CAPÍTULO 27

Sumido en sus pensamientos, Albert no presintió llegar el vaso que Sasha le había lanzado, después de este ingresar a la habitación de ella. El antiguo cuarto que ambos compartían se sentía tan frío; sin embargo, el dolor por el objeto estrellándose contra su frente, así como la sangre caer poco a poco, hizo que aquel frío se sintiera peor.

—¡Sasha!—gritó colocando una mano en el corte—¡¿Pero qué haces?!

—¡Dios, Albert!—expresó nerviosa—¡No quería golpearte!

Sasha, pálida, fingiendo estar enferma, se acercó temerosa hasta Albert. La mujer parecía un gato recién lastimado, cuando en realidad había sido ella la que provocó el altercado. Sin embargo, también se sentía enojada y traicionada.

No entendía por qué el comandante del pabellón había autorizado la salida del padre de su hijo, pese a todo el dinero que le había estado pasando. Por días había llamado, pero todo era en vano, al parecer aquella decisión era irrevocable.

Sin entender lo que estaba pasando, tenía que hacer uso del
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