La confirmación del encuentro
El encuentro de Keila con aquel chico resultó ser real, y unos días más tarde, el destino se encargó de confirmarlo. Aunque para cualquier otra persona podría haber sido evidente desde el principio, ella necesitaba estar segura de que no era solo una fantasía de su mente. Las dudas y el anhelo se entrelazaban en su interior como una melodía persistente, imposible de ignorar.
Todo ocurrió cuando, al ir a comprar algunas cosas para su abuelo, volvió a encontrarse con él. Esta vez, no se trató de una mirada fugaz ni de una sonrisa pasajera. Él se le acercó, la observó con calma y le dedicó una sonrisa que irradiaba calidez, una de esas que pueden iluminar hasta el día más gris.
Por un instante, el mundo a su alrededor pareció desvanecerse. En el aire flotaba una tensión sutil, una sensación de reconocimiento, como si en ese breve cruce de miradas hubiera algo más de lo que ambos estaban dispuestos a admitir. Keila sintió que sus pensamientos se detenían, como si su mente le diera una tregua a las dudas que tanto la atormentaban.
El latido de su corazón se aceleró. Al sentir la calidez de su sonrisa, algo se despertó en ella, una chispa de esperanza que no había sentido en mucho tiempo. "No, no me voy a ilusionar", se repitió mentalmente. Pero el eco de la sonrisa del chico seguía resonando en su cabeza, y cada vez le era más difícil ignorarlo.
Poco después, descubrió que el chico trabajaba en el supermercado. Aquello hizo que la conexión que había sentido con él adquiriera aún más significado nuevo. Ya no era solo un desconocido con una sonrisa intrigante; ahora su presencia en su vida tenía un punto de referencia. Aunque aún no sabía su nombre, algo en el aire le decía que ya no sería solo un rostro perdido en la multitud
Sin embargo, la incertidumbre no tardó en invadirla. ¿Era esto una simple casualidad o el destino estaba intentando decirle algo? ¿El chico del supermercado realmente estaba interesado en ella o simplemente era una persona amable con todos?
Keila intentó apartar esas preguntas de su mente, pero la curiosidad ya había echado raíces. Quería saber más sobre él, descubrir si esa conexión que había sentido era real o solo el reflejo de sus propios anhelos.
A lo largo de los días siguientes, Keila notó que su rutina había cambiado. Sin darse cuenta, su mente comenzaba a divagar con más frecuencia, imaginando posibles conversaciones, escenarios donde ella se atrevía a dar el primer paso.
—¿Cómo se llamará? —se preguntaba en voz baja.
—¿Será tan interesante como parece? ¿O solo estoy idealizándolo?
Se sintió un poco tonta por aquellas ideas, pero al mismo tiempo, era refrescante permitirse soñar con nuevas posibilidades. Era un cambio agradable después de tanto tiempo de ver el amor como una herida que aún dolía.
Una tarde, después de un día largo, se sentó frente a su computadora para hacer una videollamada con Lucía. La pantalla pronto se iluminó con el rostro de su amiga, que la saludó con su característica sonrisa emocionada.
—¡Esto es una señal! — exclamó Lucía, sin dejar de sonreír, cuando Keila le contó lo sucedido.
—No exageres… —respondió Keila con una leve sonrisa, aunque no podía evitar sentirse un poco más animada.
—¡Claro que no! Ya te sonrió una vez, y ahora lo vuelves a ver. ¡Eso no puede ser coincidencia!Keila negó con la cabeza, pero en el fondo, su corazón latía con más fuerza con cada palabra de su amiga.
—¿Y qué te dijo? — insistió Lucía, inclinándose un poco hacia la cámara, como si intentara leer los detalles en la expresión de su rostro.
—Nada en especial. Solo me sonrió.El simple hecho de recordarlo hacía que su pulso se acelerara. Era absurdo, lo sabía. ¿Cómo podía alterarla tanto una simple sonrisa?
—Eso ya es un avance —dijo Lucía con seguridad—. Tal vez deberías ser un poco más atrevida y hablarle la próxima vez.
La idea de acercarse a él la hizo sentir un nudo en el estómago.
