—Frank Zóster —repitió Alana, como saboreando el inesperado encuentro—. En mis clases de la universidad había un Zóster, Damián.—Mi hijo.Era el abuelo de Martín a quien tenía en frente, bastante increíble para lo joven que se veía. Habría jurado que podía tratarse de un hermano mayor de Damián, pero no de su padre. De pronto quiso sentarse a comer con él, contarle de su vida y que supiera lo exitosa que era, una mujer digna de formar parte de su familia, no como Damián había creído. "Míreme, ¿le parezco poca cosa?", eso quería decirle. No le dijo nada porque cayó desmayada a mitad del comedor.—¿Qué le pasó? —preguntó otro hombre.—Es sólo un mareo —aseguró Frank, cargándola.La sacó deprisa de allí antes de llamar demasiado la atención. Evitó los ascensores y subió por las escaleras hasta su habitación en el sexto piso. No pensaba con claridad cuando la dejó en la cama y se lanzó sobre ella. Había pasado mucho tiempo, pero recordaba en detalle el aroma de la hembra más deseada de
El auto de Damián, escoltado por otros dos, fue guiado hasta los muelles. Allí estaba emplazada una sucursal de la compañía de su padre, cerca de donde llegaba la mercancía que importaban. Allí también había pasillos oscuros entre contenedores llenos de secretos y bodegas enormes y solitarias. En una de estas se reunió con su padre. Los ojos del alfa se clavaron en Martín.—¿Qué hiciste, Damián?—No hablaré con él presente. ¿Puedo confiar en que tu secretaria lo cuidará?Frank asintió y la mujer, de mediana edad, entró por el pequeño.—¿Te gustan las galletas? —le preguntó ella.—Depende. ¿Tienen endulzantes artificiales?—¡Qué niño tan inteligente! Buscaremos unas que puedas comer.Damián se sentó. Había unos sillones junto al escritorio en lo que era la oficina de su padre antes de que se trasladara al centro. La seguía usando cuando volvía allí. La usaba ahora que quería mantener la conversación en secreto.En la mesa frente a él había una botella de whisky hasta la mitad. Damián se
Planificar una boda requería mucho tiempo. Desde el diseño de las invitaciones hasta la música a escucharse en la fiesta, nada podía quedar al azar. Alana ya pensaba en el color de las flores que decorarían el lugar mientras miraba el anillo. Le había quedado a la perfección.El corazón le palpitaba como si tuviera una mariposa atrapada en el pecho. Le había dicho a Damián que sí porque lo amaba y lo que más anhelaba era fortalecer su familia, que era pequeña. Ahora estaría completa. —¿Tres meses será tiempo suficiente? ¿O prefieres esperar a fin de año? —preguntó ella, con demasiado aire en los pulmones.—Hagámoslo este fin de semana.—¡¿Qué?! —Alana sintió que se mareaba. La sorpresa y la emoción le estaban causando vértigo. —Ya perdimos cinco años, no quiero perder un solo día más. Quiero que Martín lleve mi apellido y que vivamos juntos. Quiero despertar cada mañana a tu lado.Con los ojos llorosos Alana lo abrazó. Quería decirle que no necesitaban firmar un papel para hacer todo
—¡Mira qué elegante te ves! Yo me quiero casar contigo —dijo Ximena, admirando el pequeño smoking que Martín llevaba.—Soy muy joven para casarme —dijo él, mientras le cogía la mano para hacerle un dibujo.Alana ya tenía uno y Pedro también.—Me falta papá. Tengo que dibujarle uno.—Lo harás cuando lleguemos —dijo Alana.Pese a que vivían uno frente al otro habían acordado no verse hasta el momento de dar el sí en la oficina del registro civil. La ceremonia se llevaría a cabo a las tres de la tarde. —Se supone que la novia siempre llega tarde —recalcó Ximena.Llegaron diez minutos antes y fueron los primeros. Gente de la empresa llegó luego. Alana miraba su reloj a cada instante.—¿Tu abuela no vendrá? —preguntó Pedro.—Por la cara que puso cuando la invité supongo que no. Era algo que me esperaba de todos modos. En cuanto llegó la jueza empezó el calvario de Alana. Tal vez había mucho tráfico, se decía ella, consciente de que al lugar se llegaba fácilmente por autopista. Tal vez alg
