El pobre hombre solo vio sus ojos negros y su mandíbula sangrante, antes de sucumbir ante la enorme fuerza sobrehumana con la que este se había lanzado en su contra.
—¡Ah!—gritó sintiendo un dolor punzante en su vientre. Alicia gritó, el caos había llegado hasta ella, el acompañante del conductor había salido de manera errática y se había lanzado esta vez contra el capó de su auto, rompiendo una parte del parabrisas con su frente. Viendo como su atacante, con una herida que debía haberlo dejado inconsciente, gruñía en frente de ella, arrancó enseguida su automóvil. Llevándose consigo al copiloto del otro carro, Alicia aceleró, siguiendo su camino por una ruta alternativa que había tomado sin querer a causa del susto. Temblando al recordar lo que había visto, como el piloto había atacado al policía y como arrancaba trozos de carne de su cuello, con sus propios dientes, cerró con sus dedos temblorosos la ventanilla que aún permanecía abierta. Alicia seguía conduciendo a toda velocidad, con las manos temblorosas y el corazón desbocado. Las luces del tablero del auto parpadeaban debido al daño que había sufrido el vehículo tras el impacto con aquel hombre extraño. La lluvia continuaba cayendo con fuerza, dificultando su visión a través del parabrisas agrietado. Cada tanto, miraba el espejo retrovisor, temiendo que aquellos seres la estuvieran siguiendo. Pero lo único que veía eran las luces distantes de algunos autos y las sombras indefinidas proyectadas por los relámpagos en el cielo. Un dolor punzante en su vientre la hizo gemir, obligándola a disminuir la velocidad. Sentía que cada bache del camino intensificaba la presión en su abdomen. ¿Y si algo le había pasado al bebé? Esa idea le aterrorizaba más que cualquier monstruo que pudiera encontrarse afuera. —Solo un poco más, por favor, resiste —susurró, acariciándose el vientre. Sabía muy bien que debía ir al hospital, pero el nervio del momento le cegó el razonamiento con el que siempre solía trabajar y, ya que estaba cerca de la casa de su padre, esperaba que una vez llegado allí, este pudiera ayudarla y que su compañía la ayudara un poco, en medio de aquella casi impenetrable tormenta. De pronto, el GPS del auto comenzó a recalcular la ruta, señalando un desvío que ella no había planeado tomar. Frunciendo el ceño, trató de orientarse, pero el sistema parecía estar fallando debido al mal clima. Sin otra opción, decidió seguir el camino indicado, con la esperanza de encontrar algún camino seguro antes de continuar hacia la casa de su padre. Después de unos minutos, llegó a un pequeño cruce con una gasolinera abandonada. La casa de su padre se encontraba a 20 minutos de distancia, un poco más adentro del bosque circundante. Las luces del lugar parpadeaban intermitentemente, y no había señales de vida humana. Alicia se detuvo un momento para intentar calmarse y evaluar el daño en su auto. —Acetaminofén—susurró saliendo de su auto—el dolor...lo calmará. Mientras observaba la oscuridad que rodeaba la gasolinera, un ruido metálico resonó a lo lejos. Era como si algo o alguien estuviera golpeando un objeto pesado contra el suelo. Alicia tragó saliva y cerró las puertas del auto automáticamente, sin apartar la vista del origen del sonido. —Solo...solo son tus nervios—se dijo así misma mientras caminaba para entrar a la gasolinera—nada más. No obstante, a pocos metros de la tienda, donde si a duras penas las luces iluminaban un poco, se detuvo en seco cuando vio una figura tambaleante aparecer entre las sombras. Era una mujer, o al menos lo parecía. Su cabello estaba empapado y pegado al rostro, y sus ojos brillaban con un tono antinatural. La mujer llevaba un cuchillo oxidado en una mano y un enorme corte en el abdomen, del cual goteaba un líquido oscuro que no parecía sangre normal. Poco a poco comenzó a correr, intentando alcanzarla, pero de inmediato se dio media vuelta y corrió de regreso a su automóvil. Alicia encendió el motor, decidida a alejarse de allí, pero antes de que pudiera avanzar, dos figuras más emergieron de la oscuridad, rodeando el auto. El horror se apoderó de ella, estaba atrapada. . . . . Alicia presionó el acelerador, pero el auto apenas avanzó unos metros antes de detenerse bruscamente. El motor se quejó con un rugido mecánico y luego se apagó por completo. "¡No, no ahora!" Pensó mientras intentaba encenderlo nuevamente, con las manos temblorosas y la respiración agitada. Las dos figuras que la rodearon anteriormente, comenzaron a golpear las ventanas con una fuerza descomunal. Los cristales vibraban con cada impacto, amenazando con romperse en cualquier momento. Alicia buscó desesperadamente algo en el auto que pudiera usar para defenderse, pero lo único que encontró