La noche era tan oscura, que en casi un mes no había salido ni el sol ni la luna. Solo había estado nublado y en algunos momentos lluviosos. El frío resultante, después de una pavorosa tormenta, acompañaba el olor de humedad que había en la lúgubre y solitaria sala de reuniones, en un batallón militar.
"No hay esperanza"
"¡Dios nos ha enviado la plaga!" "¡El día del llamado prometido ha llegado!" "¡Hermanos, acudan al encuentro con el señor!" "¡Dios nos ha castigado, pero perdonado por nuestros pecados!" Eran las frases que se escuchaban una y otra vez por medio de la radio, en aquella solitaria y tenue sala de reuniones. Un hombre fornido, alto y musculoso, con una barba de días en su rostro y ojeras marcadas profundamente por el cansancio, seguía analizando los mensajes que se repetían en bucle. Desde que el mundo se había ido a la basura, muy pocas ciudades, como en la que él estaba, habían logrado mantenerse en pie. Sin embargo, todo era gracias a que el ejército había tomado el control de todos los poderes administrativos. No obstante, a sus superiores le preocupaban que ese tipo de mensajes, en una frecuencia casi que oculta, dieran con un lugar cercano a las instalaciones militares del batallón. Y más que ver a los civiles como supervivientes que debían ser protegidos, estos los consideraban como mano de obra gratis a cambio de asilo y comida. Ya que habían perdido más de la mitad de la ciudad a causa de los monstruos, debían proteger y resguardar a las personas que quedaban en la otra mitad. Por eso había mandado a su escuadrón, para encontrar el lugar donde acontecería el suicidio masivo, orquestado por un culto misterioso, y detener aquello. Pero él, quien era el capitán y con mayor razón debía estar allí, fue relevado por uno de sus compañeros de manera provisional. Al parecer uno de sus superiores necesitaba hablar con él, darle unas nuevas órdenes para una misión distinta que involucraba solo a su persona. El sonido de la puerta de la sala, abriéndose, hizo que apagara la radio y que se levantara para saludar a su superior. Con el típico saludo militar, le dio la bienvenida al general Brigss. —¡Descanse, capitán!—habló con un poco de suavidad—no hay problema ser casuales estando los dos. Extrañado porque su superior había traído una sixpack de cervezas, algo extraño debido a que ya el alcohol era un lujo en esos días, Christopher se sentó de nuevo en su pupitre, mientras su superior se sentaba al frente y le brindaba una lata. —¿Sucede algo, señor?—preguntó aceptando la lata pero sin abrirla—¿señor? —Dime solo Jack—respondió bebiendo un poco de cerveza—¿puedo tutearte un poco y decirte Chris? —Sí, Jack—expresó bebiendo solo un trago de la lata. —¡Ufff! ¡Está muy buena!—dijo un poco rojo—¿Hace cuánto que no bebía una de estas? ¿Diez años? En definitiva, ya no se puede beber así de bien, aunque al menos el fin del mundo ayudó a los alcohólicos a dejar el vicio. —Sí, igual yo—aseguró degustando un poco más la bebida. —Chris, te seré sincero—fue directo al grano—los superiores harán un barrido de los apartamentos, para ingresar a gente con influencia en estos. Están pesando en incluir a tu esposa, hijo y a ti en la lista para ser mudados a una de las habitaciones del centro del pabellón. —¡¿Cómo?!—preguntó nervioso—¡No pueden hacer eso! ¡He cumplido con cada una de las órdenes a la perfección! ¡Mi hijo está enfermo! ¡No puedo meterlo en un lugar más pequeño! Aquello sería como si metiera a su hijo de apenas seis meses en un ataúd, donde si acaso una cama cabía. Su niño necesitaba un espacio propicio para su recuperación, luego de someterse a quimioterapias tras descubrirse su leucemia. Si bien su tratamiento lo cubría el ejército, para seguir manteniéndolo, así como el apartamento que le habían dado a su familia, debía cumplir con todas las órdenes a la perfección, sin error alguno. De ser, como decía el general Brigss, ni siquiera su padrastro podría ayudarlo. —Lastimosamente, los jefes quieren tu espacio para el hijo de un alto mano a cambio de recursos—dijo con la voz seria—pero... he logrado detener eso si cumples con una misión. —¿Cuál?—cuestionó desesperado—¡Haré lo que sea! —Escucha bien, Chris—suspiró Jack con pesadez—no es tan fácil, en realidad. Las demás misiones que has cumplido han sido nada en comparación a esta. Sería como si estuvieras vendiendo tu alma al mismo diablo, pero si lo haces al pie de la letra, no solo te dejarán en tu apartamento, sino que también seguirán financiando de manera gratuita el 100% del tratamiento de tu hijo. Aquellas palabras preocuparon a Christopher, quien ya sabía que el mundo se estaba yendo al mismo infierno y que la misma sociedad, dispuesta a sobrevivir, se había dejado atrapar por la oscuridad. Pero si de verdad decía aquello alguien como el propio general, era porque se trataba de una misión distinta a las otras que había hecho. —¿Qué tengo que hacer?