—No te sentí llegar anoche. ¿Llegaste muy tarde? —preguntó Ximena.Estaban desayunando. —No sé qué hora era.—Pues debió ser muy tarde, tienes unas ojeras espantosas. Alana apenas y había dormido, pensando, intentando entender lo que había ocurrido y convencerse de que no estaba soñando. Las pesadillas y los lobos la habían seguido al mundo de la vigilia y la acechaban cuando estaba despierta.—Me preocupas, amiga. Me preocupa tu salud mental —agregó Ximena. ¡Salud mental! Era increíble para Alana seguir teniendo algo como eso cuando la irrealidad la atacaba de forma tan siniestra y cruel. Tal vez ya estaba loca, tal vez ya venía de vuelta.—Tranquila, Xime. Soy más fuerte de lo que parezco. Ve y descansa, ya me has ayudado lo suficiente. —Eso lo sé muy bien. No estás sola, que nunca se te olvide.En eso ella se equivocaba, Alana estaba completamente sola porque a nadie podía confiarle lo que sabía, lo que había visto en casa de su abuela durante la noche, el modo atroz en que las
Damián se despertó con una punzada en la cabeza, el estómago revuelto y oliendo a alcohol, nada que no se justificara con una noche de fiesta. Él no recordaba haber tenido ninguna noche de fiesta.Recordaba haber salido del departamento de Marcos a eso de las siete de la tarde. En el estacionamiento se había encontrado con Justine, supuso que la muchacha había ido a visitar a su primo. Sabía que se acostaban. En realidad, Justine se acostaba con todo el mundo en la manada. Hasta él había caído en sus redes durante la adolescencia, pero no iba a sentirse culpable por lo que había hecho a los quince años. Ahora él iba a casarse y sólo tenía ojos para Alana. Sólo tenía ojos para Alana, se dijo mientras buscaba sus calzoncillos en aquella habitación. No tenía idea de dónde estaba, pero lo intuía; todo olía a las seductoras feromonas de Justine.¡¿Acaso había enloquecido?! ¡¿En qué momento había cometido tal estupidez?!—Hola, Dami. ¿Listo para más? —preguntó Justine, entrando a la habita
No hubo funeral para la abuela de Alana. El cuerpo fue entregado en un ataúd sellado con indicaciones de ser enviado a un crematatorio, pues la causa de muerte había sido meningitis meningocócica, enfermedad muy grave y contagiosa. Pedro hizo lo que los especialistas le dijeron, ya que lo último que había sabido de Alana era un escueto mensaje de texto. "Lo dejo todo en tus manos"."¿Qué quieres hacer con las cenizas?", le había preguntado él.Ella no contestó, tampoco estaba en su casa. "Se fue de viaje", le había dicho Ximena. "Tiene tanto que procesar, necesita estar en paz".Las cenizas de la abuela esperaban por Alana sobre la chimenea en casa de Pedro. Él y Ximena fueron interrogados por personal médico, que buscaba verificar el estado de salud del círculo social de la abuela para asegurarse que no hubiera un brote de meningitis. Ella les habló de Alana y Martín, pero no les mencionó su paradero pues no lo sabía."Si se contacta con ella, dígale que necesitamos hacerles un cheq
Iver entró a la cabaña y fue directo al baño. Bajo el chorro de agua se deshizo de la sangre que le manchaba las manos. Era mucha sangre, tendría que cambiarse la ropa también. Había pasado mucho tiempo desdes que alguien no lo hacía cansarse. Usualmente conseguía lo que quería mucho antes, conocía técnicas especiales, secretos de los que nadie hablaba, formas sencillas de infligir un dolor insoportable. No era un torturador, claro que no, él no actuaba en beneficio propio ni mucho menos y sólo se ponía en movimiento cuando alguien rompía las reglas e inclinaba la balanza. Él buscaba restablecer el equilibrio y ensuciarse las manos era lo de menos. Su conciencia estaba muy tranquila. Tres golpes sonaron en la puerta de la cabaña y corrió temiendo lo peor. Parada en el umbral estaba Alana. —¿Por qué viniste? Te dije que yo iría.—No pude seguir quedándome allá, tenía un mal presentimiento... ¡¿Qué le pasó a tu ropa?! ¡¿Estás herido?!—No. Es mejor que te vayas ahora, no puedes deja