Entre dudas y decisionesDespués de aquel “Hola” seco y distante, había intentado convencerse de que era mejor dejarlo pasar. Pero en el fondo, una parte de ella seguía esperando una respuesta que nunca llegó.Había tratado de olvidar aquel mensaje frío, la sensación de estar hablándole a alguien que no tenía verdadero interés en responderle. Pero aquí estaba, en el mismo lugar donde todo había comenzado.¿Y si verlo en persona le daba las respuestas que los mensajes nunca le dieron?A pesar de que Keila intentaba convencerse de que debía dejar de pensar en David, algo dentro de ella aún sentía la necesidad de entenderlo. De aclarar, aunque fuera por su propio bienestar, qué había sucedido entre ellos.Y fue así como, tras varios días de reflexión, Sol la convenció de que la acompañara al supermercado a comprar un yogur para su bebé, Iván. Keila sabía que no podía evitar la tentación de ir, aunque el simple hecho de pisar ese lugar reviviera todas las emociones que había intentado ente
El eco de lo no dicho y el peso del tiempo entre ellos.El tiempo pasó, aunque Keila no supiera muy bien cómo.Los días se volvieron una rutina sin sobresaltos, y las semanas una sucesión de mañanas parecidas. Las conversaciones con Sol, las compras en el supermercado, las caminatas cortas por las calles del pueblo… Todo parecía moverse en cámara lenta, como si el mundo avanzara sin ella.Con David, el silencio se volvió la norma.Si alguna vez se cruzaban en el supermercado, él giraba la mirada como si no la conociera. Y ella aprendió a hacer lo mismo. Dos personas con un pasado compartido, ahora convertidas en desconocidos.Lo que antes incomodaba, ahora era automático.Lo que dolía, empezaba a entumecerse.A veces, sin quererlo, sus ojos lo buscaban entre la gente. Aunque se repitiera que ya no le importaba, algo en su interior seguía esperando una señal, una palabra, cualquier cosa. Y eso, precisamente eso, era lo que más la frustraba.Las cosas se complicaron con el inicio de la
Conexiones IncomprensiblesAún recordaba su gesto de aquel día en el supermercado.No fue un saludo, no fue nada… y sin embargo, algo en ella seguía repitiendo ese instante como si ocultara una clave. Quizás por eso no le sorprendió tanto verlo hoy.Aunque sí le dolió igual.Pensó que ya lo había dejado atrás. Que no quedaba más que seguir caminando.Pero los caminos, como la vida, a veces insisten en cruzarse de nuevo.El cuerpo de Keila aún conservaba rastros de la gripe que la había tenido en cama la semana anterior: un leve ardor en la garganta, una sensación de debilidad en las piernas, y ese cansancio que parecía esconderse detrás de cada movimiento.La fiebre se había ido, y con ella, esa sensación de estar desconectada del mundo.Ahora, su cansancio era más sutil. Más emocional que físico. Era una mañana nublada cuando Keila salió con Iván en brazos hacia la verdulería. El pequeño bebé de Sol se había convertido en su compañero habitual, y su presencia le traía una extraña c
Palabras InquietasPor la tarde, después del inesperado encuentro de la mañana, Keila volvió al supermercado como de costumbre para comprar algunos productos para su abuelo.Intentó convencerse de que ya no pensaba en lo ocurrido.Pero lo hacía.La imagen de David, de pie en aquel pasillo improvisado, con su maldita sonrisa tranquila, se repetía en su cabeza como un eco molesto. Había sido la misma expresión de otras veces, la misma que solía desarmarla cuando aún significaban algo el uno para el otro. Pero ahora, después de meses de distancia, ¿qué pretendía? ¿Por qué mirarla así?No quería analizarlo. No quería sentir nada.Se obligó a centrarse en la lista de compras, repasándola mentalmente mientras tomaba una canasta al entrar. El aire acondicionado del supermercado la recibió con una ráfaga helada que le erizó la piel. Se concentró en sus pasos, en el sonido de las ruedas de los carritos al deslizarse por el piso pulido, en la música de fondo que sonaba como un eco lejano.Pero
