Sasha se acercó a su minibar, sacando lo único que les dejaba tener de alimentos: botellas con agua, para luego sentarse con pesadez en un sofá cercano al ventanal. Acariciando distraídamente su vientre mientras miraba el caos que se desarrollaba afuera del batallón, las multitudes formaban filas interminables para recibir raciones de comida, y los guardias mantenían el orden con gritos y empujones.—Míralos, mendigando como ratas—murmuró con desdén, dejando su botella de agua en la mesa cercana—si no fuera por Albert, ni siquiera estaría aquí. Aunque también gracias a mi dinero pude hacer que nos dieran uno de los apartamentos más grandes. Se recostó, pensando en cómo había manipulado cada situación para asegurarse de que él estuviera a su lado. Recordaba claramente el día en que vio a Alicia llorar en silencio cuando Albert se negó a regresar a casa temprano, prefiriendo pasar las noches con ella. Sasha sonrió para sí misma, saboreando aquel momento como una victoria.—No importa d
Sasha, por su parte, no estaba dispuesta a dejar que las cosas siguieran su curso. Sentada en su apartamento, pensaba frenéticamente en cómo detener a Albert. Si él encontraba a Alicia, todo su control sobre él podría desmoronarse.—No puedo permitirlo... no puedo...—espetó molesta. Tomó su teléfono y marcó un número, dispuesta a desembolsar al comandante del batallón una buena cantidad de dinero con tal de hacer que el padre de su segundo hijo no pudiera ir en aquella expedición. Así, solo así, se aseguraría de seguir manteniéndolo a su lado y que nunca volviera con la estúpida de su esposa.—Es hora de que intervengas. No me importa lo que tengas que hacer, pero Albert no puede salir en aquella expedición—dijo molesta una vez comenzó a hablar por teléfono—¿Aún hay servicio de internet en el batallón, no? Si es así, dame la clave y de inmediato te transfiero a donde sea el dinero que quieras. —Entendido. Haré los arreglos necesarios—la voz al otro lado del teléfono, asintió antes d
Los pies de Albert ardían, mientras su cabeza sufría un fuerte dolor por el cansancio y la falta de sueño. En la parte baja del batallón, donde antes se encontraban las celdas para los antiguos prisioneros y miembros de la milicia arrestados, ahora solo eran jaulas para almacenar a varios infectados. Con su cuerpo firmemente protegido por trajes de riesgos biológicos, el científico militar descendió hasta la última celda. Allí, con su garganta llena de amargura y sus ojos al borde del llanto, vio algo que de inmediato lo dejó mal: una mujer embarazada, cruelmente convertida. —¿Doctor Kenway?—la voz de su asistente resonó. A Albert le costó reaccionar a su apellido, ya que su mente estaba absorta con aquella mujer que recientemente había sido traída por algunos soldados. Apenas se enteró de ella, acudió presuroso, pensando que era Alice. Si bien estaba feliz de que no se tratara de la que aún era su esposa, no podía negar que sentía tristeza por la pobre mujer. De acuerdo a lo que
Mientras tanto, a la mañana siguiente, en el refugio, Alicia tomó un respiro profundo mientras revisaba los mapas de los túneles. Aunque el plan parecía viable, no podía ignorar el peligro que conllevaba explorar un lugar que llevaba años abandonado.Decidió empacar lo esencial: una linterna de mano, un pequeño botiquín y un cuchillo que había encontrado en el almacén. Se colocó una chaqueta gruesa y ajustó su calzado, sintiendo el peso creciente de su vientre.No obstante, desconociendo lo que había más allá del búnker de su padre, decidió volver al lugar que juró no volver a ingresar en mucho tiempo: el almacén de armas. Bajo la tenue luz roja que había allí, la cual estaba puesta a modo de advertencia, ingresó y esperó que las luces principales se encendieran al detectar su movimiento. Sintiendo como su corazón se aceleraba, comenzando a sudar frío, se acercó a una de las taquillas más cercanas. Allí, cuidadosamente almacenada, se encontraba una escopeta con varios cartuchos. Los