—preguntó con ansiedad. —Enamorar y embarazar a Serah Warrick—dijo—la hija de tu padrastro. Una vez ella dé a luz, robar a su hijo y dárselo al ejército. Christopher quedó pálido ante lo que escuchaba, ya que de hacerlo, entonces, sería él un monstruo peor que los que estaban en la calle, matando solo por instinto. Empezó a sudar frío mientras analizaba aquellas palabras, hacía tan solo poco tiempo que su padrastro que había encontrado a su hija. No solo eso, sino que la madre de Serah era una científica muy importante en el campo y ambos se habían separado por una tetra orquestada por su propia madre. Por lo que, hacer aquello sería lo más inhumanamente cruel posible. —¡¿Cómo me piden qué haga eso?!—cuestionó ansioso—¡Apenas es una chica! ¡Hace una semana que cumplió 17 años de edad! —Porque la sangre de Serah es un arma muy importante para los monstruos allá afuera—le dijo directo—entiendo lo que quieres decirme, más aún sabiendo la difícil situación de tu familia. Pero el ejército no la considera una humana, por lo que les da igual que pases ciertos límites. Jack tampoco estaba de acuerdo, pero la moral no importaba si era por el bien común. Una vez que el la enamorara, se ganara su confianza y se robara a su bebé, entonces el ejército lo usaría para crear un grupo de supersoldados capaz de luchar más eficientemente contra los monstruos que amenazaban con extinguirlos. Sin embargo, por más que Christopher intentara encontrar lógica en aquel razonamiento, teniendo en cuenta que el ejército veía con malos ojos a Serah, la cual en efecto no era una humana por completo, entendía el porqué pensaban así.Pero su padrastro, quien era el padre biológico de su medio hermano, había sufrido mucho por la separación con su primera esposa. Su alegría volvió por completo al tener de nuevo a su hija perdida, tampoco podía hacerle tal atrocidad a él.17 AÑOS ANTES...Sin poder contener las lágrimas, mientras el cielo nocturno era azotado por una cruel tormenta que ocultaba a medias algunos sonidos de explosiones y sirenas de policía, una mujer se encontraba tirada en el fino piso de su apartamento.Jamás pensó que, aquel hombre que tanto había amado, un prominente científico militar, y que su padre le había ayudado a acordar un matrimonio con este, la odiara tanto que inclusive pudiera darle una cachetada estando embarazada de su hijo.“¡Atención! ¡Noticia de última hora! Se ha presentado una serie de explosiones en varias clínicas de la ciudad, así como desmanes ocasionados por un grupo de varias personas en varias vías principales. Se recomienda, mientras la tormenta siga, no salir de los luga
El pobre hombre solo vio sus ojos negros y su mandíbula sangrante, antes de sucumbir ante la enorme fuerza sobrehumana con la que este se había lanzado en su contra.—¡Ah!—gritó sintiendo un dolor punzante en su vientre.Alicia gritó, el caos había llegado hasta ella, el acompañante del conductor había salido de manera errática y se había lanzado esta vez contra el capó de su auto, rompiendo una parte del parabrisas con su frente. Viendo como su atacante, con una herida que debía haberlo dejado inconsciente, gruñía en frente de ella, arrancó enseguida su automóvil.Llevándose consigo al copiloto del otro carro, Alicia aceleró, siguiendo su camino por una ruta alternativa que había tomado sin querer a causa del susto. Temblando al recordar lo que había visto, como el piloto había atacado al policía y como arrancaba trozos de carne de su cuello, con sus propios dientes, cerró con sus dedos temblorosos la ventanilla que aún permanecía abierta.Alicia seguía conduciendo a toda velocidad,
Alicia buscó algo con lo que defenderse mientras escuchaba los golpes de las criaturas contra la puerta de cristal.—Vamos... tiene que haber algo aquí... —susurró mientras revisaba el mostrador.Entonces lo vio, un bate de aluminio apoyado en una esquina. Lo tomó sin dudar, sintiendo cómo el frío del metal atravesaba sus manos. Aferrándose a él, se dirigió hacia la parte trasera de la tienda, donde había una puerta que probablemente conectaba con un almacén o una salida trasera.Los golpes en la puerta principal se intensificaron. Alicia sabía que no tenía mucho tiempo antes de que las criaturas lograran entrar. Tenía que salir de allí, y rápido. Al abrir la puerta trasera, el sonido de la lluvia llenó el pequeño espacio. Lo que vio al otro lado la hizo dudar.Justo en la entrada del bosque, a unos cuantos metros, estaba lo que creía era uno de los trabajadores de la gasolinera, debido a la camiseta que llevaba, devorando sin piedad el cuerpo sin vida de uno de sus compañeros. Espera