El punto de quiebreEsa noche, el insomnio volvió a ser su mejor amigo.No importaba cuánto intentara distraerse con su celular, su mente siempre regresaba a la misma imagen: David, su sonrisa y la manera en que la miró.Era absurdo. No había pasado nada realmente importante, pero aun así, su cuerpo reaccionaba como si estuviera atrapada en un bucle sin fin.Intentó repetirse que todo estaba en su cabeza. Que no había significado nada.Pero el eco de su propia confusión no la dejaba en paz.Se giró en la cama, acomodó la almohada, cerró los ojos con fuerza… pero nada ayudaba.Las preguntas llegaban una tras otra, como si su mente estuviera empecinada en torturarla."Si no le importo, ¿por qué me mira así?""¿Y si me equivoqué? ¿Y si en realidad sí quería decir algo con esa sonrisa?""No, Keila. Basta. No significa nada."Pero… ¿y si sí significaba algo?Frustrada, se levantó de la cama y caminó hasta la ventana de su habitación. Afuera, el pueblo dormía en calma, pero en su interior t
Frente a la verdadSemanas después, la relación entre Keila y David se había reducido a miradas fugaces y conversaciones triviales sobre cosas insignificantes, como los productos del supermercado. Lo que antes fue tensión se había transformado en una rutina incómoda, una especie de limbo emocional que ni avanzaba ni retrocedía.Con la llegada de las ferias en el pequeño pueblo, el ambiente cambió ligeramente. Las calles se llenaron de coloridas carpas, aromas a comida típica y risas de los visitantes que disfrutaban de las atracciones. Sin embargo, aunque la feria estaba llena de música y alegría, los pensamientos sobre aquella conversación con Sol seguían rondando en la mente de Keila.Días antes de las ferias, Keila ya había escuchado los rumores. Sol se lo había dicho en aquella conversación, pero aunque intentó restarle importancia, la idea seguía dando vueltas en su cabeza como un eco persistente. Tal vez, esa era la respuesta que necesitaba para enterrar la ilusión que aún la at
Las letras calladasDespués de la feria, Keila sintió que algo dentro de ella había cambiado. No podía decir que estaba completamente en paz, pero al menos había logrado dar el primer paso. Soltar. Aceptar. Dejar de buscar respuestas donde no las había.Sin embargo, los días siguientes le demostraron que algunas batallas no terminan con una simple decisión.Al principio, se sintió bien, como si hubiera dejado atrás una parte de su vida que la mantenía atrapada. Se repetía una y otra vez que su historia con David era solo un capítulo más, uno que ya había cerrado. Pero entonces, el silencio comenzó a pesarle.No el silencio del pueblo ni el de su rutina, sino el que se había instalado dentro de ella. El que la alejaba de los demás.Lucía y sus amigas la invitaban a salir, a conversar, a distraerse. Le enviaban mensajes llenos de ánimo, intentaban incluirla en sus planes, pero Keila se encontraba constantemente con la necesidad de decir que no.—Te estamos perdiendo, Keila —le escribió
Frente a la verdadLa conversación con su padre no salió como esperaba. Keila había ensayado cada palabra en su cabeza, una y otra vez, tratando de encontrar la manera perfecta de explicarle su proyecto personal. Pero apenas comenzó a hablar, él la interrumpió, cuestionó su decisión y minimizó su esfuerzo.Sintió cómo su voz se apagaba.Cuando colgó la videollamada, permaneció inmóvil, mirando la pantalla apagada de su celular. ¿Eso era todo? ¿Ni siquiera una palabra de apoyo? En su pecho se instaló un vacío que no supo cómo llenar. Tal vez debería llorar, pero no lo hizo. Guardó el teléfono, se acostó y cerró los ojos, con la sensación de que el mundo a su alrededor se hacía más pequeño.Después de esa noche, algo en ella cambió.Los meses pasaron, y la distancia con David dejó de ser su mayor preocupación. Ahora, el verdadero problema era ella misma.Llegaron las fiestas de San Juan y San Pedro al pueblo. Mientras las calles se llenaban de música, baile y alegría, Keila se sentía ca