Sergio Hansen lo tenía todo, una vida prospera y una esposa maravillosa a la que amaba con todo su corazón. Pero un día la desgracia le dio un vuelco a su vida y la cambió por completo. Lleno de dolor y roto por la pérdida, decide abandonarlo todo para tratar de olvidar un pasado que lo sigue atormentando y lo hace sentir culpable. Cynthia Gray nunca imaginó que el matrimonio del que se había sentido orgullosa por tantos años, un día se convertiría en su peor pesadilla. Aquel hombre que juró amarla para siempre, dejó ver su verdadera personalidad el día más feliz e importante de su vida. Destrozada y decepcionada, decide comenzar una nueva vida, alejada del amor y de todo aquello que pueda volver a lastimarla. Sin embargo, guarda un secreto muy importante. Uno que la unirá a la vida de un desconocido que puede hacer tambalear el mundo que ha construido con mucho esfuerzo y hacerlo desaparecer para siempre. Un hombre y una mujer que se han empeñado en cerrarle las puertas al amor, dos corazones rotos y lastimados que no saben que se encuentran… A un paso de la felicidad. ¿Qué pasará cuando su secreto quede al descubierto? Identificador 2304174069725 Fecha de registro abril-2023 © Todos los Derechos Reservados
Leer másEstuve a punto de perderla a ella también. Los minutos que viví en el quirófano, mientras trataba de salvar su vida, fueron los peores y más terribles en mi vasta experiencia como médico. Ella estaba bien, pero de un momento a otro, todo se vino a pique. ¡Mierda! Sigo temblando de pies a cabeza. ―Fue un excelente trabajo, doctor. Me indica mi colega, sacándome de mis pensamientos. Me quito los guantes y los arrojo en el cesto de la basura. ―Por poco los pierdo. Es mi única respuesta. Un tono lúgubre y carente de emoción. ―¿A cuántos médicos conoces que hayan salvado la vida de una paciente después de haber sido decretada muerta durante cuatro minutos? Escucharlo lo hace mucho más real. Los latidos de mi corazón vuelven a dispararse convulsos. Mi sangre se heló cuando escuché el pitido plano y continuo en el monitor de signos vitales y, poco después, la fatídica frase: “la perdimos, doctor”. ―Estoy más que seguro que se trató de un milagro que de mis habilidades como médico. Inh
Siento el impacto en mi pecho. Ha sido tan rápido que ni siquiera me da tiempo de reaccionar. De repente, me siento confusa y desorientada. ¿Qué sucedió? Sé que algo me ha pegado, sin embargo, no hay dolor. El mundo a mi alrededor parece moverse a una velocidad diferente. Es como si todo sucediera en cámara lenta. Giro la cara y busco al Capo, pero no lo veo por ninguna parte. ¿A dónde fue? Hay gente corriendo, hombres peleando y gritos que no puedo escuchar, sin embargo, puedo sentir que algo líquido y caliente se desliza en el lado izquierdo de mi pecho. Bajo la mirada y noto con horror la mancha roja propagándose por mi vestido. ¿Es esto sangre? Elevo la mano y toco con mi dedo índice, el pequeño orificio situado justo en medio del círculo rojizo y froto mis dedos para palpar la sustancia viscosa. Entrecierro mis ojos. ¿Qué es esto? Preocupada, vuelvo a elevar la mirada y, para mi mayor sorpresa, ya no estoy en la habitación. ¿Cómo llegué a este lugar? La brisa fresca golpea contr
Todo sucede en fracción de segundos. Me acerco a la camilla y comienzo a soltar órdenes a mi personal a diestra y siniestra. Tengo el corazón acelerado y los nervios enloquecidos. Sin embargo, pongo todos mis esfuerzos para retomar el control de la situación. ―¿Qué sucedió? Rompo todos los protocolos, puesto que no estoy en servicio ni estoy listo para atender una emergencia de este calibre. No obstante, al tratarse de ella me importa una m****a lo que sea apropiado o no bajo las actuales circunstancias, sobre todo, teniendo en cuenta de que dispongo de un personal altamente capacitado para realizar el trabajo con indiscutible profesionalismo. Sin embargo, hay algo dentro de mí que estimula la vena posesiva de un ser territorial y egoísta, cuyo instinto lo empuja a mantener a todo el mundo fuera de su campo de acción y, expulsar con un gruñido inamistoso, a cualquiera que esté cerca e intente poner sus manos sobre esta mujer. Desde este momento, su vida es de mi entera responsabilida
Me quedo esperando su respuesta, no sé por qué, pero presiento que mi futuro tiene que ver mucho con ella. ―Lo siento, Sergio, no hemos encontrado nada que nos conduzca hasta ella ―bufo desilusionado por no obtener una respuesta afirmativa―. Seguimos su rastro a través de las cámaras de los distintos lugares por los que el objetivo se movilizó, no obstante, hay un sector en el que se pierde la pista debido a que en el área en cuestión no hay ningún sistema en funcionamiento que nos permita continuar con la búsqueda. Me llevo los dedos a la frente y froto sobre a piel en señal de impotencia. ―Mantenme informado, Ridley, busca debajo de las malditas piedras o usa sabuesos de ser necesarios para dar con ella ―le exijo, desesperado―. Ella está sola y no cuenta con nadie más que conmigo. Pienso en Cynthia y en los peligros inesperados que debe estar enfrentando. Tiemblo de pies a cabeza al recordar lo indefensa que se veía cuando desperté y la vi tan asustada por lo que había sucedido e