fue una linterna pequeña y su bolso. Uno de los seres, un hombre de aspecto cadavérico, con la piel desgarrada, golpeó el parabrisas con tanta fuerza que se formaron grietas más grandes en el vidrio. La pobre mujer embarazada dejó escapar un grito y encendió la linterna, apuntándola directamente hacia su rostro. Para su sorpresa, la criatura retrocedió momentáneamente, gruñendo y cubriendo sus ojos como si la luz amarilla le resultara insoportable. "¡La luz! ¡Les molesta la luz amarilla!" Pensó, aferrándose a esa pequeña ventaja, iluminando con más intensidad a las figuras que intentaban romper las ventanas. Ambas gruñeron y se apartaron unos pasos, pero no lo suficiente como para permitirle escapar. Alicia sabía que estaba contra el reloj, su vientre seguía doliendo, y sentía que cada segundo perdido ponía en riesgo no solo su vida, sino también la del bebé. Con un movimiento rápido, abrió la puerta del auto del lado opuesto a las criaturas y salió corriendo hacia la tienda de la gasolinera. El viento helado y la lluvia golpearon su rostro mientras corría. Las figuras la siguieron, pero sus movimientos eran torpes, como si sus cuerpos estuvieran luchando contra sí mismos para avanzar. Alicia empujó la puerta de la tienda y la cerró de golpe, trabándola con una estantería llena de productos vencidos. Dentro, el aire estaba cargado con un hedor a humedad y podredumbre. Las luces parpadeaban débilmente, proyectando sombras que parecían moverse por sí solas.Alicia buscó algo con lo que defenderse mientras escuchaba los golpes de las criaturas contra la puerta de cristal.—Vamos... tiene que haber algo aquí... —susurró mientras revisaba el mostrador.Entonces lo vio, un bate de aluminio apoyado en una esquina. Lo tomó sin dudar, sintiendo cómo el frío del metal atravesaba sus manos. Aferrándose a él, se dirigió hacia la parte trasera de la tienda, donde había una puerta que probablemente conectaba con un almacén o una salida trasera.Los golpes en la puerta principal se intensificaron. Alicia sabía que no tenía mucho tiempo antes de que las criaturas lograran entrar. Tenía que salir de allí, y rápido. Al abrir la puerta trasera, el sonido de la lluvia llenó el pequeño espacio. Lo que vio al otro lado la hizo dudar.Justo en la entrada del bosque, a unos cuantos metros, estaba lo que creía era uno de los trabajadores de la gasolinera, debido a la camiseta que llevaba, devorando sin piedad el cuerpo sin vida de uno de sus compañeros. Espera
Alicia buscó la llave bajo una maceta, como su padre solía esconderla. Sus manos temblorosas finalmente la encontraron, y rápidamente abrió la puerta, cerrándola de golpe tras de sí.Dentro, la casa estaba sumida en penumbras. Un olor extraño flotaba en el aire, como humedad mezclada con algo metálico. Alicia avanzó lentamente, llamando a su padre con voz baja.—¿Papá? Soy yo... Alicia—llamó en medio del llanto—¿papito?De pronto, un sonido vino desde el piso superior, como un mueble arrastrándose. Alicia apretó el bate con fuerza, su corazón latiendo con fuerza mientras subía las escaleras.—Papá... ¿Estás ahí?—volvió a preguntar.A medida que caminaba, podía sentir como un frío aterrador, peor que el que estaba en el exterior, calaba con agresividad hasta lo más profundo de sus huesos. Sintiéndose con mareo, así como con fiebre, mientras su mordida ardía en aumento, continuó avanzando hasta llegar a la lujosa cocina.Sin embargo, unas bolsas de compras regadas en el piso la asustaro
La alarma, que usualmente despertaba todos los días en la madrugada a Alicia, sonó varias veces sin éxito de despertar a la dueña del celular. No fue sino hasta que la temperatura en su cuerpo subió, que por fin la mujer embaraza se despertó. Mareada, hiperventilando a causa de la fiebre, se levantó un poco, aunque su malestar solo dejó que se apoyara contra el espaldar frío de la cama. Con su visión borrosa, no podía entender donde estaba. Sin embargo, leves recuerdos de lo sucedido antes de llegar a la casa de su padre, así como lo ocurrido con la cuidadora de este, provocó que entrara en pánico. —¡¿Papá?!—lo llamó con un fuerte ardor en la garganta. Pero por más que llamara, era en vano. Comenzando a llorar por el pánico que sentía, frunció el ceño ante las fuertes punzadas de dolor que provenían del brazo donde la habían mordido y que misteriosamente estaba vendado. Jadeando por lo débil que se sentía, tanteó a su alrededor en búsqueda de su móvil, sorprendiéndose que este no
