Respiro profundo. Los latidos de mi corazón no han querido detenerse desde que pisé el consultorio. ¿Qué puede pasar si alguien se entera de lo que hice? No, nadie más sabe de lo que fui capaz y nunca podrán enterarse.
―Debes calmarte, Cynthia, te veo muy nerviosa.
Por supuesto que lo estoy. Si alguien me descubre podrían quitármelo todo y, en el peor de los casos, iría a parar a la cárcel, entonces, todos mis planes quedarían arruinados.
―No es nada, Maura, es que estoy ansiosa por saberlo.
Me mira de una manera que me pone mucho más inquieta de lo que estoy. Su expresión no me permite saber si son buenas o malas noticias las que está por decirme.
―Aquí tengo los resultados de las pruebas, pero necesito que te controles antes de que te lo diga.
Cierro los ojos, aspiro una profunda bocada de aire y me animo a mí misma a tranquilizarme.
<<Nadie va a saberlo, debes controlar tus nervios y tomarlo con naturalidad. En tus manos tienes el destino de tu vida>>
―¿Cynthia, sigues aquí?
Abro los ojos y asiento en respuesta.
―Sí, he estado muy ansiosa durante las últimas semanas ―confieso sincera―, de esto depende mi futuro y, por supuesto, mi matrimonio.
Mi amiga no sabe disimular que mi situación la entristece.
―Quizás, ni siquiera valga el sacrificio.
Suelta, sin que pueda resistirse a hacerlo. Sus palabras me duelen, sobre todo, proviniendo de ella.
―No hables así, Maura ―le ruego, en un tono conciliador―. Jeffrey es un hombre bueno y amoroso, es solo que… ―me detengo por algunos segundos para buscar las palabras correctas―. Tiene demasiado sobre sus hombros ―lo excuso, como lo he hecho durante todo este tiempo―. Es un hombre responsable y trabajador.
Suspira con resignación.
―Está bien, lo siento, no quise entrometerme.
Susurra, arrepentida. Niego con la cabeza y extiendo mi brazo para tocar su mano con gesto amigable.
―Eres mi mejor amiga, Maura, sabes todo de mí ―bueno, excepto mi secreto. No puedo decírselo, porque eso la convertiría en mi cómplice y podría destruir su carrera. No puedo permitírmelo, nunca me lo perdonaría―. Conoces mi situación y comprendes bien que mi matrimonio apenas puede sostenerse ―le explico, desesperada―. Este es el último recurso del que dispongo para salvarlo ―susurro avergonzada, por el trasfondo que oculta este asunto―. Si no lo consigo, temo que, en poco tiempo, perderé a mi marido.
Asiente en acuerdo.
―Bueno, entonces no dilatemos más este asunto ―menciona risueña y por primera vez me permito tener esperanzas―, ya es hora de que ambas conozcamos el resultado.
Entrelazo mis manos y las aprieto con fuerza. Los latidos de mi corazón se multiplican en cuestión de segundos. Dejo de respirar al verla romper el sello de aquel sobre de cartulina que contiene la respuesta a todas mis plegarias.
Levanta su mirada color café y sonríe emocionada.
―¡Felicidades, Cynthia! ¡Estás embarazada! ―ni siquiera logro reaccionar. Quedo en estado de shock. Tanto tiempo esperando por esto y, por fin, se hace realidad. Maura me observa con preocupación. Se levanta de la silla, rodea su escritorio y toma asiento a mi lado―. ¿Qué pasa, amiga? ―toma mis manos entre las suyas y pregunta con inquietud―. ¿No era esto lo que esperabas?
Me escudriña con su mirada. Sin embargo, continúo inerte, pensando en todas las veces que intenté quedar embarazada y no pude lograrlo. Por mucho tiempo pensé que era yo la del problema. Una mujer estéril que ni siquiera podía cumplir con el rol principal de concebir un hijo.
Abandono mis pensamientos y la miro a la cara.
―Es que… ―me cuesta articular palabras, incluso, mi boca tiembla al intentarlo―, no me lo esperaba ―niego con la cabeza―. He pasado tantas veces por esto que no quise hacerme ilusiones. Me había resignado a que nunca sería posible ―le explico entre sollozos―. De esta manera me protegía a mí misma de una nueva decepción ―le explico, sobrepasada por la emoción―. Son muchas las lágrimas que he derramado a causa de ello.
Me da un par de palmaditas en las manos y sonríe de manera amigable.
