CAPÍTULO 4

Alicia buscó algo con lo que defenderse mientras escuchaba los golpes de las criaturas contra la puerta de cristal.

—Vamos... tiene que haber algo aquí... —susurró mientras revisaba el mostrador.

Entonces lo vio, un b**e de aluminio apoyado en una esquina. Lo tomó sin dudar, sintiendo cómo el frío del metal atravesaba sus manos. Aferrándose a él, se dirigió hacia la parte trasera de la tienda, donde había una puerta que probablemente conectaba con un almacén o una salida trasera.

Los golpes en la puerta principal se intensificaron. Alicia sabía que no tenía mucho tiempo antes de que las criaturas lograran entrar. Tenía que salir de allí, y rápido. Al abrir la puerta trasera, el sonido de la lluvia llenó el pequeño espacio. Lo que vio al otro lado la hizo dudar.

Justo en la entrada del bosque, a unos cuantos metros, estaba lo que creía era uno de los trabajadores de la gasolinera, debido a la camiseta que llevaba, devorando sin piedad el cuerpo sin vida de uno de sus compañeros. Esperanzada que el monstruo no la escuchara, intentó alejarse de él, caminando con lentitud para irse de allí.

Sin embargo, tenía tan mala suerte que terminaría por tropezarse con una pequeña piedra, provocando que se cayera bruscamente. El ruido de sus rodillas, así como del b**e, alertó al hombre y este, al girar, hizo notar como la mitad de su rostro había sido devorado.

—No...—suplicó mientras intentaba levantarse—¡No te acerques!

Sus pies estaban petrificados del miedo, mientras la criatura se acercaba a ella sin pausa. Temiendo que algo malo le pasara a su bebé, Alicia sintió una extraña fuerza en su interior que la obligó a moverse y de un golpe derribar al hombre que estaba por atacarla.

Con sangre en sus pantalones, mientras la lluvia seguía empapándola, Alicia comenzó a hiperventilar mientras lloraba, observando como aparentemente el hombre estaba muerto. Sin embargo, al escuchar como las otras criaturas salía de la gasolinera y se acercaban a ella, no tuvo de otra más que gritar y obligarse así a correr rumbo a la casa de su padre.

El bosque que rodeaba la gasolinera estaba oscuro y denso, pero era su única oportunidad de escapar. Con un último vistazo hacia la tienda y la tormenta que estaba aumentando su poder, apenas siendo protegida por un abrigo sin capucha, el cual también estaba empapado por el agua, Alicia apretó el b**e y siguió su camino.

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El bosque parecía envolverla con sus sombras, amplificando cada sonido: el crujido de las ramas bajo sus pies, el golpeteo de la lluvia sobre las hojas, y lo peor, los gruñidos distantes de las criaturas que la seguían.

Alicia sabía que no podía detenerse, aunque cada paso se sentía como una agonía. El dolor en su vientre era cada vez más intenso, como si su cuerpo le estuviera rogando, que se detuviera y descansara.

—Solo un poco más... por favor, resiste —murmuró con voz temblorosa, sosteniendo su vientre con una mano y el b**e con la otra.

La tormenta parecía conspirar contra ella. Los relámpagos iluminaban brevemente el camino, pero también revelaban las figuras erráticas que se movían entre los árboles, cada vez más cerca. El tiempo jugaba en su contra.

Alicia tropezó de nuevo, pero esta vez logró mantenerse de pie, usando el b**e como apoyo. Sus piernas temblaban, y su mente estaba dividida entre el miedo y la determinación. Tenía que llegar a la casa de su padre.

Él sabría qué hacer. Él podría protegerla. Era el único hombre que la amaba realmente, quien siempre le había insistido en que podía volver a su hogar si su matrimonio no funcionaba.

De repente, escuchó un ruido más fuerte, un crujido de ramas que no era causado por el viento. Giró rápidamente y vio a una de las criaturas salir de entre los árboles. Su rostro estaba parcialmente desfigurado, pero sus ojos oscuros y vacíos la miraban fijamente, llenos de una hambre inhumana.

Alicia levantó el b**e instintivamente cuando la criatura se lanzó hacia ella. Con todas sus fuerzas, golpeó su cabeza, escuchando el crujido del cráneo bajo el impacto. El monstruo cayó al suelo, inmóvil. Alicia jadeó, sus manos temblaban mientras se alejaba lentamente del cuerpo.

Sin embargo, no tuvo tiempo de recuperarse. Otro gruñido resonó a su derecha, seguido de un tercero a su izquierda. Estaban rodeándola, cuando quiso ver, una mujer transformada estaba mordiendo su brazo.

—¡No! —gritó, su voz desgarrada por el miedo y la frustración.

Corrió, apenas logrando evitar las ramas bajas que arañaban su rostro y brazos. Su respiración era un caos, y el mundo parecía girar a su alrededor. En medio de la confusión, vio una pequeña luz entre los árboles. Era débil, pero suficiente para darle esperanza.

—Debe ser la casa de papá... —susurró, casi llorando de alivio.

Pero el dolor en su vientre aún estaba, así como los nervios por el horror que estaba pasando. Aunque acompañado por una nueva dolencia: la mordida en el brazo producida por esa loca mujer, comenzaba a hacerse negra y marcar de negro sus venas circundantes.

Se dirigió hacia la luz, ignorando el dolor en su cuerpo y los sonidos de las criaturas que la seguían. Cuando finalmente salió del bosque, cayó de rodillas frente aún muro de ladrillo grises, el cual estaba electrificado. Su padre, quien tenía una jugosa pensión producto de su servicio al ejército, había invertido en su seguridad.

La casa de su padre estaba justo al otro lado. Las luces del porche parpadeaban, y aunque parecía deshabitada, Alicia sabía que tenía que entrar.

Corriendo como pudo, llegó hasta una de las puertas que daba acceso al patio secundario de la villa, logrando entrar gracias a un código de seguridad que puso en la cerradura electrónica. Respirando con tranquilidad al sentir que estaba dentro de la seguridad de su hogar de la infancia.

La lluvia se intensificaba, y el viento hacía que el sonido fuera aún más inquietante. Subió los escalones del porche, luego de pasar por el jardín, el cual no había notado, estaba marchito y no tenía ninguna de las antiguas plantaciones. Como si su padre hubiera dejado de atenderlas hacía menos de un mes desde la última vez que lo había visitado.

—¡Papá! ¡Ábreme, por favor! —gritó con desesperación.

Golpeaba desesperadamente la puerta con el puño cerrado, pero por más fuerte que lo hiciera, nadie iba a abrirle. Solo se escuchaba un silencio aterrador provenir del interior de la villa.

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