Nos vemos luego. No dejen de comentar, les estaré respondiendo cuanto antes. Saludos.
Respiro profundo. Mis pulmones han quedado sin oxígenos después de la gran carrera que tuve que pegar para escapar de aquella mansión. Aún no sé cómo fui capaz de saltar aquellas altas paredes que la rodean como si esta fuera una gran fortaleza. Debo agradecer a la persona que se le ocurrió sembrar ese enorme árbol justo al lado, de no ser por ello, mis intentos de escape habrían sido infructuosos. Tengo la boca seca y los pulmones ardiendo debido al gran esfuerzo que hice para alejarme de allí. Ha pasado media hora desde que salí de aquella casa y, hasta entonces, no he visto a nadie siguiéndome. Detengo mis pasos y apoyo la espalda contra la pared. Necesito recuperarme. Cierro los ojos y levo una de mis manos hasta el pecho. Estoy agotada, nunca corrí tanto en toda mi vida. Aprovecho la oportunidad inhalar una bocanada de aire profunda. Siento que mi pecho se quema por la falta de aire. ―¿Se encuentra bien, señorita? Aquella voz me toma por sorpresa. Jadeo y pego un brinco. Me doy
Los vellos de mi cuerpo se erizan en el instante en el que pongo un pie en el interior del club. Es la misma sensación que me provoca cada vez que vengo a este lugar. Es un club elitesco, decorado con absoluto gusto, visitado por gente adinerada y prestigiosa que no lo piensan dos veces a la hora de dejar gran parte de su dinero en las manos de su dueño. ¿Quién es él? Nadie lo sabe, pero se dice que es un hombre poderoso e inteligente que posee mucha influencia y que tiene la suficiente habilidad para manejar a los políticos, influir en ellos y conseguir que lo ayuden a enmascarar sus negocios turbios y hacerlos pasar como legales. Trago grueso. Arrastro la maleta y me dirijo hacia la puerta lateral, lugar aprobado para el acceso de los empleados y las bailarinas del club. ―Buenas tardes, Sirius. El hombre de ojos oscuros y mirada siniestra me observa de arriba abajo, antes de esbozar una sonrisa cínica que tira del lado derecho de su boca. ―¿Pensaba que ya no te veríamos por aquí
Los colores de mi cara se borran con el grito que acaba de darme. No entiendo por qué, no terminan de entender que todo lo que hice fue en defensa propia. ―Lo siento, Curtis ―me disculpo, al mismo tiempo en que retrocedo un paso y me detengo debajo del marco de la puerta para mantenerme a una distancia prudente―. Quizás no fue la manera correcta de reaccionar para detener los avances de ese hombre, pero él se lo buscó y tus guardias no llegaron a tiempo para impedirlo. ¿Qué hubiera pasado de haberse tratado de una de tus bailarinas estelares? Entrecierra sus ojos mientras parece analizar mis palabras. ―¿Tienes la más mínima idea de lo que tu “reacción” nos provocó? Niego con la cabeza. Para ser sincera, es lo único que he escuchado desde que volví a poner mis pies en este club y la cantaleta me tiene cansada. Tengo demasiados problemas encimas como para cargar con uno nuevo, pero si tengo que suplicarle a este ogro para que me deje trabajar y poder ganar algo de dinero antes de que
Aviento el lapicero de manera brusca sobre el escritorio, porque no puedo concentrarme en nada de lo que hago. Me paso las manos por la cara debido a la impotencia que siento y a lo preocupado que estoy por aquella mujer. ―¡Maldición! Suelto, furioso. Me levanto de la silla y recorro la habitación de un lado al otro como león enjaulado. No debería importarme nada de lo que pase con ella. Mucho menos, ahora que sé que es una descarada. ¿Cómo es posible que se haya acostado conmigo estando casada con otro? Para rematar, espera un hijo de él. Tiro de mis cabellos con desesperación. Nunca me había pasado algo como esto. Enrollarme con mujeres casadas y, para colmo, en estado de gravidez, fue pasarse de la raya en lo que a principios morales se refiere. Me paso las manos por la cara, ¿Cuántos errores más debo cometer para reaccionar y volver a encarrilar mi vida por el camino correcto? Desde que murió mi esposa no he hecho otra cosa más que tomar malas decisiones. Si ella pudiera hacerl
