Pero su padrastro, quien era el padre biológico de su medio hermano, había sufrido mucho por la separación con su primera esposa. Su alegría volvió por completo al tener de nuevo a su hija perdida, tampoco podía hacerle tal atrocidad a él.
17 AÑOS ANTES... Sin poder contener las lágrimas, mientras el cielo nocturno era azotado por una cruel tormenta que ocultaba a medias algunos sonidos de explosiones y sirenas de policía, una mujer se encontraba tirada en el fino piso de su apartamento. Jamás pensó que, aquel hombre que tanto había amado, un prominente científico militar, y que su padre le había ayudado a acordar un matrimonio con este, la odiara tanto que inclusive pudiera darle una cachetada estando embarazada de su hijo. “¡Atención! ¡Noticia de última hora! Se ha presentado una serie de explosiones en varias clínicas de la ciudad, así como desmanes ocasionados por un grupo de varias personas en varias vías principales. Se recomienda, mientras la tormenta siga, no salir de los lugares en los que se encuentran”. Sin embargo, la mujer estaba tan absorta en el dolor y la tristeza, que no escuchó la advertencia emitida en el noticiero. El sonido del televisor solo era un eco distante en medio de su llanto. —¿Por qué?—preguntó enojado su esposo—¡¿Dime por qué?! —¡Es tu hijo!—respondió enojada—un bebé que apenas tiene tres meses en mi vientre, ¡Ni siquiera tuviste piedad de su madre embarazada! ¿De verdad crees que te engañaría? —Me obligaste a casarme contigo o de lo contrario tu padre haría que me despidieran del ejército, ¡CLARO QUE TE CREO CAPAZ DE TODO!—susurró con odio—¡Mira! Alicia, pálida y con su cabello rubio cubriendo su rostro, observó confundida el papel que le había aventado su esposo. No sabía cómo, pero había hecho una prueba de ADN dónde supuestamente ese no era su hijo. —¡EXPLÍCAME!—gritó con furia—¡¿Quién es tu amante?! Con una sonrisa de frustración, acomodándose un poco el cabello, cómo pudo se levantó, protegiendo su vientre. —No tienes derecho a reclamar nada teniendo tú una amante—dijo con odio. —¡Entonces lo admites!—espetó casi colérico. —No tengo que admitir nada cuándo sé que es mentira—respondió segura—no sé donde falsificaste esa prueba, pero ya nada me importa. No estaré más con un cobarde que golpeó sin piedad a una embarazada. Alicia se dio la vuelta, solo colocándose su abrigo y recogiendo de la cómoda, las llaves de su automóvil. Ella tenía medios no solo para subsistir, sino para reiniciar su vida. Había sido una idiota que por amor aguantó el rechazo del padre de su hijo y la presencia en su casa de su amante. La cual afirmaba que ella estaba embarazada con su verdadero hijo. —¿Estás contenta?—le preguntó a la mujer en el pasillo, frente a la puerta principal—tranquila, te dejo vía libre con esa basura. —¡Alicia, espera!—gritó aún más frustrado, quería una respuesta clara. Si bien no amaba a su esposa, no quería ser la comidilla de sus compañeros en el trabajo. La reputación también era importante para un científico militar como él, que buscaba seguir escalando en el ejército. —No, Albert—dijo antes de cerrar la puerta—has creído en esa mentira, pues quédate con ella. En estos días te mandaré los papeles del divorcio. Sin esperar ninguna respuesta, sin la necesidad de buscar sus cosas, caminó con un único deseo en mente: ir a la casa de su padre, su único refugio. Por eso, ignorante de lo que estaba pasando en las calles, bajó hasta el parking dónde salió en su automóvil, con sumo cuidado por la tormenta. . . . . Su padre, un médico militar retirado, científico especializado en genética, había sido su inspiración. Por esa razón había estudiado lo mismo y gracias a este había conocido a aquel hombre que ahora en estos momentos odiaba con todo su ser. Dejando que sus lágrimas fluyeran con amargura, condujo con lentitud mientras los parabrisas medio limpiaban el vidrio para visualizar un poco la calle. Quería ir con su padre, que este la abrazara y consolara. Pero un sentimiento de preocupación comenzó a hacer estragos en su ya dolorido corazón, ya que si bien su anciano padre había momentos que no respondía su celular, jamás una llamada hacia la cuidadora de este se iba a buzón de mensajes. Temiendo que algo le hubiera pasado a este, aceleró sin querer, comenzando poco a poco derrapar por lo mojado del suelo. No fue sino cuando comenzó a notar que comenzaba a perder el control, que empezó a desacelerar metiendo poco a poco el freno. —¡Por Dios!