Alicia buscó la llave bajo una maceta, como su padre solía esconderla. Sus manos temblorosas finalmente la encontraron, y rápidamente abrió la puerta, cerrándola de golpe tras de sí.Dentro, la casa estaba sumida en penumbras. Un olor extraño flotaba en el aire, como humedad mezclada con algo metálico. Alicia avanzó lentamente, llamando a su padre con voz baja.—¿Papá? Soy yo... Alicia—llamó en medio del llanto—¿papito?De pronto, un sonido vino desde el piso superior, como un mueble arrastrándose. Alicia apretó el bate con fuerza, su corazón latiendo con fuerza mientras subía las escaleras.—Papá... ¿Estás ahí?—volvió a preguntar.A medida que caminaba, podía sentir como un frío aterrador, peor que el que estaba en el exterior, calaba con agresividad hasta lo más profundo de sus huesos. Sintiéndose con mareo, así como con fiebre, mientras su mordida ardía en aumento, continuó avanzando hasta llegar a la lujosa cocina.Sin embargo, unas bolsas de compras regadas en el piso la asustaro
La alarma, que usualmente despertaba todos los días en la madrugada a Alicia, sonó varias veces sin éxito de despertar a la dueña del celular. No fue sino hasta que la temperatura en su cuerpo subió, que por fin la mujer embaraza se despertó. Mareada, hiperventilando a causa de la fiebre, se levantó un poco, aunque su malestar solo dejó que se apoyara contra el espaldar frío de la cama. Con su visión borrosa, no podía entender donde estaba. Sin embargo, leves recuerdos de lo sucedido antes de llegar a la casa de su padre, así como lo ocurrido con la cuidadora de este, provocó que entrara en pánico. —¡¿Papá?!—lo llamó con un fuerte ardor en la garganta. Pero por más que llamara, era en vano. Comenzando a llorar por el pánico que sentía, frunció el ceño ante las fuertes punzadas de dolor que provenían del brazo donde la habían mordido y que misteriosamente estaba vendado. Jadeando por lo débil que se sentía, tanteó a su alrededor en búsqueda de su móvil, sorprendiéndose que este no
Suspirando con pesadez, aclarándose un poco la garganta, a su padre le tomó varias veces hablar hasta que finalmente, estallando en llanto, lo hizo. Algo que su padre, desde que había quedado huérfana de madre desde niña, evitaba hacer en frente de ella. —Hoy, 31 de diciembre de 2016, he comenzado a grabar este archivo para mi hija, Alicia—dijo con la voz quebrada—estas son las memorias de mi declaración, como uno de los culpables del posible fin de la humanidad. Hija mía, si estás viendo esto, perdóname por favor. Su padre comenzó explicándole donde estaba, al parecer era un bunquer subterráneo, donde él había comenzado a construir un laboratorio a espaldas del gobierno. Cómo lo había hecho, no lo sabía, pero era tanto el dinero que había ganado que no le extrañaba que fuera usando todos sus ahorros. —En este bunquer he intentado, en vano, encontrar una cura para el mal que hemos creado—dijo rascándose con culpa su desordenado cabello—pero si la situación se agrava, es porque fall
La orden era clara de sus superiores para el resto de miembros del ejército que había en el batallón: resguardar a su personal científico, y poner a salvo a personas con alta influencia en la política. La orden también cubría a Conrad Warrick, y su hija, Alicia. No obstante, su corazón, por primera vez desde que se casó con aquella mujer adultera, se había movido ante el dolor que sintió luego de escuchar sobre la explosión que había ocurrido en la villa de su aún suegro, encontrándose con el cuerpo fallecido de este. Ocultando su preocupación, había intentado encontrar su celular y poder así comunicarse con Alicia, quien seguía desaparecida. No fue sino hasta la noche del día siguiente a su llegada al batallón, que encontró destrozado su celular en el piso de la habitación que le habían dado. —¡Sasha!—expresó en un grito—¿Qué ocurrió?Su amante, quien tenía las náuseas propias de su embarazo al quinto mes, se acercó temblorosa debido al malestar y confundida vio el celular del pad
Alicia suspiró de alegría, pese a lo débil que estaba, al ver que aquella habitación se trataba de una pequeña cocina y una cafetería para cuatro o cinco personas. Con emoción, corrió hasta una alacena dentro de la cocina, donde había una pequeña guarnición de fideos instantáneos. Aunque toda su vida como adulta, en especial desde que se había enterado de su embarazo, había procurado comer cosas sanas, se acercó con rapidez hacia aquellos fideos instantáneos, pese a que sabía muy bien no eran lo más sano. Usando un grifo el cual servía agua caliente, en menos de tres minutos estaba comenzando a devorar con impaciencia un tazón grande de fideos. —¡Gracias, papá!—dijo devorando su segundo tazón. Notando que en el escurridor había una loza puesta, supuso que su padre había estado allí adentro antes de que todo ese desastre ocurriera. Buscando un poco de agua fría, sintió como un oasis el agua helada que salía del filtro. Aquello se había sentido tan bien, comida era comida y p