Capítulo 5: Un vínculo inesperado

La confirmación del encuentro

El encuentro de Keila con aquel chico resultó ser real, y unos días más tarde, el destino se encargó de confirmarlo. Aunque para cualquier otra persona podría haber sido evidente desde el principio, ella necesitaba estar segura de que no era solo una fantasía de su mente.  Las dudas y el anhelo se entrelazaban en su interior como una melodía persistente, imposible de ignorar.

Todo ocurrió cuando, al ir a comprar algunas cosas para su abuelo, volvió a encontrarse con él. Esta vez, no se trató de una mirada fugaz ni de una sonrisa pasajera. Él se le acercó, la observó con calma y le dedicó una sonrisa que irradiaba calidez, una de esas que pueden iluminar hasta el día más gris.

Por un instante, el mundo a su alrededor pareció desvanecerse. En el aire flotaba una tensión sutil, una sensación de reconocimiento, como si en ese breve cruce de miradas hubiera algo más de lo que ambos estaban dispuestos a admitir. Keila sintió que sus pensamientos se detenían, como si su mente le diera una tregua a las dudas que tanto la atormentaban.

El latido de su corazón se aceleró. Al sentir la calidez de su sonrisa, algo se despertó en ella, una chispa de esperanza que no había sentido en mucho tiempo. "No, no me voy a ilusionar", se repitió mentalmente. Pero el eco de la sonrisa del chico seguía resonando en su cabeza, y cada vez le era más difícil ignorarlo.

Poco después, descubrió que el chico trabajaba en el supermercado. Aquello hizo que la conexión que había sentido con él adquiriera aún más significado nuevo. Ya no era solo un desconocido con una sonrisa intrigante; ahora su presencia en su vida tenía un punto de referencia. Aunque aún no sabía su nombre, algo en el aire le decía que ya no sería solo un rostro perdido en la multitud

Sin embargo, la incertidumbre no tardó en invadirla. ¿Era esto una simple casualidad o el destino estaba intentando decirle algo? ¿El chico del supermercado realmente estaba interesado en ella o simplemente era una persona amable con todos?

Keila intentó apartar esas preguntas de su mente, pero la curiosidad ya había echado raíces. Quería saber más sobre él, descubrir si esa conexión que había sentido era real o solo el reflejo de sus propios anhelos.

A lo largo de los días siguientes, Keila notó que su rutina había cambiado. Sin darse cuenta, su mente comenzaba a divagar con más frecuencia, imaginando posibles conversaciones, escenarios donde ella se atrevía a dar el primer paso.

—¿Cómo se llamará? —se preguntaba en voz baja.

—¿Será tan interesante como parece? ¿O solo estoy idealizándolo?

Se sintió un poco tonta por aquellas ideas, pero al mismo tiempo, era refrescante permitirse soñar con nuevas posibilidades. Era un cambio agradable después de tanto tiempo de ver el amor como una herida que aún dolía.

Una tarde, después de un día largo, se sentó frente a su computadora para hacer una videollamada con Lucía. La pantalla pronto se iluminó con el rostro de su amiga, que la saludó con su característica sonrisa emocionada.

—¡Esto es una señal! — exclamó Lucía, sin dejar de sonreír, cuando Keila le contó lo sucedido.

—No exageres… —respondió Keila con una leve sonrisa, aunque no podía evitar sentirse un poco más animada.

—¡Claro que no! Ya te sonrió una vez, y ahora lo vuelves a ver. ¡Eso no puede ser coincidencia!

Keila negó con la cabeza, pero en el fondo, su corazón latía con más fuerza con cada palabra de su amiga.

—¿Y qué te dijo? — insistió Lucía, inclinándose un poco hacia la cámara, como si intentara leer los detalles en la expresión de su rostro.

—Nada en especial. Solo me sonrió.

El simple hecho de recordarlo hacía que su pulso se acelerara. Era absurdo, lo sabía. ¿Cómo podía alterarla tanto una simple sonrisa?

—Eso ya es un avance —dijo Lucía con seguridad—. Tal vez deberías ser un poco más atrevida y hablarle la próxima vez.

La idea de acercarse a él la hizo sentir un nudo en el estómago.