—No sé… —dudó, mordiéndose el labio,
Lucía se recostó en su silla, y su mirada se suavizó, como si analizara cada palabra de su amiga.
—Tienes miedo de ilusionarte otra vez, ¿cierto?
Keila bajó la mirada, sintiendo cómo las palabras de Lucía le calaban hondo. Su amiga la conocía demasiado bien.
—No quiero volver a pasar por lo mismo, Lu. La última vez terminé rota.
Lucía la miró con ternura a través de la pantalla, su voz más suave.
—Lo entiendo, pero no todas las historias terminan igual. Tal vez esta vez sea diferente.
La esperanza y el miedo se debatían dentro de Keila. Quería creer que era posible, pero su instinto le pedía que mantuviera la guardia en alto.
Los días pasaron y cada vez que Keila salía, no podía evitar preguntarse si lo volvería a ver. Cada vez que pasaba cerca del supermercado, un cosquilleo nervioso recorría su cuerpo.
—¿Y si hoy lo vuelvo a ver?
Pero al mismo tiempo, se atormentaba con otras preguntas:
—¿Y si él no siente lo mismo? ¿Y si todo está solo en mi cabeza?
Era una batalla constante entre la emoción y el miedo. La idea de conocer a alguien nuevo la llenaba de ilusión, pero también despertaba todas sus inseguridades.
Una tarde, cuando el sol comenzaba a esconderse en el horizonte, se detuvo frente al supermercado. No entró. Solo observó el lugar, el bullicio de las personas pasando a su alrededor, y su corazón latió con más fuerza. Se preguntó si el chico estaría dentro. Si cruzaba esa puerta, ¿sus ojos se encontrarían de nuevo?
Pero no entró.
Dio media vuelta y continuó su camino.
—Aún no —se dijo a sí misma—. Aún no estoy lista.
No quería apresurarse. Quería asegurarse de que esta vez, si decidía abrir su corazón, sería de una forma más sana, sin idealizar, sin precipitarse como lo había hecho en el pasado.
Mientras caminaba, se dio cuenta de que este paso no se trataba solo de el chico del supermercado. Se trataba de su propio proceso. Cada vez que elegía no correr hacia algo que podría lastimarla, sentía que estaba aprendiendo a valorarse más, a protegerse mejor. A veces, no se trataba de lo que el otro ofrecía, sino de lo que ella estaba dispuesta a dar de sí misma sin perderse.
Sin embargo, la pregunta seguía ahí, acechándola en lo más profundo de su mente:
—¿Sería este el inicio de una historia de amor inesperada?
El corazón de Keila latía con una mezcla de esperanza y temor. Pero, a diferencia de antes, esta vez estaba dispuesta a enfrentarlo. Sabía que, sin importar el resultado, había dado un paso adelante en su vida emocional, y eso, por sí solo, ya era un pequeño triunfo.
En la soledad de su habitación, reflexionó sobre lo que significaba abrirse nuevamente a alguien. En el pasado, había experimentado desilusión y dolor. Cada una de esas experiencias había dejado cicatrices en su corazón, recordándole que el amor podía ser tanto un refugio como una tormenta.
Pero ahora, por primera vez en mucho tiempo, sentía que el riesgo valía la pena.
—Cada paso hacia adelante es también un paso hacia el autoconocimiento —se recordó.
"A veces, el primer paso hacia un nuevo comienzo no es avanzar hacia otro, sino aprender a caminar hacia ti misma."
La posibilidad de un amor sincero y genuino era motivo suficiente para desafiar sus temores. No se trataba solo del chico misterioso. Se trataba de ella, de su crecimiento, de su capacidad para permitirse sentir de nuevo sin perderse en el proceso.
Se preguntó si aquel chico sería esa persona con la que podría compartir más que una simple sonrisa en el supermercado.
Y aunque no tenía la respuesta aún, una cosa era segura:
Estaba lista para descubrirlo.
Continuará...
En el próximo capítulo, Keila explorará más sobre este nuevo vínculo y lo que podría significar para ella. ¿Qué desarrollos traerá esta conexión con el chico del supermercado? Acompáñala mientras sigue adelante con cautela y curiosidad, descubriendo cómo este nuevo encuentro podría influir en su vida.
