sombras de su mente, recordándole que algunas heridas tardan en cerrar.En ese momento, vivía en la gran ciudad con su padre, enfocada en reconstruirse. La universidad le trajo buenas noticias: había obtenido buenas calificaciones en sus últimos exámenes del semestre. Ese logro le devolvió algo de confianza. Empezó a sentirse más ligera, como si, poco a poco, la versión de sí misma que había perdido estuviera regresando. Sin embargo, había noches en las que el pasado la acechaba. La soledad tenía una forma cruel de traer de vuelta los recuerdos, haciéndola revivir cada
Un San Valentín agridulceEl Día de San Valentín siempre había sido un recordatorio incómodo para Keila. No porque tuviera algo en contra del amor, sino porque los recuerdos que traía consigo estaban cargados de promesas incumplidas y expectativas rotas. Este año no era la excepción.Despertó temprano, con la sensación de que algo en el aire pesaba más de lo normal. Miró su teléfono y, sin querer, lo primero que vio fueron las publicaciones de sus amigas celebrando la fecha. Flores, chocolates, cartas… todo un despliegue de amor en redes sociales. Suspiró y dejó el celular a un lado. No quería empezar el día sintiéndose así.Se levantó de la cama y se dirigió a la cocina, donde su madre ya estaba preparando café.—¿Dormiste bien? —preguntó su madre, dándole una taza caliente.—Más o menos —respondió Keila, removiendo el líquido con la cucharilla—. Es San Valentín.Su madre sonrió con ternura.—Es solo un día más, hija. No dejes que te afecte.Keila asintió, pero en el fondo sabía que n