Capítulo 7: Palabras No Dichas

Miedos cuestionables

El encuentro con el chico en el supermercado había sido breve, pero su impacto seguía resonando en ella. No era solo la emoción de haberle hablado, sino el miedo que le había quedado en el pecho. Un miedo que no tenía que ver con él, sino con lo que significaba abrirse a alguien nuevo.

Cada vez que intentaba imaginar un futuro con alguien más, los fantasmas del pasado volvían con más fuerza. Su ex también había empezado así: con una sonrisa amable, con encuentros casuales que parecían promesas de algo más. Y en aquel entonces, Keila había bajado la guardia sin imaginar lo que vendría después.

¿Cómo saber si esta vez sería diferente?

Ansiaba conocer el nombre y el número del chico misterioso, sanar y finalmente dejar atrás el dolor que su ex le había causado. Sin embargo, el tiempo no parecía estar de su lado.

Un mes y medio… ¿Era realmente suficiente para curar las heridas del pasado?

O tal vez, sin darse cuenta, ya se había enamorado de alguien que nunca fue suyo, y eso hacía que la idea de dejarlo ir resultara aún más difícil.

Su mente no dejaba de torturarla con preguntas.

¿Por qué el dicho “un clavo saca a otro clavo” no parecía aplicarse a ella como a los demás?

Mientras algunas personas podían reemplazar el amor de una pareja con la llegada de otra, Keila sentía que su corazón no funcionaba de la misma manera. Quizá, en el fondo, lo que más temía no era la idea de volver a ilusionarse… sino la posibilidad de ser lastimada otra vez.

Había construido tantas ilusiones en torno a este chico misterioso que empezó a crear expectativas desmesuradas e imaginar escenarios que ni siquiera habían ocurrido. Se repetía constantemente los momentos en los que había cruzado miradas con él, tratando de encontrar señales que confirmaran que su interés era correspondido.

Pero al no conocerlo realmente, lo poco que tenía se convertía en alimento para su imaginación.

—No es que no quiera conocerlo, pero… ¿y si me ilusiono y todo termina igual que antes?

—susurró Keila, abrazando su peluche mientras hablaba con Lucía por videollamada.

Lucía resopló al otro lado de la pantalla.

—Keila, no puedes vivir pensando que todo va a salir mal. ¿Y si esta vez es diferente?

—Pero, ¿y si no lo es?

Lucía se quedó en silencio por unos segundos. Luego suspiró.

—Mira, te diré la verdad. Tal vez termines decepcionada, o tal vez no. Pero nunca lo sabrás si no te das la oportunidad de averiguarlo.

Keila mordió su labio. Sabía que su amiga tenía razón, pero era más fácil decirlo que hacerlo

En las noches, antes de dormir, Keila fantaseaba con la posibilidad de encontrárselo nuevamente. Imaginaba conversaciones que aún no habían tenido, sonrisas que aún no le había dedicado y gestos de cariño que solo existían en su cabeza.

Pero, al despertar, la realidad la golpeaba con fuerza.

No sabía su nombre, no tenía su número y, más importante aún, no tenía la certeza de que él sintiera lo mismo por ella.

Y ahí nacía el problema.

Entre la ilusión y la duda, Keila se encontraba atrapada en un torbellino de pensamientos que la hacían cuestionarse una y otra vez.

Desde la perspectiva de sus amigas, todo esto formaba parte de un proceso natural al iniciar una nueva ilusión. Para ellas, la emoción de conocer a alguien nuevo venía acompañada de la incertidumbre, y era algo que debía disfrutarse en lugar de temerse.

Sin embargo, para Keila, la situación era diferente. Ella no se sentía completamente lista para abrirse a otra persona. Tal vez, la sombra de su relación pasada aún pesaba demasiado.

Desde la perspectiva de su madre, era preocupante que Keila creara escenarios ficticios en su cabeza, pues esto solo la hacía sufrir innecesariamente.

No puedes enamorarte de alguien a quien apenas conoces —le decía con dulzura, pero con firmeza—. Antes de enamorarte de otra persona, tienes que estar bien contigo misma.

Pero… ¿qué significaba realmente estar bien consigo misma?

Keila sentía que había avanzado, que el dolor de su ex ya no la perseguía como antes, pero en momentos como estos, cuando la ansiedad la invadía, no podía evitar preguntarse si realmente había sanado.

Tal vez necesitaba más tiempo. O quizá estaba permitiendo que el pasado definiera su futuro.

Porque sí, el amor duele cuando se va, pero lo que más duele es la idea de abrirse de nuevo… y terminar con el mismo final.

Keila soñaba con un nuevo comienzo, pero abrir su corazón otra vez significaba exponerse.

Después de haber sido lastimada, ¿cómo podía estar segura de que esta vez sería diferente?

Quizás, más que respuestas, lo que Keila necesitaba era tiempo.

Pero, ¿cuánto tiempo es suficiente?

A veces, el corazón se aferra a lo que le hace sentir vivo, incluso si no tiene certeza de lo que pueda pasar después.

Y entonces, una idea cruzó por su mente.

Si su imaginación la estaba arrastrando a escenarios irreales, tal vez debía darle una utilidad.

Tal vez, en lugar de luchar contra sus pensamientos, podía convertirlos en algo más.

Así fue como Keila comenzó a retomar la escritura.

No era la primera vez que lo hacía.

Lo había descubierto tiempo atrás, cuando trataba de sanar del dolor que él le había dejado. En ese entonces, escribir le había permitido ordenar sus pensamientos y soltar lo que la lastimaba.

Ahora, sin embargo, sentía que la escritura tenía otro propósito.

No estaba escribiendo solo para distraerse, sino para enfrentarse a lo que aún le dolía, sin dejar que la ansiedad sobre su futuro la paralizara.

Así como la escritura la ayudó a liberarse del pasado, ahora podía ayudarla a comprender su presente.

Cada página escrita, cada pensamiento convertido en palabras, la acercaba más a aceptarse a sí misma.

En ese momento, algo cambió dentro de ella.

Ya no veía la escritura como un escape de los miedos, sino como un camino hacia la comprensión.

Keila no sabía lo que el futuro le deparaba, ni si algún día el chico misterioso sería parte de su vida.

Pero, por primera vez, se dio cuenta de que podía manejar sus emociones

Y continuar escribiendo su propia historia, en lugar de ser arrastrada por los miedos que la atormentaban.

Esa noche, escribió hasta tarde, y cuando se detuvo, se sintió más ligera.

Tal vez no estaba lista para dar el siguiente paso en su vida amorosa.

Tal vez necesitaba más tiempo,

O tal vez no estaba dispuesta a dejar que los miedos del pasado la definieran.

Por primera vez, Keila se sintió preparada para seguir escribiendo su vida.

Y en cada palabra, comenzó a reencontrarse consigo misma.

Así que, queridos lectores, ¿qué creen que debería hacer Keila?

¿Seguir adelante y arriesgarse a conocerlo mejor, aunque eso significara enfrentarse a la posibilidad de una nueva decepción?

¿O darse más tiempo para sanar completamente antes de dar un nuevo paso en su vida amorosa?

A veces, no hay respuestas correctas. Solo decisiones.

Y Keila aún no estaba lista para tomar la suya.

Continuará…

En el próximo capítulo, Keila se enfrentará a sus miedos y dudas mientras lucha por comprender sus emociones y encontrar el camino hacia la sanación y la verdadera felicidad. Acompáñala en este viaje de autodescubrimiento mientras navega por las complejidades del amor y las huellas del pasado, buscando la claridad y la paz interior que tanto anhela.

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