—No sé… —dudó, mordiéndose el labio,

Lucía se recostó en su silla, y su mirada se suavizó, como si analizara cada palabra de su amiga.

—Tienes miedo de ilusionarte otra vez, ¿cierto?

Keila bajó la mirada, sintiendo cómo las palabras de Lucía le calaban hondo. Su amiga la conocía demasiado bien.

—No quiero volver a pasar por lo mismo, Lu. La última vez terminé rota.

Lucía la miró con ternura a través de la pantalla, su voz más suave.

—Lo entiendo, pero no todas las historias terminan igual. Tal vez esta vez sea diferente.

La esperanza y el miedo se debatían dentro de Keila. Quería creer que era posible, pero su instinto le pedía que mantuviera la guardia en alto.

Los días pasaron y cada vez que Keila salía, no podía evitar preguntarse si lo volvería a ver. Cada vez que pasaba cerca del supermercado, un cosquilleo nervioso recorría su cuerpo.

—¿Y si hoy lo vuelvo a ver?

Pero al mismo tiempo, se atormentaba con otras preguntas:

—¿Y si él no siente lo mismo? ¿Y si todo está solo en mi cabeza?

Era una batalla constante entre la emoción y el miedo. La idea de conocer a alguien nuevo la llenaba de ilusión, pero también despertaba todas sus inseguridades.

Una tarde, cuando el sol comenzaba a esconderse en el horizonte, se detuvo frente al supermercado. No entró. Solo observó el lugar, el bullicio de las personas pasando a su alrededor, y su corazón latió con más fuerza. Se preguntó si el chico estaría dentro. Si cruzaba esa puerta, ¿sus ojos se encontrarían de nuevo?

Pero no entró.

Dio media vuelta y continuó su camino.

—Aún no —se dijo a sí misma—. Aún no estoy lista.

No quería apresurarse. Quería asegurarse de que esta vez, si decidía abrir su corazón, sería de una forma más sana, sin idealizar, sin precipitarse como lo había hecho en el pasado.

Mientras caminaba, se dio cuenta de que este paso no se trataba solo de el chico del supermercado. Se trataba de su propio proceso. Cada vez que elegía no correr hacia algo que podría lastimarla, sentía que estaba aprendiendo a valorarse más, a protegerse mejor. A veces, no se trataba de lo que el otro ofrecía, sino de lo que ella estaba dispuesta a dar de sí misma sin perderse.

Sin embargo, la pregunta seguía ahí, acechándola en lo más profundo de su mente:

—¿Sería este el inicio de una historia de amor inesperada?

El corazón de Keila latía con una mezcla de esperanza y temor. Pero, a diferencia de antes, esta vez estaba dispuesta a enfrentarlo. Sabía que, sin importar el resultado, había dado un paso adelante en su vida emocional, y eso, por sí solo, ya era un pequeño triunfo.

En la soledad de su habitación, reflexionó sobre lo que significaba abrirse nuevamente a alguien. En el pasado, había experimentado desilusión y dolor. Cada una de esas experiencias había dejado cicatrices en su corazón, recordándole que el amor podía ser tanto un refugio como una tormenta.

Pero ahora, por primera vez en mucho tiempo, sentía que el riesgo valía la pena.

—Cada paso hacia adelante es también un paso hacia el autoconocimiento —se recordó.

"A veces, el primer paso hacia un nuevo comienzo no es avanzar hacia otro, sino aprender a caminar hacia ti misma."

La posibilidad de un amor sincero y genuino era motivo suficiente para desafiar sus temores. No se trataba solo del chico misterioso. Se trataba de ella, de su crecimiento, de su capacidad para permitirse sentir de nuevo sin perderse en el proceso.

Se preguntó si aquel chico sería esa persona con la que podría compartir más que una simple sonrisa en el supermercado.

Y aunque no tenía la respuesta aún, una cosa era segura:

Estaba lista para descubrirlo.

Continuará...

En el próximo capítulo, Keila explorará más sobre este nuevo vínculo y lo que podría significar para ella. ¿Qué desarrollos traerá esta conexión con el chico del supermercado? Acompáñala mientras sigue adelante con cautela y curiosidad, descubriendo cómo este nuevo encuentro podría influir en su vida.

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