Un invitado sorpresaEs octubre. Para muchos, es el mes de Halloween, el mes de los brujitos, el mes del niño, el mes de los cortes de cabello aprovechando las fases de la luna, el mes de la Biblia, y el mes en el que hay una semana de receso para descansar y desconectar.Un mes lleno de tradiciones y simbolismos, de magia en el aire, de descanso merecido y de nuevos comienzos.Pero para Keila y David, octubre es mucho más que un simple cambio de estación.Es el mes en el que el destino da un giro inesperado en sus vidas.Después de que David vio a Keila por primera vez con otro chico que no fuera su hermano, algo cambió entre ellos. Fue un momento confuso y casi imperceptible, como una nube pasajera que cubre el sol por un instante. Sin embargo, los lectores pueden notar lo frágil que puede ser la conexión entre dos personas cuando los sentimientos se mezclan con percepciones y silencios no aclarados.Pero les contaré con más detalle qué sucedió…Durante la semana de receso, José, e
El distanciamiento que nadie vio venir.Desde aquel día en el supermercado, cuando David la vio con José, algo había cambiado. Keila no podía señalar el momento exacto en que todo empezó a sentirse diferente, pero lo supo desde la forma en que él bajó la mirada después de sonreírle. Tal vez no era nada, o tal vez era el comienzo de esa distancia silenciosa que ahora los separaba sin explicación.Después de todo, su relación con David siempre había sido extraña: miradas prolongadas, silencios incómodos y momentos que parecían significar algo, solo para desmoronarse en segundos.Pero esta vez era diferente.Las coincidencias entre ellos empezaron a desaparecer. Si antes lo veía en el supermercado o en la calle sin buscarlo, ahora esos encuentros simplemente dejaron de ocurrir.Llegó el cumpleaños del pueblo, la celebración más esperada del año.Las calles estaban llenas de luces de colores, banderines colgaban entre los postes y el aire tenía ese aroma inconfundible de comida callejera
El chico fugazDías después, Keila viajó con José y su familia a la casa de su abuela para celebrar el cumpleaños de su mamá. Fue un fin de semana lleno de risas, juegos y momentos familiares que le dieron a Keila un respiro inesperado. Ese tiempo fue como una pausa en su vida, una tregua frente a la confusión y las dudas que comenzaban a surgir sobre su relación con David.Cuando José regresó a la ciudad con su mamá para continuar con sus estudios, Keila volvió al pueblo junto a su madre y su abuela. Aunque la casa recobró su calma habitual, algo dentro de Keila seguía inquieto. Era como si aquel fin de semana en la casa de su abuela hubiera sido un refugio temporal de una verdad que aún no estaba lista para enfrentar.Al retomar su rutina en el pueblo, Keila notó algo extraño: David ya no estaba en el supermercado. Ahora los domicilios los entregaba un joven diferente, alguien que parecía conocer a todo el mundo…menos a ella.Al principio pensó que era una casualidad, pero los días
Entre recuerdos y promesasAunque parezca increíble, esta historia comenzó con un adiós. El 18 de enero, en el cumpleaños de su hermano, Keila puso fin a su relación a distancia con su casi novio. Él había afectado profundamente su estabilidad emocional y física. Con el apoyo de sus amigas y su madre, intentó seguir adelante, deseando borrar cada recuerdo. Pero por más que lo intentara, el dolor seguía ahí, oculto en las sombras de su mente, recordándole que algunas heridas tardan en cerrar.En ese momento, vivía en la gran ciudad con su padre, enfocada en reconstruirse. La universidad le trajo buenas noticias: había obtenido buenas calificaciones en sus últimos exámenes del semestre. Ese logro le devolvió algo de confianza. Empezó a sentirse más ligera, como si, poco a poco, la versión de sí misma que había perdido estuviera regresando. Sin embargo, había noches en las que el pasado la acechaba. La soledad tenía una forma cruel de traer de vuelta los recuerdos, haciéndola revivir cada