―Ahora tus lágrimas serán de felicidad, amiga ―se inclina y me da un beso en la frente―. Esta vez tus deseos se hicieron realidad.
Me limpio las lágrimas y le devuelvo la sonrisa.
―Gracias por ir a retirar los exámenes por mí, amiga ―le digo al levantarme de la silla y recoger el sobre de la mesa―, no tenía el valor suficiente para hacerlo por mí misma.
Los guardo en el bolsillo de mi bata y me preparo para regresar a mis labores.
―No tienes nada que agradecerme, para eso somos mejores amigas.
Respondo con un asentimiento de cabeza.
―Debo volver al laboratorio, todavía me quedan un par de horas de trabajo antes de regresar a casa ―me acerco a ella y le doy un abrazo―. Muero por darle la noticia a Jeffrey, estoy segura de que se sentirá feliz con esto.
No parece muy de acuerdo con mi comentario, pero me siento tan feliz que la ignoro.
―Llámame esta noche y cuéntame cómo fue todo.
Salgo de su consultorio y me dirijo al laboratorio de fertilidad en el que he estado trabajado durante los últimos cinco años. Meto la mano en el interior de mi bolsillo y rozo el sobre con las puntas de mis dedos para asegurarme de que esto no ha sido producto de mi imaginación, sino, que es más real que mi existencia misma.
Al entrar, siento que un sudor helado recorrerme la espalda. Trago grueso, no obstante, me obligo a recordarme que, si no hubiera hecho lo que hice, nada de esto habría sido posible. Me ubico frente al sistema digital que identifica las muestras y las vincula con sus orígenes y procesos, a través de un código QR asignado a cada paciente. Allí, dentro de las historias clínicas almacenadas en nuestro sistema informático, veo el nombre del hombre que hizo realidad todos mis sueños y salvó mi matrimonio del fracaso.
Le agradezco en el nombre del bebé que llevo en mi vientre y que, dentro de algunos meses, llegará a este mundo para colmarme de felicidad.
***
Paso por el quiosco que queda cerca de la clínica para comprar una bolsita de regalo e introduzco el sobre en su interior. Agrego una nota en la que le explico a mi marido lo feliz que me siento al saber que hemos sido bendecidos por la llegada de nuestro hijo.
Un par de lágrimas ruedan por mis mejillas debido a lo emocionada que me siento. Pocos minutos después, subo a mi auto y conduzco en dirección a nuestro apartamento. Me tiemblan las manos y el corazón me late de prisa. Una vez que Jeffrey sepa que tendremos un hijo, ya no se sentirá decepcionado de mí. Este bebé nos unirá para siempre y fortalecerá nuestro vínculo matrimonial.
Ingreso al estacionamiento y me detengo en mi plaza. Sonrío feliz al ver su convertible estacionado en el puesto de al lado. Tengo los nervios de punta y el pecho agitado por la expectación. Subo al elevador y mantengo la mirada fija en la pantalla mientras espero a que aparezca el número que corresponde a nuestro piso.
Pocos segundos después, las puertas se abren. Bajo apresurada y me dirijo con paso veloz hacia mi apartamento, sin embargo, me sorprende encontrar cajas de cartón apiladas y un juego de mis maletas a un lado de la puerta de entrada. ¿Qué hace todo aquello fuera de mi casa? ¿Qué es lo que está pasando?
Me acerco y noto con horror, que todas mis pertenencias están embaladas en el interior de las cajas y mi ropa empacada en el equipaje. El miedo y la confusión se apoderan de mí, al no comprender lo que está sucediendo. Meto la mano en la cartera y saco la llave de la puerta. La inserto en la cerradura, pero al girarla, esta no abre.
Las piernas se me aflojan y mi corazón multiplica sus palpitaciones en cuestión de segundos.
―Cariño ―doy un par de toques sobre la madera―. ¿Puedes abrirme, por favor? Algo pasó con la cerradura ―le explico―. No puedo abrirla.
Espero a que lo haga, pero no obtengo ninguna respuesta. Aquello me pone mucho más inquieta de lo que estoy. Sé que está en el apartamento, pero, ¿por qué razón no responde? Ínsito y vuelvo a tocar. Un minuto después, sigue sin contestarme, así que pierdo los nervios y comienzo a golpear con la puerta con mis puños.
―Jeffrey, por favor, dime, ¿qué es lo que está pasando? ―sollozo, desesperada―. Por qué no me das la cara ―le exijo angustiada y a punto de hiperventilar―, sé que estás allí, no me hagas esto, por favor.
