Estoy de regreso. Ya he resuelto algunos problemas personales y, desde ahora, estaré publicando más seguido. Saludos!!
Le tiendo mi mano y una sonrisa amigable. ―Ven conmigo, Abigaíl, tengo muchas cosas que contarte. Ella la toma con toda confianza. Me sorprende notar que el tacto ya no provoca el mismo efecto que antes. Lo que sentí aquella vez por ella, ya no existe. Quiero a Abigaíl, pero de la forma en que lo haces por una buena amiga. Sin embargo, con Cynthia… Hago desaparecer el pensamiento tan pronto como este surge. Entramos a mi despacho y la convido a sentarse en uno de los sillones individuales. La imito, ocupando el más próximo a ella. ―Fui a buscarte después de lo que sucedió con el hombre que se hizo llamar mi padre ―comenta con amargura―. Lamento haberte involucrado ―niega con la cabeza―. Sabía que era peligroso, pero nunca imaginé que se atreviera a tanto. Extiendo uno de mis brazos y apoyo la mano sobre una de las suyas. ―No tienes que disculparte por los errores cometidos por otro ―le doy un apretoncito cariñoso en la mano―. Además, ese hombre ya ha comenzado a pagar por sus pec
Las piernas me tiemblan y siento que mis rodillas traquetean la una contra la otra, sin embargo, pongo todo mi esfuerzo para verme valiente y osada. Mi vida y la de mi bebé dependen de ello, así que haré lo que sea para librarme de esta y alejarme de estos asesinos. ―Eres una mujer valiente, decidida e inteligente, Cynthia ―indica, risueño, mostrando esa dentadura perfecta y blanca que parece irradiar destellos de luz―. Lástima que eso no te sirva para nada. Me desinflo como el globo que es pinchado con una aguja, sin embargo, no pienso rendirme. ―¡Es injusto! ―grito alterada―. No puedes culparme ni condenarme por lo que otros hicieron ―los latidos de mi corazón se desatan desbocados―. Mi única culpa fue la de abrir mi bocota con quien no debía ―me justifico―. ¿Cómo iba a saber que eras el maldito capo de una organización criminal? Cuelga el teléfono y se aproxima a mí. Mi desconfianza en él me obliga a retroceder. ―La vida siempre ha sido injusta ―encoge sus hombros como si inten
Me quedo esperando su respuesta, no sé por qué, pero presiento que mi futuro tiene que ver mucho con ella. ―Lo siento, Sergio, no hemos encontrado nada que nos conduzca hasta ella ―bufo desilusionado por no obtener una respuesta afirmativa―. Seguimos su rastro a través de las cámaras de los distintos lugares por los que el objetivo se movilizó, no obstante, hay un sector en el que se pierde la pista debido a que en el área en cuestión no hay ningún sistema en funcionamiento que nos permita continuar con la búsqueda. Me llevo los dedos a la frente y froto sobre a piel en señal de impotencia. ―Mantenme informado, Ridley, busca debajo de las malditas piedras o usa sabuesos de ser necesarios para dar con ella ―le exijo, desesperado―. Ella está sola y no cuenta con nadie más que conmigo. Pienso en Cynthia y en los peligros inesperados que debe estar enfrentando. Tiemblo de pies a cabeza al recordar lo indefensa que se veía cuando desperté y la vi tan asustada por lo que había sucedido e
Todo sucede en fracción de segundos. Me acerco a la camilla y comienzo a soltar órdenes a mi personal a diestra y siniestra. Tengo el corazón acelerado y los nervios enloquecidos. Sin embargo, pongo todos mis esfuerzos para retomar el control de la situación. ―¿Qué sucedió? Rompo todos los protocolos, puesto que no estoy en servicio ni estoy listo para atender una emergencia de este calibre. No obstante, al tratarse de ella me importa una m****a lo que sea apropiado o no bajo las actuales circunstancias, sobre todo, teniendo en cuenta de que dispongo de un personal altamente capacitado para realizar el trabajo con indiscutible profesionalismo. Sin embargo, hay algo dentro de mí que estimula la vena posesiva de un ser territorial y egoísta, cuyo instinto lo empuja a mantener a todo el mundo fuera de su campo de acción y, expulsar con un gruñido inamistoso, a cualquiera que esté cerca e intente poner sus manos sobre esta mujer. Desde este momento, su vida es de mi entera responsabilida