Las piernas me tiemblan y siento que mis rodillas traquetean la una contra la otra, sin embargo, pongo todo mi esfuerzo para verme valiente y osada. Mi vida y la de mi bebé dependen de ello, así que haré lo que sea para librarme de esta y alejarme de estos asesinos. ―Eres una mujer valiente, decidida e inteligente, Cynthia ―indica, risueño, mostrando esa dentadura perfecta y blanca que parece irradiar destellos de luz―. Lástima que eso no te sirva para nada. Me desinflo como el globo que es pinchado con una aguja, sin embargo, no pienso rendirme. ―¡Es injusto! ―grito alterada―. No puedes culparme ni condenarme por lo que otros hicieron ―los latidos de mi corazón se desatan desbocados―. Mi única culpa fue la de abrir mi bocota con quien no debía ―me justifico―. ¿Cómo iba a saber que eras el maldito capo de una organización criminal? Cuelga el teléfono y se aproxima a mí. Mi desconfianza en él me obliga a retroceder. ―La vida siempre ha sido injusta ―encoge sus hombros como si inten
Le tiendo mi mano y una sonrisa amigable. ―Ven conmigo, Abigaíl, tengo muchas cosas que contarte. Ella la toma con toda confianza. Me sorprende notar que el tacto ya no provoca el mismo efecto que antes. Lo que sentí aquella vez por ella, ya no existe. Quiero a Abigaíl, pero de la forma en que lo haces por una buena amiga. Sin embargo, con Cynthia… Hago desaparecer el pensamiento tan pronto como este surge. Entramos a mi despacho y la convido a sentarse en uno de los sillones individuales. La imito, ocupando el más próximo a ella. ―Fui a buscarte después de lo que sucedió con el hombre que se hizo llamar mi padre ―comenta con amargura―. Lamento haberte involucrado ―niega con la cabeza―. Sabía que era peligroso, pero nunca imaginé que se atreviera a tanto. Extiendo uno de mis brazos y apoyo la mano sobre una de las suyas. ―No tienes que disculparte por los errores cometidos por otro ―le doy un apretoncito cariñoso en la mano―. Además, ese hombre ya ha comenzado a pagar por sus pec
Son cerca de las cuatro de la madrugada y, a esta hora, no he logrado pegar ni un maldito ojo. Me paso las manos por la cara, debido a la gran tensión que me embarga desde que supe que mi semen había sido robado del centro de fertilidad y usado para inseminar a otra mujer que no era la mía. ¡Maldita sea! Frustrado y lleno de coraje, saco las piernas de la cama y me siento al borde del colchón. Apoyo los codos sobre mis rodillas y dejo caer el peso de mi cabeza en las palmas de mis manos. Mi cabeza no ha parado de darle vuelta a asunto desde que me enteré de todo. ―¡Joder! ¿Qué voy a hacer si descubro que hay una mujer embarazada de mi hijo? Peor aún, ¿qué pasará si descubro que está casada y que ese niño ya es una realidad, tiene vida y unos padres que lo aman? Sacudo mi cabello con desesperación. La situación es más que compleja y complicada de lo que esperaba, sobre todo, porque hay una víctima inocente de por medio que será el más afectado y que nada tiene que ver con las equivo
La sangre se calienta a altas temperaturas dentro de mis venas. Podrá ser un maldito Capo de la mafia y el más sanguinario de todos, pero no tiene derecho a decidir qué hacer con mi vida. ―¡¿Darte?! ―respondo con indignación―. Para ser el cabecilla principal de una organización de delincuentes, ¡eres bastante estúpido! ―pierdo la facultad de razonamiento―. ¡No eres Dios! ―le grito iracunda―. No puedes pretender decidir sobre la vida de los demás, como si se tratara de arrancarle las hojas a una margarita ―siseo entre dientes―. ¿A dónde fue a para la humanidad de la gente? ¿En qué clase de seres humanos nos hemos convertido? Camino de un lado al otro de la habitación, llena de frustración. ―¿Te das cuenta de con quién estás hablando? Menudo cabrón. ¡Esto es el colmo! Me doy la vuelta y me acerco a él para mirarlo a la cara. Ningún maldito Capo de pacotilla va a venir a ordenarme lo que debo decir o no. ―¡¿Con el imbécil más grande de este planeta?! Me mantengo en mis trece. Estoy
No puedo dejar de pensar en ella, por más que intento olvidar lo que sucedió entre nosotros, los recuerdos parecen aferrarse como un par de garras filosas y multiplicarse dentro de mi memoria. Incluso, puedo percibir su olor en todo mi cuerpo y, escuchar como si se tratara de una grabación, cada uno de los gemidos que salieron de su dulce boca, mientras me hundía en su interior y la devoraba con ferocidad y ansias locas. ¿Por qué no puedo sacarla de mi cabeza? ―¿Dónde estás, Cynthia? ¿Por qué huiste de mí de esa manera? Quizás esa no sea la pregunta correcta, sino, ¿de qué o de quién huyes? Bufo, resignado. Lanzo el bolígrafo sobre el escritorio y apago el ordenador. No he podido concentrarme en mi trabajo. Mi regreso a mi antigua vida está siendo más complicado de lo que esperaba. Abandono mi distracción al escuchar el timbre de mi teléfono. Observo la pantalla y sonrío al ver reflejado en ella el nombre de mi mejor amiga. ―Maura. Reclino la espalda en mi silla y espero a que re