Palabras y eventos confusosLos días pasaron y el interés de Keila por el chico del supermercado, seguía creciendo. Cada vez que cruzaba la puerta del lugar, su corazón latía con más fuerza. No solo por la compra que necesitaba hacer, sino también por el deseo de volver a verlo.Aunque su amiga Lucía, con quien hablaba constantemente a la distancia, le había dado muchos ánimos, Keila aún sentía una mezcla de emoción y temor. Las palabras de Lucía retumbaban en su cabeza:"¡Hazlo, Keila, hazlo!"Pero cada vez que pensaba en acercarse a él, algo en su pecho se encogía.Lucía insistía en que, al menos, le pidiera su nombre. Pero Keila no podía evitar sentirse nerviosa y avergonzada, especialmente porque él parecía estar ocupado en su trabajo. La idea de conocerlo la inquietaba, pero a la vez la emocionaba.Cada vez que sus miradas se cruzaban, Keila sentía que había una conexión especial, como si pudieran comunicarse sin palabras. Además, tenía la sensación de que él la reconocía de algún
Miedos cuestionablesEl encuentro con el chico en el supermercado había sido breve, pero su impacto seguía resonando en ella. No era solo la emoción de haberle hablado, sino el miedo que le había quedado en el pecho. Un miedo que no tenía que ver con él, sino con lo que significaba abrirse a alguien nuevo.Cada vez que intentaba imaginar un futuro con alguien más, los fantasmas del pasado volvían con más fuerza. Su ex también había empezado así: con una sonrisa amable, con encuentros casuales que parecían promesas de algo más. Y en aquel entonces, Keila había bajado la guardia sin imaginar lo que vendría después.¿Cómo saber si esta vez sería diferente?Ansiaba conocer el nombre y el número del chico misterioso, sanar y finalmente dejar atrás el dolor que su ex le había causado. Sin embargo, el tiempo no parecía estar de su lado.Un mes y medio… ¿Era realmente suficiente para curar las heridas del pasado? O tal vez, sin darse cuenta, ya se había enamorado de alguien que nunca fue suyo
Entre ilusiones y silenciosDespués de casi un mes sin verlo, Keila se encontraba atrapada en una encrucijada emocional. Había algo en David, algo que la atraía y la desconcertaba al mismo tiempo. Sus expectativas y miedos alimentaban la ilusión de que podría haber algo más entre ellos, aunque solo lo había visto un par de veces. Las pocas interacciones que tuvieron en el supermercado habían dejado una huella en ella. Algo en la forma en que la miraba, en la manera en que sus caminos se cruzaban por azar, parecía sugerir una conexión que ella no podía explicar. Pero la duda la invadía. ¿Realmente existía algo entre ellos o solo era producto de su imaginación?La verdad era que Keila había tenido mucho tiempo para pensar en él. La imagen de David, de su manera tan peculiar de mirarla y de su comportamiento tan tranquilo, se había colado en su mente y no la dejaba en paz. Pensaba en él incluso cuando intentaba concentrarse en otras cosas, como sus estudios o sus proyectos personales. Es
Entre dudas y decisionesA pesar de que Keila trató de convencer a sí misma de que debía dejar de pensar en David, algo dentro de ella aún sentía la necesidad de entenderlo. De aclarar, aunque fuera por su propio bienestar, lo que había sucedido entre ellos. Y fue así como, tras varios días de reflexiones, Sol la convenció de que fueran al supermercado a comprar un yogur para el bebé de Sol, Iván. Keila sabía que no podía evitar la tentación de ir, aunque el simple hecho de pisar ese lugar revivía todas las emociones que había intentado dejar atrás.El supermercado parecía mucho más grande de lo que recordaba, pero lo que realmente le pesaba era la incertidumbre de si lo volvería a ver. Al caminar hacia la parte de atrás, donde se encontraban las neveras, Keila no podía dejar de mirar hacia los pasillos, esperando, aunque en el fondo sabía que no debía esperar nada. De pronto, ahí estaba. David. Estaba organizando productos en los estantes, como si nada estuviera ocurriendo a su alrede
