Buenas noches, es un placer para mí volver a reencontrarme con ustedes. ¿Listas para disfrutar de esta nueva historia? No olviden dejar sus comentarios y me gusta. Mañana nos volvemos a ver con un nuevo capítulo. Saludos.
Respiro profundo y aprieto los dedos de mis manos alrededor del volante. Los latidos de mi corazón se aceleran, lo mismo que mi respiración; a medida que me acerco a los predios de la mansión que habité junto a la única mujer a la que he amado en toda mi vida. ―Esta fue una decisión equivocada ―murmullo para mí mismo al estacionarme frente a la gran verja que da acceso a la residencia. Apoyo la frente en el volante y maldigo por lo bajo―. ¿En qué demonios estaba pensando? Llevo mi mano temblorosa a la palanca de cambios y pongo el retroceso. No puedo hacer esto. Los recuerdos son demasiados dolorosos y aún no estoy listo para enfrentarme a ellos. Meto el pie en el acelerador y retrocedo algunos metros, sin embargo, un murmullo proveniente desde el asiento trasero acaba con mis planes de escape. ―¡No me hagas daño! Por un instante pienso que me está hablando, pero pronto me doy cuenta de que está delirando. ―Tú mismo te lo buscaste, imbécil ―me recrimino a mí mismo―, ¿En qué estaba
¿Bebé? ¿Qué? ¿Por qué piensa que quiero hacerle daño? ―Yo no… Vuelve a caer en la inconsciencia, antes de que pueda explicarle que solo intento ayudarla. Aparto la maraña de pelo de su cuello y le echo una ojeada a la herida. La sangre sigue fluyendo por el corte, así que me olvido de esos impactantes ojos marrones que me miraron con tanto terror y me centro en mi trabajo. Limpio la herida y anestesio la zona. Pocos minutos después, la lesión es casi invisible gracias a una sutura limpia y perfecta. Finalmente, la cubro con un apósito para evitar infecciones. ―Listo ―le indico a pesar de que no puede escucharme―, te prometo que con el tiempo la cicatriz se borrará y no tendrás ningún mal recuerdo de ella ―me quito los guantes y los desecho en el cesto de la basura―. Espero que, cuando despiertas, puedas contarme lo que te sucedió. Me le quedo mirando por largo tiempo, pensando en las posibles circunstancias que condujeron a esta mujer a tan precaria situación. Esto tiene toda la pi
Estoy en casa. Sonrío y le doy gracias a Dios de que todo haya terminado. Mi bebé y yo estamos a salvo. Los violentos latidos de mi corazón se van normalizando ahora que sé que solo se trató de una terrible y absurda pesadilla. Pego mi espalda al torso cálido y fuerte de mi esposo. Respiro profundo y entrelazo los dedos de nuestras manos antes de volver a acurrucarme entre sus brazos. ―Te amo, Jeffrey. Susurro perezosamente al soltar un bostezo y volver a quedarme dormida. *** ―Lo siento… Susurro con un sollozo. Es la tercera vez que los resultados de la prueba de embarazo, son fallidos. Por más que lo intentamos, no logro quedar embarazada. ―No quiero hablar ahora de esto, Cynthia, debo tomar un avión en menos de dos horas y no haces más que retrasarme. Espeta iracundo. ―Podemos intentarlo con un especialista ―insisto―, tal vez él pueda decirnos cuál es el problema. Le suplico preocupada. Sin embargo, me ignora por completo. Coge la maleta de la cama, su cartera de la mesa de
¿Qué maldito dolor de cabeza? Me quejo adolorido. Abro los ojos y una vez que mi visión se aclara, me siento confuso al ver que no estoy en mi dormitorio, sino en una de las habitaciones de huéspedes. Lo más desconcertante de todo, es que hay una mujer desnuda dormida sobre mi pecho, con su rostro enterrado en mi cuello y pegada a mi cuerpo como una enredadera. ¡Carajos! ¿Quién es ella y qué demonios pasó anoche entre nosotros? No me atrevo a quitar la mano que tengo aferrada a una de sus nalgas. Cierro los ojos y maldigo en silencio, porque sigo sin recordar lo que sucedió y la manera en que ambos terminamos involucrados en esta situación. Pongo a funcionar mi cerebro para ver si con ello puedo recuperar mi memoria. El dolor arrecia y acribilla mi cabeza a punto de partirla en dos, no obstante, prosigo con mis intentos. > . Lo último que recuerdo es la conversación que sostuve con mis amigos, antes de largarme del hospital y s