—espetó sudorienta y temblorosa. Su corazón estaba a mil por hora, mientras agradecía internamente no haber derrapado por completo y haberse volcado al lado de la carretera. Sin embargo, aun escuchando la fuerte lluvia caer sobre el techo de su auto, observó que casi se había estrellado en un retén de la policía. El oficial de policía, quien estaba requisando a unos pasajeros un auto adelante de ella, al percatarse de lo sucedido, caminó un poco hasta acercarse a ella. Temiendo que le impusieran un comparendo y demorarse así en llegar a la casa de su padre, bajó con nervios la ventanilla del piloto. —¿Se encuentra bien, señora?—preguntó el policía vestido con un impermeable—casi derrapa hasta nosotros… —Perdóneme, oficial—respondió acariciando su vientre—estaba conduciendo a la casa de mi padre, pero comencé a sentirme muy mal en mi vientre, casi pierdo el control. —Comprendo…—dijo confirmando su embarazo—¿me permite por favor su identificación? ¿Desea que llame a una ambulancia o algún familiar? —No—aclaró—y claro, tome. Luego de recibir su identificación, el oficial de policía comenzó a caminar de regreso hasta su automóvil, cuando de repente el piloto del automóvil anterior salió, dando tambaleos como si se tratara de un borracho. Acercándose para pedirle que volviera a su auto, se quedó extraño, ya que este mantenía su cabeza gacha. —¿Señor?—preguntó el policía—¿escuchó lo que le dije? ¿Puede por favor volver dentro de su carro? Sin embargo, en un giro sorprendente que hizo que la propia Alicia saltara del horror ante lo que estaba viendo, el conductor gruñó como si de un animal fiero se tratara y saltó para morder al policía.El pobre hombre solo vio sus ojos negros y su mandíbula sangrante, antes de sucumbir ante la enorme fuerza sobrehumana con la que este se había lanzado en su contra.—¡Ah!—gritó sintiendo un dolor punzante en su vientre.Alicia gritó, el caos había llegado hasta ella, el acompañante del conductor había salido de manera errática y se había lanzado esta vez contra el capó de su auto, rompiendo una parte del parabrisas con su frente. Viendo como su atacante, con una herida que debía haberlo dejado inconsciente, gruñía en frente de ella, arrancó enseguida su automóvil.Llevándose consigo al copiloto del otro carro, Alicia aceleró, siguiendo su camino por una ruta alternativa que había tomado sin querer a causa del susto. Temblando al recordar lo que había visto, como el piloto había atacado al policía y como arrancaba trozos de carne de su cuello, con sus propios dientes, cerró con sus dedos temblorosos la ventanilla que aún permanecía abierta.Alicia seguía conduciendo a toda velocidad,
Alicia buscó algo con lo que defenderse mientras escuchaba los golpes de las criaturas contra la puerta de cristal.—Vamos... tiene que haber algo aquí... —susurró mientras revisaba el mostrador.Entonces lo vio, un bate de aluminio apoyado en una esquina. Lo tomó sin dudar, sintiendo cómo el frío del metal atravesaba sus manos. Aferrándose a él, se dirigió hacia la parte trasera de la tienda, donde había una puerta que probablemente conectaba con un almacén o una salida trasera.Los golpes en la puerta principal se intensificaron. Alicia sabía que no tenía mucho tiempo antes de que las criaturas lograran entrar. Tenía que salir de allí, y rápido. Al abrir la puerta trasera, el sonido de la lluvia llenó el pequeño espacio. Lo que vio al otro lado la hizo dudar.Justo en la entrada del bosque, a unos cuantos metros, estaba lo que creía era uno de los trabajadores de la gasolinera, debido a la camiseta que llevaba, devorando sin piedad el cuerpo sin vida de uno de sus compañeros. Espera
Alicia buscó la llave bajo una maceta, como su padre solía esconderla. Sus manos temblorosas finalmente la encontraron, y rápidamente abrió la puerta, cerrándola de golpe tras de sí.Dentro, la casa estaba sumida en penumbras. Un olor extraño flotaba en el aire, como humedad mezclada con algo metálico. Alicia avanzó lentamente, llamando a su padre con voz baja.—¿Papá? Soy yo... Alicia—llamó en medio del llanto—¿papito?De pronto, un sonido vino desde el piso superior, como un mueble arrastrándose. Alicia apretó el bate con fuerza, su corazón latiendo con fuerza mientras subía las escaleras.—Papá... ¿Estás ahí?—volvió a preguntar.A medida que caminaba, podía sentir como un frío aterrador, peor que el que estaba en el exterior, calaba con agresividad hasta lo más profundo de sus huesos. Sintiéndose con mareo, así como con fiebre, mientras su mordida ardía en aumento, continuó avanzando hasta llegar a la lujosa cocina.Sin embargo, unas bolsas de compras regadas en el piso la asustaro