El eco de lo no dicho y el peso del tiempo entre ellos.El tiempo pasó sin que Keila y David volvieran a dirigirse la palabra. Si alguna vez se cruzaban en el supermercado, él ni siquiera la miraba. Siempre parecía ocupado con su teléfono o con su trabajo, como si ella no existiera. Keila, por su parte, había optado por la misma estrategia. Si lo veía en la calle, desviaba la mirada y caminaba en dirección opuesta. Era irónico cómo, después de tanta incertidumbre y preguntas sin respuesta, ambos habían decidido actuar como si nunca se hubieran conocido. La distancia entre ellos parecía crecer con cada día que pasaba, pero, en el fondo, Keila no podía evitar preguntarse si algo más habría quedado de todo lo que compartieron.Los días transcurrieron sin grandes sobresaltos, hasta que comenzaron las obras en el pueblo. Las calles estaban
Conexiones IncomprensiblesEra una mañana nublada cuando Keila salió con Iván en brazos hacia la verdulería. El pequeño bebé de Sol se había convertido en su compañero habitual, y su presencia le traía una extraña calma. Se aseguró de cubrirlo bien con una manta, pues la brisa fresca de la mañana comenzaba a sentirse más intensa.Para llegar a la verdulería, tuvo que cruzar un pasillo improvisado entre carpas y estructuras a medio construir. La construcción en el pueblo había convertido las calles en un laberinto de polvo y escombros, y cruzar por allí le resultaba sofocante. No le gustaba esa sensación de encierro, la luz tenue filtrándose entre los plásticos, el sonido amortiguado de la gente al otro lado. El olor a cemento fresco y tierra removida se mezclaba con el leve hedor a humedad de los plásticos que cubrían las carpas. Cada paso que daba levantaba una pequeña nube de polvo que se pegaba a su ropa y dejaba un sabor seco en su boca.El túnel se sentía asfixiante, con la luz d
Palabras InquietasPor la tarde, después del inesperado encuentro de la mañana, Keila volvió al supermercado como de costumbre para comprar algunos productos para su abuelo.Intentó convencerse de que ya no pensaba en lo ocurrido.Pero lo hacía.La imagen de David, de pie en aquel pasillo improvisado, con su maldita sonrisa tranquila, se repetía en su cabeza como un eco molesto. Había sido la misma expresión de otras veces, la misma que solía desarmarla cuando aún significaban algo el uno para el otro. Pero ahora, después de meses de distancia, ¿qué pretendía? ¿Por qué mirarla así?No quería analizarlo. No quería sentir nada.Se obligó a centrarse en la lista de compras, repasándola mentalmente mientras tomaba una canasta al entrar. El aire acondicionado del supermercado la recibió con una ráfaga helada que le erizó la piel. Se concentró en sus pasos, en el sonido de las ruedas de los carritos al deslizarse por el piso pulido, en la música de fondo que sonaba como un eco lejano.Pero
El punto de quiebreEsa noche, el insomnio volvió a ser su mejor amigo.No importaba cuánto intentara distraerse con su celular, su mente siempre regresaba a la misma imagen: David, su sonrisa y la manera en que la miró.Era absurdo. No había pasado nada realmente importante, pero aun así, su cuerpo reaccionaba como si estuviera atrapada en un bucle sin fin.Intentó repetirse que todo estaba en su cabeza. Que no había significado nada.Pero el eco de su propia confusión no la dejaba en paz.Se giró en la cama, acomodó la almohada, cerró los ojos con fuerza… pero nada ayudaba.Las preguntas llegaban una tras otra, como si su mente estuviera empecinada en torturarla."Si no le importo, ¿por qué me mira así?""¿Y si me equivoqué? ¿Y si en realidad sí quería decir algo con esa sonrisa?""No, Keila. Basta. No significa nada."Pero… ¿y si sí significaba algo?Frustrada, se levantó de la cama y caminó hasta la ventana de su habitación. Afuera, el pueblo dormía en calma, pero en su interior t