Ignora mis súplicas. Caigo de rodillas sobre el piso y rompo a llorar. Estando en el suelo, noto su sombra por debajo de la puerta, luego lo veo alejarse. Segundos después, la luz interior se apaga. Me deje allí abandonada sin darme ninguna explicación y con el corazón hecho pedazos.
Un mes despuésDesde aquella noche en que me vi obligada a salir del edificio en el que viví desde que me casé con Jeffrey, mi mundo se vino abajo. Pude conocer la verdadera identidad del hombre que se convirtió en mi marido.No bastando con el hecho de que se deshizo de mí sin darme ninguna explicación, cortó todo mi financiamiento. Las tarjetas y cuentas bancarias fueron congeladas y bloqueadas, mi auto confiscado, al igual que me prohibió la entrada al edificio donde vivíamos juntos y a cualquiera de las instalaciones que fueran de su pertenencia. Se había ensañado contra mí de la manera más cruel y despiadada.Respiro profundo, antes de entrar al edificio de la firma de abogados que fue contratada para llevar a cabo nuestro divorcio. Una de las más importantes y reconocidas del país. Sí, poco después de que me echara de su apartamento como si fuera basura, me llegó la notificación en la que se anunciaba el inicio de los trámites de nuestra separación definitiva. Aquella noticia me
El día parece estar en mi contra, el cielo se ha puesto oscuro de un momento a otro. Apresuro mis pasos para evitar que la tormenta me sorprenda antes de llegar a mi trabajo. El semáforo cambia de amarillo a rojo, antes de que pueda cruzar la calle. Miro hacia el cielo y parece que las nubes se han estacionado a propósito sobre mi cabeza. Desde que hice lo que hice, todo me sale mal. Respiro profundo y apoyo la palma de mi mano sobre mi vientre.―Tú eres lo único bueno que me quedó de todo esto, bebé.Sonrío feliz y agradecida, tengo suficientes motivos para seguir adelante, para luchar por el porvenir de mi pequeño inocente.Las primeras gotas comienzan a caer y el maligno artilugio, sigue sin cambiar de color. La lluvia arrecia y el chaparrón se me viene encima. Ni siquiera llevo impermeable ni un paraguas para protegerme del implacable aguacero. Chasqueo la lengua y suelto un taco bien gordo, uno del tamaño de la Vía Láctea. Todo por culpa de ese maldito despertador que no quiso so
Despierto agitado y me incorporo sobre la cama. ¿Dónde estoy? Me llevo la mano a la cabeza al sentir el intenso dolor que me atraviesa el cráneo y me hace estremecer. ―¡Hijo, gracias a Dios que despiertas! ¿Mamá? ¿Qué hace ella aquí? ―Álvaro nos avisó casi de inmediato ―giro la cara y encuentro a mi padre parado del otro lado de la cama―. ¿Estás satisfecho con las consecuencias que tus decisiones han traído? ¡Maldit4 sea! ¿Cómo me encontraron? ―¿Me estuviste vigilando? ¡Por supuesto que lo hizo! Mantengo controlado el tono de mi voz. ―¿Crees que perdería de vista a mi único hijo? Respiro profundo, no quiero iniciar una nueva discusión, sobre todo, cuando siento que la cabeza va a estallarme. ―Soy bastante mayorcito como para encargarme de mí mismo, papá ―hago la sábana a un lado y saco los pies de la cama―. ¿Por qué insistes en controlarme? No puedo creer que después de tanto tiempo, papá no haya cambiado. Corté mis relaciones con él desde el mismo momento en que desprecio a
Sabía que tarde o temprano perdería mi trabajo, pero no esperaba que sucediera en un momento tan complicado para mi vida como este. Inhalo profundo y trato de ralentizar los ingentes latidos de mi corazón. Debo pensar en mi bebé; las preocupaciones y el estrés le pueden hacer mucho daño. Llevo la mano a mi vientre y lo acaricio con gesto tierno. Es todo lo que me queda en la vida; ahora solo somos nosotros dos. Mis constantes retrasos a la hora de llegada me empujaron a la lamentable situación. Hice lo que pude para mantenerlo, pero los trasnochos provocados por el exigente trabajo que estoy haciendo durante las noches, me dejaba poco margen para descansar y dormir lo suficiente. Levanto la cara y observo los alrededores. Las cosas ahora se ven muy diferentes a como se veían cuando mi vida era perfecta. Bueno, cuando pensaba que lo era. Suelto un bufido de arrepentimiento. No entiendo por qué razón, no fui capaz de darme cuenta de que el amor que ese hombre dijo sentir por mí, era fi