Suspirando con pesadez, aclarándose un poco la garganta, a su padre le tomó varias veces hablar hasta que finalmente, estallando en llanto, lo hizo. Algo que su padre, desde que había quedado huérfana de madre desde niña, evitaba hacer en frente de ella. —Hoy, 31 de diciembre de 2016, he comenzado a grabar este archivo para mi hija, Alicia—dijo con la voz quebrada—estas son las memorias de mi declaración, como uno de los culpables del posible fin de la humanidad. Hija mía, si estás viendo esto, perdóname por favor. Su padre comenzó explicándole donde estaba, al parecer era un bunquer subterráneo, donde él había comenzado a construir un laboratorio a espaldas del gobierno. Cómo lo había hecho, no lo sabía, pero era tanto el dinero que había ganado que no le extrañaba que fuera usando todos sus ahorros. —En este bunquer he intentado, en vano, encontrar una cura para el mal que hemos creado—dijo rascándose con culpa su desordenado cabello—pero si la situación se agrava, es porque fall
La orden era clara de sus superiores para el resto de miembros del ejército que había en el batallón: resguardar a su personal científico, y poner a salvo a personas con alta influencia en la política. La orden también cubría a Conrad Warrick, y su hija, Alicia. No obstante, su corazón, por primera vez desde que se casó con aquella mujer adultera, se había movido ante el dolor que sintió luego de escuchar sobre la explosión que había ocurrido en la villa de su aún suegro, encontrándose con el cuerpo fallecido de este. Ocultando su preocupación, había intentado encontrar su celular y poder así comunicarse con Alicia, quien seguía desaparecida. No fue sino hasta la noche del día siguiente a su llegada al batallón, que encontró destrozado su celular en el piso de la habitación que le habían dado. —¡Sasha!—expresó en un grito—¿Qué ocurrió?Su amante, quien tenía las náuseas propias de su embarazo al quinto mes, se acercó temblorosa debido al malestar y confundida vio el celular del pad
Alicia suspiró de alegría, pese a lo débil que estaba, al ver que aquella habitación se trataba de una pequeña cocina y una cafetería para cuatro o cinco personas. Con emoción, corrió hasta una alacena dentro de la cocina, donde había una pequeña guarnición de fideos instantáneos. Aunque toda su vida como adulta, en especial desde que se había enterado de su embarazo, había procurado comer cosas sanas, se acercó con rapidez hacia aquellos fideos instantáneos, pese a que sabía muy bien no eran lo más sano. Usando un grifo el cual servía agua caliente, en menos de tres minutos estaba comenzando a devorar con impaciencia un tazón grande de fideos. —¡Gracias, papá!—dijo devorando su segundo tazón. Notando que en el escurridor había una loza puesta, supuso que su padre había estado allí adentro antes de que todo ese desastre ocurriera. Buscando un poco de agua fría, sintió como un oasis el agua helada que salía del filtro. Aquello se había sentido tan bien, comida era comida y p
Extrañando la practicidad y objetividad de su padre, Alicia tenía en mente que debía seguir viva para al menos devolver el sacrificio que hizo su padre. Más allá de todo el dinero que se gastó o de como murió, ahora por él debía hacer todo lo posible para sobrevivir y traer a aquel mundo a su bebé, del cual aún desconocía su género. Colocando la tarjeta llave en la puerta que daba al segundo piso, notó que una escalera se desplegaban varios metros bajo el suelo, provocando que fuera un poco respirar, de no ser por el sistema de ventilación que su padre había mandado a instalar. Una vez terminó de bajar las escaleras, se encontró enfrentada con tres puertas, una a su izquierda, que tenía el letrero "área médica" y la otra, en frente de ella, que tenía el letrero de "subterráneo". La última puerta, a su derecha, indicaba "área de descanso". Con curiosidad, abrió la cerradura electrónica de la puerta a su izquierda.—¿Cómo?—espetó sorprendida. De acuerdo a lo que sus ojos veían, y seg
Aunque sabía que la ignorancia era una perdición en aquellos momentos, donde lo que alcanzaba a escuchar en la radio eran solo noticias devastadoras de la superficie, por un momento había decidido ser egoísta y solo pensar en ella.Ya después tendría tiempo de analizar más en profundidad lo que estaba ocurriendo, pero lo que escuchó en aquella nota hizo que su piel se erizara. La voz de su padre la desconcertó, recordándole por un segundo el luto que aún tenía en su corazón por la muerte de este. —Alicia, si estás escuchando esto, significa que has comenzado a notar los cambios en tu cuerpo—la voz de su padre habló bastante cansada—el sistema tiene la orden de solo mostrarte este archivo en caso dado que los análisis correspondan a tu sangre, así que no tienes de qué asustarte. La voz de su padre se quebró ligeramente antes de continuar, aunque era solo un archivo de audio, escucharlo de esa forma, de manera tan desesperanzada, hacía que su alma se rompiera aún más. —No te asustes,