Un San Valentín agridulceEl Día de San Valentín siempre había sido un recordatorio incómodo para Keila. No porque tuviera algo en contra del amor, sino porque los recuerdos que traía consigo estaban cargados de promesas incumplidas y expectativas rotas. Este año no era la excepción.Despertó temprano, con la sensación de que algo en el aire pesaba más de lo normal. Miró su teléfono y, sin querer, lo primero que vio fueron las publicaciones de sus amigas celebrando la fecha. Flores, chocolates, cartas… todo un despliegue de amor en redes sociales. Suspiró y dejó el celular a un lado. No quería empezar el día sintiéndose así.Se levantó de la cama y se dirigió a la cocina, donde su madre ya estaba preparando café.—¿Dormiste bien? —preguntó su madre, dándole una taza caliente.—Más o menos —respondió Keila, removiendo el líquido con la cucharilla—. Es San Valentín.Su madre sonrió con ternura.—Es solo un día más, hija. No dejes que te afecte.Keila asintió, pero en el fondo sabía que n
La renovación y la liberaciónLos días pasaban, y Keila se encontraba en medio de una etapa crucial: la de liberarse por completo del "susodicho". Pero, como bien sabía, no sería tan sencillo. Los recuerdos que compartían seguían acechándola, presentes en cada rincón de su habitación. Aunque su cuarto no era grande, cada detalle parecía recordarle las promesas incumplidas y las ilusiones rotas atrapadas entre esas cuatro paredes. Determinada a dejar atrás ese capítulo de su vida, decidió remodelar su espacio, buscando deshacerse de los rastros de un pasado que había sido su refugio, pero que él había utilizado para distanciarse de ella.Comenzó por deshacerse de las cosas que le recordaban a él: fotos, videos y pequeños objetos que, en su momento, le habían parecido significativos. Al principio, se sintió abrumada, como si cada objeto representara una carga emocional que debía soltar. Pero luego, con cada recuerdo que sacaba de su vida, sentía que era un peso menos que se quitaba de su
Un encuentro inesperadoEl día comenzó como cualquier otro. Keila se despertó con los rayos del sol acariciando su piel, pero el calor no bastaba para disipar la melancolía que la había acompañado en las últimas semanas. Se estiró en la cama y suspiró. Había avanzado mucho en su proceso de sanación, pero algunas mañanas todavía traían consigo un vacío inexplicable.Se sentó al borde de la cama y miró su celular. Su lista de tareas incluía una sola cosa: comprar bombillos para su abuelo. Un encargo simple, pero suficiente para sacarla de casa y mantener su mente ocupada.Antes de salir, tomó su libro de autoayuda y leyó algunas páginas."No te aferres a lo que te hirió. Permítete nuevas experiencias."Se quedó pensando en esas palabras mientras cerraba el libro. ¿Nuevas experiencias? No estaba segura de quererlas, pero al menos haría el intento de seguir adelante.Aún le costaba imaginarse a sí misma en algo distinto. Durante mucho tiempo, su mundo había girado en torno a su relación pa
La confirmación del encuentroEl encuentro de Keila con aquel chico resultó ser real, y unos días más tarde, el destino se encargó de confirmarlo. Aunque para cualquier otra persona podría haber sido evidente desde el principio, ella necesitaba estar segura de que no era solo una fantasía de su mente. Las dudas y el anhelo se entrelazaban en su interior como una melodía persistente, imposible de ignorar.Todo ocurrió cuando, al ir a comprar algunas cosas para su abuelo, volvió a encontrarse con él. Esta vez, no se trató de una mirada fugaz ni de una sonrisa pasajera. Él se le acercó, la observó con calma y le dedicó una sonrisa que irradiaba calidez, una de esas que pueden iluminar hasta el día más gris.Por un instante, el mundo a su alrededor pareció desvanecerse. En el aire flotaba una tensión sutil, una sensación de reconocimiento, como si en ese breve cruce de miradas hubiera algo más de lo que ambos estaban dispuestos a admitir. Keila sintió que sus pensamientos se detenían, com