Respiro profundo y aprieto los dedos de mis manos alrededor del volante. Los latidos de mi corazón se aceleran, lo mismo que mi respiración; a medida que me acerco a los predios de la mansión que habité junto a la única mujer a la que he amado en toda mi vida. ―Esta fue una decisión equivocada ―murmullo para mí mismo al estacionarme frente a la gran verja que da acceso a la residencia. Apoyo la frente en el volante y maldigo por lo bajo―. ¿En qué demonios estaba pensando? Llevo mi mano temblorosa a la palanca de cambios y pongo el retroceso. No puedo hacer esto. Los recuerdos son demasiados dolorosos y aún no estoy listo para enfrentarme a ellos. Meto el pie en el acelerador y retrocedo algunos metros, sin embargo, un murmullo proveniente desde el asiento trasero acaba con mis planes de escape. ―¡No me hagas daño! Por un instante pienso que me está hablando, pero pronto me doy cuenta de que está delirando. ―Tú mismo te lo buscaste, imbécil ―me recrimino a mí mismo―, ¿En qué estaba
¿Bebé? ¿Qué? ¿Por qué piensa que quiero hacerle daño? ―Yo no… Vuelve a caer en la inconsciencia, antes de que pueda explicarle que solo intento ayudarla. Aparto la maraña de pelo de su cuello y le echo una ojeada a la herida. La sangre sigue fluyendo por el corte, así que me olvido de esos impactantes ojos marrones que me miraron con tanto terror y me centro en mi trabajo. Limpio la herida y anestesio la zona. Pocos minutos después, la lesión es casi invisible gracias a una sutura limpia y perfecta. Finalmente, la cubro con un apósito para evitar infecciones. ―Listo ―le indico a pesar de que no puede escucharme―, te prometo que con el tiempo la cicatriz se borrará y no tendrás ningún mal recuerdo de ella ―me quito los guantes y los desecho en el cesto de la basura―. Espero que, cuando despiertas, puedas contarme lo que te sucedió. Me le quedo mirando por largo tiempo, pensando en las posibles circunstancias que condujeron a esta mujer a tan precaria situación. Esto tiene toda la pi
Estoy en casa. Sonrío y le doy gracias a Dios de que todo haya terminado. Mi bebé y yo estamos a salvo. Los violentos latidos de mi corazón se van normalizando ahora que sé que solo se trató de una terrible y absurda pesadilla. Pego mi espalda al torso cálido y fuerte de mi esposo. Respiro profundo y entrelazo los dedos de nuestras manos antes de volver a acurrucarme entre sus brazos. ―Te amo, Jeffrey. Susurro perezosamente al soltar un bostezo y volver a quedarme dormida. *** ―Lo siento… Susurro con un sollozo. Es la tercera vez que los resultados de la prueba de embarazo, son fallidos. Por más que lo intentamos, no logro quedar embarazada. ―No quiero hablar ahora de esto, Cynthia, debo tomar un avión en menos de dos horas y no haces más que retrasarme. Espeta iracundo. ―Podemos intentarlo con un especialista ―insisto―, tal vez él pueda decirnos cuál es el problema. Le suplico preocupada. Sin embargo, me ignora por completo. Coge la maleta de la cama, su cartera de la mesa de
¿Qué maldito dolor de cabeza? Me quejo adolorido. Abro los ojos y una vez que mi visión se aclara, me siento confuso al ver que no estoy en mi dormitorio, sino en una de las habitaciones de huéspedes. Lo más desconcertante de todo, es que hay una mujer desnuda dormida sobre mi pecho, con su rostro enterrado en mi cuello y pegada a mi cuerpo como una enredadera. ¡Carajos! ¿Quién es ella y qué demonios pasó anoche entre nosotros? No me atrevo a quitar la mano que tengo aferrada a una de sus nalgas. Cierro los ojos y maldigo en silencio, porque sigo sin recordar lo que sucedió y la manera en que ambos terminamos involucrados en esta situación. Pongo a funcionar mi cerebro para ver si con ello puedo recuperar mi memoria. El dolor arrecia y acribilla mi cabeza a punto de partirla en dos, no obstante, prosigo con mis intentos. > . Lo último que recuerdo es la conversación que sostuve con mis amigos, antes de largarme del hospital y s