La alarma, que usualmente despertaba todos los días en la madrugada a Alicia, sonó varias veces sin éxito de despertar a la dueña del celular. No fue sino hasta que la temperatura en su cuerpo subió, que por fin la mujer embaraza se despertó. Mareada, hiperventilando a causa de la fiebre, se levantó un poco, aunque su malestar solo dejó que se apoyara contra el espaldar frío de la cama. Con su visión borrosa, no podía entender donde estaba. Sin embargo, leves recuerdos de lo sucedido antes de llegar a la casa de su padre, así como lo ocurrido con la cuidadora de este, provocó que entrara en pánico. —¡¿Papá?!—lo llamó con un fuerte ardor en la garganta. Pero por más que llamara, era en vano. Comenzando a llorar por el pánico que sentía, frunció el ceño ante las fuertes punzadas de dolor que provenían del brazo donde la habían mordido y que misteriosamente estaba vendado. Jadeando por lo débil que se sentía, tanteó a su alrededor en búsqueda de su móvil, sorprendiéndose que este no
Suspirando con pesadez, aclarándose un poco la garganta, a su padre le tomó varias veces hablar hasta que finalmente, estallando en llanto, lo hizo. Algo que su padre, desde que había quedado huérfana de madre desde niña, evitaba hacer en frente de ella. —Hoy, 31 de diciembre de 2016, he comenzado a grabar este archivo para mi hija, Alicia—dijo con la voz quebrada—estas son las memorias de mi declaración, como uno de los culpables del posible fin de la humanidad. Hija mía, si estás viendo esto, perdóname por favor. Su padre comenzó explicándole donde estaba, al parecer era un bunquer subterráneo, donde él había comenzado a construir un laboratorio a espaldas del gobierno. Cómo lo había hecho, no lo sabía, pero era tanto el dinero que había ganado que no le extrañaba que fuera usando todos sus ahorros. —En este bunquer he intentado, en vano, encontrar una cura para el mal que hemos creado—dijo rascándose con culpa su desordenado cabello—pero si la situación se agrava, es porque fall
La orden era clara de sus superiores para el resto de miembros del ejército que había en el batallón: resguardar a su personal científico, y poner a salvo a personas con alta influencia en la política. La orden también cubría a Conrad Warrick, y su hija, Alicia. No obstante, su corazón, por primera vez desde que se casó con aquella mujer adultera, se había movido ante el dolor que sintió luego de escuchar sobre la explosión que había ocurrido en la villa de su aún suegro, encontrándose con el cuerpo fallecido de este. Ocultando su preocupación, había intentado encontrar su celular y poder así comunicarse con Alicia, quien seguía desaparecida. No fue sino hasta la noche del día siguiente a su llegada al batallón, que encontró destrozado su celular en el piso de la habitación que le habían dado. —¡Sasha!—expresó en un grito—¿Qué ocurrió?Su amante, quien tenía las náuseas propias de su embarazo al quinto mes, se acercó temblorosa debido al malestar y confundida vio el celular del pad
Alicia suspiró de alegría, pese a lo débil que estaba, al ver que aquella habitación se trataba de una pequeña cocina y una cafetería para cuatro o cinco personas. Con emoción, corrió hasta una alacena dentro de la cocina, donde había una pequeña guarnición de fideos instantáneos. Aunque toda su vida como adulta, en especial desde que se había enterado de su embarazo, había procurado comer cosas sanas, se acercó con rapidez hacia aquellos fideos instantáneos, pese a que sabía muy bien no eran lo más sano. Usando un grifo el cual servía agua caliente, en menos de tres minutos estaba comenzando a devorar con impaciencia un tazón grande de fideos. —¡Gracias, papá!—dijo devorando su segundo tazón. Notando que en el escurridor había una loza puesta, supuso que su padre había estado allí adentro antes de que todo ese desastre ocurriera. Buscando un poco de agua fría, sintió como un oasis el agua helada que salía del filtro. Aquello se había sentido tan bien, comida era comida y p
Extrañando la practicidad y objetividad de su padre, Alicia tenía en mente que debía seguir viva para al menos devolver el sacrificio que hizo su padre. Más allá de todo el dinero que se gastó o de como murió, ahora por él debía hacer todo lo posible para sobrevivir y traer a aquel mundo a su bebé, del cual aún desconocía su género. Colocando la tarjeta llave en la puerta que daba al segundo piso, notó que una escalera se desplegaban varios metros bajo el suelo, provocando que fuera un poco respirar, de no ser por el sistema de ventilación que su padre había mandado a instalar. Una vez terminó de bajar las escaleras, se encontró enfrentada con tres puertas, una a su izquierda, que tenía el letrero "área médica" y la otra, en frente de ella, que tenía el letrero de "subterráneo". La última puerta, a su derecha, indicaba "área de descanso". Con curiosidad, abrió la cerradura electrónica de la puerta a su izquierda.—¿Cómo?—espetó sorprendida. De acuerdo a lo que sus ojos veían, y seg