Alicia no pudo seguir observando más, agradeciendo que la cinta se hubiera acabado de golpe. Aquel susto hizo que le doliera un poco su vientre, así como su pecho. Pálida, se acercó hasta el minibar y tomando una botella fría con agua, se sentó un rato en su cama. Alicia se quedó inmóvil, sintiendo cómo el miedo la invadía. Había escuchado rumores de tecnologías alienígenas y teorías conspirativas, pero nunca imaginó que su padre estuviera involucrado en algo tan aterrador.No obstante, aquello era quizá lo más "lógico" dentro de aquella locura. Aún debía seguir indagando en el sistema, para encontrar el sentido a todo aquello que decía su padre y la razón por la cual hablaba tan literalmente sobre que aquello era un mal sacado del propio infierno. Alicia cerró los ojos y respiró hondo, procesando lo que acababa de escuchar y ver. No podía negar lo que sus ojos veían, desde el primer momento que había sido atacada, debía aceptar la realidad, por más loca que fuera. Pero, ¿aquello e
Alicia terminó de escuchar el vídeo de su padre, así como las notas de este. Dejando que el eco de sus palabras resonara en su mente. Cerró los ojos y respiró profundamente. No pudo evitar derramar algunas lágrimas en memoria de Conrad. —Lo que debiste haber sufrido, papá...—susurró apagando el computador. Estaba cansada, aún seguía en recuperación, la infección de su cuerpo, si bien controlada gracias a la "vacuna" o, mejor dicho, ralentizador que había hecho su padre, evitaba su muerte, seguía haciendo difícil que soportara despierta su estado. Al parecer, según había investigado más en profundidad los archivos de lo que su padre había inyectado en su organismo, aquello no era una vacuna tal cual. Pero, era cierto que la estaba ayudando.Por lo que, teniendo en mente que debía seguir profundizando en lo que estaba dejando, planeó levantarse en la madrugada para seguir trabajando. Después de una breve, pero liberadora ducha. Donde tenía organizado solo ducharse por diez minutos,
Luego de intentar en vano dormir un poco más, Alicia se despertó por completo, faltan poco para las cinco de la mañana. Si bien no era propio para una embarazada dormir tampoco, el tiempo era oro para ella. Alicia se levantó de la cama con pesadez, su mente todavía nublada por los recuerdos.La amargura seguía anclada en su pecho, pero sabía que no podía permitirse perder el enfoque. Su prioridad era sobrevivir y proteger a su hija. Caminó hacia el escritorio, encendiendo la lámpara portátil. Contabilizando un poco el tiempo, se dispuso a prepararse algo sencillo para desayunar mientras trabajaba. Ese día debía ser eficiente, ya que era el día en que hacía un chequeo periódico a cada uno de los sistemas, así como contabilizaba los recursos que había gastado. De modo que, aunque estuviera ocupada trabajando, aquello le permitiría no tener sorpresas desagradables a futuro. Alicia tomó un bol de avena y lo mezcló con un poco de leche en polvo. Era un desayuno sencillo, pero nutritivo,
No podía dejar de pensar en lo mal hombre que había sido, aunque aquel niño no era su bebé, su rabia momentánea lo cegó y provocó algo horrible en la que aún era su esposa. Tenía la esperanza de que ella hubiera sobrevivido al ataque inicial y que había encontrado refugio en algún lugar seguro.Para alguien como él, quien a causa de su trabajo, debía mantener su reputación, así como el hecho de que tenía problemas en el control de su ira, cuando ya se calmaba de algún altercado, sentía una culpabilidad y arrepentimiento inmensos. Pero, al saber que su padre, el doctor Conrad había sido encontrado muerto, producto de una explosión, temía que ella estuviera sola. Un subordinado entró en la habitación, interrumpiendo sus pensamientos.—Señor Albert, el equipo de exploración ha regresado con nuevas coordenadas—dijo un poco fatigado—aunque los esfuerzos están en buscar al resto de científicos que faltan, creo que lo llamaran a usted para que vaya como soporte científico. Albert asintió,