Sasha estaba más tranquila, acomodada en su sofá, con una sonrisa de satisfacción. Todo había salido según lo planeado. Albert estaría demasiado ocupado en el laboratorio como para pensar en Alicia, y su control sobre él seguiría intacto.Sin embargo, una parte de ella sabía que esto solo era una solución temporal. Mientras Alicia siguiera siendo un recuerdo persistente en la mente de Albert, siempre habría una amenaza latente para su relación.—Tendré que pensar en algo más... algo definitivo —murmuró para sí misma, acariciando su vientre.De repente, un golpe en la puerta interrumpió sus pensamientos. Al abrir, encontró al joven asistente militar que había entregado los informes a Albert. Parecía nervioso, evitando su mirada.—¿Qué haces aquí? —preguntó Sasha con desdén.—Es solo que... el doctor Albert está sospechando algo, y... si descubre lo que hemos estado haciendo... —el joven balbuceaba, inseguro.—No descubrirá nada si haces bien tu trabajo. ¿O acaso quieres que tú y tu abu
Christopher llegó al área médica del pabellón, justo en la sección destinada para embarazadas. Debido a la influencia de su madre, le dieron el lujo de una habitación en comparación a las otras mujeres, que incluso tenían que dar a luz en carpas afuera.Su madre, quien había insistido en no verlo, ahora estaba allí, en labor de parto. Había esperado tensión o frialdad, pero lo que encontró fue algo muy diferente: el rostro pálido de su madre reflejaba agotamiento y dolor genuino.Albert estaba a su lado, sosteniéndole la mano. Por primera vez en mucho tiempo, Christopher vio algo que no reconoció fácilmente en su padrastro: miedo.—Christopher —murmuró Albert, levantando la mirada hacia él—¡Gracias por venir!El joven asintió, aunque no respondió. Se quedó cerca de la puerta, observando en silencio. Su madre apenas pudo abrir los ojos para mirarlo antes de ser superada por otra contracción.—Será un niño fuerte —dijo la enfermera.La mujer estaba intentando mantener la calma en la peq
El tiempo se había vuelto un concepto difuso para Alicia, cada segundo que pasaba, su cuerpo se sentía al borde del colapso, pero su mente permanecía alerta. Sabía que no podía darse el lujo de perder la conciencia. Las contracciones se volvían más fuertes y rápidas, el parto era inminente.Con una mano temblorosa, alcanzó el kit médico que había preparado días atrás. Contenía las herramientas más básicas para un parto: tijeras esterilizadas, guantes, sábanas limpias y un frasco pequeño de antiséptico. No era suficiente, lo sabía, pero era todo lo que tenía.No podía esperar que alguien más la ayudara, estaba sola en ese refugio, en un mundo que parecía haberla olvidado. Le hubiera gustado que Albert, así como su padre, estuvieran a su lado. Luego, cuando tuviera a su bebé en brazos, recibirlo en un lugar hermoso, lleno de globos y peluches. No obstante, de ser que Albert hubiera sobrevivido al desastre en la superficie, así como Sasha, ya en este momento él estuviera sosteniendo a s
Christopher caminaba lentamente por el pasillo del hospital, su mente cargada de dudas. Desde que escuchó a su madre negociar con el médico, una sensación de traición se había instalado en su pecho.No quería creerlo, pero las piezas comenzaban a encajar: los problemas durante el parto, los cuales provocaron sumo dolor en él y su padrastro, no eran más que una treta orquestada por su propia madre para manipular y amarrar más a Albert. Entró al archivo médico del hospital con el pretexto de buscar información sobre su hermanito. Sabía que no debía hacerlo, pero no le importaba. Encontró el expediente de su madre y comenzó a leer.Lo mucho que pudiera provocar sería su suspensión, pero siendo testigo de lo que acaba de descubrir, su madre, para que este no la delatara, lo cubriría en caso de algún problema. Los resultados eran claros: había indicios de que la droga administrada no era parte del protocolo estándar. Un medicamento experimental, utilizado de manera indebida. Aquello le s