Me le quedo mirando al hombre desnudo; asustada, confusa y desconcertada. Tiemblo de pies a cabeza. ¿Qué sucedió entre nosotros? ¿Por qué estoy con él en esta habitación? ¿Cómo llegué aquí? ¿Qué hago con este hombre? ―No te asustes, déjame explicarte. Sale de la cama y se pone de pie, dejando expuesta esa hermosa y perfecta musculatura llena de fibras que lo hace ver como un dios escandinavo. Ahogo un grito y gira la cara cuando mis ojos se enfocan en la monstruosidad que lleva entre sus piernas. ―¡No te acerques, desgraciado, o te juro que no respondo de mí! Toma una de las almohadas de la cama y se tapa el miembro con ella. Es entonces cuando entro en consciencia y me doy cuenta de que yo también estoy completamente en cueros. Grito y salto sobre la cama para atrapar la sábana y cubrirme con ella. ―Espera, no te alteres, hay una explicación perfecta para esto ―niega con la cabeza y extiende su brazo, para pedirme calma y cordura―, no es lo que parece. ¿No es lo que parece? ―En
Esto no me puede estar pasando, ¿cómo pude ser capaz de acostarme con la mujer a la que le salvé la vida? El arrepentimiento escala por mi cuerpo como enredadera y se aferra a mi cuello con sus garras afiladas. Esta es la casa de mi mujer, acabo de manchar la historia de nuestro amor en los brazos de una perfecta desconocida. Maldigo por lo bajo mientras atravieso la casa, completamente desnudo. ―¡Señor Hansen! Escucho el grito escandalizado de mi ama de llaves. ¡Joder! ¿No puede ser esto peor? Aprieto el cojín sobre mi pelvis para no quedar desnudo delante de ella. ―Lo siento, señora Harrington, puede continuar con sus obligaciones, la llamaré en caso de necesitarla. Con sus mejillas enrojecidas, se da la vuelta y desaparece rápidamente por el ala oeste; área en la que están ubicadas las habitaciones de los empleados. Despotrico y refunfuño al subir las escaleras de dos en dos, con el culo completamente al aire. No soy consciente del lugar al que mis piernas me llevan, sino hasta
Respiro profundo. Mis pulmones han quedado sin oxígenos después de la gran carrera que tuve que pegar para escapar de aquella mansión. Aún no sé cómo fui capaz de saltar aquellas altas paredes que la rodean como si esta fuera una gran fortaleza. Debo agradecer a la persona que se le ocurrió sembrar ese enorme árbol justo al lado, de no ser por ello, mis intentos de escape habrían sido infructuosos. Tengo la boca seca y los pulmones ardiendo debido al gran esfuerzo que hice para alejarme de allí. Ha pasado media hora desde que salí de aquella casa y, hasta entonces, no he visto a nadie siguiéndome. Detengo mis pasos y apoyo la espalda contra la pared. Necesito recuperarme. Cierro los ojos y levo una de mis manos hasta el pecho. Estoy agotada, nunca corrí tanto en toda mi vida. Aprovecho la oportunidad inhalar una bocanada de aire profunda. Siento que mi pecho se quema por la falta de aire. ―¿Se encuentra bien, señorita? Aquella voz me toma por sorpresa. Jadeo y pego un brinco. Me doy
Los vellos de mi cuerpo se erizan en el instante en el que pongo un pie en el interior del club. Es la misma sensación que me provoca cada vez que vengo a este lugar. Es un club elitesco, decorado con absoluto gusto, visitado por gente adinerada y prestigiosa que no lo piensan dos veces a la hora de dejar gran parte de su dinero en las manos de su dueño. ¿Quién es él? Nadie lo sabe, pero se dice que es un hombre poderoso e inteligente que posee mucha influencia y que tiene la suficiente habilidad para manejar a los políticos, influir en ellos y conseguir que lo ayuden a enmascarar sus negocios turbios y hacerlos pasar como legales. Trago grueso. Arrastro la maleta y me dirijo hacia la puerta lateral, lugar aprobado para el acceso de los empleados y las bailarinas del club. ―Buenas tardes, Sirius. El hombre de ojos oscuros y mirada siniestra me observa de arriba abajo, antes de esbozar una sonrisa cínica que tira del lado derecho de su boca. ―¿Pensaba que ya no te veríamos por aquí