Sasha se acercó a su minibar, sacando lo único que les dejaba tener de alimentos: botellas con agua, para luego sentarse con pesadez en un sofá cercano al ventanal. Acariciando distraídamente su vientre mientras miraba el caos que se desarrollaba afuera del batallón, las multitudes formaban filas interminables para recibir raciones de comida, y los guardias mantenían el orden con gritos y empujones.—Míralos, mendigando como ratas—murmuró con desdén, dejando su botella de agua en la mesa cercana—si no fuera por Albert, ni siquiera estaría aquí. Aunque también gracias a mi dinero pude hacer que nos dieran uno de los apartamentos más grandes. Se recostó, pensando en cómo había manipulado cada situación para asegurarse de que él estuviera a su lado. Recordaba claramente el día en que vio a Alicia llorar en silencio cuando Albert se negó a regresar a casa temprano, prefiriendo pasar las noches con ella. Sasha sonrió para sí misma, saboreando aquel momento como una victoria.—No importa d
Sasha, por su parte, no estaba dispuesta a dejar que las cosas siguieran su curso. Sentada en su apartamento, pensaba frenéticamente en cómo detener a Albert. Si él encontraba a Alicia, todo su control sobre él podría desmoronarse.—No puedo permitirlo... no puedo...—espetó molesta. Tomó su teléfono y marcó un número, dispuesta a desembolsar al comandante del batallón una buena cantidad de dinero con tal de hacer que el padre de su segundo hijo no pudiera ir en aquella expedición. Así, solo así, se aseguraría de seguir manteniéndolo a su lado y que nunca volviera con la estúpida de su esposa.—Es hora de que intervengas. No me importa lo que tengas que hacer, pero Albert no puede salir en aquella expedición—dijo molesta una vez comenzó a hablar por teléfono—¿Aún hay servicio de internet en el batallón, no? Si es así, dame la clave y de inmediato te transfiero a donde sea el dinero que quieras. —Entendido. Haré los arreglos necesarios—la voz al otro lado del teléfono, asintió antes d
Los pies de Albert ardían, mientras su cabeza sufría un fuerte dolor por el cansancio y la falta de sueño. En la parte baja del batallón, donde antes se encontraban las celdas para los antiguos prisioneros y miembros de la milicia arrestados, ahora solo eran jaulas para almacenar a varios infectados. Con su cuerpo firmemente protegido por trajes de riesgos biológicos, el científico militar descendió hasta la última celda. Allí, con su garganta llena de amargura y sus ojos al borde del llanto, vio algo que de inmediato lo dejó mal: una mujer embarazada, cruelmente convertida. —¿Doctor Kenway?—la voz de su asistente resonó. A Albert le costó reaccionar a su apellido, ya que su mente estaba absorta con aquella mujer que recientemente había sido traída por algunos soldados. Apenas se enteró de ella, acudió presuroso, pensando que era Alice. Si bien estaba feliz de que no se tratara de la que aún era su esposa, no podía negar que sentía tristeza por la pobre mujer. De acuerdo a lo que
Mientras tanto, a la mañana siguiente, en el refugio, Alicia tomó un respiro profundo mientras revisaba los mapas de los túneles. Aunque el plan parecía viable, no podía ignorar el peligro que conllevaba explorar un lugar que llevaba años abandonado.Decidió empacar lo esencial: una linterna de mano, un pequeño botiquín y un cuchillo que había encontrado en el almacén. Se colocó una chaqueta gruesa y ajustó su calzado, sintiendo el peso creciente de su vientre.No obstante, desconociendo lo que había más allá del búnker de su padre, decidió volver al lugar que juró no volver a ingresar en mucho tiempo: el almacén de armas. Bajo la tenue luz roja que había allí, la cual estaba puesta a modo de advertencia, ingresó y esperó que las luces principales se encendieran al detectar su movimiento. Sintiendo como su corazón se aceleraba, comenzando a sudar frío, se acercó a una de las taquillas más cercanas. Allí, cuidadosamente almacenada, se encontraba una escopeta con varios cartuchos. Los