Aparto la mirada de esos ojos que me ponen tan nerviosa y me provocan escalofríos por todo el cuerpo. Es un hombre sumamente atractivo, alto y fornido, pero rodeado de un aire de maldad y misterio que envía una clara señal de advertencia para que te mantengas alejada y distante de alguien como él. ―Lo siento ―limpio, mis lágrimas con disimulo―, estaba distraída. Me alejo, porque hay algo en ese hombre que me produce terror. ―¿Qué haces en esta área del club? Aprieto con fuerza el asa de mi maleta. Su voz es calmada, grave y varonil, pero intimidante. ―Yo ―inhalo profundo. Hoy ha sido, definitivamente, uno de los peores días de mi vida―. Vine a recuperar mi trabajo. Inclina su cara y entrecierra sus ojos. ―¿Recuperar un trabajo? Asiento en respuesta. ―Sí, hace algún tiempo que trabajo en este lugar ―corrijo de inmediato―, bueno, estaba trabajando, pero tuve un pequeño problema que me obligó a alejarme. ― ¿A qué le llamas un pequeño problema? Pregunta, curioso. Pero, ¿cuál es
Después de acordar con Ridley la búsqueda de Cynthia, abandono mi oficina y me dirijo a la sala para recibir a mi excuñada Maura. Estoy de vuelta en mi vida, reencontrándome con el pasado y con aquellas personas que dejé atrás cuando decidí huir de todo, porque el dolor era demasiado insoportable. Sin embargo, y, a pesar de todo lo que padecí, estoy listo para empezar de nuevo y darle un nuevo sentido a mi vida. ―Maura… Pronuncio su nombre al llegar a la sala. Ella se da la vuelta rápidamente, me mira con pesar y corre hacia mis brazos. ―Sergio, no sabes cuán feliz me hace volverte a ver. Le devuelvo el abrazo con mucho cariño y la beso en la frente. Maura y yo fuimos muy buenos amigos, nos une una muy bonita amistad y muchos recuerdos forjados durante el tiempo que estuve casado con Giselle. ―Me contenta mucho volverte a ver. Esboza una sonrisa emocionada y me mira con gratitud. ―Sigues siendo mi mejor amigo, Sergio ―me dice en tono melancólico―, además del nexo que nos unió al
Me siento mareada y con muchas ganas de vomitar. Mis piernas tiemblan tanto que apenas puedo caminar. El dueño del club me sujeta del brazo y me lleva a rastras hacia el interior del establecimiento. Esto me pasa por abrir la boca de más. ―Le aseguro que no voy a poder ayudarlo ―intento convencerlo para que me deje ir―, era de noche y mi visión estaba un poco borrosa. Me ignora por completo. ―¿Vaciaron el club? Pregunta el hombre con su voz profunda y poderosa. Atravesamos los corredores del antro y nos dirigimos a la oficina en la que minutos atrás me reuní con Curtis. ―Sí, señor ―le informa uno de los matones con cara de sanguinario―, despejamos todas las áreas. Trago grueso. Si en algún momento esperé que alguien me ayudara, con lo que acaba de decir el mafioso me doy cuenta de que estoy más sola que la una. ―Jefe, por favor, ―la voz de Curtis se alza en medio del bullicio―, le juro que lo que ha dicho esta mujer es completamente falso ―grita, al borde de la desesperación―, n
¿Qué me pasa? Me prometí a mí mismo que mi regreso sería como un reseteo para mi vida y el inicio de una nueva. Un punto de partida para lo que será mi futuro de ahora en adelante. Sin embargo, ahora me doy cuenta de que no estoy listo para dejar ir a Giselle. Me detengo al pie de las escaleras, cierro los ojos e inhalo profundo. ¿Qué estoy haciendo? Maura no es culpable de nada de lo que sucedió. Estoy siendo injusto con ella. Me tomo algunos segundos para recuperar el control de mis emociones. No puedo ser tan irracional. Me doy la vuelta y camino de regreso, con el arrepentimiento dibujado en mi rostro. ―¿Qué te parece si llegamos a un acuerdo? Le sugiero con el objetivo de zanjar este tema de conversación. Ella me observa durante un rato y asiente en cuerdo. ―¿Qué propones, Sergio? Suelto el aire que he estado conteniendo dentro de mis pulmones. ―Tiempo ―una palabra tan sencilla como eso lo puede significar todo―. Necesito tiempo para asimilar la realidad que me toca vivir a