Siento el impacto en mi pecho. Ha sido tan rápido que ni siquiera me da tiempo de reaccionar. De repente, me siento confusa y desorientada. ¿Qué sucedió? Sé que algo me ha pegado, sin embargo, no hay dolor. El mundo a mi alrededor parece moverse a una velocidad diferente. Es como si todo sucediera en cámara lenta. Giro la cara y busco al Capo, pero no lo veo por ninguna parte. ¿A dónde fue? Hay gente corriendo, hombres peleando y gritos que no puedo escuchar, sin embargo, puedo sentir que algo líquido y caliente se desliza en el lado izquierdo de mi pecho. Bajo la mirada y noto con horror la mancha roja propagándose por mi vestido. ¿Es esto sangre? Elevo la mano y toco con mi dedo índice, el pequeño orificio situado justo en medio del círculo rojizo y froto mis dedos para palpar la sustancia viscosa. Entrecierro mis ojos. ¿Qué es esto? Preocupada, vuelvo a elevar la mirada y, para mi mayor sorpresa, ya no estoy en la habitación. ¿Cómo llegué a este lugar? La brisa fresca golpea contr
Estuve a punto de perderla a ella también. Los minutos que viví en el quirófano, mientras trataba de salvar su vida, fueron los peores y más terribles en mi vasta experiencia como médico. Ella estaba bien, pero de un momento a otro, todo se vino a pique. ¡Mierda! Sigo temblando de pies a cabeza. ―Fue un excelente trabajo, doctor. Me indica mi colega, sacándome de mis pensamientos. Me quito los guantes y los arrojo en el cesto de la basura. ―Por poco los pierdo. Es mi única respuesta. Un tono lúgubre y carente de emoción. ―¿A cuántos médicos conoces que hayan salvado la vida de una paciente después de haber sido decretada muerta durante cuatro minutos? Escucharlo lo hace mucho más real. Los latidos de mi corazón vuelven a dispararse convulsos. Mi sangre se heló cuando escuché el pitido plano y continuo en el monitor de signos vitales y, poco después, la fatídica frase: “la perdimos, doctor”. ―Estoy más que seguro que se trató de un milagro que de mis habilidades como médico. Inh
El día ha sido bastante agotador, observo el reloj por enésima vez, creo que no voy a poder llegar a tiempo.―¿Qué te parece si nos vamos a tomar unos tragos en el bar de la esquina? ―sugiere mi colega mientras me cambio de ropa―. Este ha sido uno de los peores días de mi vida, perder a un paciente es algo que nos afecta, queramos o no.Lamento tener que rechazarlo, pero hoy es un día muy importante para mi mujer y para mí.―Lo siento Scott, pero estoy comprometido con mi esposa ―recojo la cartera del casillero y la guardo en el bolsillo de la chaqueta―. Hoy es una fecha especial para los dos.Bufa, resignado.―Yo puedo acompañarte si no tienes ningún inconveniente ―se ofrece Milena, al llegar. Se acerca a nosotros y nos saluda con un beso―, necesito borrar mi mente a punta de licor ―se quita la bata y la cuelga en el perchero―. Estás cuarenta y ocho horas de servicio han sido jodidamente agotadoras.Sonrío al escuchar el taco que acaba de soltar. Los tres estudiamos juntos y, desde j
Respiro profundo. Los latidos de mi corazón no han querido detenerse desde que pisé el consultorio. ¿Qué puede pasar si alguien se entera de lo que hice? No, nadie más sabe de lo que fui capaz y nunca podrán enterarse.―Debes calmarte, Cynthia, te veo muy nerviosa.Por supuesto que lo estoy. Si alguien me descubre podrían quitármelo todo y, en el peor de los casos, iría a parar a la cárcel, entonces, todos mis planes quedarían arruinados.―No es nada, Maura, es que estoy ansiosa por saberlo.Me mira de una manera que me pone mucho más inquieta de lo que estoy. Su expresión no me permite saber si son buenas o malas noticias las que está por decirme.―Aquí tengo los resultados de las pruebas, pero necesito que te controles antes de que te lo diga.Cierro los ojos, aspiro una profunda bocada de aire y me animo a mí misma a tranquilizarme.>―¿Cynthia, sigues aquí?Abro